Читать книгу Entrenamiento canino para personas con discapacidad - Alicia Fernández Foruny - Страница 8
ОглавлениеEl perro adecuado
Si has decidido seleccionar un cachorro para entrenarlo como perro de asistencia, tienes que empezar sabiendo algo muy importante a lo que deberás prestar especial atención.
En cada camada de cachorros siempre hay algún cachorro tímido, alguno miedoso, alguno con una fuerte curiosidad y con alta actividad, y también está el que está por encima de los otros cachorros, el más competitivo, el que consigue amamantarse durante más tiempo.
Solicita el consejo del criador o de alguna persona que tenga experiencia y te ayude a elegir. Todos los cachorros a los dos meses son irresistibles, pero tómate el tiempo necesario para observarlos y déjate aconsejar por alguien que sea más objetivo que tú y que sepa lo que hace. Tan importante como el trabajo y el entrenamiento es la selección.
Los buenos criadores entregan a sus cachorros con al menos 50 días. Es muy importante que tengamos en cuenta que tenemos por delante sólo unas semanas para exponerlo a toda clase de estímulos y habituarlo a todo tipo de situaciones, personas, otros animales, ruidos, gente, niños, tráfico, otros perros…
Todos estos estímulos son necesarios para forjar un perro tranquilo, equilibrado, de buen carácter, sin miedos ni recelos.
Merecen especial atención los estímulos auditivos, ya que conforman un amplio abanico de futuros problemas y fobias.
Hay que acostumbrar al cachorro a los secadores de pelo, las aspiradoras, los sonidos propios de su entorno como la caída de diferentes objetos (llaves, cubiertos y demás objetos que sean susceptibles de caer a menudo). No olvides que luego vas a pedir a tu perro que los cobre y te los entregue.
El sonido de bombetas y petardos no formará parte de su día a día, pero has de exponerlo a estos estímulos para que en el futuro puedas tener a tu perro tranquilo y bajo control. Prevé y haz una lista incluyendo todas aquellas cosas (ruidos, objetos, y demás estímulos) a las que tu perro no debería reaccionar en absoluto. Para ello, preséntaselas antes de que termine su período crítico o impronta (16 semanas) y hazlo lógicamente, a un volumen bajo al principio y ve progresivamente aumentando la intensidad del estímulo. Esto hará que tu perro se habitúe de la mejor manera posible y antes de que termine el período sensible de imprinting (o impronta).
Deja que explore y anímalo a hacerlo. Queremos que el cachorro interactúe con cada objeto que le presentemos y que no muestre temor alguno. Anímalo a que lo haga y premia cualquier interacción con cada cosa nueva que le presentes. Enfócalo siempre como un juego.
Intenta acostumbrarlo a andar por diferentes superficies: suelos brillantes, encerados, de cerámica, de madera, césped, superficies metálicas (las escaleras de centros comerciales o del metro), vagones de tren, autobuses, etc., y también procura acostumbrarlo a que esté tranquilo en superficies altas (la mesa del veterinario, la superficie donde tengas pensado cepillarlo cuando crezca…).
Cuantos más estímulos le ofrezcamos, más enriqueceremos al cachorro. Debemos ser conscientes de que algunos de estos estímulos tienen que ser presentados de forma positiva, gradual y progresiva.
Ningún estímulo debe ser amenazador. Observa a tu perro y trata de entender si le resulta divertido, extraño, si le da miedo, y actúa en consecuencia. No fuerces nunca al perro, ya que conseguirás el efecto contrario al que pretendes.
Los secadores y las aspiradoras (que son los que normalmente más les asustan) podemos irlos introduciendo amortiguados (en habitaciones alejadas con la puerta cerrada al principio y a baja intensidad para amortiguar el ruido y que no suponga una experiencia desagradable. Poner en marcha un secador en otra habitación al mismo tiempo que el cachorro está comiendo puede contribuir a que lo vaya asociando a algo bueno. Pero, como siempre decimos a nuestros alumnos, si tienes miedo de que tu perro tenga miedo, con toda seguridad se lo transmitirás al perro. Es importante presentarle cada situación de forma positiva, como si de un juego se tratara.
Vivir en manada
Cuando nos adentremos en el mundo del adiestramiento, no deberíamos olvidar que desde los últimos 16.000 años el perro ha sido un compañero fiel, un guardián, y que ha prestado un servicio al ser humano. Los perros son animales sociales que sobrevivieron y evolucionaron a partir del lobo gracias a que los más intrépidos se acercaron a los campamentos humanos y se alimentaron de los restos de la caza y posiblemente de las heces humanas.
Los perros, al igual que los lobos, necesitan vivir en grupo y relacionarse entre ellos. Forman manadas estables de individuos que están basadas y estructuradas en un orden jerárquico, en el cual cada uno ocupa un lugar y tiene ciertos deberes y privilegios según el rango que ocupe.
Cuando nacen los cachorros, la madre es la encargada de otorgar los cuidados parentales. Saca los cachorros de la placenta, corta el cordón y los lame para limpiarlos y darles calor. También los lame para estimularlos a que orinen y defequen ya que recién nacidos no son capaces de hacerlo por sí mismos.
Se encarga de cuidarlos, amamantarlos, y vigilarlos, e intenta que salgan todos adelante, tratando así de optimizar su tasa de aptitud (y tener el número máximo de copias genéticas).
La estimulación de los cachorros en los primeros momentos es tarea de la madre. Nosotros debemos intervenir sólo en caso necesario y a su tiempo, cuando la madre haya terminado su labor. Entonces habrá llegado el momento en el que podamos manipular a los cachorros y dejar que interactúen con sus hermanos de camada.
En los cachorros el forcejeo es una simple lucha por conseguir la mejor leche materna. Desde el momento en el que son capaces de moverse por sí mismos, buscan el calor de la piel del vientre materno y a la vez compiten por el mejor recurso posible. Ya empieza a haber dominantes y dominados. Es la lucha por la supervivencia, la rivalidad.
En este período empiezan a desarrollar un lenguaje de comunicación con los hermanos de camada. Aprenden comunicaciones agonísticas, que no son más que el lenguaje de señales agresivas y de apaciguamiento que han de aprender para evitar en el futuro problemas con otros animales de su especie.
También la madre utiliza y enseña estas señales y otros comportamientos.
Si el cachorro la mordisquea demasiado fuerte, la madre le gruñe, le muestra los dientes y le enseña a controlar la mordida, a parar el juego, a que se tranquilice, obligándolo a que adopte la postura de sumisión (boca arriba). De ese lenguaje depende que el cachorro aprenda a controlarse y, por consiguiente, a evitar en un futuro problemas de comportamiento como la sobreactividad y la hiperactividad.
Es por esta y por muchas otras razones por las que es primordial que en la fase de imprinting el cachorro aprenda a relacionarse con su madre y sus hermanos de camada para posteriormente relacionarse con individuos de otras especies.
Lógicamente, los cachorros separados de su madre y sus hermanos de camada antes de las siete semanas sufren estas carencias y son susceptibles de tener un déficit en esta fase tan importante, en la cual está demostrado que se forja el carácter del cachorro de por vida.
Una vez que el cachorro haya llegado a casa, lo mejor que podemos hacer es desoír los consejos de “algunos expertos” de no sacar al cachorro hasta que termine su calendario de vacunas. Hacer esto es una barbaridad. Es lo mismo que mantener a un niño aislado hasta que termine también su calendario de vacunación.
No hay mala intención en ello. El veterinario aconseja no sacar al cachorro en prevención de algunas enfermedades víricas para las que el cachorro no tiene defensas y a causa de las cuales, de ser contagiado, podría incluso morir.
Lo que hemos de hacer es sacar al cachorro a la calle, aunque sea en brazos. Se debe acostumbrar a los ruidos de la calle, del tráfico, y hay que estar muy pendiente de lo que huele y no dejarle comer nada del suelo. Si tienes jardín privado, puedes sacarlo a él. La cuestión es no llevarle a ningún sitio transitado por perros que pudieran tener alguna enfermedad para la que el cachorro no posea aún defensas. Siempre, al llegar a casa, es importante limpiarle bien las patas con espuma sin detergente y sin alcohol, pero que sea antibacteriana, para evitar que el cachorro se lama y se pueda contagiar de algo. Ten en cuenta que nosotros, al salir a la calle, traemos muchos virus en los zapatos y no nos esterilizamos al entrar, con lo que el cachorro estaría igualmente expuesto. Aun así, toda precaución es poca.
Los cachorros suelen comer heces propias y de otros animales. Esta costumbre se suele corregir con el tiempo, pero es peligrosa a edades tempranas en las que podría ser contagiado de parasitosis y muchas otras enfermedades.
Una vez inmunizado con la segunda dosis de vacuna (con aproximadamente nueve semanas de edad), es importante que, si lo sacamos, lo hagamos en un área limpia donde haya otros perros sanos, vacunados y desparasitados, o bien puedes pedir la colaboración de algunos amigos o conocidos que tengan perro propio para que éste interactúe con tu cachorro en un ambiente limpio y controlado.
En cualquier caso, también puedes sacarlo en brazos, sobre tus piernas si vas en silla, o pedir la colaboración de alguien que lo sujete por ti, para que se acostumbre al ruido de la calle, del tráfico, de la gente, de los niños gritando en los parques…, en definitiva, a todos los estímulos que experimentará a lo largo de su vida.
Sobre la socialización con niños debemos actuar de forma temprana. Es muy importante acostumbrar al cachorro a los niños.
Desde el punto de vista del perro, los niños transgreden todas las reglas caninas por la impulsividad de movimientos, de gritos, de manipulación, ya que utilizan un lenguaje demasiado directo que el perro a veces puede interpretar como una provocación o una amenaza.
El niño puede abrazar al perro, y el perro puede interpretar este gesto como dominancia por parte del niño. Invade su área crítica, mira directamente a los ojos (otra señal que el perro puede tomar como amenaza), grita, gesticula, no tiene cuidado y a veces lo toca en sitios en los que el perro no se siente cómodo…. se cae, lo pisa sin querer, tropieza con él… Realmente es un milagro, si tenemos todo esto en cuenta, que los perros “soporten la presencia de los niños”, pero para ello, el perro desde cachorro debe estar habituado a los niños para que no represente ninguna amenaza.
El perro no identifica a los niños como miembros de la especie humana porque no huelen como los adultos. No huelen a testosterona ni a progesterona; por lo tanto, difícilmente puede identificarlos como cachorros humanos.
Los perros que no han tenido una buena socialización con niños suelen evitar a éstos y tomarlos como una amenaza. Un perro que tiene miedo es un perro que puede defenderse si se ve amenazado. Éste es un punto muy importante que tener en cuenta y que se ha de trabajar durante ese período crítico de la vida del cachorro, y debe estar siempre bajo supervisión de los adultos.
No es buena idea dejar a un niño con un perro que no haya tenido experiencias positivas con niños. Podríamos tener que lamentar cualquier reacción por parte del perro. Tal vez incluso lo tire empujándolo sin querer cuando intenta evitar al niño. Siempre es mejor prevenir que tener que lamentar.
Los cachorros se han de relacionar con otros perros a diario. Debes tener cuidado con lo que come, con qué perros se va a relacionar, que éstos estén sanos y vacunados, debidamente desparasitados, y que sean cachorros y adultos equilibrados de diferentes razas y tamaños.
Tienes que procurar que tu perro aprenda desde pequeño a interactuar y a relacionarse con otros perros y con otros animales.
Si le suministras las suficientes experiencias y estímulos, será un adulto equilibrado y confiado, así que te animamos, si has decidido adquirir un cachorro, a poner manos a la obra y a seguir los consejos que te proponemos para educarlo, enseñarlo y ayudarte a entenderlo y también a hacerte entender por tu perro.
El cachorro deja de ser cachorro en muy poco tiempo. Hay que aprovechar esos pocos meses para sentar unas bases, poner unos límites, acostumbrarlo a un manejo y a que se deje manipular.
Enséñale unas reglas. Lo que es negociable y se permite, y lo que no.
Hay que ser coherente, así que tómate el tiempo necesario para pensar qué cosas le van a estar permitidas y qué cosas no.
Si convives con niños, debes enseñar a éstos a respetar al perro, y habituar al perro a dejarse manipular por los niños. Hay que asociar a los niños con cosas agradables, como cualquier otro estímulo. Deja que el niño, desde que tu perro es cachorro, le ponga la comida, y bajo tu supervisión y control permite que el niño añada algo “rico” al plato de pienso de tu perro. Enseña al niño a darle los premios con la mano abierta para evitar el mordisqueo y hacer que el perro tenga especial cuidado al cogerlos.
El perro cuando come, no debe ver la presencia del niño, como un competidor, ni tiene que proteger la comida ni los juguetes. Si practicas desde que el cachorro llega a casa, será mucho más fácil que acostumbrarlo luego de adulto a los niños.
Si tu perro ya es adulto, te aconsejamos que pidas ayuda a un educador canino que os enseñe la mejor manera de habituar al perro a los niños para evitar sobre todo que pueda haber algún conflicto o competencia entre ellos. No actúes nunca con los niños sin el consejo y la ayuda de un instructor o entrenador cualificado.
Intenta disfrutar de cada etapa de su vida al máximo y recuerda que una buena socialización es muy importante y merece la pena prestarle especial atención. Estarás creando una buena base para poder llegar en el entrenamiento con tu perro tan lejos como desees.
Infórmate bien antes de adquirir un perro. Pregunta a los veterinarios de tu zona. Pregunta en los parques donde veas a dueños y sus perros e infórmate sobre los criadores que te den las mejores garantías.
Una mala elección puede pasarte factura más adelante: enfermedades víricas fulminantes, parásitos, displasia de cadera o de codo, taras oculares, cachorros separados demasiado pronto de sus madres, con problemas de imprinting, etc.
En cuanto llegue a casa, ofrécele la mayor cantidad posible de estímulos, tanto visuales como olfativos y auditivos. Socialízalo con todo tipo de personas: hombres, mujeres, niños, personas mayores, carros de la compra, coches, todos los objetos que vayan a formar parte de su día a día, entornos diferentes, situaciones… En definitiva, ofrécele tantas experiencias y situaciones como te sea posible.
Acostúmbralo a un manejo y a unas manipulaciones. Pide la colaboración de otras personas para que tu perro se acostumbre a ellas; incluso la de los niños. La revisión diaria de ojos, almohadillas, oídos, dientes, encías y un cepillado suave diario te ayudarán a crear y fortalecer el vínculo con tu perro.
Sácalo a la calle en cuanto puedas, teniendo siempre la precaución de que no coma nada del suelo y de que se relacione con otros perros sanos y de buen carácter, con otros animales y con todo tipo de personas y situaciones.
Trabajar la socialización tiene su recompensa a largo plazo. Recuerda que estás moldeando el carácter de tu cachorro de por vida y eso depende de que lo habitúes a todo tipo de estímulos y lo hagas de forma suave y progresiva, y de que se lo presentes como algo divertido.