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7 Usar la Oración de la Serenidad
ОглавлениеEn miles de salas de A.A., en multitud de idiomas, se ve puesta en la pared la siguiente invocación:
Dios, concédeme la serenidad para aceptar
las cosas que no puedo cambiar,
el valor para cambiar las cosas que puedo
y la sabiduría para reconocer la diferencia.
No se originó en A.A. Parece que desde hace ya siglos varias religiones la han utilizado en diversas versiones, y hoy día es de uso bastante generalizado dentro y fuera de la Comunidad. Sea cual sea nuestra religión, ya seamos humanistas, agnósticos o ateos, la mayoría de nosotros hemos encontrado en estas palabras una maravillosa guía para lograr, mantener y disfrutar la sobriedad. Ya sea que la consideremos como una auténtica plegaria a Dios o la simple expresión de un ferviente deseo, nos ofrece una receta sencilla para una vida emocional sana.
A la cabeza de nuestra lista de “cosas que no podemos cambiar” hemos puesto nuestro alcoholismo. Ya sabemos que, hagamos lo que hagamos, no vamos a despertarnos mañana transformados en personas no alcohólicas — de la misma manera que no vamos a ser diez años más jóvenes ni doce centímetros más altos.
No podíamos cambiar nuestro alcoholismo. Pero no nos dijimos mansamente, “Bueno, soy alcohólico. Supongo que tendré que beber hasta la muerte”. Había algo que sí podíamos cambiar. No teníamos que ser alcohólicos borrachos. Podíamos llegar a ser alcohólicos sobrios. Esto nos exigía un gran valor. Y además tuvimos que experimentar aquel ramalazo de sabiduría para poder ver que era posible cambiar, que podríamos hacerlo.
Para nosotros eso no fue sino el primer y más obvio uso de la Oración de la Serenidad. Cuanto más alejados nos encontramos del último trago, tanto más bellas y más repletas de significado nos parecen estas pocas líneas. Podemos aplicarlas a situaciones cotidianas, las mismas de las que solíamos huir para escondernos en la botella.
A modo de ejemplo: “Odio este trabajo. ¿Tengo que seguir haciéndolo o puedo dejarlo?” Entra en juego un poco de sabiduría: “Bueno, si lo dejo ahora puede que las próximas semanas o meses sean difíciles, pero si tengo las suficientes agallas para aguantarlo [el valor para cambiar] creo que acabaré en mejor situación”.
O tal vez la respuesta sea: “Seamos realistas: este no es el momento oportuno para buscar un nuevo trabajo; tengo una familia que mantener. Además, aquí estoy con sólo seis semanas sobrio, y mis amigos de A.A. me dicen que es preferible no hacer ningún cambio drástico en mi vida en este momento; mejor concentrarme en no tomar ese primer trago y esperar a tener la cabeza en orden. Bien, ahora mismo no puedo cambiar de trabajo. Pero tal vez pueda cambiar mi propia actitud. Vamos a ver: ¿Cómo puedo aprender a aceptar el trabajo serenamente?”
Al ver la oración por primera vez, la palabra “serenidad” nos pareció una meta imposible de lograr. De hecho, si la serenidad significaba apatía, resignación amarga o resistencia impasible, no la queríamos tener como meta. Pero llegamos a darnos cuenta de que “serenidad” no significaba tal cosa. Cuando la experimentamos ahora es como un simple reconocimiento: una forma lúcida y realista de ver el mundo, acompañada de una fortaleza y una paz interior. La serenidad es como un giroscopio que nos hace posible mantener nuestro equilibrio sean cuales sean las turbulencias que haya a nuestro alrededor. Y éste es un estado de ánimo que merece la pena intentar lograr.