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CAPÍTULO 4 Aborrecer a padre y a madre

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“Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo”.—Lucas 14:26

El concepto de aborrecer a los padres es, tal vez, el más chocante y repul­sivo de todos los dichos de Jesús. Esta declaración, interpretada literal­mente, contradice la imagen tierna y amorosa de Jesús y su exhortación continua a sus discípulos para que se amaran los unos a los otros.

El cuadro se complica aun más cuando el texto parece inducirnos a que no cumplamos nuestro deber con nuestra familia, contradiciendo así la en­señanza del Maestro, quien cierta vez les reprochó a los fariseos el hecho de que deshonraban a sus padres para “servir a Dios” (ver Marcos 7:9 al 13). ¿Cómo puede Jesús, entonces, contradecirse súbita y repentinamente, y pe­dir a sus discípulos que aborrezcan a sus propios familiares a fin de seguirlo a él?

La aparente contradicción ocurre cuando leemos solo el versículo 26 y lo interpretamos literalmente. ¿Pero podemos leer tal repudio a la familia de otra manera? Sí, se puede. Debemos interpretar este refrán en forma hi­perbólica, tal y como se ha sugerido ya en los capítulos anteriores. El máximo ejemplo citable que justifica una comprensión tal de este texto se encuentra en Mateo 10:37. Si leemos este último versículo con cuidado, notaremos la diferencia de lenguaje entre Mateo y Lucas en rela­ción con este asunto. Mientras que la narración de Lucas choca por negati­va, y hasta abusiva, la narración de Mateo es más sutil y cariñosa: “El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí”.

¡El contraste es impresionante! El concepto de aborrecer a la familia para amar a Jesús no aparece en el Evangelio de Mateo. Lo que sí aparece es una diferenciación de grado entre nuestro amor a Jesús y a nuestros fami­liares, que no tiene nada que ver con odiar o aborrecer a nuestros padres. Según Mateo, una cosa no excluye la otra. De acuerdo a su narración, no es necesario dejar de amar a los familiares para amar a Jesús. No es necesario cumplir con el servicio a Dios a costa del amor a los padres. Tampoco es necesario aborrecer la vida propia para seguir a Jesús, según lo sugiere la lectura literal del texto de Lucas.

Esta dualidad de expresión no solo se encuentra entre Lucas y Mateo, sino también en otros escritos bíblicos. Por ejemplo, las distintas narracio­nes que aparecen en Génesis acerca de la relación de Jacob con Raquel y con Lea. En Génesis 29:30, Moisés dice que Jacob amó más a Raquel que a Lea. Sin embargo, más abajo, en el versículo 31, Moisés dice que Jacob menos­preció a Lea. Las dos narraciones no son contradictorias; son solo dos for­mas de expresión de una misma idea en el estilo del lenguaje semítico.

Otro ejemplo de dualidad textual bíblica se halla en el libro de Éxodo en relación con el endurecimiento de corazón del faraón de Egipto en el tiempo de Moisés. Éxodo 7:3; 9:12; 10:20, 27; y 14:4 presenta a Dios como el cau­sante del endurecimiento del faraón para que no dejara en libertad al pue­blo de Israel. Sin embargo, la narración cambia en Éxodo 7:13, 22 y 23; 8:15, 19 y 32; y 9:7 y 34. Según el segundo conjunto de pasajes, el faraón es quien endurece su propio corazón.

De la misma manera, podemos concluir que no existe contradicción al­guna entre las narraciones de Lucas y Mateo. Los autores bíblicos poseían expresiones alternativas que ellos mismos comprendían y que no les parecían conflictivas. La dualidad textual es parte integral del modo bíblico de co­municación.

Podemos agregar también la información que nos ofrecen las nuevas traducciones en español acerca de Lucas 14:26. Tomemos, por ejemplo, el texto según aparece en la versión Reina Valera Contemporánea: “Si alguno viene a mí, y no renuncia a su padre y a su madre, ni a su mujer y sus hijos, ni a sus hermanos y hermanas, y ni siquiera a su propia vida, no puede ser mi discípulo”. Y la versión La Palabra de Dios para todos lo rinde así: “Si alguien viene a mí pero pone en primer lugar a su papá, a su mamá, a su es­posa, a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, no puede ser mi seguidor”. También está la versión Dios habla hoy: “Si alguno viene a mí y no me ama más que a su padre, a su madre, a su esposa, a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, y aun más que a sí mismo, no puede ser mi discípulo”.

Como puedes notar, las traducciones nuevas en español toman en con­sideración el modo dual de la Biblia cuando traducen el texto de Lucas 14:26.

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