Читать книгу La ejecución de la estatua - Amílcar Osorio - Страница 8
NOTA EDITORIAL
ОглавлениеLa historia editorial de La ejecución de la estatua podría ser una fascinante crónica: en 1968 fue finalista del premio Seix Barral de novela; Amílcar, para entonces, tenía veintiocho años: se conocían sus cuentos y poemas, y sus excentricidades como nadaísta. La ejecución no fue publicada ese año, ni tampoco lo sería en las siguientes décadas. Pasó por varias manos y, podría suponerse, por una que otra editorial; los que la conocían, en esa clandestinidad que empezó a crearse a su alrededor, hablaban de ella con entusiasmo, y algunas veces se comparaba, en la forma, con las técnicas que había probado Joyce en Ulises (1922) y Finnengans Wake (1939). Ahora se publica, cincuenta años después, solo que ronda una inquietud que no termina de resolverse: por qué tantos años inédita esta novela. Una respuesta salta a la vista, y es que no se creía en su valor “comercial” porque La Ejecución, más que una novela experimental, es una obra que lleva la lúdica creativa hasta ese lugar en el que el fragmento, lo laberíntico, el caos, la polifonía, el contrapunto y los cruces se convierten en la propia estructura; por eso, quien pedía de La ejecución aquella sucesión clásica de los hechos, unos tras de otros, no encontraba más que simultaneidad y paralelismos en los tiempos y los espacios. Dice Jotamario de La ejecución: “Quién sabe cuántos años la trabajó con dedicación enjundiosa, rodeado de poetas outsider y maestros zen […], por medio siglo ha pernoctado en la mesa de noche de todos mis enganches sentimentales y la he perdido por años y vuelto a recuperar, y la he entregado a editoriales que la devuelven, considerándola un hueso duro de roer, pues entre una novela de la violencia –que era lo que se esperaba en Colombia de los escritores de garra– y un Ulises, cosa que no espera nadie, nuestro hombre se fue por un Ulises de la violencia. Una violencia tal de salvaje que luego de la masacre en el pueblo de Saldeguaca se termina ejecutando la estatua de la Madre en la plaza”. La ejecución es una novela de múltiples escenografías en las que Amílcar fue el escritor y artista que ya era e, incluso, el que llegaría a ser, por el riesgo y la libertad de una prosa que solo hacía concesiones a la potencia de su expresión.
La ejecución sobrevivió como “mecanuscrito”: la copia que llegó a la Editorial EAFIT da cuenta de una batalla que no podía ganarse. En esos cincuenta años, no solo fue leída, sino que fue intervenida; algunos de sus lectores (amigos y conocidos), suponemos que después de la muerte de Amílcar en 1985, se tomaron la licencia, por afecto o deber literarios, de tachar algunas partes, agregar otras, y hasta reordenar, en aquello que juzgaban como el más “correcto” sentido para la comprensión, que tenía que ver con la idea de “aclarar” la lectura, hacerla coherente. Como editores, sabemos que es un gesto más que comprensible: se trataba de un manuscrito susceptible de ser “mejorado”, y mucho más si sus lectores también eran escritores, poetas y narradores; solo que partimos de un principio, que a veces por obvio solemos olvidar: si presentábamos la novela con esas “intervenciones” había ya otro estatus, el de la “reescritura”, el de la “coautoría”, y eso significaba publicar “otra” novela. Así, para esta edición, omitimos esas “tachaduras” y quisimos presentar la novela en la que podría ser su versión “primera”, o, al menos, la versión que pudo haber tenido el mismo Amílcar, aquella de 1968. De esa versión, además, nos propusimos respetar el más importante aspecto que puede respetarse en un manuscrito: su estilo; justo ahí vive la voluntad creativa del escritor; por eso nos abstuvimos de “actualizar” su gramática: tratamos de comprender su “naturaleza” y desde allí editar, corregir, diagramar, incurriendo, como advertimos, en someter la novela a los corsés de un manual de estilo; en otras palabras, evitamos la tentación de domesticar, o al menos no del todo, la escritura de Amílcar, pues ella brilla en su espontaneidad. Como se verá, La ejecución comienza con esta frase (en minúscula): “pueblo trazado…”; y termina en un artículo: “aparecen en los”. Es decir, iniciamos una novela que tuvo su principio mucho antes, y luego al final somos abandonados por ella, pareciera que la historia continúa sin nosotros. La ejecución, toda ella, quiere destruir la obsesión de la totalidad; prefiere la parcialidad, los días que no acaban, las superposiciones de la realidad y la ficción, de las maneras de narrar y de ver.
Finalmente, nuestro mayor desafío: descifrar el paso del tiempo en la copia mecanuscrita que nos llegó; muchas de las páginas mostraban una tinta desleída, quizás, desde el mismo original, como si se tratara de un palimpsesto que hubiera sido raspado en ciertas partes para ser nuevamente escrito. Tras esos cincuenta años, La ejecución es una novela que había comenzado a desaparecer. Entonces, con delicadeza y resignación ante esa voluntad lúdica de Amílcar, procuramos completar algunas de esas palabras y conservar el sentido “incorrecto” de muchas otras. Tal vez, con más información, teniendo a mano la posibilidad de comparar varias “copias” (las más cercanas al original), y con muchos más datos de los protagonistas de esa “crónica editorial”, pudiera algún día editarse una versión “crítica” de La ejecución de la estatua, que ya comienza a hacer parte de unos de los capítulos más cautivantes de la historia literaria y estética de Colombia: el nadaísmo.
Felipe Restrepo David