Читать книгу Kichay - Alejandro Romera Guerrero - Страница 8

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¿Qué tiene de malo?



«Quizá no sea del todo correcto traerle tantas veces», Diana piensa a menudo en voz alta mientras conduce.

Es domingo y, como tantos otros domingos, han decidido salir de excursión aprovechando un estupendo día de sol. En la carretera apenas hay coches. Alberto duerme agarrado a su osito en el asiento de atrás mientras su madre conduce y su padre intenta, sin mucho éxito, encontrar en la radio una emisora de deportes. En el interior del vehículo todo parece ordenado al milímetro, no hay trapos sucios ni botellas vacías en el salpicadero, tan solo un calendario caduco cuelga del retrovisor. El azul cielo de la tapicería lo inunda todo.

—¿Por qué dices eso, cariño? —pregunta su marido— ¿Qué tiene de malo traer al niño al zoo? Bueno, excepto porque vuelvo a perderme un partido.

—Ay, Ernesto, que pesado eres con el fútbol, si además hace tanto que pasó de moda —se queja ella.

Él ignora este último comentario y continúa concentrado en buscar una emisora de deporte.

—No sé —insiste Diana—, anoche después de ver el documental, estuve pensando.

—¡Por fin! —Ernesto recuesta su cabeza con gesto triunfal, feliz de haber encontrado la emisora que buscaba.

—A veces pienso que quizá sea un poco cruel tenerles encerrados en jaulas. —Diana mantiene la mirada fija en la carretera mientras habla—. Antes vivían en libertad en sus propios países y ahora...

—Oye y todavía muchos siguen haciéndolo —la interrumpe Ernesto—, solo hemos traído aquí unos pocos para poder verlos en vivo.

—Ya, pero supongo que estarían mejor libres en sus países, ¿no crees? El que quiera verlos debería viajar a sus lugares de origen y observarlos en su hábitat natural.

—¿No crees que estás siendo un poco egoísta, cariño?

—Ernesto posa su mano sobre una de las rodillas de ella—. Como tú puedes permitirte viajar donde quieras, crees que todo el mundo puede hacerlo. Pero ¿y los que no pueden? También tienen derecho a verlos en vivo, ¿no? ¿O se tienen que conformar con imágenes en la tele?

—No sé, quizá tengas razón, pero es que me da mucha pena verlos así, encerrados.

—No te preocupes tanto. —Ernesto comienza a ojear una vieja revista—. Muchos han nacido aquí, en cautividad, no conocen otra cosa, así que no lo echan de menos.

—Alberto, cariño —Diana quita por un segundo la vista de la carretera para volverse hacia su hijo—, despierta que ya estamos llegando.

El pequeño Alberto abre los ojos de golpe. Realizan esa excursión casi todas las semanas, pero, para él, siempre parece la primera vez.

—¡Mamá, mamá! ¿Cuál vamos a ver primero?

—Alberto, hijo, ya sabes el orden. —Su padre sigue ojeando la revista y ni siquiera le mira.

—¿Y por qué no vamos hoy primero a la de los esquimales? —pregunta el chiquillo muy excitado.

—No, Alberto, serénate —esta vez su madre no se gira hacia él—, seguiremos el orden marcado por la guía, el de siempre. La primera es la jaula de los masai, la de los esquimales está casi al final, ya lo sabes.

—¡Me encantan los esquimales! —El niño está realmente entusiasmado—. Son tan graciosos...

—Además, creo que acaban de tener un bebe —le informa su madre—, ya verás qué ricos son de pequeños.

—¡Yuhu! ¡Yuhu! —comienza a gritar Alberto mientras bota en su asiento todo lo que el cinturón de seguridad le permite.

Ella observa a su hijo reír a través del espejo retrovisor y en sus labios asoma también una sonrisa.

—Quizá tengas razón, Ernesto —susurra a su marido—, fíjate qué feliz está, ¿qué puede tener esto de malo?

Kichay

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