Читать книгу Escultura Barroca Española. Escultura Barroca Andaluza - Antonio Rafael Fernández Paradas - Страница 33
6.3.La aventura de Mora en la corte
ОглавлениеBuena prueba de su grado de madurez es su primera marcha a la corte, que debió producirse hacia 1666, seguramente sugerida por Alonso Cano, yendo a trabajar con un discípulo de este, Sebastián de Herrera y Barnuevo. Probablemente le acompañara el arquitecto burgalés Gaspar de la Peña, estante en Granada en 1665 ocupado en obras de la catedral y nombrado al año siguiente maestro mayor del Palacio del Buen Retiro[52]. El primer encargo importante de su trayectoria cortesana será una imagen de la Inmaculada Concepción (hacia 1670) para el Colegio Imperial de los jesuitas (San Isidro) en Madrid para reemplazar un lienzo de Cano en la capilla de esta advocación, por desgracia perdidas ambas piezas en 1936. Una actividad casi desconocida le debió ocupar también en estos años, además de la lógica y tradicional dedicación a las imágenes de devoción, de acuerdo con la declaración en 1672 de Gaspar de la Peña, quien afirmaba: “[...] le vi en esta Corte (h)abrá tres años poco más o menos (h)azer algunos retratos con toda aprobación como es notorio y es cierto”[53]. También en esta época debió realizar los dos ángeles y Niños de Pasión para el Real Colegio de Atocha referidos por Palomino, no conservados.
Su estancia madrileña fue con seguridad discontinua. En 1671, estaba laborando en Granada pero sin perder de vista sus intereses cortesanos, y a finales de 1672 se encontraba de nuevo en Madrid, solicitando y obteniendo el nombramiento como Escultor del Rey[54]. Trabajaría por entonces en la desaparecida iglesia del Hospital de la Corona de Aragón, labrando diez ángeles para los retablos colaterales en 1674[55]. Aunque intermitentemente, José de Mora debió asumir el servicio de su empleo regio, como relata Palomino: “y en este tiempo sirvió a Su Majestad en diferentes efigies de su devoción con singular acierto, y primor, y para el público hizo muchos”. Para diversos establecimientos religiosos llegó a realizar obras de alta calidad, como el busto de Dolorosa del convento de Carmelitas de las Maravillas, exquisita escultura en concepto, modelado y expresión, que demuestra en la corte la merecida fama ganada en su tierra por su autor, irrumpiendo en Madrid con toda la novedad y fuerza de su arte. Otros conventos madrileños, como las Mercedarias de Alarcón o las Comendadoras de Santiago[56], poseen obras cercanas a su estilo.
Se hallaba ausente de Madrid ya en el verano de 1679, cuando Pedro de Mena elevó un memorial solicitando el título honorífico de Escultor Real[57]. Quizás la epidemia de peste que asoló el levante y el sur del reino por estos años impulsaron el regreso a su tierra, que no volvería a abandonar.