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Un principal ‘para qué’

Este libro tiene un principal para qué: poder aliviar la aflicción de cualquier persona que haya sufrido la pérdida de lo que más quiere en este mundo. Si puede lograr esto, habrá cumplido su cometido. No pretendo nada más.

Sólo aliviar. ¿Aliviar?, me preguntaréis con el máximo asombro, ¡Qué pretensión! Si lo que más cuesta en los momentos después de la pérdida es obtener alivio, ya que lo único que puede aliviarnos es el retorno de la persona que se ha ido. Lo sé…, pero tengo algo a mi favor, tengo tiempo, muchísima paciencia, y estaré aquí, con todas mis buenas intenciones, cuando me necesitéis.

Y sé que no es una tarea fácil, sé que en los primeros momentos del duelo y aun después, el sentimiento de pérdida no es aliviable… hasta que queramos. Pero esto sólo viene después de mucho llanto, después de mucha tristeza y después de expresar y expresar el dolor que no parece remitir… nunca.

También sé que en un momento determinado, en un futuro impredecible (no hay un tiempo específico), el dolor dejará de ser tan insoportable y permitirá que algunas palabras con buenos sentimientos lo aplaquen. Y sé que el periodo de duelo es único para cada persona y posiblemente el peor y no comparable al duelo de cualquier otro ser.

Necesitamos entender lo que nos está pasando, necesitamos que nos ratifiquen que no nos estamos volviendo locos y que esta desesperación en la que estamos sumidos es transitoria, que en un futuro, por muy remoto que parezca, habrá alivio.

Este libro ofrece la posibilidad de identificaros con lo que os está pasando. Podréis sentir a través de él, vuestra ira, miedo, tristeza, culpa, y ver reflejados estos sentimientos para daros cuenta que lo que estáis viviendo es muy normal y que no os estáis volviendo locos.

Os invito a ignorar cualquier apartado del libro que no resuene en vuestro interior y que no os ofrezca una comprensión de vuestro proceso. El duelo es altamente complejo y personal, donde se viven etapas muy puntuales y sentimientos que están acordes con el momento presente. Intento reflejar todos los posibles momentos y variaciones, y es muy natural que no os veáis reflejados en todos. Como digo siempre en mis charlas y talleres, podéis dejar todo lo que no os va a ser de ayuda en la primera papelera que tengáis a mano.

El dolor de los que hemos perdido a un ser querido es incomparable, intransferible y, aunque intentemos expresarlo de todas las formas posibles, siempre nos quedaremos con la sensación de que las palabras no llegan ni bastan. Y en realidad es así: una simple expresión verbal jamás tendrá la profundidad de todos nuestros sentimientos; tendríamos que inventarnos palabras nuevas para esa situación totalmente nueva que nos está desgarrando por dentro.

Por mucho que hayan pasado días, que pa-recen una eternidad, meses, años, nunca encontraremos las frases necesarias para expresar lo que realmente significó esa pérdida en nuestras vidas, lo mal que lo pasamos y lo mucho que aún echamos de menos a esa persona. Por mucho que haya remitido el dolor y tengamos una nueva vida, que hayamos superado el sufrimiento inicial, jamás podremos expresar de verdad la profundidad de una experiencia que nos dejó al otro lado de nuestra vida.

No existe manera de prepararnos para la pérdida de un ser querido, excepto si hemos vivido a esa persona como sentimos que tenía-mos que haberla vivido. Cuando el hueco dejado por la ausencia necesita rellenarse, lo que finalmente ocupará los vacíos que parecen flotar alrededor de nosotros son todas las vivencias buenas que hemos compartido a lo largo de su, para nosotros, siempre corta vida aquí.

Hace ya bastante tiempo que logré un cambio en mi manera de ver las cosas que transformó mi forma de reaccionar ante los acontecimientos de mi vida. Siempre me había preguntado ¿por qué? Pregunta que me desconsolaba ya que tenía que identificar las razones por las que yo merecía semejante castigo. Obviamente, vivía los problemas y las “malas” fortunas como castigos de pasadas actuacio-nes, o pensamientos, o sentimientos que se habían producido en algún momento de mi extenso pasado, y no como sucesos que podían hacerme crecer un poco más. Este cambio de la interpretación puede darse cuando sustituimos el ¿por qué? con un ¿para qué? Simplemente haciendo esto nos liberaremos de un pasado en el que no hacíamos las cosas tan bien como las hacemos ahora, al mismo tiempo que nos abre a un presente más capaz y a un futuro que puede ganar en calidad y amplitud si superamos esa dificultad en la que nos encontramos. Con un simple ¿para qué? podemos aprovechar lo que está ocurriendo para ampliar un poco más nuestras capacidades y herramientas.

También espero que este libro os ayude a ver su para qué en vuestras vidas y así poco a poco entréis en esta pregunta altamente enriquecedora que parece abrir ventanas allá donde había muros antes.

Déjame llorar. 7ª ed

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