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FANTASÍA DE UNA NOCHE DE ABRIL

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¿Sevilla? ... ¿Granada? ... La noche de luna,

blancas paredes y obscuras ventanas.

Cerrados postigos, corridas persianas ...

El cielo vestía su gasa de abril.

Un vino risueño me dijo el camino.

Yo escucho los áureos consejos del vino,

el vino es a veces escala de ensueño.

Abril y la noche y el vino risueño

ataron en coro su salmo de amor.

La calle copiaba, con sombra en el muro,

el paso fantasma y el sueño maduro

de apuesto embozado, galán caballero:

espada tendida, calado sombrero...

La luna vertía su blanco soñar.

Como un laberinto mi sueño torcía

de calle en calleja. Mi sombra seguía

de aquel laberinto la sierpe encantada,

en pos de una oculta plazuela cerrada.

La luna lloraba su dulce blancor.

La casa y la clara ventana florida,

de blancos jazmines y nardos prendida,

más blancos que el blanco soñar de la luna...

-”Señora, la hora, tal vez importuna...

¿Que espere? (La dueña se lleva el candil.)

Ya sé que sería quimera, señora,

mi sombra galante buscando a la aurora

en noches de estrellas y luna, si fuera

mentira la blanca nocturna quimera

que usurpa a la luna su trono de luz .

¡Oh dulce señora, más cándida y bella

que la solitaria matutina estrella

tan clara en el cielo! ¿Por qué silenciosa

oís mi nocturna querella amorosa?

¿Quién hizo, señora, cristal vuestra voz?...

La blanca quimera parece que sueña.

Acecha en la obscura estancia la dueña.

—Señora, si acaso otra sombra emboscada

teméis, en la sombra, fiad en mi espada...

Mi espada se ha visto a la luna brillar.

¿Acaso os parece mi gesto anacrónico?

El vuestro es, señora, sobrado lacónico.

¿Acaso os asombra mi sombra embozada,

de espada tendida y toca plumada?...

¿Seréis la cautiva del moro Gazul?

Dijéraislo, y pronto mi amor os diría

el son de mi guzla y la algarabía

más dulce que oyera ventana moruna

Mi guzla os dijera la noche de luna,

la noche de cándida luna de abril.

Dijera la clara cantiga de plata

del patio moruno, y la serenata

que lleva el aroma de floridas preces

a los miradores y a los ajimeces,

los salmos de un blanco fantasma lunar.

Dijera las danzas de trenzas lascivas,

las muelles cadencias de ensueños, las vivas

centellas de lánguidos rostros velados,

los tibios perfumes, los huertos cerrados;

dijera el aroma letal del harén.

Yo guardo, señora, en viejo salterio

también una copla de blanco misterio,

la copla más suave, más dulce y más sabia

que evoca las claras estrellas de Arabia

y aromas de un moro jardín andaluz.

Silencio... En la noche la paz de la luna

alumbra la blanca ventana moruna.

Silencio... Es el musgo que brota, y la hiedra

que lenta desgarra la tapia de piedra...

El llanto que vierte la luna de abril.

—Si sois una sombra de la primavera

blanca entre jazmines, o antigua quimera

soñada en las trovas de dulces cantores,

yo soy una sombra de viejos cantares,

y el signo de un álgebra vieja de amores.

Los gayos, lascivos decires mejores,

los árabes albos nocturnos soñares,

las coplas mundanas, los salmos talares,

poned en mis labios;

yo soy una sombra también del amor.

Ya muerta la luna, mi sueño volvía

por la retorcida, moruna calleja.

El sol en Oriente reía

su risa más vieja.

LIII

Antonio Machado: Poesías Completas

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