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~DEL CAMINO~

(1907, edición final en 1919)

7

XX

PRELUDIO

Mientras la sombra pasa de un santo amor, hoy quiero

poner un dulce salmo sobre mi viejo atril.

Acordaré las notas del órgano severo

al suspirar fragante del pífano de abril.

Madurarán su aroma las pomas otoñales,

la mirra y el incienso salmodiarán su olor;

exhalarán su fresco perfume los rosales,

bajo la paz en sombra del tibio huerto en flor.

Al grave acorde lento de música y aroma,

la sola y vieja y noble razón de mi rezar

levantará su vuelo suave de paloma,

y la palabra blanca se elevará al altar.

XXI

Daba el reloj las doce... y eran doce

golpes de azada en tierra...

...¡Mi hora! —grité—. ... El silencio

me respondió: —No temas;

tú no verás caer la última gota

que en la clepsidra tiembla.

Dormirás muchas horas todavía

sobre la orilla vieja,

y encontrarás una mañana pura

amarrada tu barca a otra ribera.

XXII

Sobre la tierra amarga,

caminos tiene el sueño

laberínticos, sendas tortuosas,

parques en flor y en sombra y en silencio

criptas hondas, escalas sobre estrellas;

retablos de esperanzas y recuerdos.

Figurillas que pasan y sonríen

—juguetes melancólicos de viejo—;

imágenes amigas,

a la vuelta florida del sendero,

y quimeras rosadas

que hacen camino ... lejos...

XXIII

En la desnuda tierra del camino

la hora florida brota,

espino solitario,

del valle humilde en la revuelta umbrosa.

El salmo verdadero

de tenue voz hoy torna

al corazón, y al labio,

la palabra quebrada y temblorosa.

Mis viejos mares duermen; se apagaron

sus espumas sonoras

sobre la playa estéril. La tormenta

camina lejos en la nube torva.

Vuelve la paz al cielo;

la brisa tutelar esparce aromas

otra vez sobre el campo, y aparece,

en la bendita soledad, tu sombra.

XXIV

El sol es un globo de fuego,

la luna es un disco morado.

Una blanca paloma se posa

en el alto ciprés centenario.

Los cuadros de mirtos parecen

de marchito velludo empolvado.

¡El jardín y la tarde tranquila!...

Suena el agua en la fuente de mármol.

XXV

¡Tenue rumor de túnicas que pasan

sobre la infértil tierra!...

¡Y lágrimas sonoras

de las campanas viejas!

Las ascuas mortecinas

del horizonte humean ...

Blancos fantasmas lares

van encendiendo estrellas.

—Abre el balcón. La hora

de una ilusión se acerca...

La tarde se ha dormido,

y las campanas sueñan.

XXVI

¡Oh, figuras del atrio, más humildes

cada día y lejanas:

mendigos harapientos

sobre marmóreas gradas;

miserables ungidos

de eternidades santas,

manos que surgen de los mantos viejos

y de las rotas capas!

¿Pasó por vuestro lado

una ilusión velada,

de la mañana luminosa y fría

en las horas más plácidas? ...

Sobre la negra túnica, su mano

era una rosa blanca...

XXVII

La tarde todavía

dará incienso de oro a tu plegaria,

y quizás el cenit de un nuevo día

amenguará tu sombra solitaria.

Mas no es tu fiesta el ultramar lejano,

sino la ermita junto al manso río;

no tu sandalia el soñoliento llano

pisará, ni la arena del hastío.

Muy cerca está, romero,

la tierra verde y santa y florecida

de tus sueños; muy cerca, peregrino

que desdeñas la sombra del sendero

y el agua del mesón en tu camino.

XXVIII

Crear fiestas de amores

en nuestro amor pensamos,

quemar nuevos aromas

en montes no pisados,

y guardar el secreto

de nuestros rostros pálidos,

porque en las bacanales de la vida

vacías nuestras copas conservamos,

mientras con eco de cristal y espuma

ríen los zumos de la vid dorados.

R

Un pájaro escondido entre las ramas

del parque solitario,

silba burlón...

Nosotros exprimimos

la penumbra de un sueño en nuestro vaso ...

Y algo, que es tierra en nuestra carne, siente

la humedad del jardín como un halago.

XXIX

Arde en tus ojos un misterio, virgen

esquiva y compañera.

No sé si es odio o es amor la lumbre

inagotable de tu aljaba negra.

Conmigo irás mientras proyecte sombra

mi cuerpo y quede a mi sandalia arena.

—¿Eres la sed o el agua en mi camino?

Dime, virgen esquiva y compañera.

XXX

Algunos lienzos del recuerdo tienen

luz de jardín y soledad de campo

la placidez del sueño

en el paisaje familiar soñado.

Otros guardan las fiestas

de días aun lejanos;

figurillas sutiles

que pone un titerero en su retablo...

R

Ante el balcón florido,

está la cita de un amor amargo.

Brilla la tarde en el resol bermejo...

La hiedra efunde de los muros blancos ..

A la revuelta de una calle en sombra,

un fantasma irrisorio besa un nardo.

XXXI

Crece en la plaza en sombra

el musgo, y en la piedra vieja y santa

de la iglesia. En el atrio hay un mendigo ..

Más vieja que la iglesia tiene el alma.

Sube muy lento, en las mañanas frías,

por la marmórea grada,

hasta un rincón de piedra... Allí aparece

su mano seca entre la rota capa.

Con las órbitas huecas de sus ojos

ha visto cómo pasan

las blancas sombras, en los claros días,

las blancas sombras de las horas santas.

XXXII

Las ascuas de un crepúsculo morado

detrás del negro cipresal humean...

En la glorieta en sombra está la fuente

con su alado y desnudo Amor de piedra,

que sueña mudo. En la marmórea taza

reposa el agua muerta.

XXXIII

¿Mi amor? ... ¿Recuerdas, dime,

aquellos juncos tiernos,

lánguidos y amarillos

que hay en el cauce seco? ...

¿Recuerdas la amapola

que calcinó el verano,

la amapola marchita,

negro crespón del campo? ...

¿Te acuerdas del sol yerto

y humilde, en la mañana,

que brilla y tiembla roto

sobre una fuente helada? ...

XXXIV

Me dijo un alba de la primavera:

Yo florecí en tu corazón sombrío

ha muchos años, caminante viejo

que no cortas las flores del camino.

Tu corazón de sombra, ¿acaso guarda

el viejo aroma de mis viejos lirios?

¿Perfuman aún mis rosas la alba frente

del hada de tu sueño adamantino?

Respondí a la mañana:

Sólo tienen cristal los sueños míos.

Yo no conozco el hada de mis sueños;

ni sé si está mi corazón florido.

- Pero si aguardas la mañana pura

que ha de romper el vaso cristalino,

quizás el hada te dará tus rosas,

mi corazón tus lirios.

XXXV

Al borde del sendero un día nos sentamos.

Ya nuestra vida es tiempo, y nuestra sola cuita

son las desesperantes posturas que tomamos

para aguardar.... Mas Ella no faltará a la cita.

XXXVI

Es una forma juvenil que un día

a nuestra casa llega.

Nosotros le decimos: ¿por qué tornas

a la morada vieja?

Ella abre la ventana, y todo el campo

en luz y aroma entra.

En el blanco sendero,

los troncos de los árboles negrean;

las hojas de sus copas

son humo verde que a lo lejos sueña.

Parece una laguna

el ancho río entre la blanca niebla

de la mañana. Por los montes cárdenos

camina otra quimera.

XXXVII

¡Oh, dime, noche amiga, amada vieja,

que me traes el retablo de mis sueños

siempre desierto y desolado, y sólo

con mi fantasma dentro,

mi pobre sombra triste

sobre la estepa y bajo el sol de fuego,

o soñando amarguras

en las voces de todos los misterios,

dime, si sabes, vieja amada, dime

si son mías las lágrimas que vierto!

Me respondió la noche:

Jamás me revelaste tu secreto.

Yo nunca supe, amado,

si eras tú ese fantasma de tu sueño,

ni averigüé si era su voz la tuya,

o era la voz de un histrión grotesco.

Dije a la noche: Amada mentirosa,

tú sabes mi secreto;

tú has visto la honda gruta

donde fabrica su cristal mi sueño,

y sabes que mis lágrimas son mías.

y sabes mi dolor, mi dolor viejo.

¡Oh! Yo no sé, dijo la noche, amado,

yo no sé tu secreto,

aunque he visto vagar ese que dices

desolado fantasma, por tu sueño.

Yo me asomo a las almas cuando lloran

y escucho su hondo rezo,

humilde y solitario,

ese que llamas salmo verdadero;

pero en las hondas bóvedas del alma

no sé si el llanto es una voz o un eco.

Para escuchar tu queja de tus labios

yo te busqué en tu sueño,

y allí te vi vagando en un borroso

laberinto de espejos.

ji

Antonio Machado: Poesías Completas

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