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El dispositivo del Hospital de Día
ОглавлениеLa tarea que nos convoca en este libro –exponer las características del dispositivo del Hospital de Día que llevamos adelante en nuestro hospital– no es sencilla. El Hospital de Día para personas con consumo problemático de sustancias del Hospital General de Agudos Dr. Teodoro Álvarez surge de la necesidad de contar con un abordaje más complejo y, a la vez, inclusivo y gratuito.
Porque si bien los integrantes del grupo de trabajo están altamente capacitados y entrenados para abordar la clínica desde una perspectiva de derechos, con la implementación de los lineamientos propios producidos a lo largo de estos años, al desarrollar una estrategia terapéutica particular y diferente para cada caso específico, surge la dificultad de transmitir el funcionamiento de un dispositivo de características tan singulares.
A pesar de ese obstáculo, describiremos la particular práctica clínica de un Hospital de Día en el contexto sanitario y las vicisitudes de estar insertos en la estructura de un hospital general, así como la articulación extrahospitalaria, tan necesaria para que el abordaje alcance la mayor integración posible.
La construcción de este dispositivo demandó décadas y el proceso de transformación es constante, tanto por los cambios en el perfil de las personas que consultan como por las variables políticas, económicas y sociales que, indudablemente, influyen e impactan en la subjetividad. Creemos que la flexibilidad y el análisis continuo de la realidad son fundamentales para que un dispositivo de este tipo siga vivo.
La tarea de construcción del mismo no fue sencilla y las dificultades son permanentes, en parte debido a que no existen experiencias similares para documentarse en ningún otro hospital general del mundo (por lo que debimos resolver creativamente cada una de los obstáculos que surgían) y, por otro lado, porque, a poco de iniciarlo, comprobamos que transitamos un camino minado de prejuicios, obstáculos e intereses provenientes de los más diversos sectores del poder.
En ese contexto, uno de los desafíos más importantes radicó en enfrentar uno de los riesgos descriptos por Rotelli (2015): cuando la trasformación no es afrontada a la manera de Trieste (Galli, 2015, p. 8), el autor enumera una serie de “transformaciones aparentes” en las que es posible caer al intentar establecer dispositivos de Salud Mental en los hospitales generales. Rotelli señala que el hospital general es el lugar primordialmente elegido por el denominado “poder médico” para desarrollar su principal prestación, que es la prescripción de medicación.
Consideramos que uno de nuestros principales logros consiste justamente en haber logrado establecer un dispositivo de inclusión sociosanitaria con un fuerte componente psicoterapéutico y social dentro de un hospital general, y conseguido convencer al “poder médico” de que el hospital no es una “institución médica”, sino una “institución de salud”, donde es posible tratar los problemas mentales como al resto de los padecimientos orgánicos, con una intervención interdisciplinaria en la que el médico es uno más de los profesionales del equipo.
Es preciso tener en cuenta que el abordaje comunitario y territorial, cuando no se desarrolla integralmente, también puede dar como resultado la exclusión, al actuar como barrera al derecho a la salud, en particular para las personas con consumo problemático de drogas. En efecto, comúnmente el Estado pone en práctica planes territoriales que ofrecen cubrir ciertas demandas insatisfechas, como son los alimentos. A ellos suelen agregarles la construcción de centros culturales o canchas de fútbol y algunas prestaciones básicas de salud, como la vacunación masiva y los programas de prevención de diferentes problemáticas. En algunas ocasiones, también se incorporan estructuras habitualmente llamadas “Centros de Día” que, si bien son de suma importancia para satisfacer necesidades de orden social, resultan insuficientes cuando no incluyen recursos terapéuticos profesionales, indispensables para abordar los consumos problemáticos desde una óptica sociosanitaria.
En este contexto, si no existe un genuino compromiso y un seguimiento continuo de los pacientes –especialmente en poblaciones de bajos recursos económicos–, se corre el riesgo de establecer “guetos” que funcionen para mantener alejados a los pobres de los hospitales y les impidan circular por los mismos espacios transitados por la mayoría.
Resulta sorprendente e incomprensible que, siendo el denominado “problema de las drogas” –y, por consiguiente, el consumo de sustancias– uno de los temas más debatidos de las últimas décadas, no exista dentro de la estructura de los hospitales generales no solo ningún otro Hospital de Día dedicado a la asistencia de esta problemática, sino tampoco –en la mayor parte de los casos– haya servicios que ofrezcan una respuesta, aunque sea mínima, a la creciente demanda.
Esta exclusión del sector sanitario lleva a que muchas personas que desean iniciar un tratamiento se vean obligadas a aceptar los denominados “programas de rehabilitación para adictos”, que muy pocas veces brindan algún tipo de respuesta técnica profesional y ética.
Dado que al momento de la creación de este dispositivo no existían otras experiencias clínicas que abordaran la problemática de la manera que detallaremos en este libro, resolvimos “inventar” un dispositivo diferente, que brindara no solo un abordaje clínico intensivo sino también inclusión social dentro de una misma estructura edilicia: el hospital general. Ese, finalmente, es el que denominamos “dispositivo de inclusión sociosanitaria”.
Es así como, una vez vencidas las innumerables dificultades y resistencias internas y externas, a mediados de 2003 logramos poner en marcha el primer y único Hospital de Día para Personas con Consumo Problemático de Sustancias que funciona dentro de la estructura de un hospital general.
A lo largo del trabajo de construcción del dispositivo, los principales obstáculos que encontramos fueron los relacionados con los procesos estigmatizadores que se producen a través de los estereotipos y representaciones que desencadenan prejuicios y discriminación hacia los sujetos consumidores de sustancias psicoactivas.
En este sentido, es necesario resaltar que el denominado “problema de las drogas” fue construyéndose, desde hace varias décadas, sobre la base de la transmisión de una multiplicidad de discursos ideológicos, políticos, médicos, jurídicos y morales, que dieron como resultado la inevitable exclusión de los sujetos consumidores del sistema sanitario, actuando como barrera de acceso a la salud de las personas con consumo problemático de sustancias psicoactivas.
En efecto, a presente, quienes padecen esta problemática no encuentran una oferta terapéutica acorde a las diferentes necesidades de cada sujeto en el sistema de salud. Actualmente, la respuesta más frecuente a este tipo de demanda es la internación prolongada en las autodenominadas comunidades terapéuticas o en clínicas psiquiátricas.
Tanto es el rechazo en el ámbito sanitario a considerar a esta como a una problemática que debe tratarse dentro de la esfera de la salud, que los redactores de la Ley Nacional de Salud Mental (26.657) de Argentina se vieron obligados a incluir un artículo específico. En efecto, el Artículo 4 afirma que “Las adicciones deben ser abordadas como parte integrante de las políticas de Salud Mental. Las personas con uso problemático de drogas, legales e ilegales, tienen todos los derechos y garantías que se establecen en la presente Ley en su relación con los servicios de salud”.
El texto de este artículo de la Ley es fundamental para las personas con consumo problemático de drogas y sus familiares, porque les asegura el derecho de acceso a la salud. En ese sentido, la asistencia de esta problemática dentro del sistema sanitario logra no solo desestigmatizar a este colectivo, sino que también instala en el imaginario social que se trata de un problema de salud en lugar de un tema policial de seguridad relacionado con la delincuencia. Esta perspectiva de la legislación permitirá que un mayor número de personas con consumo problemático de sustancias se acerquen a los servicios sanitarios.
Esperamos que la lectura de este libro sea útil tanto para profesionales como para quienes, no siéndolo, consideren posible un abordaje clínico, intensivo, interdisciplinario y, fundamentalmente, con perspectiva de derechos, dentro de la estructura física de un hospital general, como parte de los abordajes comunitarios tendientes a generar un cambio de paradigma en el modo de dar una respuesta clínica integral a personas que padecen esta problemática.
Señalo que la ardua tarea diaria que los profesionales de este equipo llevan adelante no sería posible si cada uno de ellos no creyera que existe una práctica alternativa para abordar los consumos problemáticos, que articula los aspectos clínicos con los sociales al proponer un abordaje con el acento puesto en la subjetividad de las personas y no en la sustancia. Y, fundamentalmente, que respeta todos y cada uno de sus derechos.
Debo decir que, para que esto sea posible, es necesario no solo contar con un nivel de excelencia profesional, sino también con una actitud de sensibilidad humanitaria y social.