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CAPITULO DOS
LA SALVACIÓN: ¡TODO POR GRACIA!

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Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos.

Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia;

para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro.

(Romanos 5:19-21)

La gracia reina dice Pablo según nuestro texto en Romanos 5:21. Así la gracia es comparada con un rey. En los versículos anteriores, se compara el pecado con un rey también. Así como el pecado aparece armado con un poder destructivo, también la gracia aparece armada, pero con poder para salvar en amor. Y donde el pecado abundó, la gracia abundó aún más. (Versículo 20). Así la gracia domina.

En otras palabras, a aquellos a quienes Dios salva por Su voluntad de gracia, son salvos con toda seguridad y de una manera completa. Puesto que Dios por gracia rescata a las personas del poder del pecado y les da nuevas capacidades espirituales, entonces no quedan solas para mejorarse en forma suficientemente santa para alcanzar el cielo. Si la obra misericordiosa de Dios fuera limitada a la voluntad y capacidad humana, el resultado final no estaría seguro. Así la gracia no tendría el dominio. Además (si tal cosa fuera posible) aquellos que a sí mismos se hicieron santos por sus propios esfuerzos, estarían muy orgullosos de lo que habían hecho, ¡y tal modo de pensar es directamente contrario a la gracia! (Efesios 2:9).

Por lo tanto, si la gracia ha de reinar, tiene que ser el medio único de la salvación. Por Su voluntad de gracia, Dios continúa y completa la obra salvadora que inicia en el pecador. Siendo así, se puede decir con seguridad que “la gracia reina”. Sin lugar a dudas, tal confianza maravillosa glorifica a Dios.

Mejor que cualquier cosa, la gracia nos conviene con nuestra necesidad. Pues, el pecado siendo tirano para derrotar a nosotros y llevarnos a la muerte eterna, ¿que esperanza tendremos de salvación si llegara por nuestros esfuerzos? Más bien, cuando nuestros fracasos vergonzosos alarman la conciencia, ¿no nos empezamos a desesperar? Así aprendemos que la salvación es por la gracia de Dios.

En contraste a nuestros esfuerzos, la gracia de Dios está basada en la obediencia perfecta y valerosa de Cristo, la que bien asegura todo a nuestro favor, y el pecado no puede destruir la eficacia de ella. Por lo tanto, la gracia reinará sobre la indignidad más grande del pecador. De hecho, es solamente con los indignos que la gracia tiene que ver.

¡Que asombroso! ¡Que maravilloso! Hay esperanza aún para el peor hombre si la salvación es por la riqueza de la gracia divina que reina.

Pues, habiendo mostrado que la gracia reina en la salvación en general, en los capítulos que siguen, vamos a mostrar en particular cómo la gracia reina en cada faceta de nuestra salvación: nuestra elección –nuestro llamamiento –nuestro perdón –nuestra justificación –nuestra adopción –nuestra santificación –y nuestra perseverancia.

El reino de la Gracia

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