Читать книгу La niñez mapuche - Andrea Szulc - Страница 7

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Introducción

Muchas veces, al mencionar mi tema de investigación a personas no pertenecientes al ámbito antropológico, he recibido como sonriente respuesta: “¡Ay, qué lindo!”. Una y otra vez me he preguntado por qué “qué lindo”. ¿Qué se imagina la gente cuando digo “niños mapuche1 del Neuquén”?

Por un lado, es claro que la idea de niño provoca este tipo de ternura. En el capítulo 1 analizaremos en qué consiste esa idea, cómo ha surgido esa mirada y cómo ha incidido sobre el abordaje antropológico de este campo. Por otro lado, a lo largo de estos años de trabajo me fui dando cuenta de que la imagen de estos niños en particular, “mapuche”, enternece a mis interlocutores aún más. Y es que la inocencia que el sentido común atribuye a los niños parece en ocasiones llegar a su máxima expresión en el caso de niños indígenas, imaginados como aún más naturales, ingenuos, puros y desvalidos que el resto, aislados en sus “ancestrales comunidades”, donde no conocen los beneficios ni los perjuicios de la vida moderna, con los bellísimos paisajes neuquinos como telón de fondo: la edulcorada imagen del niño mapuche que uno podría encontrar en un almanaque.

Pero, actualmente, muchos niños mapuche viven en las grandes ciudades de la región patagónica, que los registran sólo como chicos “morochitos”, potenciales delincuentes para el lombrosiano sentido común de este país, que cree descender de los barcos y que los califica entonces como extranjeros, “chilenos”. Algunos de ellos, que se hacen oír afirmando su identidad como mapuche, reclamando respeto a sus derechos, generan una especie de espanto, pues no pareciera ser propio de un niño –menos aún de un niño indígena– semejante insolencia. Otros, quienes tras haber crecido en el campo considerándose a sí mismos “fiscaleros”,2 se autorreconocen como mapuche y comienzan a “rechazar los símbolos patrios”, generan la misma desconfianza. La ternura entonces intenta posarse en los niños de las “viejas” comunidades, los “verdaderos” o “auténticos” indígenas; pero muchos de ellos tampoco son aquellos angelitos deseosos de atender con solemne respeto a los visitantes no mapuche; se portan mal, no cantan el himno con el volumen adecuado, roban de la dirección de la escuela una bolsa de caramelos, o simplemente retacean la sonrisa a quien con tan buenas intenciones los observa.

Ante estos niños mapuche, entonces, la sonrisa desaparece y en su lugar aparecen la extranjerización, la añoranza por la docilidad de antaño, la sospecha de oportunismo, la denuncia de su utilización política, o redoblados esfuerzos por hacer de ellos neuquinos o buenos cristianos, dignos “paisanos de Ceferino”.

De las representaciones de y sobre estos niños mapuche trata la obra que aquí comienza. A los otros, los de la postal, nunca los conocí.

El problema

En el departamento de Zapala, provincia del Neuquén, se viene desarrollando un interesante proceso de etnogénesis: la formación, a partir de pobladores anteriormente considerados “fiscaleros”, de diversas “comunidades mapuche”. Como parte de este proceso de comunalización (Brow 1990), en junio de 2000 se retomó una práctica que hacía dos generaciones no se realizaba, el katan kawiñ.3 Para participar de esta ceremonia de perforación del lóbulo a niñas prepúberes y púberes, se movilizaron familias de diversas comunidades mapuche de la zona, así como también de las ciudades de Zapala y Neuquén Capital. Esta práctica no constituye sólo un rito de pasaje –relacionado con cambios de lugar, estado, posición social o edad, sino que encarna un fuerte mensaje identitario: procura comunicar a las niñas quiénes son y quiénes serán.

Sin embargo, no es éste el único mensaje que se les transmite. En su vida cotidiana, niñas y niños mapuche de distintos contextos son interpelados por diversos actores y agencias sociales del “mundo de los adultos” –familiares, docentes, agentes sanitarios, autoridades indígenas, medios de comunicación– que jerarquizan, cada cual a su modo, algunos sentidos de pertenencia: el ser niños, varones o mujeres, mapuche, miembros de una u otra comunidad, católicos, evangélicos, habitantes de zonas rurales o urbanas, neuquinos, futuros ciudadanos o argentinos. Mostraremos en esta obra cómo estos procesos forman parte de las disputas por la hegemonía características de este contexto provincial, las cuales –como se planteará– se despliegan crecientemente en el campo de la niñez mapuche, en torno a las formas de definir, nombrar, cuidar, educar y ciudadanizar a los picikeche (“gente pequeña”).

Atenderemos asimismo a la dimensión subjetiva de estos procesos, indagando cómo los niños y las niñas van entonces transitando senderos preexistentes o haciendo camino al andar; caminos que se cruzan con otros, confluyen o se bifurcan, trazando encrucijadas identitarias ante las cuales cada quien va tomando su rumbo. En términos más académicos, estas diversas interpelaciones –que definen explícita o implícitamente distintas posiciones de sujeto– inscriben subjetividades múltiples en los niños interpelados, procurando que adhieran a distintos sentidos de pertenencia. No siendo ninguna de ellas ni esencial ni inmutable, en este libro analizo entonces cómo los propios niños las articulan, qué elementos jerarquizan, si y cómo intentan compatibilizar mensajes contradictorios, en qué direcciones sus autodefiniciones van cambiando a través de los distintos contextos cotidianos, así como la manera en que repercuten su experiencia rural o urbana y la perspectiva político-cultural de su entorno en estos procesos de articulación.

Sobre la base de una investigación etnográfica, esta obra se orienta por tanto a analizar los procesos de resignificación mediante los cuales los niños mapuche de la zona central y sur de la provincia del Neuquén otorgan sentido a sus experiencias cotidianas y a las interpelaciones generadas por diversas usinas y actores sociales, resignificaciones que los muestran como partícipes activos en la constante rearticulación de sus subjetividades.

La antropología ofrece un abordaje interesante para el tema que nos ocupa pues, en tanto ciencia social que investiga problemáticas sociales y culturales, se caracteriza por su marcada atención a la diversidad de la experiencia humana; porque si hay algo que caracteriza a los seres humanos es la plasticidad de su comportamiento, que da lugar a diversas formas de vida, distintas formas de obtención del sustento, de organización doméstica, social y política, distintos modos de entender y explicar el mundo, de relacionarse entre sí y con otros conjuntos sociales.

El hecho de que los niños humanos, a diferencia de otras especies, nazcan muy poco equipados para subsistir por sus propios medios crea un período en que dependen de la asistencia de otros. Pero esa atención no tiene una forma ni protagonistas predeterminados, sino que distintas sociedades han ido desarrollando formas diferentes de resolver esta cuestión, en el marco de su cultura, es decir, del modo en que cada sociedad produce su subsistencia, su modo de entender el mundo, sus concepciones acerca de la vida y la muerte, su concepto de “persona” y su modo de interpretar la niñez, lo cual es producto de la construcción sociocultural en el marco de procesos históricos. Asimismo, como ha señalado Alma Gottlieb (2000), la antropología ha visibilizado cómo, junto con las distintas maneras de definir la niñez en distintos contextos socioculturales, existen también diversas maneras de educar, entendiendo la educación en sentido amplio, como procesos que implican la producción de sujetos, es decir, procesos formativos, no necesariamente escolares, que serán entonces nuestro foco de interés a lo largo de esta obra.

Algunas especificaciones

La investigación aquí presentada parte de problematizar, desde una perspectiva antropológica, la naturalizada noción de sentido común –producto histórico de la modernidad– que cosifica a los niños al concebirlos como seres fuera de la historia y de la sociedad, incapaces de elaborar críticamente sus experiencias; una totalidad homogénea, cercana al “estado de naturaleza” y a la “esencia” de lo humano. Entre mis puntos de partida, entonces, se destacan dos premisas. Primero, la importancia de considerar a los niños sujetos sociales activos, posicionados y reflexivos, cuyas prácticas y representaciones merecen ser analizadas. Segundo, la necesidad de enmarcar sus modos de acción y agencia en las nociones de niñez que ponen en juego cotidianamente los diversos adultos con quienes se vinculan.

En consecuencia, se utilizará en esta obra el término “niñez” en lugar de “infancia”, tomando en cuenta la etimología de cada vocablo. Pues, según el Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico de Joan Corominas, mientras no existen significados precisos asociados al término “niño”4 –aunque se sabe que en la antigüedad el término designaba a personas mayores de lo que hoy entenderíamos por tal vocablo–,5 “infante” procede del latín infant, -tis, incapaz de hablar, “niño de mantillas” o niño pequeño, derivado de fari, “hablar”.6 Sería, por tanto, un contrasentido presentar una investigación antropológica en la cual se analizan las perspectivas expresadas por los niños mediante el término “infancia”, que justamente refiere a la incapacidad de hablar.

Vale aclarar asimismo que frecuentemente utilizaremos aquí el término “niños” como conjunto que abarca tanto a varones como mujeres, a pesar de conocer y acordar con que este uso –por el cual en castellano el término en masculino abarca y subsume al femenino– “no es ingenuo ni casual”, como bien señala Eva Giberti (1998: 6). Se trata, no obstante, del uso corriente en nuestra lengua que resulta más práctico que especificar en cada oportunidad que hablamos de “niños y niñas” o “niños/ as” o “niñ@s”, lo cual a nuestro entender sería además inadecuado, pues no siempre la variable de género requiere un primer plano.

Por otra parte, acordamos aquí con un enfoque no esencialista de las prácticas identitarias que reconoce su carácter socialmente construido, contradictorio y procesual. Encontramos sugerente la línea de análisis expresada en los trabajos de Chantal Mouffe (1987, 1988) y Stuart Hall (1986), que trabaja con el concepto de subjetividades en lugar del de “identidad”, abriendo una posible reformulación de la investigación sobre este tipo de procesos. Reconociendo las múltiples relaciones sociales en que está inscripto cada agente social –no sólo de producción, sino también de género, étnicas, nacionales, generacionales–, se procura atender cómo las posiciones subjetivas resultantes son diversamente construidas por diferentes discursos, y cómo cada quien va articulando sus subjetividades, de modo siempre precario, provisorio y contradictorio. Articular no es asimilar acríticamente identidades asignadas por otros, sino un proceso en el cual los diversos mandatos, significados, experiencias, intereses e identidades pueden ser vinculados, resignificados y reorganizados de múltiples formas (Grossberg, 1989).

La particularidad del trabajo aquí presentado consiste en la ampliación y la profundización de esa línea de análisis, al enfocar cómo operan los procesos de articulación de múltiples subjetividades en y por los niños, y cómo se relacionan dichos procesos con representaciones sociales en pugna sobre la niñez. Para ello, hemos atendido a las interacciones cotidianas de niños mapuche en diversos contextos –familiar, escolar, ceremonial, organizacional y de interacción entre pares, por ejemplo el trayecto cotidiano hacia la escuela– en los cuales son interpelados y definidos desde múltiples imaginarios en conflicto. Se analizan entonces tales apelaciones y la forma en que los niños las interpretan y rearticulan con el fin de desentrañar los sentidos mediante los cuales ellos mismos se (auto)definen.

Por último, procuraremos transmitir lo más clara y respetuosamente posible aquellos elementos de la cosmovisión mapuche involucrados en el tema que nos ocupa, siendo conscientes de que traducir muchas veces resulta problemático.

El texto

La obra está organizada en dos partes. En la primera, compuesta por dos capítulos, se exponen los fundamentos teóricos y metodológicos relativos a la discusión sobre la niñez en antropología, y se contextualiza específicamente la problemática que aquí abordamos. En el primer capítulo se discute de modo críticamente constructivo el fragmentario y asistemático conjunto de investigaciones antropológicas acerca de la niñez y se propone un abordaje antropológico para abordar este campo; se presenta también la estrategia metodológica implementada, haciendo foco en los desafíos del trabajo etnográfico con niños. A su vez, en el segundo capítulo, se contextualiza la problemática, presentando los contextos de observación seleccionados y las agencias interpeladoras que contemporáneamente operan en cada uno de ellos, brindando claves históricas para una adecuada apreciación de la profundidad de los mensajes allí relevados. El estudio aquí presentado se basa fundamentalmente en materiales etnográficos originales, relevados entre 2001 y 2012 en la zona centro y sur de la provincia del Neuquén.7 Teniendo en cuenta que en el caso mapuche más del 70% de la población reside en zonas urbanas, incluimos en el análisis datos correspondientes tanto a ámbitos rurales –articulados o no como comunidad– como a las ciudades de Junín de los Andes y Neuquén Capital, contexto este último en el cual se trabajó específicamente con población que integra organizaciones con filosofía y liderazgo mapuche (Briones, 1999).

Se propone de este modo una perspectiva “panorámica” –vista extensa de un horizonte– en lugar de focalizada en una única comunidad, ya que los “niños mapuche de la provincia del Neuquén” no conforman un conjunto homogéneo. Por el contrario, viven en contextos diferentes, con cotidianidades y trayectorias de vida distintos, de cuyas divergencias y confluencias pretende precisamente dar cuenta este trabajo.

En una segunda parte se analizan comparativamente los sentidos de pertenencia ofrecidos a los niños mapuche de esa provincia de estos diversos contextos y los procesos de rearticulación de sus subjetividades, centrándonos en aquellos aspectos en torno a los cuales se escenifican mayores disputas entre las distintas agencias y los actores sociales intervinientes: 1) ¿qué es un niño o una niña?; 2) ¿cómo formar a los picikeche?, y 3) definiendo identidades en clave religiosa.

En primer lugar, en el capítulo 3, se toman como eje central las dimensiones etaria y de género, analizando comparativamente las definiciones promovidas por diversos sectores. El capítulo se centra en el modo en que los diversos adultos e instituciones intentan imprimir en los niños mapuche subjetividades, a través no sólo de mensajes explícitos sino fundamentalmente de la prescripción de determinadas actividades que estructuran en gran medida su cotidianidad, y en las nociones que refieren los mismos niños.

En segundo lugar, nos detendremos en la conflictiva “formación” de los niños mapuche, analizando por un lado el proyecto educativo específico implementado por el gobierno provincial –en tanto muestra de las nociones hegemónicas– y por otro lado las prácticas formativas dirigidas a esta misma población por organizaciones con filosofía y liderazgo mapuche, definidas como “educación autónoma mapuche”, en los capítulos 4 y 5 respectivamente.

En tercer lugar, nos ocupamos de las prácticas y las representaciones en pugna en torno a los niños mapuche que operan a través de diversas producciones simbólicas en clave religiosa. A saber: 1) la articulación hegemónica entre el ser católico, neuquino, argentino y despolitizadamente mapuche promovida por la iglesia católica –marcando como contrapunto las divergencias que presentan las iglesias evangélicas que trabajan en la zona, a lo cual nos dedicamos en el capítulo 6, y 2) las disputas político-culturales desplegadas mediante ceremonias mapuche –en tanto instancias de comunicación con pu newen, las distintas fuerzas del cosmos– dirigidas a los niños –específicamente prácticas rituales de iniciación– que han sido revitalizadas en la provincia del Neuquén a partir de 2000 y que, contrariamente, presentan la pertenencia étnica como incompatible con adscripciones en términos religiosos, provinciales y nacionales, como se plantea en el séptimo capítulo de este libro. Por último, las páginas finales están dedicadas a las conclusiones elaboradas a partir del proceso de investigación en torno a los temas planteados y a los aportes que pueden representar para profundizar la compresión de la niñez y la diversidad sociocultural.

Cuando se remite a imágenes numeradas, el lector las encontrará en el pliego color.

El trabajo realizado revela que la noción de niñez configura un campo heterogéneo y conflictivo, en el cual se observan diferencias entre los diversos actores sociales, a la vez que ciertas confluencias. A su vez, ofrece una indagación crítica acerca de la agencia de los niños. De este modo, se intenta avanzar no sólo en la comprensión de los diversos procesos identitarios de estos niños indígenas, sino contribuir a la construcción teórico-metodológica de un abordaje antropológico de la niñez. Asimismo, a través de este análisis de las cuestiones sociales, culturales y políticas que no sólo atraviesan la niñez mapuche en la provincia del Neuquén, sino que la constituyen, procuramos aportar a los debates antropológicos en sentido amplio, evitando la conformación de un campo de investigación autónomo, erigido sobre una artificial disociación de los niños respecto de las diversas agencias y condicionamientos sociohistóricos en que viven.

1 En este libro utilizo el término “mapuche” no castellanizado; es decir, sin la “s” en el plural de la palabra.

2 Se denomina de ese modo a los pobladores rurales asentados en tierras fiscales.

3 Utilizo para los términos en mapuzugun, la lengua mapuche, letra cursiva y el grafemario Ragileo, adoptado por diversas organizaciones mapuche del Neuquén, excepto para el vocablo “mapuche”, cuya grafía en Ragileo es mapuce, y otros términos que finalizan con el sufijo che. Sí transcribo mapuce, con cursiva, al citar textualmente la documentación elaborada por las organizaciones con filosofía y liderazgo mapuche.

4 Desde el siglo XIII se encuentran documentos que utilizan este vocablo. Se trata de una voz común al castellano con el catalán (nin) y muchas hablas occitanas e italianas procedente de un tipo nînnus, de creación expresiva.

5 De este sustantivo se derivó “niñez” que aparece ya en la obra de Gonzalo de Berceo alrededor del año 1300.

6 El primer registro escrito de este vocablo en español lo tenemos en el poema del Mio Cid. La palabra “infancia” es un cultismo derivado de lo antes dicho, del latín infantia, “niñez”.

7 Evitamos aquí puntualizar la comunidad u organización de pertenencia de los adultos y niños mapuche, al igual que no indicaremos la comunidad en la que se desempeña cada docente, médico o agente sanitario, a fin de preservar su anonimato, porque de hacerlo devendrían fácilmente identificables para quienes integran su entorno. En ese mismo sentido, los nombres propios han sido modificados.

La niñez mapuche

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