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Algunos ingredientes

de la fórmula

Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto cambiaron las preguntas.

Mario Benedetti

Espero que a estas alturas haya quedado mínimamente establecido que la complejidad tan disruptiva –y generadora– que nos traen los tiempos no nos deja otro camino inteligente que la transformación. A los grandes dilemas que ya no sabíamos cómo afrontar en un mundo «como lo conocíamos» se han unido las incógnitas que implican la crisis del coronavirus y todas sus múltiples derivadas. Ha llegado el momento de construir –o reconstruir– una red de liderazgo colectivo, porque la única forma de afrontar el futuro que tiene algún viso de ser efectiva es colaborar desde múltiples espacios de maneras nuevas, comprometidas, poderosas y creativas.

En este contexto, lo más importante que tenemos a nuestra disposición para cambiarlo todo es precisamente cambiar nosotros mismos. Explorar en carne propia la tecnología básica de la transformación para poder ejercer esos estilos de liderazgo que necesita el futuro y ser parte activa de la solución. Los tiempos representan el momento perfecto en términos kairós19, para hacer ese trabajo de «actualización de versiones» que empieza en el ser antes de reflejarse en el hacer, y que nos dará la autoridad moral y las herramientas para colaborar en la construcción de lo que vendrá. Y de hacerlo como camino de autoexpresión, desde nuestras fortalezas y desde el cuidado, el respeto y la generosidad hacia nosotros mismos para poder conquistar espacios de libertad y conciencia.

En las siguientes páginas revisaremos juntos algunos de los ingredientes de la fórmula para esa transformación, en cierta medida heroica, que hace posible un hermoso proceso de alquimia. Entenderemos que, aunque requerirá ciertas dosis de trabajo se verá recompensada con vidas llenas de matices, plenas y nunca inocuas. Percibiremos asimismo la importancia de aprender a descansar en un proceso en el que, aunque a veces pueda parecer lo contrario, en realidad no hay paradas, aunque a veces haya desvíos. Y descubriremos la importancia de abordarlo firmemente asidos a nuestras causas, que nos darán la certeza cuando lo demás falle, y de cultivar al mismo tiempo un cierto hedonismo para hacernos el camino más placentero. Experimentaremos también que algunos ingredientes de la fórmula de la transformación se refieren al proceso de actualización propio, mientras que otros tienen que ver con dar los pasos necesarios para que versiones actualizadas de nosotros mismos puedan expresarse de forma completa.

La reflexión está organizada en torno a ocho dimensiones o estrategias –podría haber tomar prestado el concepto de «hábitos» utilizado en su momento por Stephen Covey20–, que trascienden los conceptos de «competencias» o «habilidades». Ocho estrategias que van más allá del hacer para centrarse en el ser, y que trascienden a la cultura, nacionalidad, generación y cosmovisión, y están presentes –en dosis diversas y nunca todas a la vez– en los mejores y más plenos líderes –y seres humanos– que he conocido. No se trata de «dones», con los que uno tiene o no la suerte de nacer, sino de estrategias identificables y cultivables desde la conciencia, la reflexión y la determinación. Estrategias construidas sobre una base de principios que podrían ser universales, aunque pensados y adaptados al contexto actual y al nivel de evolución de nuestras organizaciones, de nuestras sociedades… y al nuestro propio.

La idea es combinar sabiamente estas estrategias para emprender un viaje hacia nosotros mismos, logrando en el camino conquistas tanto individuales –en mi experiencia las más exquisitas– como colectivas, que nos permitan dejar una estela cada vez más profunda y auténtica. Las primeras cuatro tienen que ver con emprender la revolución propia, con cruzar el umbral hacia nuestra siguiente versión y aprender a vivir en un proceso de actualización continuo. Las cuatro siguientes abordan las condiciones que es necesario crear para que esos seres «actualizados» puedan expresarse de forma más completa, expandida e intencional. Juntos las descubriremos y comprenderemos, y profundizaremos en cómo sacarles partido si ya son parte de nuestra naturaleza, o en cultivarlas si consideramos que merece la pena incorporarlas a nuestro registro. También que, como pronto vosotros mismos descubriréis, hay distintas puertas de entrada al círculo virtuoso que conforman y cada uno podréis decidir cuál es la vuestra.

Las dos primeras estrategias constituyen lo que para mí equivaldría a empezar por el principio. De hecho, me atrevería a afirmar que la primera –cultiva tu presencia– es condición sine qua non para abordar el proceso. Nada más importante en estos tiempos de derrumbes y oportunidades que actuar desde la presencia más luminosa a la que en cada momento podamos acceder. En un mundo tan complejo, que invita poderosamente a la ausencia, el mejor antídoto que conozco contra la sensación de enajenación es el cultivo deliberado del contacto con la «nave nodriza», con la parte de nosotros que contiene no solo las respuestas, sino sobre todo las preguntas verdaderamente relevantes. Solo así podremos elegir las respuestas haciendo uso de un cierto grado de libertad.

Ese «empezar por el principio» implica también identificar lo más pronto posible el hilo conductor de nuestra vida. Ese hilo conductor, causa, propósito –o sentido, si lo preferís– va mucho más allá de los objetivos y no tiene lado utilitarista, sino una fuerza mucho más parecida a la que confiere una misión. La única motivación verdaderamente poderosa para elegir estar despiertos en lugar de dejarnos llevar por la inercia o engrosar las abultadas filas del cinismo es justamente el amor a nuestras causas. Estar conectados a esa misión y dedicarle atención, tiempo y energía nos da la fuerza para navegar las tormentas, para seguir adelante a pesar de los obstáculos y para cultivar la paciencia estratégica cuando se hace necesaria. Este sentido de misión nos permite también comprender nuestro propio valor independientemente de la mirada de los demás y nos impulsa a acompañar a otros en el proceso para descubrir el suyo.

Los siguientes dos ingredientes tienen que ver con afinar el instrumento fundamental que tenemos para transformarnos y poder desde ahí transformar todo lo demás. Un proceso que comienza con expandir nuestra mente para poder desarrollar nuestros –escasos, aunque pensemos lo contrario– pensamientos propios y trascender nuestros casi todopoderosos programas, casi siempre inconscientes. De pensar –y no refreír– pensamientos surgidos de la presencia y de una mente poderosa, aguda, estratégica y flexible, que crezca con los desafíos y pueda comprender la globalidad, las partes y el todo, distinguir lo importante de lo accesorio y viajar en el tiempo. Una mente capaz de hacer simple lo complejo, de asociar conceptos aparentemente inconexos –a menudo provenientes de disciplinas dispares– y de movernos a obrar sin miedo y con generosidad. Una mente grande, centrada en la transformación y no en la gestión de lo trivial, y por ello incompatible con un ego excesivamente desarrollado.

Afinar el instrumento implica también aprender a cuidarnos para poder ofrecer a otros nuestra mejor versión… una tarea especialmente relevante para los que somos de propósitos amplios y agendas llenas, y fundamental para poder expresar nuestro potencial. Una tarea que empieza por trabajar en los hábitos más básicos: el famoso «Mens sana in corpore sano»21, que en su sentido original se refiere a la necesidad de mantener un espíritu –y no solo la mente– equilibrado en un cuerpo también equilibrado. Entre esos hábitos básicos están el sueño, el ejercicio físico, la alimentación, la gestión del estrés o la toma de conciencia de nuestros ciclos vitales y fisiológicos. A estos factores, que influyen de forma directa en nuestra química y en el equilibrio de nuestros neurotransmisores, les añadiremos además una serie de elementos que también tienen que ver con el cuidado, y que son fundamentales para mantener nuestros niveles de energía elevados, como son el cultivo de relaciones poderosas y de una mirada que nos permita sentirnos esponjados y esponjosos, y no precarizados. Descubriremos también que autocuidado y autocompasión son el alimento de la inspiración, y el sustrato que hace posibles los círculos virtuosos.

Una vez revisados los ingredientes propios de esas revoluciones privadas, pasaremos a descubrir los que tienen que ver con las revoluciones públicas, que nos permitirán expresar de forma más completa ese ser expandido en la relaciones, contextos y ecosistemas de los que formamos parte.

Comenzaremos por los dos que corresponden a actualizar versiones para poder liberar una reacción en cadena en nuestros entornos. El primero se refiere a lo que yo llamo «vivir en la influencia». El mundo necesita un liderazgo colectivo construido más allá de los límites de los liderazgos individuales que nos permita afrontar los retos de manera más consciente, abarcadora y estratégica. Un liderazgo que no pide permiso, ejercido por personas discernientes y necesariamente liberado de las cúpulas de las organizaciones y las sociedades, que ponga a trabajar nuestras fuentes de poder, por pequeñas que nos parezcan, para convertirlas en influencia y que no se constriña a la autoridad nominal o formal. La reflexión nos llevará a revisar juntos algunas distinciones clave en torno a los conceptos de poder e influencia, que tanto han evolucionado con los tiempos y las circunstancias, y que tan necesario es renovar para adaptarlos a estructuras líquidas, a los fenómenos sociales recientes y al creciente protagonismo de organizaciones y configuraciones poco «estructuradas». Descubriremos cómo transitar el camino del control a la influencia, un camino que requiere un cambio de herramientas y de paradigma muy difícil para muchos, y también la importancia de cultivar redes de relaciones más compactas o dispersas dependiendo de la extensión de mundo que nos apliquemos a cambiar.

La siguiente estrategia tiene que ver con algo fundamental para los tiempos que vienen: la necesidad de practicar un liderazgo generoso. El mundo necesita liderazgos ejercidos desde la valentía, la generosidad y el coraje. Liderazgos que inviertan en futuros mejores, en potencial, en oportunidades, en las personas y en sus fortalezas. Liderazgos de agenda grande, que aborden relaciones y proyectos con el objetivo de contribuir, y no midiendo continuamente qué pueden obtener en el proceso o llevando una rigurosa contabilidad destinada a asegurar que nunca dan más de lo que reciben. Solo esos liderazgos generosos transforman los futuros de equipos, organizaciones e instituciones, expanden territorios, desarrollan a otros, o imaginan mejores futuros en común en lugar de conformarse con futuros condicionados a las externalidades positivas de ciertas agendas individuales. Solo esos liderazgos pueden prescindir del reconocimiento ajeno (en sus múltiples formas y reencarnaciones) para actuar desde la conciencia y la libertad.

Terminaremos revisando las dos estrategias que tienen que ver con aplicarnos a transformar la realidad. La primera de ellas –«actúa de forma impecable»– se refiere a la necesidad, especialmente en los tiempos que corren, de hacer acopio de una voluntad y disciplina férreas para abordar las transformaciones con solidez y sin tomar atajos. Y de hacerlo desde una mezcla de flow (flujo, fluir) y grit (determinación), ambos factores críticos para lograr avanzar en defensa de nuestras causas. Los tiempos nos exigen mantenernos fieles a nuestra intención más pura, hacer lo máximo que podamos, cuidar los detalles y perseguir los mejores resultados de la forma más acertada –que no perfecta– a nuestro alcance, sin desconocer el componente de oportunidad, fundamental para el éxito, y sin caer en la inercia. Nos exigen también que emprendamos acciones que nos aseguren un mínimo consumo de energía para el máximo rendimiento, eliminando gestiones y patrones de comportamiento no esenciales o inconsistentes con quienes somos para poder enfrentarnos bien pertrechados a lo desconocido.

La última estrategia tiene que ver con descubrir y recordar que en el fondo todo es un juego. No tiene esto nada que ver con el cinismo que a veces adoptamos para poder seguir adelante con el corazón protegido. Se trata más bien de teñir la imagen que tenemos tanto de nosotros mismos como de los otros con grandes dosis de irreverencia, amabilidad, sentido del humor y compasión. De ponerle a nuestras vidas un poco de «mediterraneidad», conservando intactos al mismo tiempo un cierto candor y un compromiso firme con el mundo que nos rodea. De entender que en todos los sistemas y organizaciones existe un juego que se va volviendo más complicado a medida que vamos ascendiendo por la pirámide, un juego que tenemos que comprender y aprender a jugar, especialmente si pretendemos aportar algo a la agenda grande. Y de aceptar que, para poder transformarlo, debemos jugarlo limpiamente y sin perdernos en él en lugar de juzgarlo o desdeñarlo.

Como pronto descubriréis, cada una de estas dimensiones o estrategias incluye un contenido que podríamos denominar «teórico», en el que analizaremos y compartiremos referencias, modelos y aproximaciones tanto conceptuales como prácticas y que aparece tejido con historias de muchas de las personas a las que he tenido el privilegio de encontrarme en el camino. Cada capítulo incorpora además el perfil de una persona o grupo de personas que para mí representan esa dimensión, explicando su trayectoria, lo que simbolizan y qué pueden tener que aportarnos como referentes. Todas las dimensiones incluyen además herramientas concretas y una sección con preguntas que espero os sirvan para guiar vuestra reflexión y os permitan decidir acciones concretas a llevar a cabo en este momento de vuestras vidas, tanto en la esfera personal como en la profesional.

Mi experiencia me permite declarar que poner en marcha estas estrategias os hará la aventura de liderar –y de vivir– más placentera, plena y exitosa, así que me atrevo a animaros a intentarlo. Ojalá las historias que aparecen en estas páginas sean tan inspiradoras para vosotros como lo han sido para mí. Ojalá os sirvan también para construir un espacio donde vuestra propia sabiduría se pueda revelar. Y ojalá las compartáis con muchos «otros», porque los tiempos hacen más urgente que nunca crear y alimentar espacios de conversación y acción donde diseñar e impulsar lo que deseamos en lugar de quejarnos de lo que hay y de lo que vendrá. Este libro es al mismo tiempo mi estrategia para encontrarme con muchas otras personas «inoculadas» con quienes construir nuevos mañanas basados realmente en el futuro. Cuento con vosotros para promover esos espacios de encuentro. Nada puede merecernos más en este momento.

19 Kairós, el «tiempo de Dios». Ya hablamos de ello en el Prólogo.

20 Covey, Stephen R. (2011). «7 hábitos de la gente altamente efectiva». Paidós Ibérica. Sin duda uno de los mejores de libros de Management que se ha escrito, que resiste con fuerza el paso del tiempo.

21 Aparece en una cita latina que proviene de las Sátiras de Juvenal, del siglo II, la época del Imperio romano. Se refería a la necesidad de disponer de un espíritu –no solo la mente– y de un cuerpo equilibrados para poder orar.

Shine

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