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INTRODUCCIÓN

La idea que dio origen a la necesidad de rendir homenaje a James Casey y, por tanto, al libro que el lector tiene en sus manos, nació espontáneamente alrededor de una mesa de restaurante («Las Cadenas», en referencia a las cadenas que rodean la capilla funeraria del I Marqués de los Vélez, D. Juan Fajardo Chacón, en la catedral de Murcia) en un soleado día de la primavera murciana del año 2009. Seguramente no podía ser de otra manera en el caso de este hispanista dedicado, preferentemente, a la historia social y cuyas experiencias vitales e historiográficas han transcurrido en tierras del Mediterráneo occidental hispánico.

En este sentido, en un coloquio celebrado a finales de los años setenta, el profesor Pierre Ponsot, aludía al profesor Carlos Martinez Shaw como el historiador que tenía un pie en Barcelona y otro en Sevilla; símil que podría aplicarse igualmente a James Casey aunque cambiando los lugares del escenario: Valencia y Granada; pero en cualquier caso, se trata también de las dos coronas de la Monarquía Hispánica en suelo ibérico. Sin embargo, J. Casey, en los últimos años ha ampliado su presencia historiográfica completando el espacio mediterráneo con el territorio por el que Castilla se asomaba a dicho mar: el Reino de Murcia; y aunque no ha llevado a cabo investigaciones directas sobre el mismo, sí que ha participado en actividades docentes, acciones integradas y asistencia y presencia en tesis doctorales.

Silvia Evangelisti era ponente en el Seminario Familia y élite de poder (2009), que desde el curso 1982-83 se viene celebrando todos los años en la Universidad de Murcia y comensal en la reunión citada en las primeras líneas de este texto; que, precisamente, tuvo a Jim Casey como uno de los participantes que inauguraron dicho seminario.

Y la idea encontró inmediatamente sus realizadores, no sólo quienes aceptaron participar en dicho homenaje, sino también en la colaboración editorial de las universidades de Valencia, Granada y Murcia. El proyecto de celebrar la carrera universitaria de Jim no necesita ninguna justificación y encontró apoyo favorable en todos los convocados (que podían haber sido también, y seguro que la mayoría hubiesen aceptado, otros muchos, pero se imponía, por razones obvias, la limitación a sus ámbitos y espacios territoriales y temáticos preferentes), lo que permitió celebrar el 1 de julio de 2010 en la University of East Anglia (School of History) el simposio: Community and Identity in the Iberian World. One day Symposium in Honour of Jim Casey, donde ha transcurrido casi toda la vida profesional de Jim Casey. No nos encontramos sólo ante un hispanista, aunque haya dedicado su vida a investigar, comprender, interpretar y difundir el pasado de la Monarquía Hispánica. Pero la figura del hispanista, en este caso, no basta; y como afirma J. Elliott: «la figura del hispanista debería quedar siempre en segundo lugar respecto al historiador. Pero afortunado el historiador cuyo país de elección tiene tanto que ofrecer».1 En realidad, la integración y la simbiosis del historiador norirlandés ha sido tan plena y completa que se asemeja a una segunda piel o prenda de vestir; y, además, con la perspectiva positiva de quien revisa y estudia el pasado de un país y un territorio sin condicionamientos previos de origen y con una capacidad de observación, por tanto, más aguda y profunda.2

En el Simposio han participado un grupo de historiadores e historiadoras de diversas nacionalidades: ingleses, italianos, españoles, norteamericanos y franceses; que representan el universo académico y la tradición historiográfica y temática con la que Jimnorirlandés de nacimiento, británico de adopción-siempre ha estado en contacto.* Transferido de Belfast a Cambridge ha sido influenciado por el historiador británico John Elliott –figura fundamental a quien corresponde el mérito indudable de haber introducido la historia española al público y a los ambientes académicos ingleses y americanos–; Jim representa un modelo que recuerda el diálogo entre diversas tradiciones historiográficas y que ha sobrepasado los límites de la historia nacional, si se piensa, por ejemplo, en los estudios sobre historia de la familia en Europa.

Es éste un aspecto que ha perseguido, deliberadamente, con sistematicidad y con una excepcional curiosidad intelectual que, entre otras cosas, ha contribuido a otorgarle reconocimiento en Europa y Gran Bretaña incluyendo dos doctorados honoris causa: Valencia y Granada. Pero el mérito y el significado del trabajo de Jim en el campo internacional le viene dado por el papel que ha jugado en la historiografía española a partir de la segunda mitad de los años ochenta. Es uno de los historiadores que ha participado en el proceso de innovación de dicha historiografía en la etapa del posfranquismo, contribuyendo, poderosamente, a influir en el desarrollo de las grandes cuestiones estructurales y socioeconómicas de la historia social y muy especialmente en los campos teórico y metodológico.

Dos grandes logros se pueden apuntar: a) la recuperación de textos contemporáneos y tratadistas de época que ofrecen sugerentes aportaciones y visiones novedosas respecto al análisis que las fuentes escritas tradicionales: notariales, concejiles, parroquiales, judiciales, muestran al historiador. Se trata de enfrentar a las fuentes con la realidad de la época ofrecida por sus propios protagonistas; aunque esta versión precisa de contraste al no estar exenta de la subjetividad o intereses de diverso tipo. Otra manera más sutil es cruzar fuentes que matizan resultados estadísticos como, por ejemplo, el catastro de Ensenada o los censos de población (1591, 1787). Las tipologías y formas familiares que estas excepcionales fuentes ofrecen de la realidad social, se verá matizada por relaciones sociales y de parentesco que saltan las estrictas divisiones de fuentes estadísticas, pero estáticas, para explicar las actuaciones y prácticas económicas y sociales, a la vez que adquieren movilidad temporal. Podríamos afirmar que frente a uniformidad y unidad familiar, bien sea nuclear o extensa, nos encontramos con complejidad y diversidad familiar.

La segunda aportación de Jim tiene que ver con su interés por la recuperación y el estudio de la comunidad. Sin embargo, sus presupuestos teóricos se orientan más hacia la historia local que hacia la microhistoria; la vida de los personajes sencillos en su recorrido horizontal y vertical se entrelaza con las relaciones sociales de vecindad, amistad, trabajo y producción que articulan un sistema social basado, sobre todo, en los lazos personales y en los vínculos sociales que reflejan la dependencia y la jerarquía como factores de ordenación y organización social.

En un programa de doctorado impartido por Jim Casey en la Universidad de Murcia entre el 24 y el 26 de mayo de 2006, trasladó a sus alumnos dos líneas que enmarcaban el contexto general de la historia de la familia en Europa: a) señalar la deuda de los historiadores para con la temática de la antropología social: la reconstrucción de las formas de solidaridad y de jerarquía social en las sociedades llamadas «a pequeña escala», típicas de la Europa preindustrial; b) explorar la importancia de las relaciones en tales sociedades de «persona a persona», donde se confunden vida pública y vida privada, «casa y calle», «casa, familia y taller gremial», siendo el nexo entre ambos el concepto del «honor» de la familia.

A partir de estas consideraciones, la trascendencia, importancia e influencia de la familia se puede rastrear en tres campos: a) la adscripción del individuo a la categoría social heredada; b) el acceso a la propiedad a través de instrumentos familiares (herencia de tierras, oficios de los padres, casamientos con herederas), tanto o más que por el funcionamiento del mercado de trabajo; c) la protección que podía brindar el lazo de sangre o de parentesco artificial (compadrazgo) en sociedades caracterizadas por la descentralización del poder. Todas estas consideraciones tienen como protagonistas a la comunidad en la que se desenvuelven los individuos que protagonizan estas prácticas y estas realidades.

La influencia historiográfica de Jim se percibe, por ejemplo, en los cuatro libros publicados entre 1989 y 2008,3 o en significativos artículos como: «Familia y Sociedad»;4 «La familia española y europea (siglos XVI-XVII)»;5 «Familia y tendencias historiográficas en el siglo XX. Introducción general sobre Europa»;6 «La invención de la comunidad y la historia social».7

La historia social en España se ha movido entre la reivindicación marxista de los años 60-80 y la enorme influencia de las corrientes francesas y anglosajonas, especialmente británicas, más que americanas; pero es a partir de los años 90 con la creación de la Asociación Española de Historia Social,8 junto al libro de Julián Casanova, La historia social y los historiadores9 como punto de referencia comparativa y alargamos el tiempo hasta el número monográfico de la revista Ayer (2006, 62.2), «Más allá de la Historia Social»10 e Historia Social (2008, 60), «Formas de hacer Historia Social y Qué entendemos hoy por Historia Social»,11 cuando comprenderemos el peso y la influencia respecto a las relaciones de dependencia y solidaridad que los lazos personales y las redes clientelares explican en el contexto y en el conjunto de la sociedad española.

Una evidente conclusión a estas propuestas de análisis es el acercamiento de la antropología y la sociología al análisis histórico.


«La Europa moderna era un mosaico de unidades políticas solapadas, de ciudades-estado, señoríos e imperios transnacionales. La geografía humana imponía solidaridades que podían ser mayores o menores que las fronteras políticas, mientras que los lazos de la religión, la casta o el clientelismo, constituían focos de lealtad alternativos a los del Estado emergente». Permítannos que con estas lúcidas palabras del propio Jim Casey, recogidas por J. Elliott en su contribución a este libro,12 subrayemos las temáticas y las problemáticas que son objeto de su preocupación e interés. Y lo hacemos así porque siguiendo a Arlette Fargue, el historiador argumenta y reelabora los sistemas de relación del pasado a través de las representaciones de la comunidad social que estudia, al mismo tiempo que a través del propio sistema de valores y de normas. El objeto de la historia es, sin ningún género de dudas, la conciencia de una época y de un medio, mientras que es construcción plausible y verosímil de las continuidades y discontinuidades del pasado.

La historia es un trabajo para identificar los modos de pensamiento, buscar sus reglas, delimitar conductas para comprender sobre qué sistema se basan las prácticas y comportamientos, así como las cohesiones y rupturas sociales.13 Y Jim ha llevado a cabo una práctica historiográfica en la que se cumplen, plenamente, los principios indicados; de tal manera que se puede comprender cómo se producen y reproducen, a través de la acción y de las intenciones humanas, la sociedad y la cultura en lo que constituiría un espacio de aproximación entre historia y antropología, tan querida para Jim.14

Las 11 contribuciones15 que componen este volumen reflejan la diversidad de las temáticas sobre las que Jim ha trabajado y tienen, además, la virtud de proponer y sugerir investigaciones y nuevas reflexiones sobre fuentes. Podemos afirmar que el conjunto de contribuciones tienen un denominador común: propuesta de nuevas vías de investigación y reflexión historiográfica alrededor de las líneas sobre las que ha trabajado Casey. Recuerdan las cuestiones fundamentales existentes en el panorama historiográfico actual: el funcionamiento del estado, las relaciones centro-peri-feria, los grupos marginados y las divisiones religiosas, la familia y la genealogía, la historia social y los factores de relaciones sociales, la importancia de los cambios climáticos en la guerra y en las relaciones políticas, la lengua como factor político y de homogeneidad cultural. Son cuestiones a las que Jim, uno de los historiadores británicos que más han influido en el estudio de la historia española, ha hecho su magistral contribución.

La contribución de Casey a la historia social, subraya el interés que siempre ha dedicado a las grandes cuestiones estructurales y socioeconómicas como la formación del Estado moderno y de las relaciones entre centro y periferia, evidente en la investigación sobre Valencia y Granada. Ha prestado atención a la historia de larga duración, propia del tiempo braudeliano, y más en particular a la historia de la familia como una interacción de la comunidad de la cuál es indisociable.

La comunidad siempre aparece en el centro de la investigación, así como sus relaciones de parentesco, afectividad, vecindad y trabajo e, incluso, clientelares y de patronazgo. Lo individual y lo colectivo se encuentran en la base de cada acción humana. García Cárcel indica la posición mantenida por Casey respecto a algunas de las principales corrientes historiográficas: estructuralismo, marxismo, tradición francesa de Annales, microhistoria, Cambridge Group y, sobre todo, un gran interés por la antropología social. Al mismo tiempo, señala su distancia respecto a determinadas corrientes de pensamiento: como el posmodernismo aplicado a la historia, el linguistic turn y la historia de género, aunque su aproximación la ha practicado, exclusivamente, como parte de la historia de la familia.

Elemento fundamental del parentesco y de la reproducción social y biológica de la familia, Jim plantea respecto a la mujer un intento de análisis en favor de una reflexión consistente en la diferencia y la relación de género o la práctica de discriminación en base a la identidad sexual (perspectiva no excepcional vista la reconocible permanencia, si no el retorno, de una neutralidad de género en la historiografía actual histórica).

Partiendo de su llegada a Cambridge, John Elliott dirige el inicio de la carrera de Jim sobre su investigación en el Reino de Valencia que ofrece, unos años después, el The Kingdom of Valencia.16 Elliott señala cómo el trabajo de Jim había proporcionado un aporte fundamental sobre la comprensión de las relaciones de poder entre el centro y la periferia (una periferia que incluye la colonia americana) proponiendo una concepción particularmente compleja.

Tales relaciones han caracterizado continuas dinámicas de interacción en el binomio acción-reacción y se expresan tanto en el conflicto como en las diversas formas de cooperación y complicidad que ponen en juego los individuos en sus diferentes y complejas relaciones. En este contexto se integra la dicotomía propuesta por Casey respecto a centro-periferia, sobre todo en las relaciones políticas y de poder entre el Reino de Valencia y la Corte. Se trata de nociones intercambiables, ya que el centro de una persona o institución puede ser la periferia para otras. Elliott plantea una pregunta clave: ¿Qué hace posible la cooperación y por qué en ciertos momentos y en ciertos lugares fracasa?

Casey integra, en una segunda propuesta, pero relacionada con la que acabamos de exponer, la historia de la familia dentro de un sistema de relaciones en el que la comunidad y la nación son partes inseparables. Siendo éste un punto de relación, son los lazos de dependencia personal los que atraviesan la línea divisoria entre centro y periferia e impiden el desarrollo de fracturas y rupturas claras entre gobernantes y gobernados; la dialéctica oprimidos/opresores, dueños/súbditos, pierde la fuerza determinante y explicativa que el marxismo le había otorgado como explicación histórica; en definitiva, se trata de conceptos con una fuerte carga territorial y política, pero defendidos y ocupados por individuos que deben sus puestos a los orígenes familiares y a las relaciones clientelares de base y raíz familiar y de patronazgo. Es aquí, por tanto, donde se encuentra el verdadero origen del problema, y lo que explica la verdadera atención de Casey a la familia como institución social, cultural y elemento explicativo no sólo de relaciones familiares sino también de índole política. Nos encontramos ante lazos personales y vínculos sociales como factores claves.17

Otro elemento importantísimo para comprender el trabajo de Jim es su gran versatilidad metodológica y capacidad de manejarse entre distintos tipos de archivos y documentación: desde los de Estado o municipales hasta los parroquiales y notariales. Pero la virtud que le destaca especialmente en el trato y la relación con la documentación, no es sólo por el potencial empírico y la información que proporciona y sabe seleccionar como representativa –lo cuál ya es una notable virtud–, sino por lo que sugiere y permite deducir, sin declararlo abiertamente, y que al cruzarse entre diversas fuentes manejadas enriquece, sobremanera, el análisis histórico.

Es, precisamente, esta vertiente y perspectiva la que le hace insistir a Elliott sobre la atracción de Jim por la antropología social combinada de manera magistral con la historia; por ejemplo, en la concepción de la familia extensa no tanto como institución social y política sino como sistema de valores morales y culturales. Para completar esta visión, hay que subrayar la habilidad de Jim en servirse de la literatura y de la tratadística de la época como soporte informativo. Lo que, finalmente, ofrece un conjunto y un producto que logra captar de manera nítida y con una gran inteligencia y finura los significados, posibilidades y lecturas del análisis histórico. Es en este sentido, en el que Elliott, indica que Jim ha sabido ser un humanista.

Tanto García Cárcel como Elliott, se preguntan respecto a la investigación de Jim la influencia de su origen norirlandés y la confrontación con los problemas inherentes a la relación entre centro-periferia, a la dinámica de la división interna de la periferia respecto a las fuerzas centrípetas del Estado, a las formas premodernas del nacionalismo y al estudio de países, cultural y religiosamente, heterogéneos.

A la presencia de una fuerte heterogeneidad religiosa y étnica dedica Manuel Ardit su aportación. Discute el impacto de la despoblación y la tensión social que produjo la segunda expulsión de los moriscos del Reino de Valencia en el siglo XVII, señalando la existencia, todavía reconocible y admitida, de una visión negativa y oportunista de la agricultura morisca; visión que tiene su origen en las fuentes del siglo XVII y que continúa en la época actual. Ardit explica cómo la investigación de Jim, basada sobre trabajos de difícil acceso en España, ha servido para proponer una interpretación, reelaborada años después y modificada, que evidencia la consecuencia positiva para los españoles, más allá de lo negativo, de la expulsión.

El tema de moriscos, o para ser más precisos, el de los mudéjares antiguos, es retomado por Bernard Vincent, quien plantea cómo la cuestión morisca no se resuelve con la expulsión de 1614 y debe ser estudiada partiendo de los siglos precedentes y analizando las complejas pero interesantes relaciones, primero, con los cristianos pero, también, entre los distintos grupos de población musulmana. Así, la diferencia entre moriscos antiguos y granadinos es total para el período posterior a 1570. Por ello en esta propuesta de Vincent habría que distinguir entre diversos grupos de moriscos.

El vocabulario viene en nuestra ayuda para obligarnos a revisar la denominación genérica muchas veces empleada: así, al hilo de la documentación nos encontramos con mudéjares (a secas), antiguos (a secas también), convertidos, mudéjares antiguos, moriscos antiguos, moriscos mudéjares antiguos o simplemente moriscos. Vincent propone elegir la expresión mudéjares antiguos para definir, genéricamente, la categoría. Las cinco villas del Campo de Calatrava (Aldea del Rey, Almagro, Bolaños de Calatrava, Daimiel y Villarubia de los Ojos) y los seis pueblos del Valle de Ricote (Villanueva del Segura, Ulea, Abarán, Blanca, Ricote y Ojós), demuestran que la categoría mudéjares antiguos existió en muchas partes durante el siglo XVI.

A esta situación se suma el distinto origen del morisco: granadino, valenciano, aragonés, catalán, del valle de Ricote, lo que demuestra que se trata, en definitiva, de un grupo necesitado de estudio para así profundizar en las diferencias de tal diversidad, especialmente en el caso de los mudéjares antiguos (moriscos convertidos en época precedente a la expulsión del siglo XVII).

Si la historia de los moriscos exige plantear la cuestión de la diferencia religiosa y de la conversión, una reflexión sobre los cambios confesionales y la diversidad religiosa es propuesta por Jim Amelang. El cuál dedica su contribución a explicar la experiencia personal de la religión a la luz del cambio confesional en la Europa de la primera reforma protestante y, después, de la católica. El centro del análisis de Amelang es una obra de género autobiográfico publicada en 1621 por un desconocido autor español, autodefinido como católico de nacimiento, pero pronto convertido al protestantismo.

La Europa de este período, recuerda Amelang, está influenciada por la presencia de hombres y mujeres que emigran por motivos confesionales. Un dato que refleja la compleja relación política, diplomática y militar, más allá de la religiosa, entre varios países europeos. Es evidente la fluidez de la definición de confesional y religiosa –todavía poco estudiada–, que recuerda las grandes distinciones, como la de catolicismo y protestantismo, que no se oponen necesariamente por razones doctrinales cuanto, sobre todo, por motivos diversos de orden político y económico.

El sugerente texto de Amelang, refleja cómo en la confesionalmente desunida Europa, se producían migraciones por razones de fe. De la misma manera que las habían en el siglo XIX por razones políticas. Es ésta una línea de investigación que pretende demostrar que la heterodoxia formaba parte de un tejido social en el que se entrelazaban la política y la economía. 24

Los nombres de Adrián Sarabia, Rafael Carrascón o Jaime Salgado jalonan este juego de ida y vuelta que su autor nos anuncia que convertirá en libro sobre los intercambios espirituales entre España e Inglaterra en los siglos XVI y XVII.

Señala, cómo el acceso a los textos que tratan de la experiencia personal de la religión y de la conversión –como en general la escritura autobiográfica y la tradición de la biografía espiritual– revelan aspectos sobre los cuáles queda, todavía, mucho por indagar; por ejemplo, el modo de entender la fiscalidad y la dimensión profundamente corpórea de la religión como un elemento de decisiva diversidad entre catolicismo y protestantismo. Amelang llama la atención sobre la necesidad de un análisis más amplio sobre la dimensión individual de la conversión que no siempre sigue criterios geopolíticos preestablecidos.

El problema de la diversidad religiosa enfrentada a una óptica de género, y desde un punto de vista completamente distinto, es el que dedica Silvia Evangelisti a la presunta conversión de los indígenas del Nuevo México gracias a la obra de los misioneros franciscanos. También encontramos a la prolífica escritora mística española, María de Jesús Ágreda, famosa por su relación de amistad espiritual con el rey Felipe IV. Centrando la atención sobre un texto que contiene la relación oficial de la actividad misionera de los franciscanos, publicado en Madrid en 1630, retoma un episodio poco estudiado de la vida de esta monja relativo a su milagrosa aparición en Nuevo México, donde se dedica a predicar el evangelio provocando la espontánea conversión de las masas.

Evangelisti recuerda cómo el uso de figuras y símbolos femeninos puede resultar extremadamente funcional para la propaganda católica, y en particular la relativa a la misión franciscana dentro de la poderosa religiosidad barroca inclinada a lo sobrenatural. Puede ser alentada una rigurosa distinción de género en referencia a la esfera masculina del discurso político relativo a la expansión colonial y a la conquista.

A la familia y a la dinámica social en la que ésta se encuentra implicada dedica su atención Richard Kagan. Ofrece una brillante discusión en la que examina un género particular de escritura histórica y de una gran resonancia en toda Europa y en España que, desde el siglo XIV, compartía la fascinación de toda Europa por los escudos de armas, la heráldica y los elaborados árboles genealógicos: nos referimos a la genealogía familiar. La invención de la memoria y la manía genealógica tiene en los genealogistas y sus obras un verdadero campo de estudio e investigación. El afán por el ennoblecimiento de los orígenes para ascender en la escala social o verse libre de la persecución que originaba la limpieza de sangre, eran los motivos que justificaban esa llamada «fiebre genealógica española». Se trata del proceso de reputación que abre la puerta de la movilidad social. La historia genealógica, o como afirma Kagan, la «genealogía de la reputación», se convierte en un instrumento fundamental para la realización de la movilidad social. Salazar de Mendoza, Luis de Salazar y Castro, Gonzalo Argote de Molina, Alonso López de Haro, Francisco de Cascales, José de Pellicer Ossau y Tovar, son algunos de los nombres de este repertorio de notables escritores dedicados a dar lustre y buscar nobles antepasados que limpiaran de sospechas las intenciones y deseos de promoción social.

Inmaculada Arias aborda la dinámica de la integración familiar volviendo sobre el tema de los moriscos y de la integración de la nobleza morisca en la sociedad cristiana y en la oligarquía castellana, tomando en consideración el caso de una de las más importantes familias de Granada que permanecen en la etapa posterior a la conquista cristiana: los Granada Venegas. Observa cómo la nobleza musulmana se presta a la colaboración con los católicos.

La dinámica de integración prevé una trayectoria típica que incluye la conversión, la adquisición de tierras, los mayorazgos, el acceso a los cargos públicos y a las órdenes militares y la fabricación de genealogías inventadas. Se apoya en particular sobre la mujer del casado, observando que se trata de elementos fundamentales para la realización de una política matrimonial de éxito con la creación de parentelas con familias cristianas y con las instituciones monásticas femeninas; particularmente funcionales en el proceso de ascenso social perseguido por las élites.

Una perspectiva interesante en el estudio de Arias es que deja entrever un cambio de criterio en las pruebas de limpieza de sangre como consecuencia del caso específico de la ausencia de sangre musulmana; en función de un mayor relieve a los méritos y oficios obtenidos.

La contribución de Geoffrey Parker es novedosa y con sugerencias para poner en relación coyunturas recesivas en función del clima y las guerras. Se trata de considerar los recursos naturales y la historia del medio ambiente.

La crisis europea de 1590 coincidió con una anomalía de gran envergadura en el clima, produciéndose sinergia de guerra y clima. El estudio de Parker propone una revisión de las fuentes: arqueológicas, pictóricas, narrativas, de acontecimientos y tener en cuenta la polinología, glaciología, núcleos de hielo; a las que se podría añadir una propuesta hecha en su día por Bartolomé Bennassar en su estudio sobre Valladolid, como las fechas de recogida de la vid; se trata, en definitiva, de revisitar Annales incluyendo el espacio pero no sólo como ubicación humana sino en relación con las acciones de la naturaleza.

En perspectiva comparada, Parker, hace referencia a las guerras en Asia oriental en período de cambio climático; a las lluvias torrenciales en China, 1592-1596 y al período de sequía en el imperio otomano entre 1591-1596 o a las fuertes heladas en el Zuider Zee (Países Bajos) en el invierno de 1594-1595.

La contribución de Xavier Gil Pujol, pone de manifiesto el interés y la importancia de las lenguas en el dominio y expansión de los imperios y de las sociedades. La asociación entre lengua y nación parecía obvia. Sin embargo, no eran tanto las lenguas como las leyes, en palabras de Gil Pujol, y privilegios lo que en aquella época mejor definía a una comunidad y le confería una identidad verdaderamente diferenciable.

Los Príncipes ejercían su soberanía sobre territorios con diversas lenguas, leyes y jurisdicciones. Pero era evidente que el dominio de las lenguas permitía un mejor conocimiento del territorio y una mejor consideración de los vasallos respecto a su soberano. Lengua y poder político se unían en unos dominios pluriterritoriales y plurilingües que iban de la mano con los descubrimientos y la evangelización. El aserto de Nebrija: la lengua fue compañera del imperio se cumplía en la España de los siglos XVI y XVII.

Sin embargo, paulatinamente, la homogeneidad y el predominio de una lengua sobre una comunidad determinada que estaba teniendo homogeneizaciones forzosas en el ámbito de lo religioso y de sus propios gobernantes, comenzó a formar parte del presente de las generaciones de la Monarquía Hispánica. Los ejemplos de los Reyes Católicos al prohibir el uso escrito y hablado del arábigo, norma recogida en las concordias de 1526 y 1528, o el ejemplo de un certamen barcelonés en 1580 al que concurrieron cinco poemas en catalán, tres en latín y dieciocho en castellano, reflejan la tendencia e inflexión centralizadora y unificadora que se estaba produciendo.

Resulta de enorme interés la conclusión a la que llega Xavier Gil en su colaboración tras una erudita demostración del conocimiento de textos de época: la Monarquía puso diligencia en fomentar y asentar el uso del castellano como lengua común efectiva, no tanto en el desplazamiento de las restantes. Pero el resultado fue que la lengua común que el castellano alcanzó a mediados del siglo XVI, consolidó y provocó cambios sensibles en los usos de las otras lenguas vulgares, generó formas de bilingüismo o plurilingüismo en esos otros reinos y arrinconó, paulatina e inexorablemente, la lengua culta: el latín.

Por último, Francisco Chacón Jiménez, preocupado por la organización social y su casuística y explicación, pone en relación: individuo, familia y comunidad que traslada a: biografía, genealogía y relación social, como factores de explicación social. Es decir, el corazón del análisis se traslada hacia las interacciones e interrelaciones que explican la jerarquización del sistema social y sus propias contradicciones.

Las bases sobre la que se asienta la jerarquía social y el sistema que explica las desigualdades, son los dos grandes objetivos que intenta explicar en su texto. Los vínculos sociales y los lazos personales, dentro de la dependencia, la desigualdad y la dominación reflejados en el sistema clientelar y puesto en práctica en las distintas instituciones: iglesia, concejos, señoríos, inquisición, en las que se desenvuelven y viven, cotidianamente, los individuos, constituyen y conforman la realidad social. El sistema feudo-vasallático de vínculos personales de carácter vertical que arranca de la Corona y desciende por toda la pirámide social, se encuentra condicionado por las clientelas locales, ya que mientras éstas no se diluyan el proceso de formación del estado centralizado se encontrará condicionado. Lo que explica la continuidad y perdurabilidad de dichas clientelas hasta el siglo XIX. Lo que pone en cuestión el esquema evolucionista-tau-tológico y demasiado lineal y simple del paso de regidor del XVI-XVIII que se convierte en el cacique del siglo XIX.

Concluiríamos con palabras de su maestro: «La historia social y cultural no se puede separar de la historia política, como tampoco la historia política se puede separar de la cultural y social. Jim siempre ha sido consciente de su estrecha y continua interrelación, y esta conciencia intuitiva de la telaraña sin costuras del pasado ha hecho de él el fino historiador cuya obra festejamos en este volumen».

FRANCISCO CHACÓN JIMÉNEZ

Universidad de Murcia

SILVIA EVANGELISTI

University of East Anglia

* Nuestro más sincero agradecimiento a la profesora Mia Rodríguez Salgado, que ha participado en el simposio, y no ha podido finalizar su contribución a tiempo por lo que no la hemos podido incluir en la publicación.

1 John Elliott (2012), Haciendo Historia, Madrid, Taurus, 55.

2 Véase Richard L. Kagan (ed.) (2002), Spain in American: The origins of Hispanism in the United States, Urbana y Chicago, University of Illinois Press; Richard J. Evans (2009), Cosmopolitan Islanders: British Historians and the European Continent, Cambridge, Cambridge University Press.

3 The history of the family, 1989 (trad. española, 1990); The early modern Spain. A social history, 2001 (trad. española, 2001); Family and community in early modern Spain: the citizens of Granada, 1570-1739, 2007 (trad. española, 2007); Familia y sociedad en el Reino de Granada durante el Antiguo Régimen, 2008, que contiene 8 artículos publicados entre 1985-2005.

4 John Elliott (ed.), (1991), El mundo hispánico, pp. 185-202, Crítica, Barcelona.

5 «La famille espagnole et europeenne aux XVIe et XVIIe siecles», Revue d’Histoire Moderne et Contemporaine, nums. 41-42 (abril-junio 1994), pp. 314-328.

6 Francisco Chacón Jiménez, Antonio Irigoyen López, Eni de Mesquita Samara, Teresa Lozano Armendares (eds.), 2003, Sin distancias. Familia y tendencias historiográficas en el siglo XX, pp. 25-45; colección Mestizo, Universidad de Murciauniversidad Externado de Colombia, Murcia.

7 Pedralbes, 23, 2003; 779-796.

8 Santiago Castillo (1991) (coord.), La Historia social en España. Actualidad y perspectivas, Siglo XXI, Madrid.

9 Julián Casanova (1991), La historia social y los historiadores, Crítica, Barcelona.

10 Ayer (2006), Miguel Ángel Cabrera, «Más allá de la Historia Social». Revista de la Asociación de Historia Contemporánea, Madrid.

11 Historia Social (2008), «20 Años de Historia Social 1988-2008», 60, pp. 5-128 y pp. 129-252.

12 James Casey (1995), «Patriotism in early modern Valencia»; en nota 3, texto John Elliott en este mismo libro.

13 Arlette Farge (1991), La atracción del archivo, p. 74, Instituto Alfonso el Magnánimo, Valencia.

14 Julián Casanova (1991), La historia social y los historiadores, p. 66, Crítica, Barcelona.

15 Aunque participó en la reunión de 1 de Julio de 2010, a la profesora Mia Rodriguez Salgado (London School of Economics): «The forgotten friend: Charles V and the King of Tunis» no le ha sido posible entregar su texto. Sin embargo queremos dejar testimonio de su presencia y participación.

16 The Kingdom of Valencia in the Seventeenth Century, 1979 (Cambridge University Press, Cambridge); traducido al castellano (1979), siglo XXI y al catalán (1981), Curial.

17 Francisco Chacón Jiménez (2011), «Familia, sociedad y sistema social. Siglos XVI-XIX», en Francisco Chacón Jiménez y Joan Bestard i Camps (dirs.), Familias. Historia de la sociedad española (del final de la Edad Media a nuestros días), pp. 325-444, Cátedra, Madrid.

Comunidad e identidad en el mundo ibérico

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