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Existe un tipo de chantaje que es muy dañino: el chantaje emocional. La manipulación emocional es una de las prácticas emocionales más utilizadas en algunas parejas. Los celos, el silencio, la indiferencia, las amenazas directas o indirectas e incluso una actitud victimista.

Para una mayor efectividad, el chantaje emocional debe producir una mezcla de miedo, obligación y culpa. Este tipo de chantaje está tan infiltrado en algunas relaciones que no resulta fácil de reconocer cuando lo ejercen sobre ti.

A menudo se piensa que este tipo de agresiones psicológicas son un problema menor, que son menos graves que las agresiones físicas. Sin embargo, el maltrato psicológico es la antesala de todo: juegos de dominación, manipulación, falsas promesas poco realistas que no se acaban cumpliendo, esos «Te prometo que cambiaré y seremos felices de nuevo».

Una forma de detectar el chantaje emocional es mediante palabras, actitudes o gestos. El mensaje del manipulador es vivido con una sensación de amenaza o exigencia. Es fácil darte cuenta sobre todo cuando ya lo has pasado, pero a veces no es tan fácil cuando estás dentro. La sensación es de ansiedad, miedo e inquietud, te puedes sentir perdida, y aunque parece que tiene fácil salida, en ese momento no lo ves tan claro. Te puedes llegar a sentir culpable de responder con negativas, aparece el temor a ser rechazado o a que la otra persona reaccione airada o con actitud despectiva.

Toda esta situación en la que María se vio envuelta sucedió cuando iba a cumplir un año de la relación. Pero meses antes, él ya había comenzado a tener demasiados celos. No le gustaban las amistades de su novia e intentaba malmeter en todo momento para darle a elegir entre él y sus amigas; incluso sentía celos del mejor amigo gay de María, con el que Jaime tan bien había conectado al principio.

María no podía creerlo, no entendía la razón, ella jamás engañaría a la persona a la que amaba, era una chica con buenos valores y por más que buscaba una respuesta no conseguía encontrarla. Cada vez estaba más perdida y confundía celos enfermos con amor; le entregó a él su felicidad, estaba sometida y llegó a tener una dependencia brutal de Jaime.

Ella comenzó a alejarse de sus amistades de siempre. A pesar de que intentaba hacer amigos en el nuevo centro donde estudiaba, él acababa con cualquier vínculo, pues nunca le gustaba ninguna de sus nuevas amistades ni las parejas de estas. Se sentía sola, frágil y esto facilitaba más la manipulación.

Comenzaron las discusiones, las salidas de tono. María no entendía nada, parecía que en vez de discutir algo con una pareja estuviera discutiendo con una bomba de relojería que gritaba, lloraba y explotaba siempre en el momento menos oportuno y sin razón aparente. Nunca sabía cuándo la bomba iba a estallar.

Unas semanas antes del primer aniversario de novios, Jaime volvió a estallar. Le dijo unas palabras que se quedarían grabadas en la mente de María:

—No sé vivir sin ti, no puedo estar sin ti, si tú me dejas algún día yo me tiro de ese puente y me voy… —dramatizó Jaime.

Ella no podía creer lo que acababa de escuchar. Él estaba pensando en suicidarse si la relación se acababa. Estaba presa entre al amor que aún le tenía, las ganas de salir corriendo y el miedo a que él se sacase la vida y se borrase del mapa por su culpa. Porque ¿te imaginas, si él diese ese paso, lo que ocurriría? Ella se iba a sentirse culpable de por vida, sentiría que el mundo le echaría la culpa de lo sucedido, no quería ni imaginar por un segundo lo que le dirían los padres de él si eso sucediese.

A veces creemos que encontramos amor en el lugar más desesperanzador. En una relación tóxica no existe respeto, confianza, ni buena comunicación. Las relaciones entre caracteres antagónicos tienen alta probabilidad de ser incompatibles con la felicidad. Cuando no coincides en valores, no admiras a tu pareja, y aunque trates de forzarla, la relación no funcionará. Siempre deberíamos de recordar que, si duele, no es amor.

Aunque María venía de una familia desestructurada, de una manera u otra había recibido cariño y amor por parte de su abuela, que era su pilar básico en la vida.

Cuando comenzaron a salir juntos María y Jaime encontraron ese lugar donde resguardarse; ella sentía ternura por él, lo abrazaba de una forma infinita para consolarlo porque Jaime tenía bastantes problemas y discusiones en su entorno familiar. Las discusiones en casa de Jaime eran subidas de tono y acababan en peleas.

La abuela de María habló con él preocupada por la situación, y aunque Jaime decidió ir a consulta psicológica, nunca llevaría a cabo el tratamiento para poner remedio a su comportamiento. Pese a que María tenía a su abuela que la hacía ver la realidad, ella le perdonaba todo a Jaime. Es cierto lo que dicen: que nadie escarmienta en cabeza ajena.

Desintoxicarse de una persona es el proceso más doloroso y lento, pero es el que más te libera. Algún día lo conseguiría, pero en aquel momento no lo entendía porque sentía que de alguna manera nadie volvería jamás a fijarse en ella. La respuesta de por qué María aguantó tanto es porque ella pensaba que aquello era amor.

La pequeña historia para amar(te)

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