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Si te toparas hoy con la niña que fuiste… ¿qué le dirías?

María tenía tres años y estaba en la parte alta de la escalera.

Abajo estaba ese ser extraño con una muñeca enorme, acompañado de algunos familiares que intentaban convencerla para que bajara las escaleras.

—Baja, María, ¡es tu padre! —exclamaron.

Ella miraba sorprendida con sus grandes ojos verdes; estaba asombrada y asustada a la vez. No entendía absolutamente nada. Para ella tan solo existían su madre y sus abuelos, esa era su familia, y… ahora ese ser extraño que estaba esperándola al final de la escalera decía ser su padre…

Tragó saliva fuertemente y comenzó a bajar las escaleras lentamente, con inseguridad, tratando de entender qué estaba sucediendo, mientras en su cabeza pasaban muy rápido todo tipo de reflexiones e ideas… ¡Toda su familia se había vuelto loca!

Los padres de María se divorciaron cuando ella tan solo tenía diez meses de vida. Dicen que los hijos de parejas divorciadas que han sido utilizados en conflictos de divorcio, tienen traumas psicológicos equivalentes a ser maltratados. Cuando utilizas a un menor como moneda de cambio en un conflicto familiar, el trauma queda ahí, y eso es lo que sucedió con esta historia de divorcio. En los procesos de separación influyen muchos elementos, pero lo más importante es no hacer sufrir a los hijos.

A los ocho años, María estaba en un juzgado en donde se decidía con quién tenía que vivir, si con su madre y sus abuelos (con los que había vivido hasta esa edad) o con su padre, esa persona ajena a la pequeña y que quería sacarle totalmente la custodia a su madre, para arrebatarle a María. Más de una hora estuvo llorando con una psicóloga que le exigía que debía irse con su padre, dibujando la familia feliz y perfecta, pero… ¿qué es una familia feliz?

Para María, la familia feliz era seguir viviendo con sus abuelos y su madre, aunque ella no ejerciese cien por ciento como madre por todos sus problemas. Ella no quería irse con ese ser desconocido que además no le transmitía ninguna confianza; y es que desde pequeña María siempre se guiaba por las sensaciones y las energías que le transmitían las personas que conocía.

Por suerte, la jueza finalmente le dio la custodia a su madre y María pudo vivir con ella y sus abuelos tranquilamente. Fue un juicio traumático, una mala experiencia para ella. Cuando llegó ese día a casa solo tenía ganas de llorar, no era capaz de controlar el llanto, el miedo que sentía... se imaginaba cómo sería su vida si no estuviera en su amado hogar, donde sentía el calor de los suyos.

Las separaciones, en sí mismas, no tienen por qué dañar a los hijos. Sufrirán, sobre todo al principio, pero cuando todo se asienta, se calma, se hacen las cosas bien y lo asumen, tienen más recursos para acomodarse o incluso, encontrar alguna ventaja al tener dos modelos de crianza o dos ámbitos sociales.

La pequeña historia para amar(te)

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