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INTRODUCCIÓN

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El gran humanista y científico Albert Einstein nos hizo esta severa advertencia: «La fuerza desencadenada del átomo lo ha transformado todo, menos nuestra forma de pensar. Por eso nos encaminamos hacia una catástrofe sin igual». ¿Qué forma de pensar hubiéramos debido cambiar para huir de tal hecatombe? Sin duda, Einstein se refería al estilo de pensar objetivista, dominador y posesivo, que hizo quiebra en la primera guerra mundial y no fue sustituido por un modo de pensar, sentir y querer más ajustado a nuestra realidad humana[7].

Los pensadores más lúcidos nos instan desde el período de entreguerras (1918-1939) a cambiar el ideal, realizar una verdadera metanoia —o conversión de la mente— y superar el afán de poder mediante una decidida voluntad de servicio. Este giro fue realizado en círculos escogidos, pero no en las personas y los grupos que deciden la marcha de la sociedad. En estos siguió operante un afán incontrolado de dominio sobre cosas y personas.

El dominio y control sobre los seres personales se lleva a cabo, astutamente, mediante las técnicas de manipulación. El ejercicio de la manipulación de las mentes encierra especial gravedad en este momento por tres razones básicas:


1ª) Sigue orientando nuestra vida hacia el viejo ideal del dominio, que provocó dos hecatombes mundiales y no logra colmar hoy nuestro espíritu pues ya no podemos creer en él.

2ª) Nos impide dar un giro decidido hacia un nuevo ideal que sea capaz de llevar nuestra vida a plenitud.

3ª) Incrementa el desconcierto espiritual de una sociedad que perdió el ideal asumido durante siglos y no logra descubrir uno nuevo que sea más conforme a la naturaleza humana.


Si queremos colaborar eficazmente a configurar una sociedad mejor, más solidaria y justa, debemos poner al descubierto los ardides de la manipulación y aprender a pensar con todo rigor. No es demasiado difícil. Un poco de atención y finura crítica nos permitirá delatar los trastrueques de conceptos que se están cometiendo y aprender a hacer justicia a la realidad. Esta fidelidad a lo real nos depara una inmensa libertad interior.

Esta libertad interior —o libertad creativa— no nos viene dada por el mero hecho de vivir en una democracia. Podemos tener amplias libertades para maniobrar a nuestro arbitrio, y estar, en cambio, dominados por nuestras apetencias y ser incapaces de elegir en virtud del ideal que debemos realizar en la vida. Los medios de comunicación nos ofrecen un elenco de posibilidades indefinidas para informarnos, distraernos, compartir otras vidas, asistir a toda suerte de acontecimientos relevantes… Disponer de tales posibilidades supone una impresionante libertad de maniobra, que nos da una impresión de poderío y riqueza. Basta apretar un botón para abrirnos a un horizonte siempre nuevo de paisajes, conciertos, noticias, acontecimientos de todo orden… Este incremento diario de nuestra libertad de maniobra nos embriaga y seduce. La seducción y la embriaguez nos empastan o fusionan con la realidad seductora y nos impiden tomar la distancia necesaria para descubrir el riesgo que corremos de que esa inmensa libertad de maniobra amengüe o incluso destruya nuestra libertad creativa.

Esta libertad debemos conquistarla día a día frente a quienes intentan arteramente dominarnos con los recursos de esa forma de ilusionismo mental que es la manipulación. Tal conquista solo es posible si tenemos una idea clara de las cuatro cuestiones antedichas: 1.ª) Qué significa manipular, 2.ª) Quién manipula, 3.ª) Para qué lo hace, 4.ª) Qué táctica moviliza para ello. El análisis de estos cuatro puntos nos permitirá, al final, discernir si es posible poner en juego un antídoto contra la manipulación. Estamos a tiempo de salvaguardar nuestra libertad personal con todo cuanto implica. Hagámoslo animosamente.


[7] Véase, sobre este incitante cuestión, mi obra El espíritu de Europa (Unión Editorial, Madrid 2000).

La palabra manipulada

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