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A la manera de una presentación

Andrew Graham-Yooll se ha embarcado, otra vez, en la elaboración de una nueva cronología histórica, complementaria de otras suyas. Aunque él lo niegue, y seguramente lo hará con todo convencimiento, lo volverá a hacer por la simple razón de que este tipo de trabajos constituye una suerte de adicción de la que no solo es difícil liberarse, sino que, como toda adicción, convierte a los que la padecen en permanentes reincidentes en potencia. Y así será hasta el final de sus días. Debemos regocijarnos por ello.

Existen dos clases de ordenamientos en el registro pormenorizado de los hechos históricos. Una clase es la de las Cronologías. La otra es la de las Efemérides. En tanto no se caiga en la manía de juzgar, señalada por el historiador francés, fusilado por los nazis en un campo de Lyon, Marc Bloch (1886-1944), en su breve, pero densa Introducción a la Historia (México, Fondo de Cultura Económica, 1952), las distintas denominaciones no deberían implicar una diferencia en la interpretación, ni en la valoración de la significación de los hechos históricos, sino una forma particular de enumerarlos. En este punto, no estará de más tratar de determinar cuál de ellas fue primero y señalar en qué consiste esa forma distinta de enumerar los sucesos históricos.

“Cronología” proviene de la voz “crónica”, del latín chrónicaorum, que significa “libros de cronología”, “crónicas”, plural neutro del adjetivo chronicus, “cronológico”, que se tomó del griego khronikós, derivado de khrónos, “tiempo”. “Crónica” es una voz acuñada hacia 1275 como Crónica General y que hacia 1705 aparece como Cronología.

“Efemérides” es un derivado de “efímero”, tomado del griego ephémeros, que solo dura un día, porque heméra significa día. La voz “efemérides” aparece hacia 1610 tomada del griego ephemerísídos, que significa “memorial diario”. Tiene el mismo origen la voz “hemeroteca”, voz compuesta, culta, formada por hemerológion, que significa “periódico”, “diario”, a su vez, voz compuesta de heméra y théke, que significa “depósito”.

Dentro del campo de la Cronología se encuentran las denominadas “Tablas cronológicas”, cuyas enumeraciones no se refieren a hechos históricos sino al ordenamiento cronológico de las diversas sucesiones de Papas, dinastías, reyes, virreyes, presidentes, etcétera. La voz “tabla” proviene del latín tabula, pieza de madera más larga que ancha, con lo que simboliza que es posible escribir sobre ella, de arriba hacia abajo, la enumeración de la sucesión de que se trate, colocando cada sucesor debajo del anterior. Así debe haber sido en el más remoto origen arqueológico de esas tablas, inscriptas sobre los materiales más diversos.

De acuerdo con la aparición de las voces, efemérides (1610) sería anterior a cronología (1705), según lo afirma el filólogo, romanista y lexicólogo barcelonés Joan Corominas (1905-1997) en su Breve diccionario etimológico de la lengua castellana (Madrid, Gredos, 1961).

Sin embargo, obran en nuestro poder las Tablas Chronológicas en que se contienen los sucesos eclesiásticos y seculares de España, África, Indias Orientales, y Occidentales, desde su principio, hasta el año 1642 de la reparación humana, compuestas por el sacerdote borgoñés Claudio Clemente (1597-1642) de la Compañía de Jesús, añadidas desde 1642 hasta 1689 por el licenciado valenciano Vicente Joseph Miguel (1670-1700) (Valencia, Imprenta de Jayme de Bordazar, 1689), lo que indica que, en este caso, la palabra “cronología” apareció dieciséis años antes que la citada por Corominas y, seguramente, habrá otras anteriores.

Sea como sea, la cronología, esto es, el ordenamiento de sucesos diarios siguiendo un orden cronológico, y la efemeridología, esto es, el ordenamiento de los sucesos ocurridos en un mismo día de distintos años, al final, a pesar de sus caracteres meramente enunciativos, han configurado un importante aporte para los estudios históricos, inclusive para hallar esas relaciones de causa y efecto que fijan un rumbo a los acontecimientos y marcan un sentido en la marcha del hombre como verdadero hacedor de la historia.

Por otra parte, hay Antiguas Cronologías y Cronologías Antiguas. Las primeras son cronologías elaboradas durante las primeras civilizaciones. Las segundas son cronologías referidas a la Edad Antigua, aunque elaboradas muchos años después. También hay Cronologías Medias, Modernas y hasta Contemporáneas. En el marco de las Antiguas Cronologías, no estará demás señalar, como curiosidad, que se encuentran las llamadas Cronologías imposibles, es decir las cronologías que se refieren a hechos históricos que, aunque anotadas minuciosamente a partir de muy antiguos registros arqueológicos, por ejemplo, las tablillas de Nippur, han sido de imposible comprobación, al menos con las herramientas históricas que están a nuestro alcance. Entre ellas se podrían señalar las registradas en los libros del historiador, astrónomo y sacerdote caldeo Beroso o Berosio o Berossus (siglo iii a. C), que abarcaron cientos de miles de años, y que están basadas en los archivos de los templos de Babilonia.

En la práctica argentina, las Efemérides fueron el punto de partida, debiéndose recordar, en primer lugar, los Fastos de la América española, serie mixta, entre cronológica y efemeridológica, del abogado y político porteño Miguel Navarro Viola (1830-1890), aparecida a partir del número 1 de La Revista de Buenos Aires (Buenos Aires, Imprenta de Mayo, 1863), que dirigía junto al abogado y escritor, también porteño, Vicente G. Quesada (1830-1913), y de la que hubo una reimpresión exacta realizada por la Biblioteca Americana en 1911. “Fasto” es voz que aparece en 1615 por la pluma de Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616), en El ingenioso hidalgo don Quixote de la Mancha (1605), más precisamente en la segunda parte El ingenioso caballero don Quixote de la Mancha (1615), tomada del latín fastus, que significa “día”, y que hacía referencia al día en que en la antigua Roma era lícito tratar negocios. El plural “fasti” significaba “calendario” y, también, los “anales” donde se registraban los hechos notables.

Luego, los trabajos pioneros del periodista, poeta, policía, impresor, librero y autor teatral Pedro Rivas (1825-1892). Como policía, a Rivas le tocó intervenir administrativamente en los casos de detención de Camila O ‘Gorman y de Juan Cuello. Pedro Rivas publicó Efemérides americanas. Desde el Descubrimiento de América hasta nuestros días (Rosario, Imprenta de El Comercio, 1879), que contenía 3074 efemérides en 761 páginas. En 1884 publicó la segunda edición, salida de los tórculos del Establecimiento tipo-litográfico de los sucesores de N. Ramírez L. Ca. Pasaje de Escudiller, Barcelona, corregida y ampliada hasta las 4000 efemérides y con 552 páginas. El mismo año extrajo de ella Lecturas históricas según el orden de las principales efemérides argentinas, para el uso diario de las Escuelas y concluyó el libro con un índice alfabético, impreso en papel de color, y con una tabla analítica de personas y hechos, también por orden alfabético, que publicó por la misma imprenta barcelonesa. Encabeza el libro una dedicatoria «Al señor teniente jeneral D. Julio A. Roca presidente de la república», fechada en Buenos Aires el 17 de julio de 1884.

Correspondería señalar como aporte a las series, aunque no específico, las obras del historiador yugoslavo Serafín Livacich (1870-1920), entre el Gloria Argentina: relación sintética, descriptiva y filosófica de la historia argentina de mayo de 1810 hasta la organización nacional (Buenos Aires, Arnaldo Moen y Hno., 1910), con 153 páginas. A la que cabría agregar Recordando el pasado (Buenos Aires, J. Peuser, 1910) de 520 páginas y Notas Históricas (Buenos Aires, sin mención de editorial, 1916), también de 520 páginas.

En 1960, con motivo del Sesquicentenario de la Revolución de Mayo, el Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires, entre otras obras de homenaje a la Revolución, dispuso (29-12-1960) la edición de Efemérides Argentinas (1492-1959), de Fermín Vicente Arenas Luque (1909-?). Ni la Comisión de Cultura, ni el Concejo Deliberante, entonces con mayoría radical, revisaron previamente la obra, de 735 páginas, y debido a que el autor no había seguido el consejo antes apuntado de Marc Bloch, pasó que al anotar el 6 de septiembre de 1930, Arenas Luque se refirió duramente al derrocado presidente Hipólito Yrigoyen (1852-1933) y laudatoriamente al jefe del Golpe, general José Félix Uriburu (1868-1932); ponderó un bando represivo del Gobierno de Facto y aseguró que había sido dictado para frenar a las hordas que saquearon la casa de Hipólito Yrigoyen, arrojaron por la ventana sus pobres muebles y arrastraron su busto por las calles, cuando era público y notorio que ese bando estaba dirigido a los militantes anarquistas, a quienes se les aplicaron duras sanciones, incluida la pena de muerte.

En alguna medida a las Cronologías y Efemérides les pasó lo que a las Biografías, durante mucho tiempo consideradas como subsidiarias de la Historia, sin comprender que solo se trataba de un género histórico distinto. Siempre se las ha visto con una mirada desjerarquizante, casi como una simple guía, sin tener en cuenta las tareas de búsqueda de la información y la labor que implica todo su procesamiento.

La confección de Cronologías y Efemérides es hoy una tarea muy simplificada con el uso de las computadoras, pero inicialmente era un engorroso sistema de fichas, que se llenaban a mano. La aparición de la máquina de escribir alivió un tanto ese trabajo penoso, casi carcelario, al que había que agregar el ordenamiento manual de las fichas, cronológico y alfabético, método con el que siguieron trabajando, hasta el fin de sus vidas, entre otros, el historiador Vicente Osvaldo Cútolo (1922-2005), que así produjo los siete tomos de su Nuevo diccionario biográfico argentino, con lo que queda claro que el sistema de tarjetas era el que también se utilizaba para la elaboración de los Diccionarios Biográficos.

Por su parte, Diego Abad de Santillán (1897-1983), cuyo verdadero nombre era Baudilio Sinesio García, líder del movimiento anarquista catalán, construyó su monumental Gran Enciclopedia Argentina (Buenos Aires, Ediar, 1957-1964), en nueve tomos, mediante un sistema manual de hojas cortadas en tamaño esquela, apaisadas, donde iba registrando todas las informaciones, las buscadas y las que caían en su poder: una ficha para cada palabra, una ficha para cada persona, una ficha para cada suceso. Conservo en mi archivo muchas de esas hojas de Santillán, algunas manuscritas, otras mecanografiadas y hasta con pegotes extraídos de alguna publicación periódica.

Era tanta la penuria de la labor que recuerdo la reflexión liberadora que le producía a Santillán el fallecimiento de algún personaje, habida cuenta que podía cerrar una ficha, esa ficha que, de ahí en más, solo se alteraría con el agregado de algún homenaje o de alguna mención bibliográfica.

Entre las cronologías argentinas más recientes e importantes se destacan las de Federico E. Trabucco y las de Manuel Vizoso Gorostiaga, a las que se agregó en 2006 una excelente cronología de Andrew Graham-Yooll.

Trabucco denominó a su cronología Guía índice de Historia Argentina. Antigua legislación y principales hechos (1800-1946) (Buenos Aires, Vimar, 1947) y le agregó documentos que hacen a la historia institucional argentina. La primera edición de su obra es del 8 de marzo de 1947.

Vizoso Gorostiaga, por su parte, denominó a su obra Diccionario y cronología histórica americana (Buenos Aires, Ayacucho, 1947) y su primera edición fue casi simultánea, el 25 de marzo de 1947, con prólogo de Ramón de Castro Estévez (1900-1976), destacado historiador de las comunicaciones postales argentinas. Vizoso Gorostiaga, que dedicó esta obra al general de brigada Juan Domingo Perón, por entonces presidente de la república, es autor, también, entre otras obras, de Camila O´Gorman y su época. La tragedia más dolorosa ocurrida durante el gobierno del “Restaurador de las Leyes” estudiada a base de documentación y con opiniones de sus contemporáneos (Santa Fe, edición del autor, 1943), cuestión en la que actuó, según hemos señalado, el periodista, policía y efemeridólogo Pedro Rivas.

Aunque lo importante es el contenido de esas obras, permítasenos señalar respecto de ellas que, en rigor de verdad, “guía”, viene de guiar, voz presuntamente de origen germano que aparece hacia el año 1200 en el anónimo Cantar de Mío Cid. Es posible que la voz más adecuada sea “guion”. En cuanto a “Diccionario”, voz acuñada hacia el año 1495, Diccionario Español-Latino (1492-1495) del humanista sevillano Antonio de Nebrija (1444-1522), deriva de “decir”, del latín dicere. En realidad, “diccionario” es un catálogo que contiene las voces de un idioma y su explicación o traducción a otro y lo que predomina no es lo cronológico sino lo alfabético. A nuestro juicio, en ambos casos, debió hablarse de Cronología, como definió al suyo Andrew Graham-Yooll, o de Efemeridología que eso es lo que contienen ambos libros.

Como hemos dicho, el trabajo del cronólogo y del efemeridólogo se convierte en una verdadera manía, casi en una adicción de difícil superación. Como nosotros padecemos de la misma “enfermedad”, que se manifiesta en el registro de datos y en la conservación de informaciones, bibliografías y hasta elementos museológicos de toda índole, siempre nos alegra la aparición de alguna cronología o efemeridología por parcial que ella sea, pues nos permite verificar y ampliar nuestros datos, aunque lleve hacia un futuro incierto la publicación de nuestros trabajos.

No hace mucho tiempo, Andrew Graham-Yooll dio a luz una voluminosa obra de 947 páginas titulada Tiempo de tragedias y esperanzas (Buenos Aires, Lumiere, 2006). Se trata de una cronología histórica que abarca desde septiembre de 1955 hasta diciembre de 2005, como aclara en su tapa: De Perón a Kirchner, al que Graham-Yooll agregó varios apéndices, indispensables para la mejor comprensión del período que trató y para una rápida devolución de la información requerida.

No es el momento de destacar las calidades de periodista y escritor de Andrew Graham-Yooll, ni de referirnos a su extensa e importante labor en ambas actividades que, seguramente, estarán resaltadas en la presentación editorial de este nuevo libro.

Cuando comentamos para la prensa aquella primera Cronología de Andrew Graham-Yooll dijimos “La obra de Manuel Vizoso Gorostiaga concluye con los primeros años del primer gobierno del general Perón, en 1946, de modo que, aunque encarada con criterios en alguna medida diferentes, la importante obra de Andrew Graham-Yooll resulta ser una suerte de continuación cronológica de la primera”. A lo que agregábamos: “Solo quedaría ausente del registro cronológico el período correspondiente a las dos primeras presidencias del general Perón (1946-1952 y 1952-1955)”, que ahora Graham-Yooll completa con similar maestría, agregándole también el período anterior, esto es, desde el nacimiento de la Argentina independiente y sus antecedentes.

Últimamente se han hecho muchos índices generales de diversas publicaciones argentinas que, aunque con objetivos distintos, contribuyen en alguna medida a la cronología histórico-literaria pero, a excepción de algunas ediciones cronológicas poco significativas, aunque siempre útiles, consideramos que las obras de Andrew Graham-Yooll están destinadas inexorablemente a ser hitos fundamentales de la cronología histórica argentina y obras de consulta inexcusables. A ello le sumamos que, una vez más, la obra de Andrew Graham-Yooll contribuye a poner la cuota necesaria de seriedad y responsabilidad en la información.

Nuestro amigo y compañero de la Mesa de Los Jueves, Andrew Graham-Yooll, alguna vez director del Buenos Aires Herald (1994-2007), dio a luz en 2006 esa ya mencionada voluminosa obra de 947 páginas titulada Tiempo de tragedias y esperanzas.

Andrew Graham-Yooll, destacado periodista argentino que, cuando ya cumplía sus primeros diez años en la redacción del Buenos Aires Herald (1965-1976), debió exiliarse entre los años 1976 y 1983, ha trabajado en The Daily Telegraph y The Guardian y dirigido las revistas South (1986-1989) e Index on Censorship (1989-1993) en Inglaterra, suma así una nueva e importante obra a sus anteriores publicaciones, entre ellas: El Inglés. Rosas visto por los británicos, La colonia olvidada, Memoria del miedo y Ocupación y reconquista (1806-1807).

–Víctor O. García Costa

Los días contados

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