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El Prefacio

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“Y habló Dios todas estas palabras, diciendo: Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre.” (Éxodo 20:1-2)

Este Prefacio a la Ley Moral debe ser considerado con un respeto igual a todos los Diez Mandamientos (y no solamente al primero), ya que contiene los argumentos más fuertes para exigir nuestra obediencia a ellos. Como es la costumbre de reyes y gobernadores prefijar sus nombres y títulos delante del edicto enviado por ellos para obtener la mayor atención y veneración hacia lo que ellos publican, así es con el gran Dios, el Rey de reyes, quien estando a punto de proclamar la Ley para Sus súbditos, para poder afectarlos con una reverencia más profunda hacia Su autoridad y hacerlos más temerosos de infringir aquellos estatutos que son promulgados por tal poderoso Potentado y tal gloriosa Majestad, sella Su augusto Nombre sobre ellos.

Lo que se acaba de señalar anteriormente es claramente establecido por aquellas palabras de Moisés que inspiran admiración al pueblo de Israel: “Temiendo este nombre glorioso y temible: JEHOVÁ TU DIOS” (Deuteronomio 28:58). “Yo soy Jehová tu Dios”. La palabra para “Señor” es “Jehová”, quien es el Único Supremo, Eterno y Auto-existente. La fuerza de esta palabra se nos acentúa en la frase “el que era, el que es, y el que ha de venir” (Apocalipsis 4:8). La palabra para “Dios” es “Elohim”, el plural de Eloah, porque aunque Él es uno en naturaleza, aun así Él es tres en Sus Personas. Y este Jehová, el Objeto Supremo de adoración, es “tu DIOS”, porque en el pasado Él era tu Creador, en el presente Él es tu Gobernante, y en el futuro Él será tu Juez. Además, Él es el “Dios” de Sus elegidos por medio de una relación de pacto y, por tanto, es Su Redentor. De este modo, nuestra obediencia a Su Ley es impuesta por estas consideraciones: Su autoridad absoluta, para engendrar temor en nosotros (Él es “el Señor tu Dios”); Sus beneficios y misericordias, para producir amor (“que te saqué… de casa de servidumbre)”.

Los diez mandamientos

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