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PRÓLOGO

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“Si riegas y alimentas a la discordia,

mucho pesar y malos momentos tendrás que vivir. Busca la libertad

si sientes que te quieren encadenar.”

Chicago, Illinois.

15 de Junio de 2017.

—¿La señora Anne Harper?

Elevo la vista del libro que estoy leyendo y me quedo mirando unos instantes a un repartidor que está junto a mí, con un paquete en la mano. Mis mejillas se tiñen de color rojo al notar impaciencia en él. Entiendo que ha estado un rato tratando de llamar mi atención sin yo hacerle caso.

Dejo “Los mundos de Eleonor”, el texto que estoy leyendo junto a la hamaca y enfoco toda mi atención en el hombre que me mira con el ceño fruncido.

—Disculpe señor, soy su hija, ¿en qué puedo ayudarle?

—Tengo un paquete dirigido a la señora Harper, ¿me firma el albarán o no?

Su tono de voz es grave y no me gusta mucho, pero dejo clavaba una sonrisa en mi rostro y levantándome voy hacia él y firmo lo necesario para que me deje el paquete.

—Gracias— le digo cuando se da la vuelta y se va sin decir nada.

Miro con curiosidad el envoltorio y me detengo en la parte que pone el remitente. “Universidad de Illinois. Departamento de Escritos Antiguos”. Amplío la sonrisa que tiene mi rostro y entro en la casa tarareando la última canción de moda, con el paquete y mi libro en las manos.

Al fin ha llegado el paquete que he solicitado en nombre de mi madre. No me lo puedo creer.

Cierro la puerta con doble llave y voy directa a mi despacho. Quiero desenvolver el paquete y abrirlo con mucha calma, para disfrutar el momento. Haber estudiado en la universidad, Biblioteconomía y Documentación, me han convertido en toda una erudita de los textos escritos. Tanto actuales, como ancestrales. Disfruto igual con los dos.

—¡Roselyn!

Doy un brinco del susto al oír a Blake, llamándome a voz en grito desde la planta superior. Obligo a mis piernas a moverse rápidamente y abriendo el segundo cajón de mi escritorio dejo guardados allí los dos objetos.

—Ya voy.

Cierro también con llave la puerta del despacho y me encamino a su encuentro con paso veloz. En cuanto llego a su lado, noto provenir de él olor a alcohol y no puedo evitar mostrar rechazo en mi rostro al sentir ese aroma.

—¿Dónde estabas? —me pregunta alterado—. Llevo llamándote un buen rato.

—No te oí.

—¡No me oíste porqué estabas ocupado ligando con el repartidor de basura ese!

Mi corazón comienza a palpitar fuertemente al oír el tono de voz tan amenazante que usa. Me encojo en el sitio y me enfada ese mismo hecho.

—Blake, yo no he ligado con nadie —le digo en voz muy baja—. Simplemente me entregó un paquete.

—¡Mientes!

Alza la mano y sin yo esperármelo me da una bofetada que hace que mis oídos comiencen a pitar con fuerza. Blake se lleva la mano a los ojos al ver cómo los míos se llenan de lágrimas. Es la primera vez que me levanta la mano y no me gusta para nada la sensación con la que me quedo yo.

—Rosy —murmura con el apodo que tanto odio—. Cariño, lo siento yo…

Intenta acercarse a mí para acariciarme el lugar dónde me ha golpeado, pero yo me aparto, dando unos pasos más hacia atrás.

—Quiero que recojas todas tus cosas y te vayas de aquí mañana— le digo en voz baja, pero clara.

—Cariño, yo no…

—El hombre que vino era un transportista. Estaba concentrada leyendo y no le vi. Tal vez por eso él estuvo más tiempo de lo normal frente a mí —le digo explicándoselo, aunque sé que no tengo por qué hacerlo—. Pero eso no justifica tus celos.

Sigo dando pasos lejos de él, al ver cómo Blake quiere acercarse a mí. En los casi siete años de relación que llevamos juntos, nunca se propasó conmigo. Siempre respetó mi gusto por la lectura, por los libros. Al menos al principio. En cuanto terminé mis estudios en la Universidad y me gradué, su actitud cambió. Nunca quiso que yo fuera a trabajar fuera de casa. Me quería como ama de casa, atendiéndole a él en todo. Cualquier cosa que yo hiciese fuera de su control le molestaba y al principio yo no lo vi como un problema.

Hasta ahora.

—Márchate, Blake.

—Cariño, no quise hacerte daño —susurra él abriendo mucho los ojos—. Últimamente pasas mucho tiempo en esa librería en la que trabajas, y cuando estás en casa, pasas más tiempo leyendo que estando conmigo. Es normal que haya confundido las cosas. Perdóname.

Trata de acercarse a mí y yo no dejo que lo haga. El dolorcillo que aún tengo en el lado izquierdo de mi rostro me recuerda lo que ha hecho.

—Quiero que te vayas de mi casa —le digo alto y claro.

—¿Y vas a tirar por la borda siete años así como así? —grita él enfurecido ahora—. ¿Todo por una tontería?

No le respondo. Sé que no va entenderme, está demasiado ebrio como para entenderme bien. Me decido por girarme y hacer lo más natural en ese momento. Recoger mis cosas y salir a dormir a casa de mi madre. En cuanto muevo un pie lejos de él, Blake estira su mano y cogiéndome del brazo con fuerza me atrae a sus brazos.

—No te vayas —me pide abrazándome fuerte.

El olor a alcohol que emana de él me revuelve el estómago y mucho.

—Lo siento, mucho Rosy. No volverá a pasar, te lo prometo. Perdóname.

—Dijiste que ibas a dejar de beber y sigues haciéndolo —le acuso tratando de alejarme de él—. Ya no creo nada de lo que me digas.

—¡Estabas mirándole embobada durante más de cinco minutos! —me dice ahora exasperado, cambiando de nuevo su humor.

Comienza a zarandearme enfadado. Se me encoje el corazón al pensar que puede pretender volver a hacerme daño.

—Blake, suéltame.

—Eres mi mujer, Rosy. Mi primera mujer. Estamos juntos desde la mayoría de edad. No puedes irte de mi lado.

—No puedes obligarme a quedarme —le contradigo haciendo fuerza para soltarme de su agarre—. Quiero que me dejes ir. Lo nuestro se ha acabado.

La tranquilidad con la que le respondo parece ponerle más furioso, porque hace más fuerza con sus manos sobre mi piel. Gimo de dolor y de sorpresa por la violencia de la que está haciendo gala. Él no es así.

—Me haces daño —susurro en voz baja.

Creo que mi gemido le hace reaccionar, porque me aleja de su lado como si yo le hubiese quemado.

—Cariño, lo siento —susurra cabizbajo, levantando la mano en señal de rendición.

Da un par de pasos hacia atrás y yo aprovecho el momento para coger mi bolso del salón, y tras confirmar que tengo las llaves del coche, de la casa y mi móvil, salgo de nuestra casa como si me persiguiese el mismo diablo.

No sé hacia dónde ir, ni qué hacer a partir de ahora, pero una cosa sí tengo clara, y es que voy a permanecer alejada de Blake Cox por mucho tiempo.

¡No te enamores del jefe!

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