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EL APARATO VOCAL

Introducción

El aparato vocal no es uno solo, compacto e indivisible, sino que más bien es la suma de otros aparatos, mediante la cual se puede producir la voz. En concreto, el aparato vocal lo forman principalmente estos tres sistemas:

• El aparato respiratorio, que está formado por músculos inspiradores y espiradores, además de las propias vías respiratorias. En él circula y se almacena provisionalmente el aire.

• El aparato fonador o vibratorio, que está constituido por la laringe, que es donde se hallan las cuerdas vocales. Al permitir que por ellas pase el aire debido a la presión ascendente, se produce el inicio del sonido vocal.

• El aparato resonador, que está integrado por las diversas cavidades de resonancia, que permiten la amplificación de la voz. Es decir, en este aparato el sonido débil que ha llegado a la boca se expande y se proyecta al exterior.

A su vez, en la emisión de la voz participan de forma indirecta otros sistemas, como son el sistema articulatorio, constituido por los músculos y las estructuras que conforman la boca; el sistema nervioso central, que permite tanto producir el sonido como ser consciente de ello, y el sistema auditivo, que facilita el control de la altura y la intensidad de la voz.

En este libro se insistirá mucho sobre el hecho de que el aparato vocal está expuesto a muchos riesgos fuera de los momentos en que se está utilizando, es decir, no solamente cuando se habla o se canta. Cualquier instrumentista, si se le estropea su instrumento habitual, a pesar del disgusto, podría tocar con otro similar en cualquier otro momento. Sin embargo, el cantante solo tiene un aparato vocal, que es irreemplazable. Dicho aparato se puede mejorar, curar, pero no se puede sustituir fácilmente por otro. De ahí la delicadeza de la voz. Es una herramienta que, si bien es una obviedad decirlo, todas las personas la pueden utilizar con mayor o menor destreza, aunque sea para hablar. Todos los instrumentos tienen una cierta complejidad, pero más aún la tiene el aparato vocal, incrustado en el propio cuerpo humano y constituido por innumerables músculos, cartílagos, huesos, nervios, vasos sanguíneos, etc.

El aparato respiratorio

El aparato respiratorio tiene dos finalidades principales, que son respirar y emitir sonidos. La respiración es básica y fundamental, ya que permite la entrada del oxígeno y la salida del dióxido de carbono, intercambio de gases imprescindible para la propia existencia. La otra función respiratoria permite a los seres humanos expresarse y comunicarse.

La respiración se hace en dos etapas seguidas: la inspiración y la espiración, con un breve instante de reposo entre una y otra. Inspirar es un movimiento hacia abajo y hacia dentro, mientras que espirar, además de cuando se emite la voz, es un movimiento hacia arriba y hacia fuera.

El aparato respiratorio está dividido en dos partes principales: las vías respiratorias superiores y las vías respiratorias inferiores. Todas estas vías participan en los procesos respiratorios que sostienen la vida normal.

Siguiendo el proceso de inspiración, las vías aéreas superiores están constituidas por la cavidad nasal, la cavidad oral, la faringe y la laringe. En sentido inverso, es decir, durante la espiración, en estas vías se produce el tono fundamental a la altura de la laringe; la resonancia, en la faringe, y la articulación del sonido, en la boca. Estas vías superiores tienen a su vez otra función, que es la de participar prioritariamente en el mecanismo de la masticación y la deglución.

Las vías aéreas inferiores están formadas, siguiendo el orden inspiratorio, por la tráquea, los bronquios y los pulmones.

Se va a hablar seguidamente de las partes más importantes del aparato respiratorio, acompañando el recorrido natural del aire, que va desde la inspiración hasta la consiguiente espiración. No obstante hay otras partes de este aparato, como son la nariz, la boca, la faringe y la laringe, que participan a su vez en los aparatos fonador y resonador, y por eso se describirán un poco más delante. Ahora, se inicia ya esa descripción con la tráquea y los bronquios.

La tráquea y los bronquios

La tráquea es la continuación descendente de la laringe. Tiene una longitud total, en el caso de una persona adulta, de entre 10 y 15 cm, y un diámetro de 2,5 cm. Está formada por 16 a 24 cartílagos en forma de anillos semicirculares. Al tragar y también durante la inspiración aumenta la longitud de la tráquea, por la elevación de su extremo superior.

La parte inferior de la tráquea se bifurca en los bronquios, que son dos canales membranosos que conducen el aire hacia los pulmones, donde se produce el intercambio de gases cuando respiramos. El bronquio derecho termina en los tres lóbulos de ese pulmón, y el bronquio izquierdo tiene solo dos ramificaciones, ya que el pulmón izquierdo posee únicamente dos lóbulos.

Los pulmones y el tórax

Los pulmones, junto con el diafragma, son la parte más importantes del aparato vocal. En los pulmones se efectúa el intercambio gaseoso entre el organismo y el ambiente exterior: la sangre toma oxígeno del aire y cede dióxido de carbono. Este proceso se realiza más en concreto en los alvéolos pulmonares, que se encuentran al final de los bronquiolos, que son las últimas ramificaciones de los bronquios.

Los pulmones tienen una forma piramidal y una estructura esponjosa. Como se puede ver en cualquier libro de anatomía, los pulmones están protegidos por la caja torácica, que es una estructura esquelética formada por el esternón, las costillas y, por detrás, la columna vertebral.

Las costillas participan activamente en la respiración y en la fonación. Salen de la parte posterior de la columna y se unen al esternón. Las costillas se componen de doce pares, y las cinco más inferiores son las que más se expanden. De estas cinco últimas, las tres primeras (las números 8-10) no están unidas directamente al esternón, sino mediante un cartílago, y se llaman falsas costillas. Los dos últimos pares están libres en la parte más lejana a la columna, y se denominan costillas flotantes. Por tanto, cuando se inspira, estas últimas costillas se desplazan hacia fuera, y consecuentemente la caja pulmonar se ensancha. Los pulmones no tienen movimiento por sí solos, sino que este es ocasionado por el diafragma.

Los músculos que participan en la respiración se clasifican en dos grupos: los músculos de la inspiración o elevadores, que son los que favorecen el leve movimiento de las costillas hacia fuera, y con ello el ensanchamiento de los pulmones, y los músculos de la espiración, que efectúan el movimiento contrario, es decir, hacen descender las costillas a su posición natural.

Dada la complejidad que supone detenerse en todos esos músculos, solo se hablará a continuación del diafragma, el músculo más importante para la respiración.

El diafragma

Por su constitución, el diafragma es un músculo ancho, aplanado y delgado, colocado en forma de bóveda, separando la cavidad torácica de la cavidad abdominal.

Tiene forma de cúpula, algo cóncava en la cara superior y convexa en su cara inferior. Por encima de él se encuentran los pulmones, y por debajo, las vísceras abdominales.

Durante la inspiración, la cúpula diafragmática desciende, empujando las vísceras abdominales hacia abajo, para permitir así que entre más aire a los pulmones. Con la espiración, recupera su posición normal, con lo que se facilita la salida del aire.

El diafragma controla el nivel de presión necesario para que el aire haga vibrar las cuerdas vocales a su paso. Cada persona puede dominar el movimiento diafragmático a la hora de cantar o hablar, y coordinar la entrada y la salida del aire con la emisión de la voz.

En una inspiración pasiva, el diafragma desciende aproximadamente 1,5 cm; sin embargo, cuando la inspiración es más profunda puede llegar a desplazarse hacia abajo hasta unos 10 cm. En el caso de los cantantes profesionales, sobre todo los de ópera, la dilatación de este músculo es mayor aún.

Con la espiración, las costillas flotantes vuelven a su estado natural, así como el diafragma, que sube a su posición superior, y se cierra así el ciclo de la respiración.

El aparato fonador

Este aparato lo constituyen la laringe, la faringe y la boca, que participan en la emisión de la voz, además de ejercer también la función respiratoria.

La laringe

El principal órgano para la fonación es la laringe. Posee la forma de cono vacío, cubierto interiormente por una mucosa, y ubicado en la parte media y anterior del cuello. La laringe está compuesta esencialmente por cartílagos unidos entre sí mediante ligamentos y músculos que le facilitan la movilidad (figura 3.1).

En la parte superior de la laringe se encuentra el hueso hioides, cuya movilidad vertical resulta esencial para el funcionamiento natural de la voz. Este hueso está situado en la parte anterior del cuello, por debajo de la lengua, y tiene forma de herradura.


Figura 3.1. La laringe.

Los cartílagos que integran la laringe son los siguientes, enumerados de arriba abajo:

• La epiglotis. Es el menos importante de todos estos cartílagos para la voz, ya que su función es impedir de manera automática que los alimentos penetren por la laringe o la tráquea durante la deglución. Cuando este sistema falla y partículas de alimentos o líquidos pasan a la vía aérea, habitualmente son expulsados mediante la tos, siempre y cuando no sean demasiado grandes.

• El tiroides. Es el más grande de los cartílagos. Está formado por dos láminas que se fusionan en forma de pico en la parte anterior del cartílago, cubriendo la conocida nuez o manzana de Adán. Su tamaño condiciona la longitud de las cuerdas vocales, y por tanto el timbre más grave o más agudo de la voz de la persona. El movimiento del tiroides causa las modificaciones del tono de la voz, ascendiendo para producir sonidos más agudos, y descendiendo para producir sonidos más graves. Así, por ejemplo, con la articulación de la vocal I, el tiroides asciende, mientras que con la O o la U, desciende.

• Los aritenoides. Son dos cartílagos triangulares que se prolongan hasta el músculo vocal, que constituye el esqueleto de las cuerdas vocales.

• El cricoides. Tiene forma de anillo y es el cartílago situado en la parte más inferior de la laringe. Envuelve las cuerdas vocales.

Todos estos cartílagos sirven para el buen funcionamiento de la parte más esencial de la laringe, que son las cuerdas vocales, o también llamadas pliegues vocales. No fue hasta mediados del siglo XVIII, en concreto en 1741, cuando el anatomista francés Antoine Ferrein descubrió que los diferentes tonos se producen en la laringe gracias a la vibración de las cuerdas vocales. A él le debemos también este último término, aunque lo cierto es que, más que cuerdas vocales, se trata de dos bandas de tejido muscular liso, o labios membranosos de color blanquecino, que tienen la cualidad de vibrar.

Las cuerdas vocales (figura 3.2) se sitúan entre el cartílago tiroides, en su parte anterior, y los aritenoides, en su parte posterior, donde se articulan. El espacio que se encuentra entre los bordes libres de ambas cuerdas vocales se llama glotis, que es la parte alta de la tráquea. Por debajo y por encima de la glotis se encuentran, respectivamente, la subglotis y la superglotis.


Figura 3.2. Esquema tridimensional de las cuerdas vocales.

Durante la respiración, las cuerdas vocales permanecen abiertas, y se cierran durante la fonación. Entonces, se produce una presión subglótica para que el aire venza esa resistencia. Se originan unas ondulaciones verticales del orden de un ciclo por segundo. La suma de estos ciclos determina la frecuencia fundamental o tono. A mayor velocidad de ondas, mayor altura tendrá el sonido, es decir, será más agudo.

La altura del sonido también está condicionada por la longitud de las cuerdas vocales. En los hombres, las cuerdas vocales son más gruesas que en las mujeres, y por eso vibran más despacio, lo que determina una frecuencia más grave. A su vez, cuanto más separadas estén las cuerdas vocales, más grave será el sonido, y cuanto más juntas estén, más agudo será, ya que el aire debe pasar por un hueco más estrecho.

Las dimensiones de las cuerdas vocales son muy variables en función de la edad y del sexo, pero orientativamente miden lo siguiente:

– Infancia: 5-12 milímetros (mm)

– Pubertad: 12-15 mm

– Mujer: 14-18 mm

– Hombre: 17-23 mm

En relación con el grosor, las cuerdas solamente vibran en su borde interior cuando se produce un sonido agudo, o puede entrar en vibración una mayor cantidad de fibras musculares del ligamento vocal o tiroaritenoideo cuando el sonido es grave. Este músculo aparece entre el primer y el cuarto año de edad del niño, y sustituye a un tejido mucoso anterior. Por acción de este ligamento, las cuerdas vocales se espesan, con lo que produce un agravamiento del sonido. Hasta que esto no ocurre, el niño no puede producir sonidos graves por medio de este mecanismo.

La tensión de las cuerdas vocales también puede cambiar. Al igual que un músculo puede contraerse o relajarse, el músculo vocal puede aumentar o disminuir, es decir, mantenerse hipertónico o hipotónico. Cuando aumenta la tensión de la cuerda vocal, el tono sube; en caso de distensión, el tono se hace más grave.

El aparato resonador

Este aparato actúa cuando la columna de aire sale de los aparatos respiratorio y fonador, y llega a la cavidad oral. De esta forma, el sonido se amplía, produciendo el fenómeno de la resonancia. Gracias a las cavidades de resonancia o resonadores, la columna de aire adquiere categoría de voz en estos momentos de la espiración. Si el sonido es grave, el punto de resonancia suele ser el pecho, mientras que si el sonido es agudo se dirige directamente al oído, o incluso a la parte superior de la cabeza (figura 3.3).


Figura 3.3. El aparato resonador.

Se puede diferenciar entre resonancia superior e inferior. La resonancia superior es el espacio nasal y de la cabeza. Su sonido se produce emitiendo las consonantes M, N y Ñ. La resonancia inferior es el espacio de la garganta y la boca. Estos resonadores son mayores que los de la cavidad nasal, y producen hasta tres cuartas partes del sonido. La intensidad de la voz siempre es proporcional al espacio creado en el interior de la boca, aunque también influyen en ello la lengua y los labios.

La cualidad del sonido de esta resonancia es más amplia, por tener unos resonadores mayores. Se consigue elevando al máximo el velo del paladar, que se ayuda manteniendo las mejillas elevadas.

El aparato resonador está formado por la faringe, la boca junto con el velo del paladar, los senos paranasales y la nariz.

La faringe

La faringe es un conducto cilíndrico que varía de forma a voluntad de la persona, ya que cambia sustancialmente de morfología en función del sonido y el volumen que el aparato vocal esté emitiendo. De este modo, la faringe puede alargarse, estrecharse, elevarse y descender a partir sobre todo de los músculos implicados, la retropulsión de la lengua o el movimiento de la laringe. Sin embargo, las dimensiones de la faringe no pueden modificarse voluntariamente.

La faringe se comunica por arriba con la boca y las fosas nasales, y por debajo con la laringe. A su vez, la faringe se divide en tres niveles de arriba abajo: rinofaringe o nasofaringe, orofaringe y laringofaringe.

La boca y el velo del paladar

La estructura ósea de la boca está compuesta por el maxilar superior, que es fijo, y el maxilar inferior (la mandíbula), que es móvil, imprescindible para la fonación, y por tanto para cantar y hablar, además de para masticar. También es importante para todas estas funciones la colocación de la lengua dentro del lecho de la boca, y que es necesaria en el caso de la voz sobre todo para la articulación de los sonidos, y más aún de las palabras. La lengua divide la boca en dos cavidades diferenciadas y a la vez comunicadas. Estas cavidades aumentan o disminuyen de tamaño en función de los movimientos que efectúe inconscientemente la lengua.

Dentro de la cavidad bucal, el paladar es el resonador más importante. En el techo de la boca se distingue, en la parte anterior, el paladar óseo y, en la parte posterior, el paladar blando o velo del paladar, ligeramente adaptable a los procesos de resonancia. En él cuelga la úvula o campanilla.

El velo del paladar tiene la función de actuar como una válvula. Ya que los sonidos se dividen en orales y nasales, para los primeros, que son la mayoría, el velo del paladar se adosa a la pared de la faringe y se levanta, con lo que impide el paso del aire o del sonido hacia la cavidad nasal. Para los sonidos nasales, que en la lengua española son los fonemas /m/, /n/ y /ñ/, el velo del paladar desciende y deja una abertura hacia la cavidad nasal, donde resuenan los sonidos nasales.1

Por otro lado, durante la deglución, el velo del paladar se eleva mientras el bolo alimenticio o el líquido pasan de la boca a la faringe y de allí al esófago.

Los senos paranasales

Los senos paranasales son una serie de cavidades situadas en diferentes partes de la cara (figura 3.4). Son ocho en total, cuatro en cada lado del rostro. Se trata de los senos frontales (en la frente), los senos esfenoidales (el hueco que dejan los huesos entre los ojos y las orejas), los senos maxilares (en las mejillas) y los senos etmoidales (a un lado y a otro de la nariz).


Figura 3.4. Los senos paranasales.

No hay que obviar que en general la cara y la cabeza actúan como caja de resonancia. Sin estas no se podría escuchar la voz. Muchos llaman a esto «la máscara» o «cantar en la máscara», ya que si se pone la mano extendida sobre el rostro se puede observar cómo se proyecta el sonido sobre ella. Cuando la voz está bien ubicada, las mejillas producen vibraciones que generan una amplificación del sonido, haciendo que, con el mínimo esfuerzo, la voz gane en potencia. Por eso, es bueno ponerse las manos en las mejillas para observar el mayor o menor nivel de vibraciones que produce la voz.

Además, cualquier cavidad hueca que haya en el aparato respiratorio actúa como resonador, incluyendo, por tanto, también los pulmones, la tráquea, la laringe y la faringe.

La forma que adoptan los resonadores determina el timbre de la voz de cada persona, que es único. A su vez, las cavidades blandas son modificables a voluntad, lo que hace que el timbre vocal pueda ser muy variable.

La nariz

En el aparato resonador participa también la nariz, aunque es importante además para las funciones respiratorias. La nariz tiene una parte externa, la que sobresale de la cara, y otra interna, que es bastante mayor que la primera.

En la parte exterior de la nariz se encuentran las fosas nasales, que son dos cavidades separadas por el tabique nasal. Tienen una función de resonancia, sobre todo en los sonidos nasales (m/n/ñ). Las fosas nasales desempeñan la función de atemperar y humedecer el aire en la inspiración. Además, sirven para estimular la ventilación pulmonar.

En la parte interna de la nariz, en la zona superior, se localiza el órgano olfatorio, y en la parte inferior, la zona más elevada de la vía respiratoria, separada de la boca por los huesos palatinos. Las paredes laterales tienen tres salientes, denominados cornetes inferior, medio y superior.

Así, sobre el aparato resonador, en resumen, el sonido que emerge de la laringe se enriquece con los armónicos en las cavidades de resonancia. El aire, después de pasar por los resonadores, es modelado por los órganos de la articulación, y así adquiere la forma de vocales, sílabas, palabras…

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1 En algunos idiomas se distinguen además sonidos nasalizados, como ocurre en el fran-cés, el portugués o el polaco.

Educar la voz y el oído

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