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CAPÍTULO 3 Voltear la mejilla en el contexto del Sermón del Monte
Оглавление“Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses”.—Mateo 5:38-42
Al igual que en el estudio anterior, los mandatos que aparecen en Mateo 5:38 al 42 pueden resultar fáciles o difíciles de entender. Todo depende de cuán literalmente uno quiera interpretar la lista de estos mandatos. La interpretación literal de este texto produce una gran consternación en nuestro espíritu. ¿Cómo puede alguien cumplir realmente estos mandatos tan radicales? Hasta parecieran irracionales, generando profunda confusión.
Sin embargo, la supuesta confusión se resuelve cuando interpretamos la lista de órdenes de Jesús de un modo hiperbólico, o sea, simbólico. En otras palabras, podemos hacer algo parecido a lo que hicimos en el capítulo anterior de este libro: En vez de interpretar ese texto al pie de la letra, busquemos su significado en aspectos que van más allá de sus mismas palabras.
Comencemos por considerar el contexto del capítulo 5 de Mateo. El propósito principal del discurso de Jesús era instruirnos contra el instinto humano de venganza. Sabemos esto por la introducción que hace Jesús a su discurso. Él dijo: “Oísteis que fue dicho a los antiguos: Ojo por ojo, y diente por diente”. Esta introducción es muy significativa, porque estas palabras forman parte de la ley mosaica referida al proceso legal del acto vengativo y retributivo (Éxo. 21:24). El contexto mosaico clarifica el marco de referencia desde el que Jesús está operando. Por lo tanto, esta es la razón por la que debemos ser sensatos a la hora de interpretar y aplicar estos mandatos de Jesús. Cada obligación debe entenderse dentro del marco de referencia del rencor y la venganza, según la legislación de Moisés y la enseñanza de Jesús respectivamente.
Ya explicado el marco de referencia de esta declaración de Jesús, analicemos ahora otras evidencias bíblicas del uso del lenguaje hiperbólico de Jesús en el Sermón del Monte.
1. No resistáis el mal. Si la frase se refiere a la tentación personal, y se interpreta literalmente, entraremos en conflicto con la oración modelo, donde Jesús dice: “líbranos del mal” (Mat. 6:13). En esta súplica, el Maestro no ruega que nos rindamos ante el mal. Al contrario. Esta frase de Jesús, “no resistáis el mal”, también entraría en conflicto con las palabras inspiradas del apóstol Santiago: “Resistid al diablo, y huirá de vosotros” (Sant. 4:7). En otras palabras, la única alternativa que nos queda es ver la frase como una hipérbole. Esta forma de interpretación armoniza con el resto de la Biblia.
2. Poner la otra mejilla. Si poner la otra mejilla fuera una regla cristiana a la que todos deberíamos atenernos, Jesús debió haber sido el primero en aplicarla a su vida. Pero no fue así. Nuestro Modelo moral no siempre se sometió al dominio de sus opresores. En más de una ocasión, Jesús rehusó “poner la otra mejilla” ante sus adversarios, más bien se defendió. En vez de someterse al abuso, lo vemos escapando de la violencia de los fariseos en diversas circunstancias. Consideremos este incidente narrado en San Juan: “Tomaron entonces piedras para arrojárselas; pero Jesús se escondió y salió del templo; y atravesando por en medio de ellos, se fue” (Juan 8:59; ver Juan 10:39, 40).
Otro ejemplo de defensa propia lo hallamos entre los seguidores de Jesús. Pablo eludió cuantas veces pudo el asedio de enemigos. Cuando lo buscaron para prenderlo y matarlo en Damasco, sus amigos lo bajaron por el muro de la ciudad dentro de una canasta (Hech. 9:25). Cuando los principales de los sacerdotes judíos se confabularon para emboscarlo y asesinarlo, Pablo apeló al César (Hech. 25:2-12), el equivalente en nuestros días de apelar a la Corte Suprema de los Estados Unidos.
3. Quitar la ropa y dejar la capa. Tomado literalmente, este mandato nos pondría en serias dificultades. Ante una situación que demandara esto, quedaríamos desnudos, y entraríamos en conflicto con los valores y los principios de la Biblia. La exposición pública de nuestro cuerpo no es una virtud bíblica; al contrario, la desnudez está asociada con la impudicia y la deshonra (ver Génesis 3:10; Mateo 25:36, 38; Marcos 14:51 y 52). El problema se complicaría aun más si pensáramos que el acto de desnudarnos sería una elección voluntaria y no una imposición, como sugeriría el texto leído literalmente.
4. Número de millas caminadas. Parecería que este mandato sí podría interpretarse en forma literal. Sin embargo, esta obligación es parte de una misma unidad retórica y literaria que, como ya vimos, solo puede interpretarse como una hipérbole. Y si todos los otros mandatos son interpretados simbólicamente, la lógica dice que este también debería ser interpretado del mismo modo.
5. No rehusar dar al que pide. Aparte del contexto de Mateo 5, hay evidencias bíblicas que indican que esta obligación tiene excepciones. Tomemos algunas situaciones en que se le pidió a Jesús que hiciera ciertas concesiones. La primera situación se presentó cuando los hermanos de Jesús le pidieron que fuera a Jerusalén a manifestarse como Mesías, pero él se rehusó (ver Juan 7:3 al 6). La segunda, cuando los fariseos le pidieron milagros para que demostrara su poder. Entonces también se rehusó a actuar dócilmente, más bien les contestó que ellos no verían otra señal más que la de Jonás (Mat. 12:39, 40). Por otra parte, tenemos la exhortación de Pablo a los tesalonicenses. El apóstol instruyó a los dirigentes de la iglesia que no ayudaran a personas que se decían cristianas para aprovecharse de la generosidad de los creyentes, y así no trabajar (2 Tes. 3:10-12).
En conclusión, la lección profunda que extraemos de estas palabras de Jesús en el Sermón del Monte es la siguiente: no nos conformemos con amar mínimamente. Amemos abundantemente a todos, incluso a nuestros enemigos. Demos el máximo, no el mínimo, de nosotros mismos. Seamos generosos y magnánimos cuando trabajamos por el bien de los demás. Manifestemos un amor especial, que da sin esperar nada a cambio. Este, en efecto, es el mensaje central del Sermón del Monte.
Para esclarecer más este tema, consulta Mateo 10:23: “Cuando os persigan en esta ciudad, huid a otra; porque de cierto os digo, que no acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel, antes que venga el Hijo del Hombre”. Este pasaje bíblico indica que no es sano que un cristiano se someta a abusos de forma innecesaria, y que es legítimo evitar la persecución y el sufrimiento hasta donde sea posible.