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AGRADECIMIENTOS

Este libro estÿ construido a partir de un capítulo y medio, reducido y reelaborado, de mi tesis doctoral –la cual defendí en la Universidad de Almería el 11 de mayo del 2007–. En primer lugar, quisiera agradecer al tribunal que la juzgó –los doctores D. Ismael Saz, D. Manuel Ortiz Heras, D. Francisco Sevillano, D. Antonio Cazorla y D. Luis Carlos Navarro– tanto su presencia como las críticas que realizaron. La mayor parte de ellas están recogidas aquí.

Miserias del poder está dedicado a las dos personas que, además de mis padres, más me han ayudado: Antonio Cazorla Sánchez y Sofía Rodríguez López. Además de dedicárselo a ellos, este trabajo quiere ser un homenaje a Manuel Rodríguez Fernández (qepd), mi padre, mi amigo, mi incansable lector. Gracias, Manolo; gracias, papá.

Tengo el honor de haber contado con Antonio Cazorla como maestro. Antonio ejerció, pues, una labor que ni le correspondía ni le reportó beneficio alguno, todo lo contrario. Aunque él fue el primero en estudiar el franquismo en Almería, nunca se sintió ofendido, o cuestionado, por mis intereses investigadores, sino que me animó e impulsó sin reservas. En un mundillo tan poblado de desconfianza y egos nunca saciados, siempre mostró una fe inquebrantable en mí y en mi proyecto. Un comportamiento lleno de generosidad, profesionalidad y espíritu democrático.

A Sofía Rodríguez la conozco desde los tiempos de la licenciatura y ya entonces era el espejo en el que todos nos mirábamos. Compartir beca y director durante nuestras tesis doctorales pudo haberse convertido en algo desagradable, mas nunca fue así. Los cuatro años durante los que trabajamos en el área de Historia Contemporánea fueron un placer, y nuestra relación, ahora que las obligaciones profesionales ya no nos mantienen unidos, es de las cosas buenas que ocurren en mi vida. Al hacer balance de nuestros años de amistad solo puedo decir que es una intelectual de primera línea,una amiga fiel y una persona íntegra. Es un orgullo estar en su mundo. Gracias.

Este libro trata, entre otras cosas, de la construcción del poder local durante la posguerra, analizándola desde la perspectiva de la nueva historia política y las teorías de redes sociales. La utilización de este punto de vista no es fruto del azar, ya que tanto Antonio Cazorla como los miembros del grupo de investigación Sur-Clío y sus directores, los catedráticos Fernando Martínez y Francisco Andújar, lo llevan aplicando en sus trabajos y enseñando en las aulas desde tiempo ha. A Fernando debo agradecerle su confianza en momentos difíciles y el que me devolviera a un lugar de trabajo agradable. Solo en un espacio así podía recuperar el gusto por la historia, mi verdadera pasión. Este último agradecimiento lo extiendo al resto del grupo, y en especial, a Maribel Ruiz García.

Ismael Saz no solo ha estado dispuesto a debatir y enseñarme sobre el franquismo, sino que, precisamente cuando más alejado estuve de la universidad, me animó, y apoyó, para que continuara adelante. También quiero acordarme de otros colegas, casi todos de la última generación de investigadores del franquismo, que, bien leyeron críticamente mis textos, bien me facilitaron e ilustraron con los suyos, o bien estuvieron dispuestos al debate: Ana Cabana, Zira Box, Jorge Marco, Miguel Ángel del Arco, José Antonio Parejo, Laura Zenobi... No puedo, ni debo, olvidar que Carmen Rosa García y Valeriano Sánchez me ayudaron con mis búsquedas de archivo sobre la familia Vivar en Vélez-Málaga y sobre los linajes políticos de Berja, respectivamente. Tampoco puedo pasar sin mencionar a Nicolás Suárez de Urbina, que me ayudó con los idiomas y con la informática. Fuera del ámbito académico, durante la complicada fase de redacción del libro, obtuve cobijo, café y simpatía en El Bellas, en Ponferrada, que no sería lo que es sin Manu, Gelín y Noel. También recuerdo el cariño y la fe que me regalaron Aitana, Ivano, Fran, Lucky, Carlos y... René.

Debo agradecer el trato que me dispensaron los responsables y trabajadores de los diferentes archivos y bibliotecas que visité para realizar este libro. En este sentido, es de justicia reconocer el revulsivo que supuso la llegada de Marisa Andrés Uroz a la dirección del Archivo Histórico Provincial de Almería. Allí, Ramón Martínez Siles (qepd) siempre me atendió con cordialidad y alegría, no poniendo pegas para fiarme el pago de algunas fotocopias o, incluso, para hacer llamadas perdidas a mi móvil cuando, por mis habituales despistes, lo olvidaba en alguna de las estancias del edificio. Vicent Olmos y el resto del equipo de Publicacions de la Universitat de València jugaron otro papel fundamental. Durante la fase de edición de este, Vicent mostró una paciencia y profesionalidad infinitas. Tampoco me cansaré de dar las gracias a todas las personas que me ofrecieron sus testimonios. Entiendo que muchas de las cosas que se explican aquí no se corresponden con su recuerdo y experiencia. Esta discrepancia no es solo lógica, sino incluso saludable. En cualquier caso, quiero aclarar que si en algún momento he errado en la interpretación que doy a sus palabras, nunca fue con mala fe.

Finalmente, quiero mencionar a los míos. Olga, mi madre, es todo cuanto tengo y la responsable de todo lo bueno que pueda hacer. Sin ella no seguiría adelante. Sin ella este libro no se habría concluido. Gracias, Olgui; gracias, mamá. Mi hermano Carlos, su mujer, Sonia, y mis sobrinos Carlos, Adrián e Idaira son una permanente razón para la alegría. También recibí un apoyo incondicional de mis tíos Mariló y José Manuel, y de mis primos Víctor, Olga y Beatriz. Este libro es, también, consecuencia de la memoria que se me transmitió de la tragedia de mi bisabuelo Máximo Blanco (qepd). Mis abuelos Generoso (qepd) y Concha (qepd) le pusieron voz y sentimiento a esta y otras historias. Gene y Manolo son, además, mi referencia ética en el trabajo. No menos importantes han sido las enseñanzas de mi otra memoria, la que me regalan mis abuelos Bonifacio y Pascuala.

Gracias a todos.

A primeros del 2009, entre Almería y Ponferrada

Miserias del poder

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