Читать книгу Johari - Alexandra Campos Hanon - Страница 10
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El recuerdo de Johari
Con una emoción que le oprimía el pecho, Johari dijo en voz alta lo que tanto quería. Si algo había deseado toda la vida, era recordar a su madre. Como si Nostos hubiera esperado ese momento desde hacía tiempo, proyectó en la negrura del pozo uno de los tantos pasajes que guardaba sobre la vida del niño.
Era una casa pequeña y oscura a pesar de la luz que atravesaba las cortinas. Hacía un calor seco y asfixiante. Johari respiró con fuerza, quería reconocer algo en aquel ambiente: un aroma, una especia, un perfume.
—Los recuerdos que recuperas no guardan olores —explicó Nostos.
—Imagino que huele a sal, a piedra caliente.
De vuelta a su recuerdo, escuchó la voz de una mujer que lo tenía en brazos. Aquella desconocida que ahora reconocía como su madre, lo sujetaba con la poca fuerza de quien enfrenta a la muerte. Recuerda Johari que me llamo Shaira. Recuerda que eres mi hijo. Pero, sobre todo, recuerda que lo único que espero de ti, es que seas feliz. La escena se detuvo y casi de inmediato volvió a empezar. Una, dos, tres veces. A Johari le tomó tiempo comprender que las imágenes que volvían a aparecer ya no estaban en el pozo. Se reproducían en su memoria.
—Tengo sus ojos. Los ojos de Shaira, mi madre.
—Cierto —respondió Nostos—. Ahora dame un poco de agua.
Johari tomó el ánfora. Al sentir su peso lamentó que estuviera casi vacía. Cuán poca cosa le pareció entonces el agua que tanto cuidaba. Buscó una cuerda, una palangana, algo que le permitiera bajar el recipiente a través del pozo.
—Déjalo caer —pidió Nostos.
—Si lo dejo caer, se romperá.
—Confía en mí.
Después de soltar la vasija, el niño esperó escuchar el sonido del barro quebrándose tras el impacto, pero solo escuchó el sonido del agua. Ambos guardaron silencio. Nostos pensaba que Johari debía partir. Él pensaba en las palabras de su madre, y en que nunca, ni un solo día de su vida, había sido realmente feliz.
—Así son los recuerdos —dijo la bruja—. Bellos, pero por alguna razón, duelen.
Con la sobriedad de quien decide honrar una promesa, Johari se puso de pie.
—¿Qué necesita una persona para ser feliz? —preguntó.
—Han pasado cientos de años desde que alguien hizo por primera vez esa pregunta. No sé si hoy existe una respuesta.
—¿Vas a estar bien?
—Las brujas necesitamos poco para sobrevivir. En mi caso, el agua que me diste será suficiente.
—Adiós entonces.
Sin poner atención a la noche que avanzaba de prisa, el niño subió a su camello y le dio la espalda al pozo que, sabía, no volvería a encontrar.
—No creo que exista un camino que lleve a la felicidad. Pero de ser así —escuchó decir a Nostos—, debe comenzar por saber quién eres: conócete a ti mismo, ese es mi consejo.