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Comunicación marítima en los imperios ultramarinos
ОглавлениеLa circulación de la información es un elemento clave para establecer conexiones globales y el correo un medio esencial para conectar lugaresy contextos geográficos alejados por las vastas distancias, como es el caso de los imperios europeos y sus colonias ultramarinas.
Estas interacciones tenían lugar en zonas marítimas donde el inmenso espacio del mar y sus orillas poseían un valor estratégico muy importante para los Estados imperiales (Martínez Shaw, 2010). En nuestra investigación se focalizan en el espacio Atlántico donde se sucedieron una gran cantidad de conexiones ultramarinas que no solo eran unidireccionales, es decir, que no solo se dirigían de las metrópolis a las colonias, sino que eran multidireccionales, pues se produjeron también entre distintas zonas ya fueran intercoloniales, extraimperiales, etc. (Gruzinski, 2010). En este contexto ultramarino, los puertos marítimos constituían una parte esencial para el desarrollo de dichas conexiones, como es el caso de Cartagena de Indias, ámbito espacial de nuestra investigación, debido a que constituía uno de los principales puertos fortificados en el siglo XVIII del imperio hispánico en América y una zona de entrada y salida no solo del comercio, sino también de la comunicación hispanoamericana. Por eso, Cartagena era un punto esencial en las relaciones con la Metrópoli, con otros espacios del Virreinato de Nueva Granada y también con otras potencias extranjeras que acechaban a la región del Caribe, zona crucial de conexiones globales y atlánticas (Brown, 2015).
Al ser una ciudad portuaria, Cartagena de Indias requería de infraestructura defensiva y económica importante, y por ella, circulaban una gran cantidad de gente, ideas, mercancías, navíos, etc. que constituía la base de la vida de la ciudad y su puerto. Esto le hacía ser articuladora de redes internacionales, protagonista en la formación de la economía mundial y adelantada de los cambios espaciales, políticos, económicos, sociales y culturales (Martínez Shaw, 1997).
La ciudad cartagenera era un ámbito enredado e inestable donde confluían distintas fuerzas estatales y locales, donde las redes transatlánticas formaban complejas relaciones de poder, donde se articulaba el mundo marítimo y terrestre, y las comunicaciones postales hacían posible todo ello. De forma que nuestro trabajo parte de una historia local, centrada en el estudio de la Administración de Correos de Cartagena de Indias, hacia una historia global, donde se examinan las comunicaciones postales en los imperios coloniales. Esto brinda un atractivo diálogo político, social, económico y cultural entre los distintos lugares a través del análisis de los sistemas postales, y refleja el efecto de lo global mediante lo local (Brown, 2015). Este juego de escalas permite comprender los fenómenos y las prácticas de comunicación postal intensas y diversas tanto a nivel global como a nivel local.
Los rasgos comerciales y defensivos, junto con su excelente ubicación, convirtieron a la urbe cartagenera en un lugar clave de comunicación no solo del interior con la Costa, sino también con otros territorios americanos, la Península y las distintas potencias extranjeras. Por eso, Cartagena de Indias llegó a ocupar un lugar de preferencia en el sistema de comunicaciones imperial desde los inicios del período colonial, lo que influyó en la decisión de situar allí una de las administraciones de correos principales de la monarquía hispánica con la reforma del correo ya en la segunda mitad del siglo XVIII.
Nuestro estudio sobre los servicios postales en los imperios ultramarinos se centra en ese mismo siglo. En este periodo de fuerte competencia imperial había una gran circulación de información a través de los giros postales que circularon globalmente por los distintos espacios. Además, se originaron una serie de proyectos de reforma postal en los imperios británico, hispánico y portugués que tenían la necesidad de crear una institución que soportara la circulación de la información por los diferentes territorios de sus Estados. Estos pretendían que el gobierno ejerciera un rol de mayor intervención en el servicio postal a través de la instauración de una comunicación organizada, rápida y eficaz para consolidar el control y dominio sobre sus posesiones. Para este propósito, era primordial que tuvieran una eficaz infraestructura de correos entre las metrópolis y las colonias con el fin de entablar una comunicación más fluida para recopilar conocimiento de estos lugares con el objetivo de aumentar la accesibilidad territorial, tomar decisiones sobre ellos, fomentar el cumplimiento de órdenes y alcanzar la prosperidad comercial, puesto que el correo era la base del intercambio comercial. De esta manera, el sistema postal se convirtió en una vía para conseguir los propósitos comerciales y políticos para los distintos actores sociales de los imperios.
Por esta razón, desde finales del siglo XVII en el caso británico y ya en el siglo XVIII en el caso hispánico y portugués, se inició el interés de los gobiernos estatales por incorporar la gestión y la administración del correo bajo su mando, ya que hasta entonces pertenecía al ámbito privado ya fuera por medio de los Correos Mayores en Iberoamérica o a través de los comerciantes que transportaban sus cartas entre ambas orillas atlánticas con sus navíos mercantes (en el caso británico los denominados advicesboatso shipletters (Steele, 1986) y el hispánico donde los navíos de aviso eran despachados por el Consulado de Cargadores a Indias (Heredia Herrera, 1994).
El imperio británico fue el primero que intentó adherir a su mando el gobierno postal entre finales del siglo XVII y comienzos del siglo XVIII (1660-1711), y sirvió de ejemplo a los demás, no solo por su temprana incorporación de los correos a la Corona, sino por su regularidad, puesto que en la segunda mitad del siglo XVIII ya tenía establecido un correo ordinario semanal con cuatro paquebotes que traían y llevaban la correspondencia de Inglaterra a sus posesiones americanas (Garay Unibaso, 1987). Esto hizo que la monarquía borbónica tomara de modelo a los ingleses, tal y como lo ilustra un informe del conde de Campomanes, en 1762, que impulsaba la Reforma Postal en España, donde afirmaba lo siguiente:
El gobierno británico se halla con puntualísimas noticias de cuanto ocurre en aquellos parajes y mira unos y otros con un dominio continuado. El ejemplo de esta nación comerciante sería suficiente para que la nuestra pensase en un igual establecimiento tanto más necesario18.
No obstante, tuvo que superar numerosos obstáculos y fracasos ilustrados en los intentos fallidos de personajes como Thomas Neale y Andrew Hamilton en el caso del servicio postal en el interior de América, quienes tuvieron que enfrentarse sin éxito a las autoridades locales; y Edmund Dummer y William Warren en el caso del servicio de paquebotes entre Gran Bretaña y América, quienes encontraron circunstancias no apoyadas por el gobierno británico como el gran desembolso de capital en la adquisición de barcos, o incidentes como el naufragio o captura de los navíos.
Tras numerosos intentos fallidos y medidas temporales, en 1711 se incorporaron las colonias americanas al sistema postal imperial británico, a través de la publicación de The Post Office Act19.En él estaban Inglaterra, Irlanda y Escocia con un suficiente nivel de estabilidad. Aunque el correo intercolonial no tuvo su expansión hasta 1750 cuando se multiplicaron las oficinas postales, los caminos, etc. y el sistema de paquebotes continuó entre Inglaterra y Europa, no cruzó el Atlántico para transportar el correo de forma regular a las colonias hasta 1755 (Dierks, 2009). Eso debido a que esta infraestructura de comunicaciones imperiales requirió de experimentación, problemas y enfrentamientos, pero hizo que en el siglo XVIII ampliara la ambición del imperio británico en el marco global.
Al británico, le siguió el imperio hispánico que, bajo el marco de las Reformas Borbónicas, impulsó la creación de los Correos Marítimos de España a sus Indias Occidentales en 1764 con el que Carlos III aspiraba a inaugurar un nuevo mecanismo de correspondencia ultramarina bajo el poder de la Corona.Y, más tarde, el portugués cuya renovación postal se reflejó en la creación de los correos marítimos para Brasil que se realizó en 179820, que tomó el patrón delos imperios británico e hispánico (Guapindaia, 2013) que pretendía instaurar un paquebote cada dos meses desde Portugal, concretamente Lisboa a Brasil, que se apoyara en navíos mercantes regulados por la Corona, así como el manejo de los correos interiores en Brasil.
Esta transformación del sistema postal tuvo lugar gracias al empeño personal de Rodrigo de Sousa Coutinho que era Ministro y Secretario de Estado de la Marina y los Dominios Ultramarinos que, además, impulsó la abolición del oficio de Correo Mayor (“Correio-Mor”) del Reino y la incorporación del correo a manos de la Corona portuguesa (Machado, 2002). Su objetivo era reformar para aumentar la prosperidad económica del Reino y construir un fuerte y poderoso imperio a través de establecer una comunicación regular entre Portugal y sus colonias, para mejorar las transacciones económicas, pero también, para intentar controlar el vasto imperio. Sin embargo, esta instauración encontró muchas resistencias entre los individuos que hasta ahora administraban el correo americano, dificultades en algunas zonas debido a la oposición de los poderes locales, así como a las vastas distancias del territorio americano que imposibilitaban la presentación de los administradores de correos en diversos sitios (Guapindaia, 2013).
Es evidente que estos imperios ultramarinos ansiaban la institucionalización del correo que se impulsó a través de experimentos tentativos que tuvieron un éxito incierto. Esto nos hace ver que, aunque fueran distintos modelos de soberanía —monarquía absoluta en el caso de las monarquías de España y Portugal o parlamentarismo en el de la monarquía británica— sus esfuerzos políticos y administrativos se dirigían a establecer un monopolio postal gubernamental eficaz (Zilliacus, 1964).
A ello, se le unía la idea de centralización que poseían estos gobiernos absolutistas que pretendían llevar a cabo proyectos de reorganización política, económica y social con el objetivo de afianzar un aparato burocrático sólido y centralizado en sus Estados, donde el correo constituía una herramienta fundamental. Estos imperios ambicionaban que las relaciones entre saber y dominio estuvieran bajo las condiciones impuestas por el dominio colonial. Pero estas medidas se modificaron en cada lugar particular y se vieron obligadas a adaptarse a las circunstancias e intereses locales,lo que mermaba el control de los estados imperiales y cuestionaba los ansiados procesos de centralización política, pues, no solían coincidir en un aumento lineal y progresivo del poder en el centro, sino que ampliaron los márgenes de acción local debido en mayor medida a las enormes distancias que le daban al gobierno de ultramar un carácter indirecto, incompleto, ineficaz y lento (Brendecke, 2012).
Junto a este problema de la lejanía de los territorios ultramarinos se hallaban las fuertes tensiones entre poderes centrales y locales que hacían muy complicado consolidar un firme dominio imperial en los territorios americanos y sostener una eficaz infraestructura comunicativa que además se veía teñida también de los conflictos internacionales entre las distintas potencias europeas. Esto quiere decir que el pretendido buen funcionamiento por parte de los gobiernos del correo marítimo se veía profundamente afectado por distintas causas, como eran también los obstáculos geográficos y climáticos, los continuos fraudes y contrabandos, las resistencias y oposiciones a los planes reformistas, la incertidumbre de los transportes, las interminables demoras, las cartas extraviadas, etc. Estos factores disminuían la velocidad de la circulación del correo y aminoraban la vigilancia del poder.
Además, en las colonias americanas operaban dos sistemas de comunicación de forma paralela. Por una parte, los servicios postales oficiales auspiciados por los gobiernos; y, por otra, los sistemas de comunicación informales que operaban en innumerables redes de conexión a lo largo de las costas, el interior y alrededor del Atlántico (Adelman, 2010). De esa forma, los sistemas postales de los imperios ultramarinos estaban teñidos de tensiones perpetuas entre ambiciones imperiales y arreglos locales, de vínculos desiguales que ayudaron a estructurar el panorama social y político, y de coexistentes articulaciones de poder paralelas que permearon todos estos territorios (Dubcovsky, 2016).