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III. EL CEREBRO ES UNA ORQUESTA

Antes de la aparición del cerebro,

no había ni color ni sonido en el universo,

ni había sabores ni aromas y

probablemente pocas sensaciones

y nada de sentimientos ni emociones.

Antes de los cerebros,

el universo tampoco

conocía el dolor ni la ansiedad.

Roger Sperry

El funcionamiento del cerebro es tan complejo como las grandes ciudades del mundo, tan complicado como una computadora guiando nuestros pasos físicos y mentales. Este trabaja tras bambalinas cada vez que estás conviviendo con una persona o conversando con ella. Es tan preciso como una orquesta tocando la música más sublime.

Este libro no es está dirigido a los especialistas, es para la “gente como uno”, los que padecemos el dolor de haber sido víctimas de cualquier tipo de violencia o abuso. También a quienes nos descontrolamos y somos violentos. Éste no es un tratado de neurociencia, hay muchas otras maneras de explicar su funcionamiento. Usaré el modelo del cerebro triuno de Paul MacLean, reducido a lo más sencillo, por motivos didácticos y prácticos.

Los seres humanos tenemos tres cerebros en uno. Estas tres partes se desarrollan en diferentes momentos del ciclo de nuestra vida, por eso se dice que se crean de abajo hacia arriba. Es decir, la parte más antigua y primitiva del cerebro se desarrolla cuando estamos en el útero; el cerebro emocional se constituye en los primeros seis años de vida, y la corteza prefrontal es la última en desarrollarse.

El cerebro triuno hace referencia a las tres partes o cerebros especializados del ser humano.

Cerebro reptiliano

Es el antiguo cerebro animal. De hecho, los cocodrilos son considerados como los reptiles más listos e inteligentes. Se localiza justo encima del lugar dónde la médula espinal accede al cráneo. Es la parte más primitiva del ser humano. Las funciones controladas por el cerebro reptiliano son fundamentales, a pesar de que su importancia se olvida o queda un tanto relegada si nos ponemos a pensar en las funciones más avanzadas de nuestra mente, como el pensamiento abstracto.

Esta parte puede ayudarte a mantenerte vivo porque se relaciona a la supervivencia. Es el cerebro primario, rige los patrones de conducta. Controla los comportamientos instintivos y se centra en las actividades más básicas de la supervivencia:

 La agresividad

 La dominación

 La territorialidad

 Los rituales

El cerebro reptiliano está lleno de memorias ancestrales, controla las funciones autonómicas —respiración y latidos—, el equilibrio y el movimiento muscular. Sus respuestas son directas, reflejas e instintivas.

El cerebro emocional o límbico

El cerebro emocional o área límbica se encuentra situada justo encima del cerebro reptiliano, en el centro del Sistema Nervioso Central y comienza a desarrollarse desde el nacimiento del bebé.

El límbico es el centro de:

 Los sentimientos

 El placer

 Las emociones

 El apego

 La motivación.

Las emociones intensas activan el sistema límbico, concretamente el área de la amígdala. La amígdala es quién se encarga de avisarnos de los peligros —centro del miedo— y poner en marcha distintas respuestas:

 Nos pone en alerta

 Desencadena la cascada de hormonas del estrés

 Desencadena impulsos nerviosos.

El cerebro racional

La parte más joven de nuestro cerebro triuno es el cerebro racional, también conocido como Neo-Cortex. Es el centro del pensamiento, en simples palabras, es el ceo o director general. El cerebro racional se ocupa básicamente del mundo exterior. Su tarea es cumplir objetivos, gestionar tiempo y secuenciar acciones.

Ahí se alojan el hemisferio izquierdo y el derecho, que se comunican entre sí a través del cuerpo calloso. El hemisferio izquierdo es el dominante en la mayoría de los individuos. Parece ser que esta mitad es la más compleja, se relaciona con la capacidad verbal o lingüística, la comprensión del lenguaje y el habla. Además de la función verbal, tiene otras ocupaciones, como la capacidad de análisis, de hacer razonamientos lógicos, abstracciones, resolver problemas numéricos, aprender información teórica y hacer deducciones.

El hemisferio derecho se relaciona con la expresión no verbal. Está comprobado que en él se ubican la percepción u orientación espacial, la conducta emocional —facultad para expresar y captar emociones—, el control de los aspectos no verbales de la comunicación, la intuición, el reconocimiento y el recuerdo de caras, voces y melodías. El cerebro derecho piensa y recuerda en imágenes. Diversos estudios han demostrado que las personas cuyo hemisferio dominante es el derecho estudian, piensan, recuerdan y aprenden en imágenes, como si se tratara de una película sin sonido. Estas personas poseen una gran creatividad y una imaginación muy desarrollada.

Los seres humanos podemos tener un hemisferio más dominante que otro, pero como están conectados, conseguimos desarrollar el lado no predominante. Las personas con un cerebro muy desarrollado emplean ambos hemisferios de manera simultánea.

El cerebro racional nos diferencia del resto de los animales. Aquí se encuentra la corteza prefrontal. Es la encargada de la planificación, anticipación, percepción del tiempo y del contexto, inhibición de acciones inadecuadas y comprensión empática.

Los lóbulos frontales también forman parte del cerebro racional, equilibran el límite entre los impulsos y el comportamiento aceptable en una determinada situación. El buen funcionamiento de los lóbulos frontales es crucial para las siguientes funciones:

 Mantener relaciones armónicas con los demás

 Evitar hacer cosas que nos comprometan o dañen a los otros

 Regular nuestros impulsos: hambre, sexo o enojo.

Reptiles conectados o desenchufados

A estas alturas del capítulo tal vez te preguntes por qué tanta vuelta alrededor del cerebro, si vamos a abordar casos de violencia y abuso. Voy a usar al reptil, al cocodrilo interno, como metáfora.

Los seres humanos podemos vivir en armonía con nosotros mismos y con los demás, equilibrando el Neo-Cortex, donde se alojan ambos hemisferios; el sistema límbico, que rige nuestras emociones, y el reptil, nuestro cerebro primario, responsable de los patrones de conducta, las repeticiones, las costumbres ancestrales y los ritos.

También podemos estar desenchufados. Vivir en automático. Eso nos meterá en grandes problemas. Por ejemplo: a veces vemos a una persona muy feliz y de un momento a otro cambia y sobrerreacciona. Esto es a lo que llamo “modo cocodrilo desconectado”. La persona pierde el control de su conducta y no ubica de dónde viene su malestar.

Nuestro cerebro está diseñado para responder a las amenazas, ¡por sobrevivencia! Por ello, el “modo cocodrilo” también es útil y necesario. Pero ¡en “modo cocodrilo conectado”!

Muchas veces reaccionamos a algo como si fuera una amenaza, pero no lo es, y nos metemos en problemas. La realidad es percibida, en muchas ocasiones, distorsionada. El cocodrilo se distrae, tal vez por algún recuerdo asociado a un trauma o emoción del pasado.

Una persona violenta que está en modo cocodrilo desconectado, puede darte miedo, confundirte y desconcertarte. Si pones límites, pides ayuda o huyes, tu cocodrilo se conectó y actuarás para salvar tu vida, tu integridad física o mental. Tú cerebro estará bailando en equilibrio.

Esto nos es familiar a todos, a veces somos el agresor y otras la presa. La presa deberá acudir a su reptil interno para huir. Mientras tanto, el agresor necesita aprender a controlar sus impulsos. Hay casos donde falla el control de los impulsos, y eso está relacionado a alguna perturbación de la mente. La persona requiere de un medicamento y psicoterapia cognitiva conductual para funcionar mejor en el día a día.

En el caso de Luz y Rodolfo el cocodrilo no se conectó adecuadamente con el cerebro emocional y racional. En algún punto se cruzaron los cables. A ambos, el cocodrilo los tenía amagados del cuello. Más que un baile de Año Nuevo, fue un tango.

Alarmas internas

Pregúntate si puedes escuchar a tu cocodrilo para usarlo a tu favor o si él te tiene controlado a ti. En el caso de Luz y Rodolfo, ¿ubicas las señales de peligro? ¿Crees que se pudo evitar la muerte de Luz?

Desde niños nos enseñan a desconectarnos de nuestras sensaciones y necesidades. Por ejemplo: nos tapan cuándo mamá tiene frío, comemos cuando ella tiene hambre, nos dan un dulce cuando nos lastimamos, nos pasan un teléfono celular para tranquilizarnos, cuando quizá lo que necesitamos es un abrazo.

Hay cuatro indicadores básicos que te alertan:

1 Sensaciones corporales: Sudoración, estómago revuelto, dolor de cabeza o cuello, nausea, temblor, mandíbula apretada, tensión, corazón acelerado, dificultad para respirar, etcétera. Las sensaciones corporales son vitales, pues nos conectan con nuestros sentimientos y necesidades. ¡No las ignores! Del ciclo de la sensación, el sentimiento y la necesidad, se deriva nuestra respuesta y, por ende, nuestra conducta.

2 Indicadores del pensamiento: Confusión, dificultad para decidir, problemas para concentrarte o poner atención, olvidos, pensamientos obsesivos, etcétera.

3 Emociones: Frustración, incertidumbre, culpa constante, tristeza, cansancio, miedo, etcétera. Cuando estas emociones te sobrepasan, te dan la sensación de que debes arreglar algo urgentemente. Es verdad, lo necesitas.

4 Tomar o no tomar acción: ¿Procrastinas —dejas todo para mañana—, escapas de la situación, evitas, huyes, intentas arreglar las cosas, te congelas, discutes?

Estos cuatro puntos son una alarma muy útil, la puedes utilizar para darte cuenta si estás a punto de explotar violentamente o corres el peligro de ser atacada, de ser una víctima.

¡Usa tus alarmas! Tu cerebro es una orquesta.

En la boca del cocodrilo

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