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CAPÍTULO I

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DOCTRINA DE MONROE

La civilizadora accion de los pueblos de Europa se hizo sentir en América con caracteres bien opuestos desde que el prodigioso descubrimiento del ilustre genovés entregó al colono la tierra vírgen del mundo nuevo. De esta verdad incuestionable deducen algunos escritores la marcada superioridad de la raza sajona en mengua de la latina; de ella la tendencia unificadora de la una en oposicion á la tendencia desmembradora de la otra; de ella tambien la inaudita prosperidad de los Estados Unidos y la marcha lenta de nuestras desgraciadas repúblicas hispano-americanas.

Mucho tendríamos que temer los latinos de los principios que enunció Monroe en su mensaje presidencial el 2 de Diciembre de 1823, si tal afirmacion se comprobara, porque entonces á la conciencia de nuestra debilidad se agregaría el convencimiento en los sajones de adquirir tarde ó temprano una supremacia absoluta en todo el continente, y la fórmula de la doctrina, desvirtuada, seria esta: América para los americanos del Norte.

Pero si léjos de aceptar la preeminencia de una raza buscamos en la historia la esplicacion al hecho anormal de que en un período igual de existencia hayamos cosechado frutos tan distintos, ella nos contestará satisfactoriamente; nos dirá que los conquistadores españoles, representantes de una civilizacion en el ocaso, eran la hez de su propia sociedad, sin hábitos de trabajo, sin elevacion moral, sin mas atributo, en fin, para imprimir carácter á los nuevos pueblos que el arrojo y la codicia; nos dirá que los puritanos, colonizadores en el Norte, migraban con sus familias y establecian desde luego una vida de hogar y de labor.

Y si aquellos han buscado su prosperidad en el despojo de los indíjenas y en la esplotacion de las riquezas naturales y estos han cumplido la ley de todas las civilizaciones desenvolviéndose primero en la vida pastoril, luego en la agrícola y por último en la faz manufacturera, ¿qué sorpresa puede causarnos las diferencias que notamos?

Todo ser moral es susceptible de un adelanto que la voluntad y la educacion pueden ampliar, y por consecuencia el estudio de las razas humanas dará mérito á interesantes consideraciones sobre las aptitudes é inclinaciones de cada una de ellas; pero en manera alguna autorizará para concluir que una sea, y la otra no, capaz del desarrollo y del progreso social. Afírmese en buena hora que los americanos del Norte, por sus costumbres y por su génio, estaban mejor preparados que los del Sud para la vida democrática; mas no se niegue á estos, porque hayan sido desgraciados en sus primeros ensayos, lo que es un patrimonio de la humanidad.

La América, señalada por la Providencia para ser el asiento de la futura civilizacion, no puede estar sujeta á la influencia esclusiva de una raza, porque sus estensas comarcas ofrecen generosa hospitalidad á todos los pueblos de la tierra y porque las costumbres y el idioma mismo sufren las modificaciones ocasionadas por un cosmopolitismo evidente. En efecto, si se atribuye solo á la distincion de raza la diferencia que hay entre la gran nacion del Norte y las antiguas colonias españolas. ¿á que se deberá la que existe entre la República Argentina ó Chile y las demás repúblicas americanas que marchan indudablemente á su retaguardia?......... No, no hay cuestion de razas en el nuevo mundo, no puede haberla sino para aquellos que solo observan la superficie de las cosas ó desconocen la importancia de los principios políticos que practica y que prestigia. Debe, pues, aceptarse y propagarse con entusiasmo el pensamiento de Monroe, enunciándole segun la intencion de este ilustre ciudadano: América para los americanos, es decir, para el progreso y para la democracia.

La doctrina no envuelve, como se ha dicho, el egoista precepto cada uno para sí y Dios para todos, sino, en todo caso, la idea de que la América debe tener por lema la independencia y por réjimen la democracia. Ella nos induce, al sajon como al latino, á hacer causa comun en la defensa de nuestros derechos si la Europa intenta atacarnos, y nos señala la alianza como un medio de reprimir la agresion cuando el enemigo de la respectiva integridad se encuentre en el mismo territorio americano.

Sentadas estas consideraciones que, en mi concepto, deben servir de base para dar adecuada interpretación á las ideas del Señor Monroe, veamos como se espresa él mismo en los párrafos del mensaje pertinentes al asunto:

«Se ha creído conveniente sentar como un principio en el cual van envueltos los derechos á intereses de los Estados Unidos que los continentes americanos, por su situacion libre é independiente, no deben considerarse como partes de la futura colonizacion de ninguna potencia europea».

«Respecto á los acontecimientos del viejo mundo, con el cual estamos en continuas relaciones y de la que se deriva nuestro orígen, es notorio que siempre nos inspiraron el mayor interés por mas que solo hayamos sido meros espectadores. Los ciudadanos de los Estados Unidos desean sínceramente la dicha y libertad de sus compañeros del otro lado del Atlántico, y si en las guerras de las potencias europeas no les han prestado auxilio, es porque nuestra política no nos permite hacerlo; solo cuando nuestros derechos están seriamente amenazados, nos preparamos á la defensa. El sistema político de las potencias aliadas es esencialmente distinto en este punto al de América, y la diferencia procede de la que existe en sus respectivos gobiernos. A la defensa del nuestro, cuya organizacion ha costado tanta sangre, tantos tesoros y los esfuerzos de nuestros mas ilustres ciudadanos, es á lo que se consagra principalmente toda la nacion, pues bajo el sistema que nos rige disfrutamos de un envidiable bienestar. En atencion, pues, á las amistosas relaciones que existen entre los Estados Unidos y esas potencias, debemos declarar que consideraríamos toda tentativa de su parte que tuviera por objeto estender su sistema á este hemisferio, como un verdadero peligro para nuestra paz y tranquilidad. Con las colonias existentes ó posesiones de cualquier nacion europea no hemos intervenido nunca ni lo haremos tampoco; pero tratándose de los gobiernos que han declarado y mantenido su independencia, la cual respetaremos siempre porque está conforme con nuestros principios, no podríamos menos de considerar como una tendencia hostil hácia los Estados Unidos toda intervencion estranjera que tuviese por objeto la opresion de aquellos. En la guerra entre esos nuevos gobiernos y España declaramos nuestra neutralidad cuando fueron reconocidos, y no hemos faltado ni faltaremos á ella mientras no ocurra ningun cambio que á juicio de autoridades competentes obliguen á este Gobierno á variar su línea de conducta».

«La política que con Europa nos pareció oportuno seguir desde el principio de las guerras en aquella parte del globo, sigue siendo la misma y se reduce á no intervenir en los intereses de ninguna nacion y á considerar todo gobierno de hecho como gobierno lejítimo, manteniendo las relaciones amistosas y observando una política digna y enérjica, sin dejar por eso de satisfacer justas reclamaciones, aunque sin tolerar ofensas de nadie. Pero tratándose de estos continentes las circunstancias son muy distintas: no es posible que las potencias aliadas estiendan su sistema político á ninguno de aquellos, sin poner en peligro nuestra paz y bienestar, ni es de creer tampoco que nuestros hermanos del Sud quisieran adoptarlo por su propio consentimiento, prescindiendo de que no veriamos con indiferencia semejante intervencion. Comparando la fuerza y recursos de España con la de esos nuevos gobiernos, aparece obvio que dicha potencia no podrá someterlos nunca, pero de todas maneras la verdadera política de los Estados Unidos será respetar á unos y á otros esperando que otras potencias imitarán nuestro ejemplo».

Desde luego se observa en el mensaje el propósito bien definido de separar la política americana de la europea. En este punto la lejitimidad de la doctrina no podia ser desconocida, ni por la Santa Alianza que acababa de sancionar el odioso reparto de la Polonia sin que los Estados Unidos hicieran oir una voz de protesta, ni por las otras potencias que habian presenciado el suceso indiferentes; no podia serlo por que ella estaba basada en la reciprocidad exijida por la política que señaló el insigne Washington proclamando con la sagacidad y prudencia que eran en él características la neutralidad de su patria en los asuntos públicos de Europa.

Es oportuno corroborar aquí el aserto de que los Estados Unidos iniciaron su política internacional bajo la base de una estricta neutralidad, mencionando que durante las dos administraciones del primer presidente, ni él, ni su gabinete, ni el Congreso, manifestaron las ocultas simpatias que les inspiraba la revolucion que se produjo en Francia al finalizar el siglo pasado y habia de atraer á esta nacion, con la enemistad de todas las potencias de Europa, los votos entusiastas del pueblo americano á su favor.

Para el reconocimiento de la independencia sud-americana hubo tambien, desde el principio de la lucha, mucha inclinacion en los Estados Unidos; pero los majistrados americanos, consecuentes en eso con su política, solo la reconocieron, por acto unánime del Congreso, el año 1822 despues de haber proclamado el principio de que es digno de la independencia el país que sabe conquistarla.

En el mismo sentido se espresó el Ministro Caning cuando España reclamó á Inglaterra por su actitud con respecto á las antiguas colonias. El estadista inglés dijo, que siendo todos los Estados soberanos responsables de sus actos ante las demas naciones, ó se hacia responsable á la metrópoli por actos que no tenia ya el poder de reprimir, ó se trataba á las nuevas sociedades como de piratas, procedimientos ambos incompatibles con los mas elementales principios de justicia.

Que habia un interés político en los Estados Unidos como habia un interés comercial en Inglaterra para manifestar estas ideas ante el mundo, está fuera de duda; pero el interés de la gran república se cifraba precisamente en todo lo que constituia nuestro anhelo, en nuestra independencia y en el desarrollo de nuestras instituciones republicanas. Y que hubiera interés de parte de los Estados Unidos para asumir tal actitud no es bastante, como algunos lo aseveran, para demostrar que habia egoismo, pues á menudo se armonizan los sentimientos y las exijencias.

Por lo tanto no es justo el cargo hecho frecuentemente á esa nacion de ser ante todo un poder absorbente y de tener en su política miras estrechas y circunscritas al límite que sus fronteras le marquen.—Son sus malos gobiernos, son sus malos ciudadanos, por fortuna su inmensa minoria, los que interpretarán los procedimientos patrióticos de sus primeros magistrados en un sentido adverso al interés general de la América; ellos los que terjiversando pérfidamente el precepto, han de pretender establecer el derecho de intervencion practicado por los gobiernos autócratas de Europa en nombre del equilibrio internacional. En el viejo mundo se cambiaba el mapa político en defensa de los intereses monárquicos; en el nuevo no hay la mas leve disculpa para apoyar tal teoria, pues aunque las prácticas hayan sido en unos casos felices y en otros desgraciadas, las instituciones no varian y responden todas al réjimen representativo y democrático. Pero, ya se ha dicho, el pueblo americano condena estas pretenciones; y al rechazar las intervenciones de los gobiernos de Europa en los asuntos internos de América, rechaza la suya propia y espresa tácitamente el sério respeto que le inspira la soberania de todas las secciones independientes del nuevo mundo.

Otro alcance ostensible del principio que nos ocupa es el de impedir que los territorios donde han de hermanarse al fin la libertad y el órden sean profanados por la invasion de las ideas monárquicas. La propaganda de estas ideas corresponde tambien á las demas naciones de América, que si aisladamente carecen de fuerza tendrán por la union la que tan elevado objeto requiere. Por lo demas, los americanos mismos buscan esa liga general del continente; son muy prácticos para rechazar alianzas aunque las consideren vanas y comprenden que pasó ya la época de las guerras de conquista; perciben claramente que la lucha actual consiste en infiltrar las ideas de un mundo en el otro y saben que el triunfo de sus instituciones está asegurado desde que ellas devuelven al hombre con la igualdad la dignidad y la libertad con la ley.

La garantía moral que esta doctrina dió á la existencia de algunas nacionalidades débiles en su oríjen favoreció, pues, á la América y al mundo entero, por el prestijio que, á despecho de los muchos errores cometidos en la organizacion de las nuevas repúblicas, alcanzaron las instituciones republicanas.

En consecuencia, es de vital importancia aunar los esfuerzos de todos, no solo para poner en planta la declaracion de Monroe, es decir, para impedir solidariamente todo proyecto de colonizacion ó de intervencion en los negocios domésticos de las naciones de que está compuesto este hemisferio, sino tambien para buscar por la via diplomática la solucion que requieren hechos vituperables como la ocupacion de las islas Malvinas.

El descubrimiento del archipiélago de Malvinas se atribuye indistintamente á Américo Vespucio ó al navegante inglés Davis. Lo cierto es que los que dirijian sus espediciones al estrecho patagónico, despues del descubrimiento de Magallanes, debian pasar á la vista de estas islas.

El primer establecimiento colonial fué fundado por franceses venidos de Saint Malo en la costa de Bretaña. Protestó España contra esa ocupacion é hizo valer sus títulos á las islas, que consideraba como parte integrante de sus dominios en América; pero en breve Inglaterra, estimulada por su inclinacion natural y por la facilidad que habian tenido los franceses para fundar su colonia, envió una espedicion que se apoderó de ellas en 1766.—Este inusitado y violento ataque á la soberania de España en aquella rejion, orijinó fundadas reclamaciones que, desatendidas en Inglaterra, dieron márjen á un procedimiento análogo al empleado en la conquista para desalojar á los intrusos.—Protestó á su vez el gobierno inglés y mostró su indignacion el pueblo, pero la fuerza del derecho les obligó á reconocer la justicia de las pretensiones de España.

La República Argentina heredó de su madre patria los derechos á las islas y entró en posesion de ellas en 1820. Hasta 1833 quedaron bajo el dominio absoluto de aquella nacion, que envió un Gobernador y auxilió la formacion de una colonia.—La justa pretension del gobierno de reglamentar la pesqueria en sus costas, motivó el apresamiento del buque mercante con bandera americana «El Harriet» que la efectuaba clandestina. Con entera justicia, y de acuerdo á los preceptos internacionales, fué declarado este buque buena presa para el Señor Verdier comandante de las islas.

Los Estados Unidos, y muy especialmente sus representantes en el Plata, se mostraron en esta ocasion injustos y crueles.—Por inspiracion de un Cónsul acreditado en Buenos Aires, el Comandante de «La Lexington» se trasladó á Malvinas, despojó á los habitantes, los humilló y espatrió en uso de su fuerza. Como no era posible disculpar este acto vandálico, el Encargado de Negocios enviado de Estados Unidos á Buenos Aires con la mision de dilucidar el caso, no encontró mas pretesto que poner en duda la legalidad de los títulos que la República Argentina tenia para el domínio de esa tierra!

El derecho se comprobó plenamente por los hechos ya narrados, pero en esa opinion se fundaron los ingleses para realizar la brutal ocupacion de las islas en 1833. Desde entónces á hoy, sin títulos que presentar ante el mundo, sin antecedentes en qué fundar un derecho, la Gran Bretaña ejerce su jurisdiccion en esa parte del territorio argentino!

Y la usurpacion del territorio venezolano que se encuentra en la rivera occidental del Rio Esequibo.

En la intelijencia de que pueda interesar á algunos de los lectores el conocimiento de esta cuestion, reproduzco aquí la parte pertinente á ella de un trabajo que presenté á mi Gobierno siendo Encargado de Negocios de la República Argentina en Venezuela:

Las tres colonias, francesa, inglesa y holandesa, establecidas hoy en la América del Sud ejercen, á la verdad, una posesion injustificada.—Esas tierras que descubrió Colon con el producto de las joyas de la reina católica y que concedió á España el Papa en una época en que sus decisiones constituian un derecho innegable, no pueden tampoco, despues de tan largo dominio, ser reclamadas por Venezuela.

En su oríjen, la Guayana que como digo fué descubierta por Colon y esplorada por Pinzon, comprendia la inmensa isla formada por el Oceano Atlántico, el Amazonas, el Orinoco y los afluentes de estos dos grandes rios, el Negro y el Casiquiare.—Mas tarde las brillantes tradiciones indíjenas sobre el Dorado que se suponia en aquella region, llevaron espediciones de aventureros franceses, ingleses y holandeses.—Se buscaban grandes riquezas y no es estraño que detrás de los filibusteros aparecieran los gobiernos fundando colonias que con fortuna varía, segun la fuerza de sus vecinos, estendian ó estrechaban su territorio.

El primer documento público aceptando la soberanía de las colonias establecidas y restablecidas por la fuerza en Guayana, es el tratado de Múnster firmado en 1648 por el cual el rey Felipe IV reconocia la independencia de las Provincias Unidas de Holanda y deslindaba las posesiones de ambos paises en las Indias.—Se estipulaba en ese pacto como límite natural entre la Guayana Holandesa y la Española el curso del Rio Esequibo; y cuando por el tratado de Utrecht Holanda cedió á Inglaterra esa colonia, no pudo hacerlo sino con los títulos que habia adquirido en el de Múnster, es decir, aquellos que determinan clara y positivamente como límite incontrovertible el rio Esequibo desde sus vertientes en la sierra de Pacaraima hasta su desembocadura en el Atlántico.

Segun estos antecedentes históricos, y desde que ya no puede remediarse la usurpacion legalizada, debe esperarse, eso por lo menos, que sean respetados los límites reconocidos por tratado público; pero desgraciadamente no sucede asi: los ingleses han establecido ya factorias y haciendas en la márjen occidental del Esequibo, internándose en las inmediaciones del territorio aurífero de Juruary, lo que significa para Venezuela una amenaza tanto mayor cuanto que se invade la integridad territorial de la república precisamente allí donde comienza á desarrollarse la industria minera con un éxito que promete al país riquezas considerables.

La usurpacion efectuada ya, se refiere al territorio comprendido desde la confluencia del Cuyuni y el Esequibo hasta el Cabo Nasau sobre el Atlántico; pero aun hay mas: reconociendo los ingleses la parte superior del Esequibo como límite natural de ambos paises, pretenden ejercer jurisdiccion en ambas riberas del rio contrariando asi los mas elementales principios del derecho universal ¿Qué propósito puede haber en negarle á Venezuela el condominio de un rio reconocido como límite? La luz se hará cuando este Gobierno presente sus reclamaciones al de la Gran Bretaña é inicie las negociaciones tendentes á solucionar la cuestion y fijar una línea de frontera definitiva é inalterable.

Cuando marchemos uniformes en el propósito de defender conjuntamente nuestros derechos vulnerados, la conciencia de que nos asiste plena justicia nos permitirá desafiar el poder material de los gobiernos de Europa, y la garantía de estabilidad y de adelanto que produce la union, hará que se derrame, por así decir, la gran masa de la poblacion europea en las estensas comarcas americanas que solo esperan brazos para dar el bienestar con la riqueza, desde que en ellas no hay clases sociales divididas por el privilegio ó la demagogia sino en todo caso por el trabajo y la inteligencia del hombre.

Política americana

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