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Introducción

Vivimos en un mundo cada vez más hostil a la fe cristiana y, en general, a cualquier tipo de religiosidad. Esta desafección por todo lo religioso viene fomentada sobre todo por intelectuales ateos que culpabilizan a los creyentes de casi todos los males existentes en la sociedad, mezclando comportamientos de fanáticos violentos pertenecientes a las diversas creencias para justificar así la supuesta peligrosidad inherente a toda religión. Desde luego, el ateísmo y la beligerancia antirreligiosa ha existido siempre, pero hoy se manifiesta quizás con más virulencia que nunca. Esto puede comprobarse en manifestaciones como las del periodista ateo, Christopher Hitchens –recientemente fallecido– quien escribió en su libro, Dios no es bueno, estas frases: “Mientras escribo estas palabras, y mientras usted las lee, las personas de fe planean cada una a su modo destruirnos a usted y a mí y destruir todas las magníficas realizaciones humanas que he mencionado y que han costado tanto esfuerzo. La religión lo emponzoña todo1. La conclusión final a que suelen conducir todos estos argumentos es que la religión es mala, mientras que el ateísmo y el agnosticismo serían las actitudes correctas, inteligentes y moralmente responsables.

Los libros que pregonan semejantes ideas contrarias a las distintas creencias humanas y, por supuesto, a la existencia de Dios, suelen convertirse pronto en éxitos de ventas. Cuando los jóvenes acceden a las universidades, muchos de sus profesores les repiten tales argumentos y los emplean para ridiculizar a los creyentes. Incluso algunos retan públicamente a quienes manifiestan su creencia en Dios y les aseguran que al finalizar el curso, todos terminarán siendo incrédulos. Tales actitudes se están dando hoy en muchos centros docentes del mundo occidental. El resultado es que numerosos muchachos y muchachas, que supuestamente tuvieron una educación cristiana, acaban perdiendo la fe y abandonando sus respectivas iglesias.

Tal situación debe hacer reflexionar al pueblo de Dios, sobre todo a los líderes y responsables principales, a los maestros y pastores, así como a los profesores de jóvenes, para que se pregunten, ¿en qué hemos fracasado? ¿Qué fundamentos teológicos y racionales hemos inculcado a las jóvenes generaciones? ¿Por qué abandonan sus creencias cristianas? ¿Cómo es que no saben dar razón de su fe? ¿Acaso se haya insistido demasiado en los sentimientos y poco en los argumentos o la reflexión espiritual? ¿Cómo podemos revertir esta realidad?

La razón principal del presente libro que acabo de escribir, La evidencia de Dios, es precisamente esta. Responder a cuestiones fundamentales del cristianismo con la intención de proporcionar herramientas apologéticas útiles, no solo para los jóvenes sino también para todos aquellos que las requieran. Los trece capítulos de que consta la obra, como puede verse en el índice, sin pretender ser exhaustivos, abarcan los principales temas de la controversia entre la fe y la increencia. El primero define y profundiza en la disciplina apologética, constituyendo una introducción a la misma. El siguiente supone una breve revisión del debate entre cristianos y escépticos a lo largo de la historia.

Los diferentes argumentos a favor de la existencia de Dios (cosmológico, del diseño y el moral) se recogen en el tercer capítulo. El tema de la teodicea, o el problema del mal en el mundo como supuestamente contrario a la existencia de Dios, se analiza en el siguiente capítulo. Las relaciones entre la ciencia y la teología (el origen del universo y la vida, así como la teoría de la evolución), se estudian en los cuatro capítulos siguientes. Las evidencias internas y externas a la Biblia que sugieren su inspiración divina se investigan en el noveno capítulo, mientras que en el décimo se analiza el concepto de milagro y las principales críticas que se le han hecho a lo largo de la historia. El tema clásico y fundamental de la resurrección de Jesús es visto en el onceavo capítulo, así como todas las teorías elaboradas por quienes no quieren reconocer su realidad histórica. En el doceavo, se comparan las principales cosmovisiones religiosas del mundo con el cristianismo, para finalizar, en el último, con la actitud que debe caracterizar al apologista cristiano, según la enseñanza del Nuevo Testamento.

Conocer bien estos temas es hoy más necesario que nunca para el creyente, ya que vivimos en un mundo poscristiano donde la llamada posverdad es como el pan nuestro de cada día. Muchas personas mantienen creencias o ideas que carecen de fundamento sólido. De ahí que, frente a tanta pluralidad ideológica y tanta creencia vana, debamos conocer bien en qué creemos los cristianos y por qué lo creemos. Este libro está pensado para ayudar a cualquier persona a defender su fe, ante cualquiera que le demande razón de la misma.

Antonio Cruz, Terrassa, 22 de mayo, 2019.


1. Hitchens, Ch. 2014, Dios no es bueno: alegato contra la religión, Debolsillo, Barcelona, p. 27.

Introducción a la Apologética

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