Читать книгу Imaginarios sociales - Andrea Paola Buitrago Rojas - Страница 6

Introducción

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El común denominador de las ciencias sociales y humanas en las últimas décadas es la crisis, asegura el sociólogo Juan Luis Pintos de Cea; al respecto, afirma que las humanidades han fallado al intentar leer el entorno, porque este ha superado ampliamente todas aquellas dimensiones que se creían infranqueables. Han fallado también sus metadiscursos, “los grandes paradigmas de interpretación del mundo y de la sociedad”, sus teorías y sus prácticas que, irremediablemente, tienden al dogmatismo o al escepticismo.

Hacer lecturas desde conceptos y categorías que buscaban el ordenamiento simétrico y homogéneo del mundo fue el común denominador de todas las ciencias y disciplinas durante la modernidad, pero hoy, despuntando el siglo XXI, un siglo lleno de retos para los seres humanos, se está determinando lo ‘humanos’ que estaríamos dispuestos a ser en el futuro próximo y si sorteando las contingencias —para muchos incómodas— de la finitud y la muerte, nos atreveremos a enfrentar los cambios críticos e irreversibles del mundo natural y cultural, en los que por supuesto será indispensable hallar nuevos mecanismos y formas de relacionarnos con la alteridad, con lo otro, con lo nuevo. Y mientras todas las ciencias y disciplinas se estremecen ante las nuevas realidades, hay un vaciamiento sistemático del sentido de la vida individual, cuyo exponencial resultado se presiente en el universo de las relaciones sociales.

La tendencia inevitable a buscar responsables tal vez nos llevará a acusar a la globalización, a la tecnología, a los medios masivos de comunicación, a las redes sociales o a un sinfín de factores tanto sociales como tecnológicos de ser los principales generadores del estremecimiento global, del aturdimiento generalizado y de la pérdida de sentido social y político. Acusarlos de influir en la trivialización del conocimiento, en la construcción de la felicidad basada en la apariencia, en la dimisión del intelectual, en la construcción de lenguajes que exigen facilidad, trivialidad, globalidad y rapidez. Pero igual, si hiciéramos esto, estaríamos entrando en la lógica del contexto. Por ello, y lejos de señalar responsables, la tarea más digna de cada una de las ciencias y disciplinas que han cedido terreno, y que se han venido deshilvanando con la crisis, es retomar las preguntas esenciales, aquellas que nos han proveído de un campo antrópico, en qué reconocernos, para así reconstruir, al menos, archipiélagos de sentido. Estas preguntas esenciales, puestas en tal borde, si bien mantienen en su profundidad la incógnita del sentido, han de tener en cuenta el “cofre de Pandora” que hemos abierto, a lo largo de este devenir humano, lleno de evidencias, hallazgos, desciframientos, referencias y sobre todo experiencias de un camino juntos, en manada, como miembros de una sociedad hoy en crisis y estupefacta y sin embargo tan imberbe y expuesta como en los albores mismos de los tiempos en los que aún no se dominaba el mundo. Uno de esos campos de referencia, que abre la necesidad del retorno a las preguntas esenciales, es el de los imaginarios sociales, tema al que nos dedicamos en el presente libro.

Explorar el terreno de los imaginarios sociales obliga a la superación del ejercicio convencional de análisis y constatación teórica; por eso, más que plantear respuestas cerradas, se busca encontrar nuevos caminos para su estudio en contexto, para su crítica y su lectura desde tres diferentes descripciones de aplicación práctica. Dicho ejercicio nos pone frente a la pregunta por la forma de abordaje de la categoría y previo a su aplicación (si es posible hacerlo), es necesario comprender qué son los imaginarios sociales, así que comenzaremos por poner sobre la mesa el mapa de ruta que empleamos para adentrarnos en este tema tan amplio como fascinante.

El primer teórico que nos habla sobre el valor de los imaginarios sociales en todo proceso político y sociológico es Cornelius Castoriadis, en su obra La institución imaginaria de la sociedad publicada en 1975 por la editorial Tusquets; allí define los imaginarios como un conjunto de valores, formas, figuras e imágenes que se concretan en instituciones histórico-sociales. Bronislaw Baczko (1984), en su libro Los imaginarios sociales. Memorias y esperanzas colectivas, advierte el peligro de la intromisión del pensamiento hegemónico en el control de los imaginarios, amén de la intervención natural de los imaginarios sociales en todas las estructuras sociales. Charles Taylor (2004) también se ocupa de estudiar el fenómeno de las múltiples modernidades y cómo estas se construyen a partir de los imaginarios sociales en su reconocido texto Imaginarios sociales modernos.

Posteriormente, los estudios contemporáneos interdisciplinarios ampliaron el horizonte de comprensión de los imaginarios sociales al determinar los agentes que intervienen en la construcción de los imaginarios, así como su relación con otras disciplinas como el lenguaje, el arte, la antropología y la sociología, entre otras. A este pertenecen los estudios del sociólogo francés Michel Maffesoli (1993), que en su libro El conocimiento ordinario señala la relación que existe entre la utopía, la imaginación y las prácticas cotidianas como pilares esenciales en la construcción de los imaginarios sociales. En este mismo grupo, se encuentran los estudios del antropólogo francés Marc Augé, quien habla de la importancia de los espacios en la construcción de los imaginarios y de que el mejor vehículo de divulgación de los imaginarios sociales será el arte; a lo largo de su obra, se abre un amplio espectro en el que se relacionan los imaginarios con el lenguaje artístico y simbólico. También es de suma importancia mencionar los estudios de Gilbert Durand, Manuel Antonio Baeza y Néstor García Canclini quienes desde distintas perspectivas nos presentan lecturas novedosas de los imaginarios sociales en relación con el símbolo, la imaginación y el arte.

La amplitud del estudio sobre los imaginarios sociales también se evidencia en las diversas academias, asociaciones, grupos de investigación y facultades que se dedican a este, y entre los que se encuentran, solo por mencionar algunos, los centros de estudios sobre el imaginario en Argentina, Bélgica, Canadá, Brasil, España, Francia y Rumania1. Este recorrido por el amplio espectro de ideas y definiciones que sugiere el tema de los imaginarios sociales nos demuestra que dicho mapa de ruta que se busca para su estudio y aplicación práctica no puede obedecer a una síntesis de las fuentes, porque de estas apenas tenemos un pequeño fragmento del cual no podemos afirmar que sea el único o que nos revele respuestas cerradas y definitivas. Así, también en el presente libro, se rescatan diferentes miradas del universo amplio que abre el tema; de tal manera, observamos —más que coincidencias— diferencias enriquecedoras tanto en los marcos teóricos y referenciales, como en las rutas y metodologías de desarrollo sobre los imaginarios sociales.

Los imaginarios sociales son, antes que nada, prácticas; y al mismo tiempo son aparatos del lenguaje circunscritos y constituidos de símbolos y representaciones que nos son reconocibles y familiares. Los imaginarios sociales nos permiten reconocernos como miembros de una colectividad con la que compartimos valores morales, costumbres singulares, sueños colectivos, leyendas ancestrales, arrullos maternos, comida tibia y preparada, y hasta utopías, luchas comunes, cosmovisiones y heredades. Podrían considerarse como una suerte de pegamento cultural de una vida común, de una vida social, que se manifiesta a través de una psicología cultural y —siguiendo a C. G. Jung— de los arquetipos colectivos.

Continuando el curso de apropiación semántica de los imaginarios sociales, en el presente libro se estudian algunos de sus escenarios de manifestación, desde lo rural, lo urbano y lo digital, para así observar su diversidad y su incidencia en la vida política y las diferentes formas de organización social en Colombia y el mundo.

Ahora bien, los viajes y las aventuras cuyas tres rutas, todas distintas, emprendieron los investigadores de esta obra, desde el relato de sus “bitácoras, diarios y observaciones” abren una conversación, rica y rizomática, cuyo propósito central es presentar las experiencias de investigación, enriquecidas por un genuino acercamiento a la realidad, sobre los imaginarios sociales. Estos trabajos fueron el resultado de tres investigaciones independientes y autónomas que asumieron en común el tema de los imaginarios sociales en las humanidades, a fin de elaborar un ejercicio de investigación y reflexión multidisciplinar con ocasión del desarrollo de las Cátedras Magistrales durante el año 2019, estrategia pedagógica del Departamento de Humanidades y Formación Integral de la Universidad Santo Tomás que busca la difusión de la investigación en relación con el ejercicio docente. Es por ello que la obra se divide en tres partes:

a) La primera parte expone el estudio de los imaginarios sociales en lo rural desde los enfoques jurídico y antropológico, según los cuales pensar desde las ciencias humanas y sociales la práctica de la universalidad jurídica implica pensar diversos modos de vida, más allá de la forma de comprender la organización político-jurídica occidental. Así mismo, implica asumir desde el debate de la diversidad y del pluralismo jurídico otras formas de vivir la vida política y social en un escenario de derechos, en este caso específico, de los pueblos étnicos y de las distintas problemáticas que se asumen al momento de desarrollar un ejercicio de ponderación de derechos y de interés común. Se plantea el estudio de los derechos humanos en la aplicación práctica de los imaginarios sociales, de acuerdo con las variables propuestas por Charles Taylor y Cornelius Castoriadis, para así determinar las formas en las que se han construido las comunidades étnicas de Colombia, la Nación U’wa y las comunidades afro del Corregimiento N.° 8 de Buenaventura.

En esta navegación, se describen los modos en que operan el lenguaje, la imagen y la estética al momento de construir prácticas de resistencia que permitan ratificar formas de existencia subjetiva ante escenarios de universalización hegemónica del derecho y de imposición de la vida política, económica, ambiental y cultural; todo desde una afirmación jurídica del imaginario social de las sociedades modernas y contemporáneas en contraposición con los imaginarios sociales que se desarrollan a través de las prácticas sociales de las comunidades étnicas que no responden a una lógica ni moderna ni contemporánea. Aquí, el empoderamiento comunitario, a través de sus más profundas creencias, tradiciones y símbolos, juega un papel fundamental en todas las iniciativas de supervivencia y preservación, y en las economías restaurativas (como es caso del chontaduro), el arte, la música y la poesía, todo lo cual deja como fundamento aleccionador que la mejor manera de recuperarse de una masacre simbólica es la resistencia cultural y la resiliencia social.

b) La segunda parte muestra el desarrollo de una investigación sobre el estudio de los imaginarios sociales en lo urbano. Allí se ubica la importancia que tiene la imagen al momento de describir los procesos sociales y culturales, y cómo los medios de comunicación son escenarios que posibilitan la formación de la opinión pública, necesaria para la comprensión de la vida y la organización social. Además, se hace un análisis sobre el papel de la imagen y la imaginación en la construcción de las epistemologías sociales. El escenario simbólico de lo urbano permite ubicar los imaginarios sociales que construyen los habitantes de las ciudades en lugares públicos comunes desde los cuales se consolida la organización social y política.

La carrera Décima de la ciudad de Bogotá fue elegida para mostrar la aplicación que orienta la categoría de imaginarios sociales sobre esta vía, mediante la metodología del viaje a pie; se puso atención en la fuerte carga referente y significante que esta vía principal comprende para la gente de esta capital, al presentar los orígenes y las evoluciones de los imaginarios sociales, expresados en las prácticas sociales y cuya carga interrelacional y comunicante parece registrar, verificar y explicar la realidad con una huella narrativa de símbolos constituida por las violencias fundacionales, la precarización, el marginamiento y la exclusión que definieron después no solo el trazado vial y la forma física del centro, sino (aún y heredado) también un orden mental excluyente, prevenido, pero igual envolvente, popular y único para la ciudad. El lenguaje y la imagen cobran un sentido preponderante en la formación estética de la subjetividad en la ciudad, lo que posibilita orientar otra explicación de la forma como una sociedad se ha autoimaginado, autoinventado y autorrepresentado.

c) La tercera parte, lo digital, describe las nuevas formas en que se ha construido la subjetividad conforme a la transformación de la vida gestada por la cibernética y el desarrollo tecnológico, lo cual constituye un desvanecimiento de la categoría de lo humano y posibilita una comprensión de la sociedad como el resultado de la imaginación mediante las diversas posibilidades de información y comunicación. Las categorías de poshumanismo y transhumanismo son las que delimitan esta ruta de investigación, que se centra en rastrear el valor del imaginario social en las transformaciones tecnológicas que impulsan nuevas miradas de lo humano y de lo social, y emplea el lenguaje del cine para mostrar cuáles han sido las diferentes posturas estéticas y narrativas frente a un fenómeno que si bien hasta hace poco hubiera parecido un relato de ficción o fantástico, hoy se incrusta de manera indefectible en las prácticas sociales contemporáneas.

El compuesto variado e inédito de imaginarios sociales que, desde el universo tecnológico, el del hombre y su cuerpo todo combinándose hacia la inquietante categoría del poshumanismo, es un ineludible tema boyante en el universo intelectual y filosófico de la época. Rastrea referentes narrativos que son comunes a las últimas tres o cuatro generaciones, mencionando la aventura romántica (desde principios del siglo XIX) de Mary Shelley y su predicción fatal encarnada en el paradigmático Frankenstein, hasta considerar un universo influyente de asociaciones y símbolos poshumanistas en el mundo del cine en las últimas décadas.

Este libro ha tenido como objetivo la reflexión teórica y metodológica sobre los imaginarios sociales. El lector habrá llegado a este punto preguntándose por la manera en la que puede aplicar estos conocimientos en sus propios estudios o investigaciones. Es notorio que este no es un manual de investigación en ciencias sociales o humanas; este libro es una apertura hacia la complejidad y la posibilidad.

La apertura de la propuesta de este libro se constituye tanto por la lectura autónoma e independiente de la propuesta formulada por cada investigador, como por una lectura multidisciplinar sobre los diversos contextos de aplicación y análisis que se pueden encontrar en una sociedad, como la nuestra, en la que cohabitan, en constante heterotopía, muchas manifestaciones de los imaginarios sociales, algunos de ellos contrapuestos, otros yuxtapuestos o impuestos, quizás dialogantes o simplemente olvidados. En sí, los imaginarios sociales son aquí concebidos como un acto performativo del lenguaje, ya que promueven la acción a partir de la construcción de sentidos y de símbolos que se dan en las relaciones subjetivas que, a su vez, permiten la encarnación de lo real.

Las investigaciones teóricas expuestas en este libro presentan un panorama amplio del origen y las discusiones actuales sobre el concepto de imaginarios sociales, contemplando su naturaleza compleja e intersubjetiva. Este concepto, por su cercanía con las redes de sentido que se entretejen en la cultura, se alimenta de elementos sociales, políticos, lingüísticos e incluso ambientales. A partir de los imaginarios colectivos, se construye la realidad social dispuesta en la psique de sus integrantes.

En vista de lo anterior, es notable que los elementos que cada uno de los integrantes de este libro toma para orientar la investigación pertenecen al acopio colectivo de conocimiento de grupos específicos: los testimonios, en el caso de las comunidades del Corregimiento de San Marcos en Buenaventura y de la Nación U’wa (Cocuy, Boyacá); las imágenes y entrevistas, en el caso de la carrera Décima; y los discursos literarios y audiovisuales que representan el poshumanismo desde la ficción.

Hay algo que también debería tenerse en cuenta a la hora de pensar en los tres ejercicios dispuestos en este libro: los imaginarios sociales no responden a un tiempo definido, sino que son un ejercicio genealógico, pues es imposible rastrear con precisión su origen. La pregunta no está orientada hacia el qué sino hacia el por qué; de allí su complejidad y pertinencia en un mundo que crece vertiginosamente, incluso en contra de algunos imaginarios sociales.

Los trabajos investigativos en este libro muestran las tensiones existentes en el mundo real material, en el cual existen imaginarios sociales antihegemónicos. Es decir que los imaginarios sociales también son políticos y allí radica la importancia de su expresión en el mundo académico. Si observamos el caso del Corregimiento de San Marcos en Buenaventura y de la Nación U’wa, de la carrera Décima y del poshumanismo, notaremos que aun cuando existe una diferencia sustancial entre estos temas, todos tienen algo en común: enuncian una emergencia, algo sobre lo que hay que reflexionar para hacer del mundo un lugar más completo y democrático: reflexionan sobre el otro, sobre la subjetividad.

Por eso es tan importante aquí el reconocimiento de lo intersubjetivo ligado a la alteridad. ¿Quién es el otro?, ¿por qué le tenemos miedo?, ¿es un miedo racional o nace de un rechazo sistemático por una segregación racial, por un imaginario de ciudad, de riqueza y de pobreza, por la ilusión de otro que, al imitarnos, nos superará? La apuesta política de este trabajo se relaciona no solo con la revelación de qué es un imaginario social. Lo que permite este libro es la comprensión de un mundo otro, un mundo diverso en el que no haya imaginarios hegemónicos. En el que exista el diálogo interepistémico e intercultural.

Antes de iniciar la lectura de esta obra, es necesario decir que estos estudios de casos específicos ofrecen formas distintas de conjugar la teoría y la práctica en la investigación a partir de un concepto en común. Pero son muchas las discusiones que quedan abiertas al respecto y que deberán seguir siendo fuente de indagación tanto de sus autores como de la comunidad académica en general. Aun cuando reconocemos los imaginarios sociales y su necesidad práctica en el mundo material, es fundamental que se comprenda y se respete su diversidad; es por ello que se requieren nuevos valores que permitan una relación horizontal en medio de la diversidad. Sin embargo, lograr esto sin políticas públicas y cambios estructurales que soslayen las desigualdades sociales es casi imposible; el imaginario social que nace de la injusticia se refleja como resistencia y, a su vez, busca la transformación de su entorno, sin la cual es imposible su pervivencia en el mundo material.

Ya solo basta señalar la importancia de la investigación sobre los imaginarios sociales, que permite una relación directa entre el mundo real y la academia. Es necesario que el trabajo intelectual permita la comprensión y la transformación de la manera en la que se perciben y se asimilan las distintas subjetividades (humanas y no humanas) que coexisten en la sociedad. Dado que los imaginarios sociales son una construcción que tiene injerencia directa en la psique y en las narrativas que se plantean sobre las cosas, el hecho de que la academia movilice las voces que muchas veces son silenciadas en los espacios institucionales puede contribuir a la transformación; solo así se podrán fortalecer los espacios democráticos en los distintos escenarios aquí propuestos: lo rural y lo ancestral, lo urbano y lo moderno, y lo tecnológico y lo posmoderno.

Imaginarios sociales

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