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7.2.José Risueño (1665-1732)

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Nacido en una familia de carpinteros y predispuesto a los oficios artísticos, su formación tiene lugar en contacto con los Mora y, sobre todo, a la vista de las obras de Alonso Cano. Pintor y escultor como el insigne Racionero, el estudio del natural y una excelente técnica avalan su estilo, de blando pero expresivo modelado, polifacético en su trabajo en madera, piedra y barro[63]. Los modelos de Mora, con todo el bagaje canesco que comportan, se hacen presentes en su obra. De hecho, esas coordenadas estéticas marcan la peculiar evolución de su producción escultórica desde la aceptación o casi emulación de los modelos de Mora, seguramente por imposición de la clientela, hasta un discurso historicista directamente inspirado en los modelos de Cano, pero interpretados con una vocación decididamente naturalista, en la que el dibujo previo se completa necesariamente con el estudio en barro, siendo esta última faceta, la de barrista, la que alcanza mayor nota de originalidad y marca el signo de su plástica toda.

Muestra de esta progresión resulta el contraste entre los bustos de Ecce-Homo y Dolorosa de la Capilla Real de Granada —atribuidos por Gallego Burín a José de Mora y reatribuidos a Risueño por Sánchez-Mesa— o el Cristo de los Amores del convento del Ángel Custodio, con la canesca imaginería del retablo de San Ildefonso de Granada (1720), obras todas ellas marcadas por una sagaz relectura de los modelos más prestigiosos del pasado reciente. El Cristo de los Amores, por ejemplo, presenta un contacto muy directo con el Cristo de Mora en la interpretación del rostro, solo que más blando en el modelado, y con un concepto pictórico en la representación lógico en quien dominaba ambas artes. La línea intimista y devocional alcanza un fruto nuevo y original en el Cristo del Consuelo, Crucificado de la abadía del Sacromonte, al que Sánchez-Mesa fecha hacia 1698. La composición de cuatro clavos, poco frecuente en Granada, marca una verticalidad compositiva que acusa la serenidad que impone Cano en este tema, pero que también se acerca a xilografías de Durero. Sin embargo, en su concepto es menos ideal, el natural no se ha sublimado, sino que se expresa en un modelado realista y blando, de sentida humanidad. De gran fuerza es la cabeza inerte (Fig. 19), hundida en el pecho, con rasgos duros de una técnica cada vez más suelta y que en esta zona aparece ya casi abocetada[64]. Otro imponente ejemplo de su peculiar interpretación de la imagen devocional es la actual Virgen de la Esperanza (antes de las tres Necesidades) de Santa Ana, Dolorosa de vestir que muestra cierta originalidad con respecto a los modelos de su maestro Mora[65].


Fig. 19. José Risueño. Cristo del Consuelo. Hacia 1698. Iglesia de la Abadía del Sacromonte, Granada.

El patronazgo del arzobispo Ascargorta (en la sede granadina entre 1692 y 1719[66]) le aúpa a un puesto de privilegio en los encargos diocesanos. Frecuenta incluso el trabajo de la piedra, en la que consigue una muy personal vibración de superficies como procedente del modelado en barro, como atestiguan la Virgen de las Angustias (1716) para la fachada trasera del Palacio Arzobispal o el tondo de la Encarnación (1717) que centra la portada principal de la catedral. Por otra parte, la dialéctica con los modelos de Cano y Mora le acompaña en obras tardías. La imaginería del retablo de San Ildefonso de Granada (1720) muestra el estudio de aquellos tipos equilibrados e idealizados característicos de Cano que Risueño actualiza dando entrada a registros plásticos procedentes de otras fuentes, de modo que sus superficies vibran en un modelado rizado que intencionadamente no se ha suavizado para contrastar más sus microjuegos de planos y hacerlos perceptibles a la distancia considerable a la que se contemplan. En el San Juan de Dios y la Santa Teresa (hacia 1726) del retablo mayor de San Matías de Granada, sin embargo, explora modelos de José de Mora, con una extraordinaria concentración expresiva, que renuncia a la teatralidad gestual.

La escultura de pequeño formato en barro es quizás la faceta más original del arte de Risueño. La sinuosidad y alardes plásticos que el modelado de este blando material hace posible se ponen al servicio de un tipo de personajes sagrados altamente humanizados pero no vulgarizados, aportando un acento cálido e íntimo al que conviene la técnica virtuosista, sobre todo en el tratamiento del cabello, que otorga increíbles cualidades plásticas a la figura de las que solo la visión cercana y espaciosa es capaz de disfrutar y comprender. Las figuras del Niño Jesús de Pasión (Museo de Bellas Artes de Granada, abadía del Sacromonte), la Magdalena penitente (catedral de Granada) o la Sagrada Familia (Museo de Bellas Artes de Granada, San Francisco de Priego) atestiguan la seguridad en el modelado, como dibujado, de Risueño y marcan un acento doméstico e íntimo llamado a tener gran éxito en la plástica granadina.

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