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segundo prólogo

Güemes, general de la unidad nacional

No nos conocemos personalmente con Alejandro C. Tarruella, escritor, periodista e historiador, pero sí, gracias a la magia de la tecnología, nos hemos comunicado a raíz de este libro. Observo en su escritura agilidad temática y un sentimiento puesto en cada palabra. Además, veo amor a la Patria Grande por la que luchó Güemes, porque en el libro está suficientemente bien enmarcado que la leyenda de este patriota esconde a la realidad. Me refiero a que Güemes no fue un “defensor de fronteras”, no fue un guerrillero genial ni tampoco un caudillo regional o localista. Fue, eso sí, un caudillo militar de la Patria Grande, un militar de carrera que en guerra de milicias gauchas y de guerrilla derrotó cinco invasiones realistas de ejércitos poderosos que habían combatido a Napoleón en Europa y a Simón Bolívar en América. Es más, en el año 1817 logró derrotar a la invasión del general español De la Serna que llegaba con ejércitos probados integrados por seis mil hombres. Este acontecimiento demuestra además que ese triunfo permitió el cruce de los Andes de San Martín, la libertad de Chile y el camino a Lima.

En 1820, en otra de sus glorias, derrotó a la invasión poderosa de Canterac y Ramírez que pretendían cortar el paso de San Martín hacia Lima. Y cuando el país se quedó en ese año sin gobierno nacional, el general salteño fue nombrado por San Martín, como Jefe del Ejército de Observación del Alto Perú, última misión que se le asignó para avanzar sobre la actual Bolivia. Ese cometido no se cumplió porque el general salteño fue traicionado por aquellos que querían Patria sin gastar, y si se trataba de gastar, renunciaban a ella. Además, el autor relata muy bien la lucha de Güemes en las Invasiones Inglesas y en Suipacha, como principal protagonista, y en Puesto Grande del Marqués cuando se cortaron de un tajo las negociaciones espurias que se venían realizando en el puerto, motorizadas por los británicos.

Esta es la verdadera historia, la que recordamos con coraje y cordialidad en conocimiento de que la polémica histórica es base fundamental para su recuperación en el país de los argentinos. Y esa polémica histórica dice que en 1821, lo que ocurrió con la muerte de Güemes fue, en realidad, la derrota de San Martín en Guayaquil. Allí no hubo ningún secreto, lo que le faltaba al general correntino fueron las fuerzas que iba a aportar a través del Alto Perú cuando el general Arenales mandaba en la sierra y así alcanzar a realizar las Provincias Unidas de Suramérica. Este fue el hecho clave: Güemes fue un soldado de Mayo y lodemostró en Suipacha. Fue también un soldado de la Independencia y lo demostró en 1817 al derrotar a De la Serna. También fue un hombre de la Patria Grande porque fue el oficial que más hizo para que San Martín lograra uno de sus objetivos. El exilio del Libertador sería la derrota de su plan histórico. Y esa derrota es la que tenemos que revertir en el tiempo de hoy para la reconstrucción de la Patria Grande suramericana.

Este derrotero del Bicentenario nos permite revivir en cuadros de pasión histórica y de conciencia nacional la lucha del general Martín Miguel de Güemes en los años duros de su galope heroico de 36 años en su entrega por la Patria de todos los suramericanos. No tengo dudas de que fue el más argentino de los salteños de su tiempo y también fue el más americano de todos los norteños. Digo norteños porque me refiero al eje geopolítico que abarcaba hasta el Pacífico, lo que actualmente es el puerto de Cobijas en la zona de Antofagasta, dependiente del Potosí, y que pidió la protección de Güemes, hecho que poco se recuerda en la historia. Por eso, fue un defensor del Atlántico en las Invasiones Inglesas y un defensor del Pacífico al apoyar y ser parte fundamental del plan sanmartiniano.

El Güemes político es un capítulo aparte. El que asumió la gobernación autónoma de Salta en 1815, la Salta que abarcaba Jujuy, Tarija, Tupiza, en la actual Bolivia, y Santa María, en la actual Catamarca. El que estableció el Estatuto de Milicias Gauchas para que todos los paisanos y los gauchos, que llevaban el paisaje adentro, tuvieran la dignidad de vivir con sus familias sin tener que pagar arriendos a quienes no combatían en la lucha por la Independencia. Güemes no pensó en localías o provincianismos sino en aquel norte históricamente unido, como lo expresó Bernardo Canal Feijóo y reafirmó ese gran historiador del norte, Armando Raúl Bazán. Por eso, en todo fogón criollo debemos recordar que Güemes fue un hombre de la unidad nacional, cosa que demostró en el Pacto de los Cerrillos el 22 de marzo de 1816. Allí, luego de los agravios de Rondeau, que temía en Güemes el surgimiento de un nuevo Artigas y luego de declararlo traidor a la patria, el general salteño olvidó los insultos y firmó el acuerdo que dio lugar a la apertura del Congreso de Tucumán. Ese es pacto preexistente de la Independencia nacional. Fue recordado por San Martín como gobernador de Cuyo reconociéndolo como un hito, porque así se evitó una guerra civil. Por eso digo que también fue un hombre de la unidad nacional. En este Bicentenario de la muerte del general Güemes, este libro, no tengo dudas, permitirá profundizar esta línea de pensamiento y, por eso, celebro su lanzamiento.

Martín Miguel Güemes Arruabarrena*


* Martín Miguel Güemes Arruabarrena, escritor salteño, chozno del general Martín Miguel de Güemes, es académico de número, sitial Nº 7 Ricardo Rojas del Instituto Güemesiano de Salta, Jefe del Programa “Güemes recorre la Patria” de la Comisión Provincial del Bicentenario del gobierno de la provincia de Salta. Además, es periodista en medios gráficos, radiales y televisivos, gestor, difusor cultural y ensayista histórico. Estudió derecho en la Universidad de Buenos Aires y cursó el posgrado en Gestión Cultural en la Fundación Ortega y Gasset. En 1999 se le otorgó el premio Persona al mejor programa radial de Salta, por Salta, Presente, Pasado y Futuro que emite hace más de diez años. Es autor de los libros Belgrano y San Martín en el Norte (1812-1814) y General Martín Miguel de Güemes: la soledad de la misión y la fuerza de la gloria.

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