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PALABRAS PRELIMINARES

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José Guillermo Monroy Peralta (2)

A Aida Toledo la conocí hacia fines de los años ochenta cuando el conflicto armado arreciaba más intensamente en nuestra Guatemala. Eran los tiempos en los que la fuerza de los acontecimientos sociales nos arrastraban en medio de un vendaval de violencias.

Tuve el privilegio de ir conociendo sus primeros poemas, así como sus primeros cuentos y de verla florecer en un contexto de crisis económica, política, social y militar.

Los años de distancia fueron llevándola por diversos caminos, pasando por varios premios en los Juegos Florales Centroamericanos de Quetzaltenango y otros premios internacionales. Hoy me encuentro ante lo que considero una de sus obras más emblemáticas, un trabajo magistral sobre la teoría y práctica del género testimonial.

Aída presenta su libro Meter la mano en las entrañas, como el trabajo producto de su experiencia no solo en la enseñanza literaria, sino también como parte de la historia reciente en la que ha tenido que vivir y formarse como escritora y crítica literaria.

En el texto se reconoce que el género testimonial ha sido un género marginal en el mundo literario, que provoca desconfianza. Para desarmar esa desconfianza, Aida hará una reconstrucción histórica del género en América Latina, pesando y valorando las diversas obras que se han producido en la región. Por su pluma discurren los nombres de Esteban Montejo, Miguel Barnet, Rodolfo Walsh, Truman Capote, Rigoberta Menchú, Elizabeth Burgos, David Stoll, Ricardo Falla, Mario Payeras, Sojourner Thruth, Domitila Chungara, etcétera.

En medio de historiografìar el recorrido del género, Aida destaca el valor del testimonio en nuestros pueblos como algo inmemorial, va desde la fundación del mundo, aunque ella lo recuperará en su reconstrucción desde el momento del encuentro entre las culturas indígenas, españolas y portuguesa.

Afirma que el solo hecho de «elaborar» el testimonio requiere de la otredad. De la voluntad de al menos dos para construir el proceso. Es la recuperación de la voz para luego potenciarla o ampliarla a otros espacios. En gran medida el género testimonial es recuperar el valor del sufrimiento individual o colectivo, o de la acción heroica, que para ser sanada o reconocida, requiere ser contada, ser transmitida, para que también ocupe su lugar y se posicione dentro de la historia colectiva de los pueblos.

Luego ahonda en las discusiones teóricas sobre la corriente testimonial y si debe llamarse testimonio o relatos de la memoria; retoma los debates sobre si la literatura testimonial entra o no en los cánones literarios, si logra conformar un corpus de obras, etc. Hace un paseo sobre las diversas discusiones sin perderse ni enmarañarse en lo teórico conceptual.

La autora no elude los diversos debates y confrontaciones a los que es sometido el género. Ahonda también en el valor de la verdad circunstancial, la verdad de lo vivido desde la óptica de los grupos o poblaciones excluidas, o desde el valor de la tragedia o sufrimiento que clama al cielo por salir. (3)

Nos pone cara a cara con el tema de las verdades y/o mentiras narrativas, y reconoce que son verdades parciales que pertenecen a un espacio histórico más amplio, y que en estas verdades parciales también se puede estar jugando en el terreno de lo político, lo ideológico, lo militar, pero también en el campo de lo estratégico. Sin pretender la suplantación histórica, estas verdades se convierten en espacios o caminos por lo que se llega a la otra historia, a la historia que se contrapone a la historia oficial; a la historia que no ha sido contada, a la historia de los oprimidos, suplantados, atropellados, negados. Sin caer en eufemismos, y con sutiliza, descubre las múltiples máscaras y las diversas artimañas con la que se ha arropado la «doctrina de seguridad nacional», así como sus múltiples niveles y facetas; para a la par de ello, mostrarnos las diversas estrategias y luchas de los otros por recuperar la voz. De esa forma recupera el debate Stoll-Menchú, que después quedará opacado por lo testimonial comunitario que aparecerá en los informes del «Nunca Más». Desde aquella famosa introducción hecha por Sábato en el «Nunca Más» argentino cuando nos invitaba a ir con Dante al recorrido por el Infierno; o lo que sería en nuestro caso de guatemaltecos, el recorrido realizado por los procesos de la Recuperación de la Memoria Histórica (Remhi), o el proceso liderado desde Naciones Unidas, Guatemala Memoria del Silencio.

El valor del trabajo de Aida es no solo que reconstruye, sistematiza y sintetiza el valor de la literatura testimonial en la región en las últimas seis décadas, sino que además aborda conceptos aparentemente tan dispares como la otredad, la construcción de la ciudadanía, el Estado-nación, con el fin de valorar al género testimonial como un género que en esencia rescata la dignidad de las personas desde los espacios de la exclusión y marginación a la que habían sido relegados para posicionarlo como parte de la reivindicación de los derechos humanos de los excluidos.

El trabajo es valioso, oportuno e importante. Es parte de los procesos generados desde las letras para romper lo que Julio Cortázar habría llamado «años de alambradas culturales». Es también parte de los procesos de «resiliencia comunitaria» por sacar a flote las estrategias y herramientas puestas en marcha por las comunidades por salir adelante, aunque parezca que nuestro tejido social se encuentre tan fragmentado y hecho pedazos. Es decir, nuestra capacidad de seguir adelante, a pesar de tantos golpes y de tantas dificultades. La gran noticia, en medio de todo esto, es que todavía estamos vivos y seguimos apostando por una Guatemala distinta, como la soñaba Monseñor Gerardi.

2. Médico salubrista. Doctor en Ciencias Sociales por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso). A inicios de los años 90 fundó con la hermana Barbara Ford un programa para la atención de la salud mental de los niños en la Diócesis de El Quiché. Trabajó en la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado y fue director de la Pastoral Social de la Arquidiócesis de Guatemala. Fue parte del equipo de monseñor Gerardi como responsable del área de Cultura de Paz y Mediación de Conflictos. Actualmente vive en Paraguay.

3. En el Antiguo Testamento, Génesis 4:9-10, Dios se dirige a Caín preguntándole: ¿«Dónde está tu hermano Abel»? Contesto: «No sé. ¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano? Replicó Yahveh ¿Qué has hecho? Se oye la sangre de tu hermano clamar a mí desde el suelo». Es Dios cumpliendo el papel de rescatar el relato, o la historia de Abel.

Es Caín falsificando la historia.

Meter la mano en las entrañas

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