Читать книгу Cuando la luz lo baña todo - Andrés Felipe Marín Montoya - Страница 15
CORAZONES LUJURIOSOS
ОглавлениеHe visto una hermosa mujer
que invita al hombre al placer.
Sus ojos son azules como el cielo,
alumbran la tierra como luceros,
su boca es roja como una manzana,
provoca el deseo de besarla.
Sus pechos son firmes y erectos,
como los de la diosa Venus.
Éstos llevan al hombre a vivir en un ensueño.
Sus piernas duras y torneadas,
como los macizos colombianos,
despiertan la lujuria,
en los corazones de cristal.
Ha llegado la noche,
mi cuarto se encuentra en penumbras,
la luna se ha escondido
dejando la ciudad pletórica de oscuridad.
Yo he tomado la posición de flor de loto
para salir de mi cuerpo y volar como un alcaraván,
la diosa duerme dulcemente,
Morfeo la tiene atrapada en el mundo de los sueños.
Yo la observo dormir,
pensamientos perversos revolotean en mi cabeza
como cuervos.
La animalidad desgarra mis entrañas,
los corazones de cristal palpitan lujuriosos,
mientras la contemplo como un ensueño toda la noche.
El aura toca la ventana,
el sol lascivo acaricia su cuerpo de diosa con sus rayos.
Sus luceros se han abierto
y me pierdo en la inmensidad de su firmamento.
Se ha levantado de su cama,
su cuerpo desnudo queda al descubierto.
Mi alma, mi pobre alma, se estremece
al ver una beldad frente a mi espíritu.
Ella regresa a la cama,
se acuesta boca arriba,
el sol altivo le da un ósculo de lujuria
al cuerpo desnudo de la muchacha.
En su rostro se dibuja una sonrisa de placer.
Se acaricia lentamente,
toca sus pechos suavemente,
desliza sus manos por su abdomen,
y toca sus piernas con un movimiento seductor.
De repente, el dios Zeus llega del Olimpo
para apreciar esta escena de ensueño.
Ella, complacida, continúa acariciando su cuerpo,
pletórica de concupiscencia.
Después de un tiempo
se acaricia el sexo,
y sus dedos juguetean inquietos.
El sol se paralizó de la emoción,
la luna celosa lo persigue por el espacio,
dejando la tierra en penumbras por un rato.
Juno con la sangre en el rostro por el enojo,
persigue a su esposo,
quien corre presuroso
a esconderse en el olimpo.
Yo permanezco allí quieto
mirando el espectáculo.
Un grito de placer sale de los labios de la mujer,
ha llegado a la cúpula del placer.