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INTRODUCCIÓN

Se oía el clamor de la multitud. Permanecíamos en lo alto de una larga rampa empinada que conducía al estadio. Manos impacientes aferraban las sillas de ruedas de algunos brigadistas internacionales, para guiarlos en su descenso al campo. habíamos atravesado pasadizos oscuros, como los futbolistas cuando hacen su entrada en la final de una competición, pero ni uno solo de los brigadistas estaba preparado para un recibimiento tan cálido, al salir a la luz del Palacio de los Deportes, en Madrid, donde se había organizado un concierto en su honor. Nos encontrábamos en España, con motivo de la semana de eventos conmemorativos del sexagésimo aniversario de la Guerra Civil Española. Para mí, el acontecimiento estaba marcado por la tristeza porque esperaba asistir con la mujer que había sido la inspiración primera de este estudio, Frida Stewart.[1] Ella hubiera querido volver porque la guerra española había sido de suma importancia en su vida, un catalizador de sus creencias políticas. había fallecido un mes antes, y me habían pedido que esparciera parte de sus cenizas en tierra española.

Para Patience Darton, que había sido enfermera de las brigadas durante la guerra, su primer regreso a España desde 1938 representaba mucho más que revivir una experiencia formativa de juventud. Al hombre a quien amaba, un brigadista internacional alemán, lo mataron en la batalla del Ebro. Ella había comenzado a hablar de aquello hacía poco tiempo, y la noche del concierto, al escuchar las canciones que había aprendido años atrás y la aclamación entusiasta del pueblo de Madrid, se alegró de haber vuelto. El día y la noche siguientes los pasé con Patience y su hijo en el hospital de la ciudad, le tomé la mano mientras ella caía en un estado de inconsciencia cada vez más profundo y, al final, en la muerte. Había viajado a España para comprender la importancia de su regreso histórico, pero también descubrí que el peso del simbolismo puede resultar gravoso para el corazón. Reconocer lo que de alegórico tenía su fallecimiento no alivió el dolor que sintieron aquellos que la habían conocido. hubo una percepción colectiva del subtexto que también se reflejó en el tono de las reseñas de prensa sobre su muerte Morir en Madrid, el título de uno de los documentales más famosos sobre la guerra española, que se convirtió en el titular de su necrológica. Sesenta años antes, los brigadistas estaban dispuestos a morir por la causa en la que creían y el círculo se cerraba con su regreso para recibir el homenaje que les ofrecía el pueblo español en señal de gratitud, y con la presencia de la muerte, una vez más.


0.1 Frida Stewart en sus últimos años.

Este estudio intenta comprender por qué la guerra española llegó a ser una parte importante en las experiencias vitales de tantas mujeres británicas, no sólo para aquellas que fueron a España, sino también para las miles de mujeres de Gran Bretaña comprometidas con la guerra de diferentes maneras.[2]¿Por qué se interesaron tanto por el conflicto de un país extranjero? ¿Qué formas activas adoptó aquel interés y cómo había influido en su vida ese recuerdo concreto del pasado?[3]


0.2 La fotografía de Patience Darton publicada por El Periódico, el 9 de noviembre de 1996, en «Morir en Madrid: La enfermera más querida del batallón británico fallece en su regreso a España».

La abundante bibliografía sobre la Guerra Civil Española ha tratado aspectos como la idiosincrasia española de las causas de la guerra –caracterizadas por ser exclusivas del caso español–; la historia política, militar y social de la guerra misma, y la participación internacional en el conflicto.[4] La guerra comenzó en julio de 1936, como resultado de un alzamiento fallido de la derecha contra el Gobierno republicano, la coalición del frente Popular, elegido a principios de aquel año.[5] Inicialmente, el pueblo derrotó la sublevación en las principales ciudades, incluidas Madrid y Barcelona, pero cuando el general Franco consiguió llevar a España al ejército de África a través del estrecho de Gibraltar, el golpe fracasado se convirtió en una guerra de desgaste que se prolongó hasta finales del mes de marzo de 1939.

Es preciso mencionar algunos aspectos del conflicto que son especialmente relevantes para el estudio. Antes de que se fundara la Segunda República, en 1931, imperaba en España un clima reaccionario. El extenso programa de reformas que la República había puesto en marcha era demasiado radical para algunos, pero demasiado moderado para los que ansiaban un cambio. Una de aquellas áreas de reformas fue la relativa al papel de las mujeres en la sociedad. El objetivo gubernamental de educar a las mujeres, aunque quizá sólo para garantizar que transmitieran los valores republicanos a sus hijos, fue combatido con furia por los que se identificaban con un ideal de mujer más típicamente tradicional y fascista como «el ángel del hogar», sometida a padres, maridos y hermanos.[6]


0.3 Carteles de Miliciana en Barcelona.

Durante los primeros meses de la guerra, estas diferencias fundamentales de actitud se reflejaban en el contraste entre las representaciones ideológicas y simbólicas de las mujeres. Mientras Franco se oponía a las fuerzas de la «anti-España», con el brazo incorrupto de Santa Teresa de Ávila a su lado y abundancia de iconografía religiosa de la Virgen y de las santas, la lucha del pueblo de la República contra el fascismo se expresaba con imágenes de mujeres y jóvenes armadas combatiendo al lado de los hombres.[7]Esta participación espontánea de las mujeres en los primeros días ayudó a evitar el triunfo inmediato del alzamiento militar. Después, en algunas zonas, se unieron a los hombres en el frente a medida que las líneas de combate retrocedían. Durante ese breve período, cuando los diferentes grupos milicianos formaban el núcleo de la resistencia organizada contra las tropas rebeldes, la miliciana se convirtió en un icono de la lucha contra el fascismo. La provocación que suponía la imagen de ese puñado de mujeres para el estereotipo tradicional de género no podía ser mayor. Vestidas con monos, la ropa de una pieza de los obreros, y con el fusil al hombro, aparecían en fotografías de prensa y en carteles, guiando a los hombres a la batalla. Aunque, hacia el mes de septiembre, los eslóganes ya habían cambiado a «hombres al frente de guerra, mujeres al frente del hogar».[8]El ardor militar, tan bien acogido en un primer momento, se menospreció, y aunque algunas milicianas protestaron por su retirada, hubo escasas críticas populares en su favor.[9]

Mientras tanto, en lo que llegó a denominarse la España nacionalista, las mujeres que apoyaban a Franco no cuestionaban de igual modo el concepto de subordinación a los hombres. Sin embargo, la guerra sí que supuso un avance hacia un papel más público de la mujer, a pesar de que la movilización se ciñó a los estrictos parámetros del nacional catolicismo. Pilar Primo de Rivera, al frente de la sección femenina del Partido fascista Español, manifestó en repetidas ocasiones que las mujeres debían limitarse a la esfera doméstica, y en una concentración en homenaje a franco, en mayo de 1939, proclamó que «la única misión que tienen asignada las mujeres en la tarea de la patria es el hogar». Es evidente que hay una profunda paradoja en el hecho de que una mujer que había alcanzado un papel tan destacado en un movimiento político pronunciara estas palabras en una multitudinaria concentración pública.[10] Además, la imagen tradicional de la domesticidad femenina que promovía contrastaba con la realidad de miles de mujeres jóvenes del Auxilio Social, que viajaban en camionetas distribuyendo alimentos detrás de las líneas del frente, en las zonas que se iban «liberando», lejos del ambiente doméstico. Pero para las mujeres que habían acogido con ilusión la posibilidad de igualdad en la educación y el trabajo que había propuesto la República, el victorioso avance de Franco anunciaba un período de restricciones severas y suprimió de golpe la visión fugaz de horizontes más amplios. Para miles de mujeres que lo habían combatido, la derrota supuso la pena de muerte, la prisión o años de exilio.[11]


0.4 Miliciana en Madrid.

En Gran Bretaña, la reacción a la guerra reflejó múltiples facetas de la política de mediados de los años treinta y dio forma a los asuntos más controvertidos. El Gobierno Nacional, una coalición conservadora que había llegado al poder en 1931, proporcionaba el grado de estabilidad que deseaba una parte sustancial de la población. Se mantenía una política de transigencia hacia Mussolini y hitler. Para evitar posibles enfrentamientos en el caso español, en agosto de 1936, Gran Bretaña apoyó la aplicación de un pacto de no intervención que rechazaba el derecho del Gobierno español a comprar armas según la legalidad internacional.[12] El Gobierno británico continuó con su política de inacción incluso cuando se encontró ante la intervención generalizada de Italia y Alemania en España, y mantuvo lo que llegó a considerarse una política de «paz a cualquier precio» con los dicta dores. ¿Reflejaba dicha política la actitud de la mayoría del pueblo británico respecto a España? Randolph ChurcHill se mostró rotundo al sentenciar que el punto de vista de la mayoría era de indiferencia, y afirmó: «Un grupo de católicos exaltados y de socialistas vehementes creen que esta guerra importa, pero, para el pueblo en general, sólo son un montón de “sudacas” que se matan entre ellos».[13]En cambio, las encuestas no confirmaron su valoración. En enero de 1937, por ejemplo, cuando se preguntó a los ciudadanos si estarían a favor de reconocer a la Junta de Franco como Gobierno español legítimo, sólo el 6% de los encuestados no expresó opinión alguna, y, del resto, el 86% se declaró contra la propuesta.[14]

El pueblo británico se implicó en la guerra de España a muchos niveles, pero la muestra de apoyo a la República más enérgica y activa la dio la participación en las Brigadas Internacionales. Incluso antes de que la Internacional Comunista iniciara el reclutamiento para las brigadas, los voluntarios llegaban a España de todas las partes del mundo, algunos ya eran refugiados que habían combatido el nazismo y el fascismo en sus países respectivos. Unos 2.400 voluntarios de las Brigadas eran británicos, quizá la mitad eran miembros del Partido Comunista. Al contrario de lo que cuenta la mitología popular, la mayoría no eran escritores e intelectuales, ni tampoco abundaban los parados que sólo pretendían escapar del desaliento de las colas del paro, ni judíos militantes en lucha contra el antisemitismo.[15] Su origen era diverso, aunque muchos eran de clase trabajadora y, junto con los de otros países, compartían el convencimiento de la importancia vital de combatir el fascismo. Las brigadas desempeñaron un papel decisivo en la batalla por defender Madrid y después combatieron en muchas otras campañas, hasta que las retiraron de la acción el mes de octubre de 1938.[16]Sin embargo, dado que las Brigadas fueron una pequeña parte del ejército republicano, su contribución reside en el efecto formidable que tuvieron en la moral, como símbolo de solidaridad internacional, más que en su influencia militar, exclusivamente.

Los historiadores de la guerra española han llevado a cabo una ingente investigación de las relaciones diplomáticas y económicas entre España y Gran Bretaña, y de la opinión política británica, sobre todo la del Partido Laborista y los sindicatos.[17]Aun así, los historiadores del período de entreguerras no suelen hacer mención de la respuesta del pueblo británico a la guerra española, destacable sobre todo por el gran alcance de las campañas de Aid Spain (Auxilio a España) en apoyo al pueblo de la República. Aunque en algunos estudios se muestran ciertos aspectos de las campañas, el único libro que se centra específicamente en ese tema es The Signal Was Spain: The Aid Spain Movement in Britain 1936-39, de Jim Fyrth.[18] Además de la información sobre la organización de grupos nacionales y locales, el libro ofrece datos del trabajo realizado por numerosas personas. La investigación revela enseguida la extensa participación de las mujeres en las campañas. Observó que muchas de las figuras destacadas fueron mujeres

y que éstas, junto con las que fueron a España con los servicios médicos y de asistencia y otras que formaron parte de los comités locales, dirigieron hogares infantiles y organizaron recolectas de alimentos, habían quedado «ocultas incluso para la historia feminista».[19]Para comenzar a rectificar esta situación, el mismo autor fue coeditor, junto con Rally Alexander, de Women’s Voices from the Spanish Civil War, una colección de fragmentos de memorias, cartas y transcripciones de entrevistas.[20]En cualquier caso, es necesario profundizar en el análisis con el fin de entender la participación de las mujeres en un fenómeno que se ha ignorado en gran medida, quizá olvidado por el impacto en la memoria popular de la Segunda Guerra Mundial, que vino inmediatamente después, o marginado debido a las dificultades para valorar un movimiento unido más en espíritu que como fuerza cohesionada en lo político.

En cierto sentido, el presente estudio abre un abanico muy amplio. Las mujeres que se presentan aquí provenían de diversos ambientes, y representan distintos matices del espectro político, no sólo de izquierda a derecha, sino también según el grado de compromiso, desde las activistas políticas apasionadas a las que tenían prioridades distintas, como las cuáqueras. Ya se han realizado estudios más profundos sobre el papel de las mujeres en el seno de las organizaciones políticas en la década de los treinta, pero existe en la actualidad la conciencia de que es necesario ampliar la descripción de la participación política para incluir las áreas en que las mujeres son típicamente más activas.[21]Por tanto, este estudio conecta con otras investigaciones en esas áreas de alta participación de las mujeres, por ejemplo, grupos locales y comunitarios, proyectos de autoayuda, protestas, movimientos reformistas y revoluciones.[22]No sólo se ha demostrado que la descripción de la participación política debe ser más exhaustiva, también se defiende un replanteamiento a fondo. La división tradicional entre lo que es una respuesta «política», en oposición a una respuesta «moral», ha conducido con frecuencia a interpretaciones poco convincentes sobre el alcance del compromiso de las mujeres en política.[23]¿Por qué, por poner un ejemplo, se considera la guerra una actividad «política» y, en cambio, el rechazo a la guerra se define como una cuestión de «principio moral»?[24] Estas definiciones fueron, en sí mismas, reflexiones desde una óptica política específica. En cuanto a una definición más amplia, podría considerarse que muchas de las mujeres que aparecen en esta investigación tenían intereses profundamente políticos, y las características distintivas de dicha implicación forman un tema recurrente a lo largo de los capítulos. El capítulo 1 pretende entender las influencias que inspiraron la participación de las mujeres. El capítulo 2 se ocupa de las que trabajaron en las numerosas campañas en Gran Bretaña, y el capítulo 3, de aquellas que lo hicieron en España, sobre todo en equipos sanitarios y organizaciones humanitarias. El capítulo 4 analiza la comunicación de las opiniones y sentimientos respecto a la guerra que las mujeres mantuvieron con otros grupos. El capítulo 5 se centra en la repercusión de la guerra, tanto en las vidas como en los recuerdos de este grupo de mujeres. El capítulo 6 evalúa lo aprendido en este trabajo y anticipa futuras áreas de investigación.

La decisión de centrarlo en las mujeres se tomó tras una profunda reflexión, y no adoptar un enfoque claramente de «género». El empleo del género como mecanismo para el análisis histórico en cierta manera sigue siendo problemático, aunque la investigación dedicada a estos temas ha sido decisiva para comprender mejor el papel de hombres y mujeres en la guerra.[25]Pero reconocer la importancia de los estudios de género en un contexto histórico no elude la necesidad de analizar el papel de las mujeres en áreas que hasta ahora se han pasado por alto o ignorado. Este estudio pretende colocar a las mujeres en el cuadro histórico de la respuesta británica a la guerra de España y, al tiempo, plantear la oportunidad de investigar, al menos, algunas de las formas en las que el género se relaciona con este tema. Quizá se llegará a ese momento cuando un análisis histórico regenerado incluya a las mujeres, pero es poco probable que dicho objetivo se alcance en breve. Mientras tanto, como ya han señalado otros, no se puede perder de vista el objetivo de «dar la voz» a las experiencias del pasado de las mujeres, porque «hacerlo sería aceptar que el conocimiento científico se estructura de manera que sus epistemologías sistemáticamente marginan o excluyen a las mujeres».[26] Entender el pasado con más profundidad y amplitud se puede lograr mediante el aprovechamiento creativo de fuentes diversas y una combinación de metodologías, cada una de las cuales puede ofrecer perspectivas diferentes. A las técnicas para el análisis en el campo de la historia se suman la sociología, la crítica literaria, las artes visuales, los estudios de los medios de comunicación y la psicología. Todo el material relativo a la participación de las mujeres en la Guerra Civil Española ha sido de gran valor para este trabajo, no únicamente los archivos tradicionales, como las actas de las reuniones de comité, sino también la literatura y la poesía, cuadros y fotografías, y diferentes formas de narraciones orales y escritas. Las fuentes siempre tienen limitaciones intrínsecas y se pueden cuestionar algunos aspectos de su validez, pero los debates más intensos han tenido lugar en el campo de la historia oral. Este estudio recurre, de manera significativa, a un número considerable de entrevistas, y hace un uso exhaustivo de los testimonios personales, tales como autobiografías y memorias.[27]Dada la importancia de este tipo de testimonios en el presente estudio, en el apéndice II se apuntan algunas cuestiones que surgen con referencia a su utilización, junto con un resumen del contexto en el que se llevaron a cabo las entrevistas, durante el desarrollo de la investigación.

Al centrarse en testimonios personales, el presente estudio se alinea con los que incluyen el factor «emocional» en el análisis histórico. Otros han observado que el feminismo y la historia oral convergían en el desarrollo de la metodología y la interpretación, y que «ambos reconocían de inmediato los sentimientos personales como un punto importante de la investigación...».[28]

En la búsqueda de la objetividad, con frecuencia se han pasado por alto las emociones al escribir la historia, pero aquí ocupan su lugar como un aspecto importante de la vida de estas mujeres.

Uno de los objetivos fundamentales de este trabajo es transmitir una percepción de las personalidades de estas mujeres como individuos. Los perfiles se incluyen para familiarizar al lector con algunas de las mujeres que aparecen con frecuencia en estas páginas. [29] Más que resumir sus palabras, se ha recurrido a las citas tanto como ha sido posible, con el convencimiento de que la personalidad se transmitiría mejor, hasta cierto punto, a través del estilo narrativo. Entre los historiadores se generaliza la idea de que los relatos personales van dirigidos a un «público», y que se establece una interacción significativa entre público y narrador. En vista de ello, existe ahora, en las investigaciones de historia oral, la tendencia a incluir información sobre los que han realizado las entrevistas.[30]Los historiadores pueden decidir que, dado que la objetividad total es una meta imposible, es preferible reconocer la importancia de su papel en toda su dimensión. En general, ya se admite la propuesta de que la intersubjetividad reemplace al mito de la objetividad en la historia. La historia no nos llega sin intermediario, y los historiadores, más que ser meros realistas, son en efecto creadores de mitos.[31]

Al escribir sobre estas mujeres y sobre los acontecimientos en los que yo también participé, como el regreso de los brigadistas a España, con el que he comenzado el capítulo, me he visto colaborando, inevitablemente, en el proceso de dar forma a los recuerdos del pasado. Como historiadora, tomo parte en el proceso de creación de mitos, no inventando falsedades, sino seleccionando algunos detalles y descartando otros, a fin de producir una narración de experiencias pasadas. Lo que los historiadores han definido como mitologización, o dar forma de leyenda a sucesos del pasado, se ha convertido en materia de estudio.[32] hay pocas leyendas que proporcionen un contexto apropiado en el que analizar a las mujeres que se presentan en esta investigación, pero, al compartir sus recuerdos entre ellas y con el público en general, estas mujeres hicieron una contribución importante a la «memoria colectiva» de la guerra.[33]

«Cuando las personas se reúnen para recordar –escriben Jay Winter y Emmanuel Sivan– entran en un terreno que trasciende la memoria individual».[34] El acto de «reunir los pedazos del pasado y unirlos en público» puede iniciar un proceso de lo que han denominado evocación colectiva.[35] En los numerosos actos de conmemoración de la guerra, al descubrir los monumentos, en las concentraciones, en las conferencias y en la documentación, investigamos «la intersección de los recuerdos privados, familiares y colectivos».[36] Si tenemos en cuenta no sólo el papel de las mujeres británicas durante la Guerra Civil Española, sino también de qué manera recordaban la guerra, este libro se incluye en el campo de los estudios de rememoración. Los capítulos que siguen no pretenden comprender únicamente el compromiso de estas mujeres con la guerra de otro país, también pueden contribuir, en parte, al modo en que se las recordará en el futuro.

[1] Para mantener la coherencia, cuando me refiero a las mujeres de este estudio, normalmente cito el apellido que tenían en la época de la guerra. En los perfiles y, cuando es necesario, en las notas, también cito el nombre de casada o el nombre que tenían antes de la guerra, por ejemplo, Frida Stewart (Knight, de casada),Patience o Edney (Darton, de soltera).

[2] Esta investigación sólo incluye a mujeres de Gran Bretaña, y no de otros lugares del Imperio británico. Entre los estudios sobre mujeres australianas, por ejemplo, hay un libro de Judith Keene basado en los diarios de Agnes hodgson, Last Mile to Huesca: An Australian Nurse in the Spanish Civil War, New South Wales University Press, 1988.

[3] La intención de este estudio no era examinar la actitud del común de las mujeres británicas respecto a la guerra española, incluyendo una muestra representativa del pueblo en general. La investigación se centra en las mujeres y en los temas relacionados con su participación, no con su ausencia.

[4] Se encuentran ejemplos en la bibliografía y en el ensayo bibliográfico de Paul Preston en A Concise History of the Spanish Civil War, fontana Press, Londres, 1996, pp. 229-245. No hay que pasar por alto dos estudios anteriores, en concreto: Gerald Brenan, The Spanish Labyrinth, Cambridge University Press, 1990, publicado primeramente en 1943; y una historia oral de Ronald fraser, Blood of Spain: The Experience of Civil War 1936-1939, Penguin, harmondsworth, Inglaterra, 1981, publicada primeramente por Allen Lane, 1979.

[5] La Segunda República se había fundado en 1931. El programa de reformas iniciado los dos primeros años se interrumpió con la victoria de la derecha, en 1933. La victoria de la coalición de izquierdas, en febrero de 1936, aunque por un estrecho margen de votos, se tradujo en una mayoría sustancial en los escaños de las Cortes.

[6] Ver Helen Graham, «The failure of Democratic Modernity 1931-39», Spanish Cultural Studies Reader: The Struggle for Modernity, Oxford University Press, 1995.

[7] Para más información sobre iconografía femenina en la guerra, ver frances Lannon, «Women and Images of Women in the Spanish Civil War», Transactions of the Royal Historical Society, 1991, pp. 213-228, y Carolina Brothers, War and Photography: A Cultural History, Routledge, Londres, 1997, pp. 76-98. Se pueden encontrar fotografías y carteles con milicianas en Las mujeres en la guerra civil, un libro presentado por el Ministerio de Cultura, conjuntamente con una exposición del mismo nombre, en 1989, en Salamanca.

[8] Igual que en Gran Bretaña durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial, las mujeres de la República ocuparon puestos de trabajo en transportes y en la industria pesada, como por ejemplo, en la fabricación del armamento, tan necesario.

[9] Ver Mary Nash, Defying Male Civilization: Women in the Spanish Civil War, Arden Press, Colorado, 1995, pp. 110-116.

[10] Lannon, «Women and Images of Women in the Spanish Civil War», p. 225.

[11] Ver Shirley Mangini, Memories of Resistance: Women’s Voices from the Spanish Civil War, Yale University Press, New haven y Londres, 1995.

[12] La no intervención, y también las razones para su puesta en marcha, las analiza Gerald howson en Arms for Spain: The Untold Story of the Spanish Civil War, John Murray, Londres, 1998, capítulos 6 y 16.

[13] Randolph ChurcHill a Arnold Lunn, Spanish Rehearsal, Londres, 1937, p. 43. Citado en Tom Buchanan, «“A Far Away Country of Which We Know Nothing”?: Perceptions of Spain and its Civil War in Britain 1931-39», Twentieth Century British History 1, vol. 4, 1993, p. 23.

[14] La encuesta de febrero de 1938 planteaba la pregunta un tanto tendenciosa: «¿Está a favor de represalias directas contra la piratería de franco?». De los que expresaron una opinión (en este caso, el 32% no lo hicieron), el 78% contestó que sí, y el 22% que no. En marzo de 1938, de los encuestados, el 7% mostró simpatía por Franco y el 57% por la República, el resto no contestó. Gallup International Public Opinion Polls: Great Britain 1937-1975, vol. 1, 1937-64, George h. Gallup (ed.), Random house, Nueva York, 1976. En otra encuesta publicada en el News Chronicle, el 25 de enero de 1939, el 72% apoyaba a la República y el 9% apoyaba a franco, la opinión del resto no consta.

[15] Richard Baxell llevó a cabo una investigación sobre la composición social y política de los voluntarios británicos, que formaron parte de un total de cuarenta a sesenta mil voluntarios de todo el mundo que se unieron a las Brigadas Internacionales, en el curso de la guerra. Ver Richard Baxell, British Volunteers in the Spanish Civil War: The British Battalion in the International Brigades, 1936-39, Warren & Pell Publishing, Pontypool, 2007. Publicado primeramente por Routledge/Cañada Blanch Studies on Contemporary Spain, Londres, 2004. K. W. Watkins afirma que entre una octava y un cuarta parte eran desempleados y que el 3% eran judíos, aunque existen indicios de que un 10%, como mínimo, sería una cifra más aproximada. Britain Divided: The Effect of the Spanish Civil War on British Political Opinion, Thomas Nelson & Sons, Londres, 1963, p. 168.

[16] El Gobierno republicano decidió la retirada de las Brigadas Internacionales antes del final de la batalla del Ebro, con la esperanza de que aquello cambiara la actitud de los poderes occidentales respecto a la intervención.

[17] Ver, por ejemplo, Enrique Moradiellos, La Perfidia de Albión: El Gobierno británico y la guerra civil española, Siglo XXI editores S. A., Madrid, 1996; Watkins, Britain Divided; T. Buchanan, The Spanish Civil War and the British Labour Movement, Cambridge University Press, 1991; «Divided Loyalties: The Impact of the Spanish Civil War on Britain’s Civil Service Trade Unions, 1936-39», Historical Research 65 (156), 1992, pp. 90-107.

[18] Jim Fyrth, The Signal Was Spain: The Aid Spain Movement in Britain, 1936-39, Lawrence & Wishart, Londres, 1986. hywel francis incluía un capítulo sobre el tema en Spanish Aid in Wales in Miners Against Fascism: Wales and the Spanish Civil War, Lawrence & Wishart, Londres, 1984. Entre los artículos, el de Michael Alpert, «humanitarianism and Politics in the British Response to the Spanish Civil War», European History Quarterly (4) vol. 14, octubre, 1984, pp. 423-439.

[19] Fyrth, The Signal Was Spain, op. cit., p. 23.

[20] Jim Fyrth y Sally Alexander (eds.), Women’s Voices from the Spanish Civil War, Lawrence & Wishart, Londres, 1991.

[21] Ver, por ejemplo, Sue Bruley, Leninism, Stalinism and the Women’s Movement in Britain 1920-1939, Garland, Londres & Nueva York, 1986; Pamela Graves, Labour Women: Women in British Working-Class Politics 1918-1939, Cambridge University Press, 1994.

[22] Vicky Randall, Women and Politics, Macmillan, Londres, 1982, pp. 40-47.

[23] Janet Siltanen y Michelle Stanworth (eds.), Women and the Public Sphere, hutchinson, Londres, 1984.

[24] Susan Bourque y Jean Grossholtz, «Politics an unnatural practice: political science looks at female participation», en Siltanen y Stanworth, Women and the Public Sphere, op. cit., p. 118.

[25] Cuestiones que Joan W. Scott trata en «Gender: A Useful Category of Historical Analysis», Gender and the Politics of History, Columbia University Press, 1988, pp. 33-41. Entre los estudios de cuestiones de género y guerra citamos: Margaret Randolph Higonnet y Jane Jenson (eds.), Behind the Lines: Gender and the Two World Wars, Yale University Press, New Haven & Londres, 1987; Joanna Bourke, Dismembering the Male: Men’s Bodies, Britain, and the Great War, Londres & Chicago, 1996; Penny Summerfield, Reconstructing Women’s Wartime Lives, Manchester University Press, 1998.

[26] Selma Leydesdorff, Luisa Passerini y Paul Thompson, International Yearbook of Oral History and Life Stories: Gender and Memory, vol. IV, Oxford University Press, 1996, pp. 6-7.

[27] Se grabaron dieciocho entrevistas como parte de la investigación para este trabajo, también sirvieron de fuente cincuenta y nueve entrevistas grabadas con anterioridad por otras personas. Ver «fuentes y Bibliografía» para más información.

[28] Leydesdorff et al., Gender and Memory, op. cit., p. 5. Un estudio digno de reseñar sobre las emociones es An Intimate History of Killing: Face-to-face Killing in Twentieth-Century Warfare, Granta, Londres, 2000, primera edición 1999, donde Joanna Bourke presenta la gama de emociones, desde la alegría a la culpa angustiosa, que hombres y mujeres experimentan cuando participan en «matanzas legales», en período de guerra.

[29] Véase apéndice I.

[30] Summerfield, Reconstructing Women’s Wartime Lives, op. cit., pp. 21-22.

[31] Ver la discusión de las teorías de hayden White, de Metahistory, Baltimore, 1973, en Leydesdorff et al., Gender and Memory, p. 12.

[32] Por ejemplo, Alistair Thomson utilizó el testimonio oral «para poner en duda y analizar una leyenda que proporcionaba a muchos de los entrevistados un refugio seguro», más que como autoafirmación pública de sus vidas. Anzac Memories: Living with the Legend, Oxford University Press, 1994, p. 237.

[33] Se ha optado por la palabra leyenda en el resto de este estudio porque quizá tiene un significado ligeramente menos ambiguo que mito, cuya definición todavía vacila entre la tonta ilusión y la verdad superior. El legado narrativo de mito se ha descrito como «alineado con lo oral inferior, en oposición a la tradición escrita superior», una asociación que también ha influido en la valoración de su fiabilidad. Marina Warner, «Myth», The Independent, 30 de agosto de 1996.

[34] Jay Winter y Emmanuel Siven (eds.), War and Remembrance in the Twentieth Century, Cambridge University Press, 1999, p. 6.

[35] Ibíd., p. 6.

[36] Ibíd., p. 9.

Las mujeres británicas y la Guerra Civil española

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