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ОглавлениеINTRODUCCIÓN
El interés de los escritos biológicos de Aristóteles
Extraña sobremanera la escasa atención que se le ha prestado tradicionalmente a este texto y, en general, al resto de los tratados biológicos de Aristóteles.
Este olvido injustificado por parte de los estudiosos aristotélicos hacia los tratados de ciencia natural, está intentando paliarse sólo desde hace unos veinte años 1 .
Quizá la causa de este escaso interés pueda encontrarse en que eran considerados, sin razón, como simples tratados de biología independientes y desconectados del resto de la obra filosófica de Aristóteles. Esto hacía que fueran dejados de lado por los historiadores de la filosofía, más interesados por las obras capitales del autor, que investigan los temas que entran de lleno en los diferentes campos tradicionales de la filosofía: Lógica, Metafísica, Ética...
Por otro lado, tampoco los biólogos suelen leer estos textos de Aristóteles ya que con frecuencia ven la historia de la ciencia como una historia de errores ya superados. Los científicos se interesan por el momento actual de la ciencia, sin sentir demasiada curiosidad por los avatares que haya seguido una investigación concreta. Curiosamente, es en el terreno de la filosofía donde han hallado hueco los estudios de historia de la ciencia, probablemente porque los filósofos, con un sentido menos positivista y pragmático de la realidad, no conciben el conocimiento como una línea recta sin posible retroceso, sino que adoptan un punto de vista más global que no acepta la idea de progreso sin condiciones. Una vez más podemos recurrir al tópico de que sólo seremos capaces de entender el presente conociendo el pasado.
Lo que aquí nos gustaría resaltar es que en concreto el tratado de la Reproducción de los animales debería ser de interés tanto para los científicos como para los filósofos. Con todo el derecho, Aristóteles puede ser considerado como el fundador de las ciencias biológicas: zoología, anatomía, botánica... Y el escrito que nos ocupa constituye el primer tratado sistemático de embriología. Algunos problemas que plantea Aristóteles en esta obra son todavía hoy cuestiones cruciales que están sin resolver. Otros temas han sido causa de debate durante siglos, y han dado origen a escuelas diferentes. Y ciertas observaciones de Aristóteles fueron olvidadas a lo largo de centurias y no redescubiertas hasta tiempos recientes.
En cualquier caso, los tratados biológicos tendrían menos interés del que tienen si nos limitáramos a ver en ellos simples tratados de zoología donde satisfacer nuestra curiosidad buscando los errores y aciertos de Aristóteles en esta materia.
El motivo que nos debe llevar a leer la Reproducción de los animales no es constatar, por ejemplo, que Aristóteles ya sabía del curioso mecanismo desarrollado por los pulpos para copular. Ni tampoco, conocer detalles sobre el acoplamiento de las serpientes, o saber cómo se las ingenian los erizos para no clavarse las púas durante la cópula. Todas estas descripciones no constituyen más que una parte del contenido de la obra. El interés de este texto y de los demás tratados biológicos radica en que forman una parte integrante del entramado filosófico de Aristóteles. Y el estudio del que han sido objeto en estos últimos años se debe al convencimiento de la unidad del pensamiento aristotélico, que permite que algunos de sus conceptos metafísicos se puedan comprender en su estricto y preciso significado cuando se aplican al mundo de los seres vivos. La biología aristotélica está regida por sus conceptos lógico-metafísicos: el origen de los seres vivos se explica por las parejas materia-forma y potencia-acto. El mismo análisis de las cuatro causas aristotélicas (material, formal, eficiente y final) que conducen al conocimiento de cualquier estructura, se utiliza en el dominio de la biología para explicar la génesis de un animal. Por otro lado, se puede decir que es una biología finalista: la génesis de cualquier ser vivo está orientada a un fin.
Hay que considerar los escritos biológicos como perfectamente integrados dentro del conjunto de la obra aristotélica, aunque esto no signifique que no podamos encontrar ciertas incoherencias entre ellos y con relación a otras obras. Las contradicciones que a veces nos sorprenden se explican teniendo en cuenta el carácter evolutivo del pensamiento aristotélico a lo largo de su carrera y la continua revisión a que el autor sometía sus teorías.
Si recordamos el párrafo inicial de Meteorológicas (338a20-27), después de hacer un repaso de los temas ya tratados y exponer cuál va a ser el objeto de su actual estudio (consabida forma de empezar todas sus obras), Aristóteles anuncia un programa mucho más extenso que incluirá el estudio pormenorizado de los animales y las plantas, con lo que concluiría un plan inicial dedicado al estudio de la vida. Lo que continuamente llama la atención en Aristóteles es su afán por sistematizar y ofrecer una idea coherente del conjunto de su obra.
No estará de más mencionar el encendido elogio que hace el propio Aristóteles de los estudios biológicos en su obra Partes de los animales (I 5). Este capítulo, que puede considerarse como una especie de introducción y justificación de todos sus tratados biológicos, nos confirma la idea de proyecto unitario que guiaba sus investigaciones en este terreno. Aquí nos explica que después de haber estudiado los seres eternos, inengendrados e incorruptibles, ahora debe dedicar su atención a los seres sujetos a generación y destrucción. Y aunque estos últimos sean menos atractivos que los anteriores, tienen la ventaja de que su estudio resulta más fácil y asequible por tenerlos más a mano que los seres celestes. Tanto la investigación de los seres divinos como la de aquéllos sometidos a devenir, debe estar enfocada a determinar sus causas, ya que insiste (fiel al pensamiento platónico) en que las obras de la naturaleza no obedecen al azar sino que están orientadas a un fin, que es la Belleza.
Los escritos biológicos dentro del «Corpus Aristotelicum»
Para la clasificación de la obra aristotélica, se suele seguir el criterio de dividirla en tres grandes grupos 2 : 1) escritos de divulgación en forma de diálogo y destinados al gran público; 2) tratados científicos y filosóficos (lo que se considera propiamente Corpus Aristotelicum); 3) memoranda y colecciones de materiales recopilados por diferentes miembros del Liceo en colaboración y bajo la mirada supervisora de Aristóteles.
La Reproducción de los animales pertenece al segundo grupo. La autenticidad de este escrito está garantizada por su inclusión en una de las listas antiguas de las obras de Aristóteles 3 . Pero más importancia que a este dato deberíamos dar a las propias palabras del filósofo en sus restantes tratados biológicos, en los que encontramos muchas alusiones a esta obra (según P. Louis 4 son diecisiete en total las referencias).
En general, se considera la Reproducción de los animales como la obra más madura de todos los tratados zoológicos. Düring incluso afirma que este escrito junto con los libros Z H y Θ de la Metafísica y Sobre el movimiento de los animales dan la impresión de incluir casi todos los puntos de vista presentados en escritos anteriores. Ninguno es tan maduro y polifacético en el contenido y en la fundamentación como estos tres 5 .
El corpus biológico, concebido por su autor como un bloque unitario, lo que se confirma por las mutuas referencias entre los distintos tratados, consta de las siguientes obras:
Investigación sobre los animales (que se incluye en el grupo de los memoranda , ya que consiste en una colección de materiales que servirán de base para su estudio en los tratados posteriores). Es la obra más descriptiva, aunque, como señala Vegetti 6 , no es una mera recolección de datos sino un tratado de zoología general. Para Pellegrin 7 , esta obra no es un conjunto heteróclito de observaciones disparatadas, como lo serán a menudo las compilaciones ulteriores, de Eliano a los zoólogos del s. XVI , sino un estudio ordenado de las partes y funciones, además de un tratado de etología y psicología animal. Para este autor, no tendría el estatuto precientífico de una obra preliminar, sino que entraría dentro de la investigación etiológica, ya que trata la causa material de los seres vivos.
Partes de los animales (considerado tradicionalmente como un manual de anatomía comparada). Estudia las partes de los animales desde un punto de vista finalista: la estructura de las partes viene determinada por su función. El primer libro es una especie de introducción con una exposición metodológica. Los libros II-IV desarrollan el tema de la obra: el comienzo del libro II nos dice que en la Investigación se han indicado cuáles son las partes que constituyen cada uno de los seres vivos, y ahora se trata de examinar las causas. Para Pellegrin es el tratado central de la zoología aristotélica por la preeminencia de la causa final. Según este autor, las Partes no aportan demasiado con respecto al contenido, pero se ve una diferencia de perspectiva: lo que en la Investigación se describe aquí se explica. En este sentido son tratados complementarios (la descripción es el estudio de la causa material y la explicación corresponde a la causa formal-final) 8 .
Sobre la locomoción de los animales , una especie de apéndice de la anterior. Estudia las diferentes formas de desplazamiento que se dan en el mundo animal, explicando la estructura y finalidad de las partes en cuestión. Para Peck 9 , tanto este tratado como el anterior tratan de la «materia de los animales».
Acerca del alma: aunque este tratado, junto con los Parva naturalia , se suele estudiar aparte del resto por pertenecer al campo de la psicología, Aristóteles no separa esta disciplina de la biología. Alma y cuerpo son los dos aspectos complementarios de un ser vivo, que se corresponden con forma y materia respectivamente. «El alma, se dice en Gen. Anim . 738b27, es la entidad de un cuerpo determinado». El animal es capaz de realizar sus funciones (nutritiva, sensitiva...) gracias al alma. Según dice Aristóteles al comienzo de Acerca del alma (402a5), «el conocimiento del alma contribuye notablemente al conjunto del saber y muy especialmente al que se refiere a la Naturaleza: el alma es como el principio de los animales». Recordemos la repetida idea (Gen. Anim . 726b22, 734b25, 735a8, 741a10) de que una mano no es mano si no está animada (una mano de cadáver no es mano más que por homonimia). Es el macho el que aporta el alma y en el tratado de la Reproducción hay un capítulo (II 3) dedicado a explicar de qué modo transmite el semen el principio anímico.
Parva naturalia: una serie de escritos breves sobre la sensación, la memoria, el sueño y la vigilia, los ensueños, la adivinación por el sueño (temas relacionados con las investigaciones psicológicas); y dos últimos tratados más emparentados con las cuestiones estrictamente biológicas: Acerca de la longevidad y la brevedad de la vida y Acerca de la juventud y de la vejez, de la vida y de la muerte, y de la respiración .
Sobre el movimiento de los animales: esta obra se puede considerar más psicológica y filosófica que biológica, ya que estudia el movimiento de los animales entendido en un sentido global, que no implica solamente traslación, sino también cambio cualitativo y cuantitativo (es decir, alteración, crecimiento y disminución).
Reproducción de los animales: supone la culminación de toda la obra biológica. Su enlace con el tratado de las Partes viene dado por el párrafo final de esta obra, que anuncia el estudio de la reproducción después de haber explicado las causas de las partes de los animales. Por su lado, el párrafo inicial de la Reproducción recuerda que el examen de las partes debe terminar por el de los órganos reproductivos y así es como comienza esta obra. Estos párrafos de enlace de unas obras con otras o de unos libros con otros dentro del mismo tratado caracterizan muy bien el interés por la sistematización y el plan de conjunto que Aristóteles tenía en mente. De todas formas, no todos los estudiosos están de acuerdo en que estas frases hayan salido de la mano del propio Aristóteles porque a veces los manuscritos no coinciden. En el caso del tratado de las Partes , hay manuscritos que finalizan con la primera frase de la obra Sobre la locomoción . Pueden haber sido añadidas con posterioridad a la redacción definitiva (por Aristóteles o por algún discípulo) y su finalidad es relacionar unas obras con otras, sin que se deba sacar ninguna consecuencia cronológica.
El tratado de la Reproducción hay que ponerlo en paralelo con los libros V-VII de la Investigación sobre los animales . Pellegrin 10 ve la misma relación entre estos dos tratados que la que veía entre el de Investigación y el de las Partes con respecto a las demás funciones: descripción/explicación causal. Los libros V-VII de la Investigación describen los órganos genitales y las formas de acoplamiento, y el tratado de la Reproducción explica el mecanismo y el porqué de la generación.
Es una obra mucho más especulativa que los demás escritos biológicos y psicológicos ya que fundamentalmente consiste en una discusión sucesiva de problemas.
Fecha de composición
En general, es casi unánime la opinión de considerar la Reproducción de los animales como una obra tardía, aunque hay que constatar que los distintos investigadores que han tratado el tema de la cronología de las obras de Aristóteles se basan en diferentes presupuestos.
Seguramente, el primero que investigó la fecha de los escritos biológicos fue D’Arcy Thompson 11 . Para fechar estos textos se basó en un estudio detallado de todos los topónimos que aparecen en la Investigación . Dado que la mayoría de ellos pertenecen a Asia Menor y Macedonia, concluyó que Aristóteles debió llevar a cabo sus trabajos biológicos principalmente entre sus dos periodos de residencia en Atenas. Esta tesis es seguida por Lee 12 , que después de hacer una distribución de los topónimos indicados por Thompson, observa que las referencias a lugares de Asia Menor, Macedonia y Tracia son mucho más comunes que las de Atenas, Mégara, Beocia o Eubea. Esto apuntaría a que sus observaciones biológicas debió de hacerlas en su mayor parte antes de regresar a Atenas (entre los años 347 y 335 a. C.).
Esta teoría contradice claramente el punto de vista de Jaeger, que estableció una cronología para las obras de Aristóteles basándose en su progresivo alejamiento de las ideas platónicas, lo que implicaría una evolución de su pensamiento desde posturas puramente metafísicas hasta un clara preferencia por los estudios empíricos. Jaeger apuesta por un «origen notoriamente tardío de las obras De las Partes y De la Generación de los Animales . Éstas se hallan basadas en la exacta observación del detalle... En contraste con ellas están su física y su cosmología, con sus discusiones conceptuales y abstractas de los principios generales de la naturaleza y del mundo, mucho más cerca de Platón...» 13 . Actualmente, esta teoría de Jaeger se considera insostenible. Ciñéndonos exclusivamente a la Reproducción de los animales , sería muy difícil saber qué postura domina más, si la empírica o la especulativa, porque aunque Aristóteles insiste continuamente en que hay que atenerse a los hechos y olvidar las teorías que no se ajusten a ellos, vemos por otro lado su tendencia a dejarse llevar por ideas preconcebidas y apriorísticas. Y en cualquier caso, pensamos que donde la obra gana realmente altura es en el planteamiento y desarrollo de cuestiones tales como: ¿tiene alma el esperma?, problema que, desde luego, no se puede resolver empíricamente.
Desde otro ángulo diferente, Nuyens 14 analizó la obra aristotélica tomando como referencia la evolución en su teoría del alma. Según este autor, en la mayoría de las obras biológicas las relaciones entre alma y cuerpo son todavía concebidas de forma dualista (aunque ya no se considere el cuerpo como cárcel del alma al estilo platónico, el alma sigue estando localizada en el cuerpo). Sin embargo, en la Reproducción de los animales esta concepción dualista está ya superada, y se explica el alma como la «entelequia» del cuerpo (teoría característica del tratado Acerca del alma ). El ‘hilemorfismo’: el alma es la forma del cuerpo, que es la materia, representaría el último periodo en la evolución del pensamiento de Aristóteles. Nuyens apoya su teoría aportando numerosos pasajes de la Reproducción en los que se expresa la unidad sustancial del alma y el cuerpo. Según él, en ningún otro tratado biológico se encuentra la definición de alma como ousía sṓmatos (entidad del cuerpo) 15 , que es la misma fórmula utilizada en Acerca del alma (412a19-21). Para este autor, las investigaciones de biología comenzaron durante el periodo que él llama de transición (desde el 347 al 335), y continuaron hasta el fin de su carrera manteniendo lazos muy estrechos con sus teorías filosóficas.
Esta tesis de Nuyens basada en la evolución de la concepción psicológica de Aristóteles ha sido seguida por Le Blond, Bourgey 16 y otros. Y ha sido criticada por Block, Hardie, Preus... 17 .
Por su parte, Düring 18 propuso una división de la vida y obra de Aristóteles en tres periodos:
— Época de la Academia en Atenas (367-347)
— Época de los viajes: Asos, Lesbos, Macedonia (347-334). Es durante estos años cuando recoge gran cantidad de material basado en sus propias observaciones, relatos escuchados y literatura, lo que utiliza para sus tratados de historia natural, zoología y botánica, que corresponden en su mayoría a esta etapa.
— Segundo periodo ateniense (del 334 hasta su huida de Atenas y muerte en Calcis en el 322): dentro de las obras que aquí nos interesan, pertenecen a esta etapa las redacciones definitivas de los Parva naturalia y de Acerca del alma , el Movimiento de los animales , la Reproducción de los animales y el libro I de las Partes .
Preus critica los métodos cronológicos de Jaeger y Nuyens por la dificultad que conlleva el suponer «cambios dramáticos en las posiciones fundamentales filosóficas» de Aristóteles 19 . Y propone, a su vez, el siguiente orden cronológico para los escritos biológicos: 1) Investigación de los animales; 2) Sobre la locomoción (que podría ser un poco anterior a las Partes porque tiene alguna referencia a la Investigación y ninguna a Partes , mientras que este último tiene referencias a los dos anteriores); 3) Acerca de la juventud y la vejez, la vida y la muerte y la respiración (este tratado es mencionado en las Partes ); 4) Partes de los animales fue escrito en dos momentos diferentes (II-IV y I), y aunque Düring sitúa la redacción del libro I en la época del Liceo, Preus no lo considera necesario, ya que lo podría haber escrito en el periodo intermedio; 5) Reproducción de los animales , que parece haber tenido al menos una revisión (una versión anterior podría datar del periodo de los viajes, pero los aspectos más filosóficos se deberían al desarrollo de problemas que, según este autor, no parece que perturbaron a Aristóteles en los años de los tratados biológicos anteriores). 6) Sobre el movimiento de los animales (tal como argumentó Jaeger y Nuyens negó, sería más tardío que la Reproducción por el uso más afianzado de la noción de pneûma ).
El tratado Acerca del alma y los psicológicos de los Parva naturalia los sitúa entre las Partes y la Reproducción .
Pellegrin 20 argumenta en contra de Preus que aunque la Investigación tenga una prioridad en el plan de conjunto de los estudios zoológicos de Aristóteles, eso no implica necesariamente una prioridad de redacción y acabamiento. Este autor ve una división de tareas entre los tres grandes tratados zoológicos: la Investigación está orientada desde el punto de vista de la causalidad material, el tratado de las Partes estudia la causa formal-final y la Reproducción la causa motriz. En cualquier caso, opta, como Lee, por la tesis de una composición escalonada en el tiempo de las obras biológicas.
Como se puede ver, el acuerdo es casi unánime en ver en la Reproducción de los animales una de las obras más tardías de Aristóteles, sin descartar, por supuesto, que algunas de sus partes puedan datar de su estancia en Asos y Lesbos.
La única excepción que hemos encontrado ha sido la teoría de Balme 21 , quien sugiere que la Investigación es posterior a los otros tratados biológicos ya que éstos contienen todos los datos necesarios para su propósito y no dependen en nada de la Investigación . Por su parte, los temas de este tratado en común con los demás siempre son mucho más breves, como si se tratara de un extracto. Propone una cronología muy temprana para nuestra obra: posterior a los tratados Sobre la locomoción y Partes de los animales , pero escrito todavía en la Academia.
Método de investigación
De la exposición metódica que el propio Aristóteles nos detalla al comienzo de su obra Partes de los animales , podemos ver clara su línea de investigación en el campo biológico.
La cuestión previa que se plantea en el estudio de los animales es saber qué conviene examinar primero, la génesis de los seres o su organización. Establece claramente que el orden lógico debe ser: primero, recoger los hechos relativos a cada género; después, exponer las causas, y, por último, hablar de su origen y formación, ya que la génesis es con vistas a la existencia y no la existencia con vistas a la génesis. Es decir, la esencia de hombre explica su formación, la idea de hombre es prioritaria a su génesis, igual que el arquitecto tiene una idea concreta de casa y por eso la construye de tal manera (el orden es el mismo tanto en las producciones de la naturaleza como en las del arte). En cambio, reprocha a los filósofos antiguos que sólo prestaran atención a la causa material, y explicaran tanto el origen del mundo como el de los animales y plantas basándose exclusivamente en el estudio de la materia: si los seres se han constituido de una determinada manera se debe a las características de la materia. Sin embargo, para Aristóteles todo lo creado por la naturaleza tiene un fin, una función particular, que determina su generación (778b6-14). Y si sus predecesores erraron en el método de explicación, se debe a que no fueron capaces de definir qué es un ser determinado y cuál es su entidad. Recordemos que uno de los pilares básicos de la filosofía aristotélica es la anterioridad del ser sobre el devenir.
El sistema de investigación debe estar encaminado a mostrar la finalidad de un determinado proceso y explicar los medios por los que se alcanza ese fin. Ése es el método: exponer los hechos y determinar sus causas. Es evidente su preferencia por las causas formal y final frente a la material. Sólo cuando no encuentra una explicación final, recurre a las causas mecánicas o materiales (por ej. en el libro V para explicar el color de los ojos en los hombres).
En el caso de los animales, no se trata de estudiar cada uno aisladamente porque sería inevitable caer en repeticiones inútiles, sino de examinar las propiedades comunes a todos los seres (nacimiento, crecimiento, sueño, locomoción...), para continuar con las que caracterizan a géneros y especies.
Dentro de su programa metodológico, hace una dura crítica al sistema platónico de división dicotómica basada en la negación, ya que disloca los grupos naturales. Considera este método difícil e inútil y aconseja seguir el criterio de la gente común, que distingue el género pájaro y el género pez (en vez de alado / no alado). No descarta el método de la división sino el hecho de guiarse por una única característica. Su conclusión es que es imposible llegar a definir una categoría de individuos por el método de división binaria 22 .
A pesar de este claro alegato, una primera contradicción salta a la vista: sirviéndose del sistema que critica, divide los animales en dos grupos principales, sanguíneos y no sanguíneos. Esta división, aunque desplazada por la de vertebrados e invertebrados, sirvió de base para las clasificaciones modernas.
Respecto a las críticas que algunos investigadores dirigieron a Aristóteles, de no haber sido capaz de crear una taxonomía rigurosa y de emplear los términos génos / eîdos (género / especie) de forma confusa, Pellegrin 23 sale al paso sosteniendo que Aristóteles nunca tuvo un proyecto taxonómico ni estaba en sus planes configurar una clasificación definitiva de animales. Los diversos modos de clasificar a los animales tienen un carácter puramente instrumental, sin ningún interés teórico y sin que esas clasificaciones sean un fin por sí mismas. Según las necesidades derivadas de cada estudio, puede clasificar los animales desde distintos puntos de vista, no concediendo ninguna prioridad a estas clasificaciones. En general, todo el mundo está hoy de acuerdo en que no hay taxonomía en Aristóteles.
Conforme a su tema, la Reproducción de los animales nos ofrece una clasificación basada en el grado de perfección de la prole en el momento del nacimiento (732b28-733b16). Según su firme creencia en el orden y jerarquía que dominan en la naturaleza, Aristóteles clasifica a los animales en cinco grupos, atendiendo a su grado de calor y humedad: 1) los animales más perfectos –calientes y húmedos– paren sus crías totalmente acabadas (vivíparos); 2) los animales fríos y húmedos son externamente vivíparos pero ovíparos en su interior (peces cartilagíneos y víboras); 3) los calientes y secos ya no paren un animal sino que ponen un huevo, pero, por lo menos, un huevo acabado (aves y reptiles); 4) los fríos y secos ponen un huevo imperfecto (peces, crustáceos, cefalópodos); 5) los animales más fríos de todos no producen ni siquiera un huevo sino una larva (insectos). Aristóteles termina aquí su clasificación, aunque más adelante (763a25) estudiará una sexta clase de animales que se reproducen por generación espontánea (testáceos).
En cuanto al par génos / eîdos , también hay acuerdo en el empleo relativo que Aristóteles hace de ellos. Sólo funcionan como instrumento de división a cualquier nivel de generalidad. Aristóteles los utiliza con una función clasificadora, pero no son términos taxonómicos porque no designan un nivel constante en la escala real de los animales, no tienen una posición fija. Cuando Aristóteles emplea génos para nombrar tanto a un género, como a una especie o variedad animal, no es por falta de rigor, ya que es coherente con el uso lógico del concepto: génos solamente hace referencia a algo que se puede subdivir en clases (eidḗ) . Por su parte, eîdos tiene dos significados: «especie», es decir, subclase dentro del génos ; y «forma», correlato de la materia.
Para concluir, el término normal que usa Aristóteles para designar familias de animales es génos , esté hablando de géneros o de especies. En la Reproducción, eîdos aparece 32 veces frente a génos que aparece 120. Estos dos términos se usan en biología igual que en lógica: el génos es divisible y el eîdos es un subconjunto de un génos mencionado o sobreentendido 24 .
La organización expositiva de los tratados suele seguir unas pautas fijas. Las frases preliminares de una obra anuncian el tema objeto de estudio y lo relacionan con los trabajos anteriores. En nuestro caso, Aristóteles nos indica que este tratado continúa el de las Partes , ya que los únicos órganos que quedan por estudiar son los reproductores. Y especifica que los dos temas que va a tratar son: las partes de los animales que sirven para la reproducción, y la causa motriz. Por otro lado, este estudio ya había sido anunciado en varias ocasiones y muy específicamente en Partes de los animales 689al7-20: «En cuanto a la disposición interna de los sexos y las diferencias entre los órganos relativos al esperma y los que conciernen a la concepción, estas cuestiones son aclaradas en la Investigación y en las Disecciones , y más adelante serán explicadas en el tratado sobre la Reproducción ».
Aristóteles siempre expone muy claramente cuál es el orden que va a seguir en el tratamiento de los temas, aunque a veces este orden no lo siga al pie de la letra (por ej. en el cap. 14 del L. I después de anunciar el estudio de los cuatro grupos de animales no sanguíneos, deja sin tratar en ese momento el último grupo). Al finalizar el estudio de una cuestión lo indica con una frase repetida a modo de muletilla que le sirve para cerrar el capítulo e iniciar otro tema: «pues bien, ya hemos explicado tal fenómeno y sus causas, ahora vamos a tratar...».
También es costumbre fija en Aristóteles, una vez planteado un problema concreto, hacer un repaso de las opiniones de sus predecesores. Este repaso suele ser crítico y combativo, tomando como punto de referencia sus propias doctrinas filosóficas. Lo que más les echa en cara es que no tuvieran en cuenta la observación y la experiencia. A veces se queja de que el origen de una teoría errónea está en el hecho de generalizar a partir de observaciones escasas y poco claras (756a2-5, b16, 788b11, 17). Afirma que no se puede formular una ley general sin haber examinado lo que ocurre en todos los casos (788b11-20). En 765a25 reprocha que se parta de conjeturas y de ideas prejuzgadas para imaginar lo que va a ocurrir antes de haberlo visto.
Lo cierto es que todos estos reproches de alguna manera se los podría haber aplicado a él mismo, ya que vemos que su investigación adolece en ocasiones de los mismos fallos. Aunque repite continuamente que hay que fiarse más de las observaciones que de las teorías (760b31), a menudo se deja llevar por postulados teóricos e ideas preconcebidas que no se ha molestado en intentar demostrar: por ejemplo, toda su teoría de la reproducción está basada en la diferencia de temperatura entre el macho y la hembra. A veces, algunas observaciones imprecisas o erróneas le sirven para concluir una teoría general de largo alcance a base de extrapolaciones: por ej., su teoría de la preeminencia del corazón sobre el cerebro y las demás partes del cuerpo sería evidente, según dice en 740a4-5, no sólo por la observación sino también por el razonamiento; la observación errónea de que algunos insectos machos no introducen nada en la hembra la utiliza para constatar su teoría de que el macho no aporta nada material en la reproducción (729b25); llega a la conclusión de que las abejas obreras tienen que ser macho y hembra a la vez porque, además de engendrar, tienen aguijón, un arma defensiva propia de machos (759b30).
Por el contrario, cuando vemos que demuestra mayor precisión en sus observaciones es en el momento de refutar las teorías de sus predecesores: es modélica por su rigor y minuciosidad la refutación de la ‘pangénesis’ (722a2-724al0), hipótesis según la cual el esperma deriva de todas las partes del cuerpo.
Una vez discutidas y rebatidas todas las opiniones erróneas sobre el tema que le interesa en cada momento, analiza los hechos observados, y hace un esfuerzo por sintetizar todos los datos y formular una definición del tema en cuestión.
Aristóteles insiste en que toda investigación debe basarse tanto en la evidencia de los sentidos como en el apoyo de la razón (katà tḕn aísthēsin... katà tòn lógon) . Sería muy difícil, sin embargo, calibrar qué pesa más en él, si la observación empírica o la especulación.
Es sorprendente la capacidad de observación precisa y minuciosa en muchos aspectos (fisiología marina; comportamiento de las abejas; la formación de los dientes en el hombre, con la distinción de caninos y molares; diferenciación de caracteres sexuales primarios y secundarios; detalles de embriogénesis: aparición precoz del corazón, formación de las partes superiores antes que las inferiores, descripción y finalidad del cordón umbilical...), al lado de afirmaciones que responden a ideas prejuzgadas o creencias tradicionales que no han sido sometidas a ninguna crítica.
Tiene interés en distinguir las observaciones superficiales y ‘de pasada’ (ek paródou) , que dan origen a creencias absurdas (por ej. que los cuervos y los ibis copulan por la boca, que las hembras de los peces conciben tragándose el esperma, que las hienas cambian de sexo cada año...) 25 , de las que se hacen metódicamente (756a 33-757a 13).
Conviene resaltar el abundante uso de las analogías (recurso muy utilizado ya por los presocráticos y especialmente por Empédocles). Destacamos las más recurrentes y expresivas:
—
La acción del esperma sobre la sangre menstrual es comparada a la del cuajo sobre la leche (729a11 y n. 184)
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Macho = carpintero, alfarero
esperma = herramientas
sangre menstrual = madera, cera, barro
bebé = cama, pelota... (729b16, 730b5)
El macho no contribuye con nada material a la reproducción, de la misma forma que nada del carpintero pasa a la madera ni a la cama. Es recurrente en Aristóteles la comparación entre los productos de la naturaleza y los del arte, y en 735a1-4 explica la diferencia básica consistente en que en el arte el agente es externo a la materia, mientras que en la naturaleza el agente actúa desde el interior.
—
Los testículos no son una parte de los conductos seminales, sino que están unidos a ellos como los pesos que las tejedoras suspenden de los hilos del telar para mantenerlos tensos y que no se entremezclen (717a35, 787b26).
—
Los movimientos que articulan las diferentes partes del embrión son comparados con el mecanismo de los autómatas (734b10).
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La escasa fertilidad de las personas gordas se compara con la esterilidad de las viñas frondosas (725b34).
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Las venas del cordón umbilical se unen al útero como raíces y el embrión se sirve del útero como la planta de la tierra (740a25, 34).
—
La piel es comparada a la capa que se forma en los líquidos hervidos (743b7).
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El proceso de distribución del alimento para la formación de las diferentes partes del cuerpo es análogo a la administración de una casa: igual que el alimento mejor es para las personas libres, el inferior para los sirvientes y el peor para los animales, así la materia más pura del alimento forma las carnes y los órganos de los sentidos, mientras que los residuos se dedican a los huesos, tendones, pelos, uñas... (744b16-25).
—
El proceso de cocción del residuo menstrual es comparado con un guiso, que requiere el calor adecuado para cocerse y no quemarse (767a20).
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El fenómeno de la calvicie en los hombres es análogo al de la caída de la hoja, porque los cambios de estación en las plantas se corresponden con las edades de la vida (783b10-25).
El principal valor de Aristóteles frente a sus predecesores es su preocupación constante por seguir unas pautas metodológicas: atenerse a los datos de observación, valorar las opiniones de la gente común, y usar el razonamiento para sacar conclusiones.
Es impresionante la cantidad de material que aporta, sin que se convierta su obra en un cúmulo de datos abrumador, ya que se encuentran hábilmente engarzados con los argumentos que desarrolla 26 .
Conviene resaltar que sus errores más patentes se deben sobre todo a la falta de recursos ópticos: por ej. su creencia en la generación espontánea 27 , o su convicción de que el macho no aporta nada material en la reproducción y es la sangre menstrual lo que constituye la materia del futuro embrión. Evidentemente, no podía conocer la existencia de los espermatozoides, que no serían descubiertos hasta el año 1686 por el holandés Antonie van Leeuwenhoek. En cuanto al óvulo de los mamíferos, fue descubierto y descrito por Karl Ernst von Baer en su obra De ovi mammalium et hominis genesi (1827).
Estructura de la obra
El tratado sobre la Reproducción de los animales está organizado en cinco libros, de los que los tres primeros constituyen un bloque unitario sobre la procreación, y los dos últimos tratan las cuestiones relacionadas con la herencia. El libro primero nos presenta una exposición general sobre la reproducción de los animales, identificando los factores que intervienen en la generación, para continuar con su análisis y definición, explicando las diferencias entre los sexos, la posición y la función de los órganos sexuales, el origen del esperma y la sangre menstrual, y la contribución de cada sexo en la reproducción. El análisis más extenso y mejor organizado es el dedicado al esperma. Los libros II y III pasan revista a los diferentes modos de reproducción entre los animales. En el libro II, después de hacer una clasificación de los animales, según su grado de calor y humedad y la perfección de sus crías en el momento del nacimiento, explica la reproducción de los vivíparos. Expone su teoría sobre la concepción, analizando las propiedades y naturaleza del esperma, y las fases de desarrollo del embrión. Uno de los capítulos más interesantes y mejor desarrollados es el que dedica a la transmisión del alma a través del esperma. El libro finaliza con el problema de los híbridos y la esterilidad. El libro III está dedicado a los ovíparos y ovovivíparos, explicando detalladamente el desarrollo del huevo y la función de la yema y la clara en el crecimiento del embrión. Al llegar a los insectos, dedica un largo capítulo al problema de la reproducción de las abejas. Acaba con los animales que se reproducen por generación espontánea.
El libro IV estudia el problema de la diferenciación de los sexos y la formación de los órganos sexuales en el embrión. Establece cuáles son los mecanismos que intervienen en las semejanzas y diferencias de los hijos con los padres, enlazando esta cuestión con el estudio de los monstruos. Pasa revista a los tipos de anomalías más frecuentes y las relaciona con el caso de los animales multíparos. Para finalizar, examina una serie de temas variados: el problema de la superfetación, el estado de las crías en el momento de su nacimiento, la enfermedad llamada ‘mola uterina’, la naturaleza de la leche en los mamíferos y la duración de los periodos de gestación.
Por último, el libro V estudia los caracteres hereditarios variables y que, por tanto, no se deben a causas finales sino materiales o mecanicistas, por ejemplo el color de los ojos, la forma y color del pelo o las plumas, las particularidades de la voz... Y después de dedicar un capítulo al análisis pormenorizado del origen y formación de los dientes, acaba el libro haciendo un reproche a Demócrito por olvidar la causa final y querer explicar todo atendiendo sólo a la necesidad.
Vamos a detenemos con más detalle en los principales problemas y discusiones que se plantean en esta obra.
Teoría de la reproducción
Aristóteles explica el fenómeno de la reproducción basándose en los conceptos metafísicos que constituyen el armazón de toda su filosofía: materia-forma, potencia-acto (posibilidadrealidad) y los cuatro factores que desencadenan cualquier proceso (el motor, la materia, la forma y el fin).
Al comienzo de nuestra obra identifica la forma y el fin, es decir, la definición de la entidad de un animal y la finalidad o función para la cual existe. La forma está en función del fin: en Aristóteles no está separada la anatomía de la fisiología (una mano está formada con unas determinadas características con vistas a un fin y si no cumple ese fin no es mano o sólo se le puede llamar mano por homonimia, como una mano de madera, de bronce, o de un cadáver).
Puesto que las causas formal y final ya han sido explicadas en el tratado de las Partes, ahora queda por hablar del movimiento y de la materia, base de la teoría aristotélica de la reproducción, que considera al macho como origen del movimiento y a la hembra como portadora de la materia.
Por tanto, siendo la hembra y el macho los principios de la reproducción, se define el macho como un ser que engendra en otro y hembra el que engendra en sí mismo (716a14).
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¿Qué papel desempeñan el macho y la hembra en la reproducción?
El macho proporciona la forma y el principio del movimiento, y la hembra aporta la materia y el lugar donde se desarrolla el embrión (729a9-11). El macho tiene un papel activo: es el agente que da forma a esa materia indeterminada que hay en la hembra. En cambio, ésta es paciente y, aunque posea el lugar y la materia, no puede engendrar por sí misma porque le falta el principio del movimiento capaz de definir esa materia (730a29). Es decir, el cuerpo proviene de la hembra y el alma del macho, siendo el cuerpo la materia, y el alma la forma o definición.
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¿Cómo desempeña cada sexo su función?
El macho y la hembra tienen unas secreciones con una finalidad generadora: el esperma y las menstruaciones 28 respectivamente. Aristóteles considera que en ambos casos se trata de sobrante del alimento y son definidos como residuos útiles. El alimento que entra en el cuerpo del animal es elaborado por un proceso de ‘cocción’ y convertido en sangre, que se distribuye a todas las partes del cuerpo, por tanto, la sangre es la forma final del alimento. El macho, al tener un mayor grado de calor corporal, es capaz de someter a una cocción más perfecta a una parte de la sangre y convertirla en esperma. En cambio, la hembra, más fría que el macho, no puede llevar a cabo este segundo nivel de cocción, por lo que su residuo se mantiene como sangre. Como se ve, Aristóteles caracteriza al macho y a la hembra por su capacidad o incapacidad de elaborar esperma a partir del alimento en su último estadio, que es la sangre. Así pues, considera la hembra como un macho estéril y sus menstruaciones son esperma impuro que se ha quedado en una fase intermedia de elaboración (728a18). Nótese que, para Aristóteles, los procesos de nutrición y generación están estrechamente unidos.
La concepción se produce cuando el esperma del macho ‘coagula’, da consistencia al residuo menstrual, que es lo que constituye la materia. Esta acción del esperma es comparada a la del cuajo sobre la leche. Pero lo que da consistencia es la potencia del macho contenida en el semen y una vez que ha realizado su función, la sustancia física se disuelve, es decir, nada material del semen permanece en el embrión. El esperma actúa imprimiendo al residuo de la hembra el mismo movimiento del que él está dotado y a través de ese movimiento, que contiene el principio anímico, logrará actualizar todas las partes que están en potencia en la materia (737a18 y ss.).
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Desarrollo del embrión
Aristóteles plantea el problema de la formación del embrión de forma clara y concisa: o se forman todas las partes al mismo tiempo o se forman unas después de otras (734a16). Esta discusión que ya se plantearon los filósofos presocráticos prefigura los futuros intentos por dar solución a este problema, que dividiría a los científicos en preformacionistas y epigenistas.
La teoría de la preformación sostiene que el embrión se desarrolla a partir de una semilla que es como un individuo minúsculo, pero totalmente formado. Estrechamente vinculada a ésta encontramos la teoría de la pangénesis, que Aristóteles refuta punto por punto y con todo lujo de detalles, según la cual el semen procede de todo el cuerpo y por tanto, al contener porciones de todas las partes se explicaría fácilmente la herencia de caracteres innatos y adquiridos. Uno de los argumentos más definitivos que aduce Aristóteles en contra de esta teoría es que los hijos pueden heredar caracteres de los abuelos o antepasados más lejanos, de los que no les ha llegado nada directamente (721b13-722b6). El término ‘pangénesis’ no es griego, sino el que dio Darwin a una teoría que sostuvo muy similar a ésta (cf. nota 91 del L. I).
Estas dos teorías tienen en común que suponen que las partes del futuro ser tienen que hallarse ya presentes desde el principio. Aristóteles se manifiesta claramente en contra, afirmando que las partes del embrión se desarrollan una después de otra gracias al movimiento del esperma, pero no existe ninguna cosa determinada ni presente en el semen como algo acabado desde el principio. El esperma va dando forma a la materia paulatinamente: por medio de su potencia, genera una serie de cambios sucesivos sin aportar ninguna porción material destinada a ser la forma. El desarrollo del embrión es comparado al mecanismo de los muñecos automáticos (734b10), en los que, una vez puestos en funcionamiento, un movimiento sucede a otro. Esta teoría de la formación gradual del embrión es la que cristalizó en el término ‘epigénesis’, dado por el estudioso aristotélico W. Harvey en el s. XVII (Aristóteles utiliza el verbo epigígnomai con el sentido griego normal de «desarrollarse una cosa después de otra»).
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El pneûma y el corazón
El esperma es el instrumento con el que el macho imprime movimiento a la materia inerte de la hembra, pero a su vez, el esperma realiza su función a través del pneûma o aire innato. Este aire innato es un aire caliente que precisamente es lo que hace fecundos a los espermas y lo que promueve el desarrollo de las partes del embrión. Según se nos explica en 736b35, la naturaleza del pneûma es análoga al elemento de los astros, es decir, el éter (el quinto elemento que añadió Aristóteles a los cuatro de Empédocles). Hay que entender este concepto como el soplo vital, la fuerza animadora que está en el origen de las sensaciones y promueve el movimiento. El pneûma es la herramienta indispensable del esperma para transmitir el alma a la materia, ya que tanto el esperma como los embriones poseen alma en potencia. En Aristóteles pneûma es sinónimo de calor vital y la sede de este calor es el corazón, lo que convierte a este órgano en el principio de la vida. Este órgano es el primero que se desarrolla en el embrión porque es como un recipiente donde se forma la sangre, portadora del pneûma , que se distribuye a todas las partes del cuerpo. La doctrina del pneûma va estrechamente unida a la teoría cardiocentrista de Aristóteles: este soplo vital se encuentra en la sangre, que se forma en el corazón porque es el órgano más caliente del cuerpo (recuérdese que la sangre es el resultado de la ‘cocción’ del alimento).
Según el postulado de que el cerebro es húmedo y frío, no se le puede otorgar un papel decisivo en las funciones vitales, y sería simplemente una especie de balanza para contrarrestar el calor del corazón (743b25-29).
El cardiocentrismo de Aristóteles supone un retroceso con respecto a Alcmeón de Crotona, que fue el primero en postular la primacía del cerebro frente a los demás órganos al confluir allí los conductos de los sentidos y no en el corazón como sostendría Aristóteles. Alcmeón fue seguido por Demócrito, Diógenes de Apolonia, el autor de Sobre la enfermedad sagrada y el mismo Platón 29 . Por el contrario, Aristóteles pudo tener como precursores en la teoría del calor innato a Empédocles y a algunos hipocráticos 30 .
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Ovíparos
La diferencia fundamental que presenta la reproducción de los animales ovíparos es que, al no tener secreción menstrual como los vivíparos, el residuo que producen es un huevo –la materia del futuro embrión–. Las aves expulsan sus huevos acabados, es decir, no experimentan ningún cambio en el exterior; sin embargo, los huevos de los peces están inacabados y se desarrollan siempre fuera de la madre. Pero tanto unos como otros son imperfectos desde el punto de vista de la reproducción sin el semen del macho, que es quien les transmite el alma sensitiva. Como, por otro lado, la facultad nutritiva del alma la poseen tanto los machos como las hembras, por eso las aves pueden formar huevos hueros, que son huevos completos respecto al tamaño, pero que no desarrollarán un pollo porque no han sido fecundados por el macho. La fecundación de los huevos de las aves se realiza en el interior por el hecho de expulsar el huevo acabado y, en cambio, en el caso de los peces, la fecundación se produce en el exterior cuando el macho derrama su lecha sobre los huevos puestos por la hembra (756a18-25).
Aristóteles nos ofrece una explicación muy detallada sobre la formación del huevo de las aves, la función de la clara y la yema y el desarrollo del embrión a partir del huevo. El proceso de incubación es concebido como una ‘cocción’ llevada a cabo por el calor interno de la madre. Considera que la generación procede de la clara, donde se encuentra el principio anímico, y lo amarillo proporciona el alimento. Esta distinción es errónea porque tanto la clara como la yema sirven de alimento para el pollo (cf. L. III, n. 25). La diferencia entre los huevos de las aves y los de los peces la explica por la naturaleza fría de estos últimos, que imposibilita que lo blanco –lo caliente– se separe de lo amarillo y por eso los huevos son de un solo color.
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Insectos
Los insectos producen una larva, «aquello de cuya totalidad se forma el nuevo ser completo», distinguida del huevo, donde «el animal se forma de una parte y el resto es alimento» (732a30). Describe con precisión las fases de la metamorfosis de los insectos, pero piensa que la larva es la primera forma del embrión y no una fase posterior a la salida del huevo, que ya ha pasado el estado embrionario.
Uno de los mejores capítulos de la obra es el consagrado a la reproducción de las abejas. Expone detalladamente las incógnitas que plantea la generación de estos insectos, y después de analizar con minuciosidad una serie de hipótesis posibles y los problemas que de ellas se derivan, concluye erróneamente que «el orden que sigue la naturaleza» en este caso es el siguiente: los jefes (las reinas) se engendran a sí mismos y a las obreras, y éstas engendran a los zánganos (760a27-34).
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Testáceos (animales con concha)
Son definidos como una especie de plantas acuáticas (761a30), y de acuerdo con el axioma aristotélico de que «lo húmedo es más apropiado para la vida que lo seco y el agua más que la tierra» (761a28), poseen formas mucho más variadas que los que viven en tierra. Su reproducción es por brotes, como los mejillones, o por generación espontánea.
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Generación espontánea 31
Para Aristóteles, la generación espontánea se produce a partir de materias putrefactas, y los animales que se generan de esta forma proceden de lodo, arena y productos en descomposición. La función que en los animales realiza el calor interno, aquí la lleva a cabo el calor del sol, que cuece y da forma a la materia, consistente en agua de mar y tierra (762b14). En la generación espontánea, como en la sexual, es necesario el pneûma o soplo vital para desencadenar el proceso. Como vemos, Aristóteles integra totalmente la generación espontánea dentro del marco de su teoría de la reproducción, haciendo intervenir los mismos factores (eîdos-hýlē, psychḗ, pneûma, thermón...)
Aparte de algunos insectos como las pulgas, moscas y cantáridas (721a8); testáceos como los buccinos, púrpuras, ostras... (761b31), también se reproducen espontáneamente los mújoles y las anguilas, las cuales se forman a partir de unas larvas llamadas «entrañas de la tierra» (762b24-27).
En el caso del caracol, dado que es el único gasterópodo al que se ha visto copular, Aristóteles se muestra prudente y considera que no se ha observado suficientemente si su reproducción proviene de la cópula o no (762a34).
Mecanismos de la herencia
El primer problema que se plantea Aristóteles es la causa y el momento en el que se produce la diferenciación sexual en el embrión. Analiza las dos hipótesis que han sostenido sus predecesores en esta materia: o bien la diferencia sexual se halla ya en el esperma o se produce en el útero (763b30-764a2). Aristóteles critica la idea de asociar la hembra con la izquierda –ya sea porque el semen procediera del testículo izquierdo o porque el embrión se formó en la parte izquierda del útero– y el macho con la derecha. También rechaza la teoría de que en un útero caliente se forman machos y en uno frío hembras. Pero a pesar de rechazar estas teorías tachándolas de absurdas y simplistas, exponiendo razones convincentes y a la vez apelando a las observaciones realizadas en sus trabajos de disección de animales (764a13-765a34), al final de su refutación cae en el mismo prejuicio que está combatiendo y afirma que estas teorías tienen su lógica «pues la parte derecha del cuerpo es más caliente que la izquierda» (765b1).
¿Cuál es la explicación aristotélica de la herencia del sexo y de los caracteres matemos o paternos? (767b15-769a5).
Su teoría se basa en dos fundamentos: a) en el semen hay unos movimientos en acto y otros en potencia; b) estos movimientos pueden dominar o relajarse.
a) Los movimientos presentes en acto son los del progenitor (rasgos individuales de un padre concreto) y los de las características generales (como animal y como hombre); y los movimientos en potencia son los que corresponden a la hembra y a los antepasados.
b) Los fenómenos de la dominación o relajación se producen en los movimientos del semen que corresponden a las siguientes características:
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el progenitor es un individuo concreto (por ej. Sócrates)
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el progenitor es un macho
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el progenitor es un ser humano
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el progenitor es un animal
Si el principio del macho domina, reconduce el material a su propia forma, es decir, origina un macho y parecido a su padre; pero si es dominado degenera en su contrario, o sea, engendra una hembra. Pero puede ser dominado en una facultad y prevalecer en otra, por ej. ser dominado como macho y no como individuo, entonces nacerá una hembra parecida al padre; si, por el contrario, prevalece como macho pero no como individuo, entonces nacerá un varón parecido a la madre.
Si una facultad es dominada, significa que degenera en su contrario: de macho a hembra o de un padre concreto a una madre concreta. En cambio, la relajación consiste en una tendencia a los movimientos más próximos: si el movimiento del padre se relaja, tiende al de su padre, si se relaja todavía más, tiende al de su abuelo; y lo mismo en el caso de la madre. Así se explicarían las semejanzas de los hijos con los abuelos o bisabuelos.
La causa de que esos movimientos del macho se relajen o lleguen a ser totalmente dominados hay que buscarla, según Aristóteles, en el hecho de que por lo general, en cualquier proceso el agente se ve afectado por aquella materia sobre la que actúa (por ej., un cuchillo se desafila, o un agente que calienta una materia fría, a su vez se enfría). Del mismo modo, en el proceso de reproducción, a veces la potencia del semen no es suficiente para dominar la materia y llevar a cabo su cocción. Esto se puede deber a que no existe la correcta proporción (symmetría) entre la pareja: al macho le falta calor, por su juventud, vejez, enfermedad..., o la materia es demasiado abundante y fría.
Pensamos que Aristóteles se ve obligado a forzar su propia teoría en el momento de explicar no sólo el nacimiento de una hembra, sino que además esa hembra se pueda parecer a su madre o incluso a sus abuelos o bisabuelos matemos. Para seguir fiel a su idea de la pasividad total del elemento femenino en la reproducción, no le queda más remedio que otorgar los movimientos de la progenitora al macho y afirmar que es el semen el que posee esos movimientos, aunque, eso sí, en potencia (768a14). El recurso de la potencialidad ayuda a Aristóteles a mantener en pie su teoría. Pero, a partir del cap. 3 del L. IV, la sensación es de cierta incoherencia con los postulados que se han venido manteniendo a lo largo de toda la obra 32 . Y parece necesario algún equilibrio dialéctico para no pensar que la teoría aristotélica se desmorona al enfrentarse con el nacimiento de hembras. ¿Debemos considerar al semen como una potencia animadora de unos movimientos de la progenitora, que solamente resultan funcionales si el macho los activa?
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Las hembras y los monstruos
Aristóteles, en su explicación de los mecanismos hereditarios, relaciona el nacimiento de hembras con el de monstruos, ya que la hembra es un primer nivel en una serie de desviaciones de la naturaleza (767b8). Cuando todos los movimientos que proceden del macho (como individuo, como macho y como hombre) se relajan, queda lo más general, el animal (769b12). Es decir, la causa de los fenómenos monstruosos es que prevalece la materia sobre el principio del macho. Aristóteles nunca hace intervenir al azar en estos procesos. Su explicación es que predomina la causa material sobre la final (770b15), y por eso, aunque los monstruos sean productos contra natura porque están al margen de la norma de la naturaleza; sin embargo, de algún modo siguen la naturaleza porque su origen se explica por causas naturales 33 .
En 767b9-15 Aristóteles explica la diferencia básica entre la hembra y el monstruo: la primera, aun siendo una desviación y una deformidad, es necesaria para la preservación de la especie, es decir, tiene una causa final. En cambio, el monstruo sólo es necesario por accidente, es decir, su necesidad es exclusivamente mecánica, la derivada de una materia defectuosa.
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Caracteres variables
Aristóteles distinguió claramente entre caracteres esenciales, transmitidos por el semen del macho, y caracteres variables o secundarios, dependientes de la materia. Tales características como el color de los ojos, el color y la textura del pelo o las plumas, la potencia o debilidad de la voz, su tono agudo o grave, la agudeza o escasez de oído y olfato... no pertenecen a la definición de la entidad de un animal porque la definición incluye la función, es decir, la causa final, y estos caracteres sólo se explican por causas mecánicas, son el resultado de la interacción de la materia y el movimiento (778a34-b1).
Al explicar estos caracteres, Aristóteles recurre a la misma diferencia que estableció entre las hembras y los monstruos: los dos tipos de necesidad. Un hombre posee ojos porque su definición incluye la facultad de ver y cada facultad necesita un órgano, luego el ojo es necesario para cumplir una función. En cambio, el color azul o negro será necesario sólo por accidente y su necesidad derivará de una determinada materia y del proceso de su formación.
Principios generales que inspiran la obra
De las dos corrientes filosóficas que explicaban el mundo en la época de Aristóteles, el mecanicismo de Demócrito y el finalismo platónico, nuestro autor optó por el finalismo como principio rector de su biología. En este sentido, su declaración más explícita la encontramos en 789b3-15.
Nada es explicado por la casualidad o el azar. La naturaleza hace todo porque es necesario o porque es mejor (717a15). Dado que lo eterno es bello y divino, y el ser es mejor que el no ser y vivir mejor que no vivir, por eso hay reproducción de animales. Los individuos, como no pueden ser eternos, acceden a la inmortalidad, en la medida de sus posibilidades, a través de la reproducción (L. II, 1). La reproducción se justifica y sirve para explicar la creencia aristotélica en la eternidad del ser.
La finalidad está dentro de la propia naturaleza, lo que excluye el providencialismo. «Lo mejor», identificado con la causa final, siempre se refiere a lo más útil desde el punto de vista del propio individuo. Se trata, por tanto, de una finalidad inmanente.
«La naturaleza rehúye lo infinito, pues lo infinito es imperfecto y la naturaleza siempre busca un fin» (715b15). De acuerdo con esta concepción teleológica, la naturaleza no hace nada en vano ni inútil y además, se rige por un principio de economía tal, que los fines se alcanzan por los medios más sencillos. Normalmente, compensa el exceso de una cosa con la escasez de otra: por ej., los animales más grandes así como las plantas más frondosas suelen ser menos fecundos que los ejemplares pequeños porque, al emplearse casi todo el alimento en desarrollo del cuerpo, les sobra menos residuo (718b15); así, el elefante suele parir una cría, mientras que los peces o los insectos son muy prolíficos. Las aves voladoras y las rapaces son menos prolíficas que las domésticas porque en las primeras el residuo del alimento se gasta sobre todo en plumas, alas y garras, mientras que las aves poco voladoras son mucho más fecundas (749b1-15). Las hembras no pueden tener al mismo tiempo leche y menstruaciones porque las dos cosas son residuos del alimento (777a14), etc.
Considera el calor como principio vital y establece una escala natural en la que los animales más perfectos son los más calientes. Según esto, casi todos los desarrollos naturales se explican por un proceso de cocción: el esperma es sangre cocida; el esperma coagula mediante cocción el residuo de la hembra; la incubación del huevo es una cocción; la formación del cerebro, como cada uno de los demás órganos, se debe a una cocción; la leche de los mamíferos es sangre cocida; la canicie, igual que el color azul de los ojos, es una debilidad, resultado de la falta de cocción de la humedad del cerebro (780b6), etc.
Lo que no queda muy claro en la teoría de Aristóteles es por qué la cocción del último sobrante de alimento, esto es, sangre, produce unas veces esperma, otras leche... ¿Se trata de diferentes tipos de cocción? No nos lo explica.
Unida a la idea del calor va asociada la humedad como sinónimo de vida, frente a la frialdad y sequedad que acompañan a la muerte: la calvicie es falta de humedad caliente (783b18), las pieles se vuelven más duras y gruesas en la vejez porque se secan (783b5). Al hablar de la fecundidad de las aves, llega a la curiosa conclusión de que el cernícalo es la más fecunda de las de garras curvas porque es la única que bebe, y la humedad produce esperma (750a6).
La importancia del ‘justo medio’, idea central de la Ética a Nicómaco , también juega un papel en la teoría de la reproducción. Aristóteles insiste en la necesidad de simetría en la pareja: el calor del macho debe ser proporcional a la cantidad de residuo proporcionado por la hembra (767a15-20). La esterilidad puede deberse a falta de proporción entre los miembros de una pareja, que a veces llegan a ser fecundos si cambian de compañero (767a24). Un pene grande es peor para la fecundación que uno mediano, porque el esperma, obligado a recorrer más camino, se enfría y no es útil (718a24). Las parejas de edad intermedia, ni demasiado jóvenes ni demasiado viejas, engendran más varones porque sus cuerpos tienen el calor perfecto (766b29). También la mejor vista es la que posee el punto medio de humedad (780a23) 34 .
Aristóteles encuentra siempre orden y regularidad en todos los fenómenos naturales. Empezando por lo más simple, la materia está organizada de una manera jerárquica: los elementos son la materia de las partes homogéneas; las homogéneas, de las heterogéneas y éstas, a su vez, constituyen la materia del animal en su conjunto (715a9-11). Por otro lado, el cuerpo es materia con respecto al alma. Los conceptos hýlē-eîdos son relativos: cada nivel es materia del estadio siguiente y forma del anterior 35 .
Todos los seres perecederos están formados a partir de los cuatro elementos del mundo sublunar: tierra, agua, aire y fuego.
Sin embargo, se puede decir que los seres vivos, según su constitución, pertenecen más a un elemento que a otro: por ej., las plantas a la tierra, los seres acuáticos al agua y los terrestres al aire. El fuego correspondería a la región lunar, aunque Aristóteles se muestra contradictorio en la cuestión de si hay animales que pueden vivir en este elemento (761b14-22 y n. 102).
La regularidad de los ciclos reproductivos viene determinada por la regularidad de los ciclos cósmicos, pues es lógico que las cosas menos importantes se rijan siguiendo a las de más importancia (777b16-778a9).
Esta jerarquía se halla en la naturaleza a todos los niveles: hay un orden natural en la reproducción de las abejas (760a32); las partes del cuerpo son alimentadas según su importancia, por ej., el alimento mejor es para los órganos sensoriales (744b23), etcétera...
Y por último, su teoría de la reproducción está basada en una escala de valores, que explica la separación de los sexos porque el principio del movimiento, que es el macho, es mejor y más divino que la materia (732a7-9).
Aristóteles no fue capaz de vencer el peso de la tradición que relegaba a la mujer a una posición totalmente secundaria e irrelevante en la sociedad griega, y fiel a su sistema de investigar las causas de cualquier fenómeno, explicó la inferioridad femenina por su naturaleza menos cálida que el varón, dentro de un orden jerarquizado que situaba al hombre como el ser más perfecto por su mayor calor interno. Así llegó a la extravagante conclusión de que «la mujer es como un niño o macho estéril».
No querría terminar este capítulo sin apuntar uno de los problemas más sugerentes que plantea la lectura de este texto y que ha suscitado gran controversia: concierne a la primacía ontológica que Aristóteles concede, según unos, a la especie y, según otros, al individuo. No queda del todo claro si el objeto de la obra es explicar la forma individual o la forma específica y esta ambigüedad se hace más patente a la hora de tratar los problemas de la herencia. A lo largo de toda la obra se mantiene la ambivalencia entre considerar ousía (entidad) al individuo o a la especie, y es dentro de esta tensión como hay que interpretar la teoría aristotélica de la generación.
Fuentes
Podemos dividir las fuentes de Aristóteles en orales y escritas. No queda muy claro qué datos se deben a su observación personal y en qué otros es deudor de sus informadores. Por su insistencia en combinar la percepción sensible con el razonamiento, parece lógico suponer que hubo observación directa, aunque los verbos siempre aparecen en tercera persona («se ha observado»). Por otro lado, hay numerosas referencias a sus trabajos de disección como prueba para refutar o sostener determinadas teorías. Lo que sí resulta evidente es que se sirvió de la información que le aportaron personas más o menos competentes: pescadores (720b34, 756a32), apicultores (760a2) y pastores (767a9).
A menudo utiliza las opiniones de la gente común, con fórmulas del tipo «se dice», «algunos afirman» sin especificar más. Por ej., el largo capítulo dedicado a la reproducción de las abejas deja bastante claro que su conocimiento no se debe a observación personal puesto que, además de referirse a los apicultores, encontramos en seis ocasiones las expresiones arriba mencionadas (L. III, cap. 10).
También recurre a tradiciones populares, por ej., en 738a17 se relaciona la menstruación con las fases de la luna, o en 767a9 se alude a la teoría de los pastores según la cual la generación de machos o hembras depende de copular con viento del norte o del sur.
Por otro lado, Aristóteles utilizó ampliamente sus lecturas y entre sus fuentes escritas se encuentran las obras de historiadores, filósofos y médicos.
Los dos historiadores mencionados en nuestra obra son Heródoto (s. v) y Ctesias de Cnido (s. IV ), a quienes no considera dignos de crédito. A ambos los cita para mostrar su desacuerdo con ellos en cuestiones relacionadas con el semen y la procreación. Y en concreto, se refiere a Heródoto con el adjetivo un tanto despectivo de mythológos (fabulador), «cuentista» diríamos nosotros (756b7).
Aunque ya hemos dicho que la Reproducción de los animales es el primer tratado de embriología en la historia occidental, no por ello debemos pasar por alto que Aristóteles continúa una tradición y aborda una serie de temas que estaban en el centro de las preocupaciones de los filósofos presocráticos. Estos autores, interesados en explicar el origen del mundo, dedicaron especial atención al origen del hombre, y a menudo echaron mano de cuestiones fisiológicas para sustentar teorías cósmicas. El problema del origen y naturaleza del semen fue abordado por estos filósofos, a los que Aristóteles engloba bajo el nombre más genérico y exacto de physikoí , «estudiosos de la naturaleza» (en esta época los estudios de filosofía, ciencias físicas, naturales y medicina no estaban separados). Se podría hablar, como hace Longrigg 36 de un «debate seminal» en el s. v a. C., que cristalizó en tres explicaciones diferentes sobre el origen del semen: la teoría de Alcmeón de Crotona lo hace derivar del cerebro y la médula espinal; Anaxágoras, Demócrito y algunos médicos hipocráticos sostenían que el esperma viene de todas las partes del cuerpo; y Diógenes de Apolonia, a quien sigue Aristóteles, considera que el esperma es sangre 37 .
Aparte de esto, el paralelismo entre Diógenes y Aristóteles lo vemos también en que tanto uno como otro explican la blancura del semen por su naturaleza espumosa y los dos recurren a la asociación etimológica del término aphrós ‘espuma’ con Afrodita (736a14-20 y nn. 39 y 40), diosa de los placeres sexuales.
Otras cuestiones de embriología como el aporte de cada uno de los progenitores a la reproducción o el alimento y desarrollo del embrión, fueron asimismo objeto de estudio por parte de los filósofos presocráticos.
Respecto al tema de si la mujer contribuye a la procreación con algo, recordemos que a pesar de que seguía manteniéndose la creencia tradicional de que la aportación de la hembra se limitaba a la de ser un mero receptáculo, la opinión predominante entre los presocráticos y algunos médicos hipocráticos fue la de que ambos progenitores segregan semilla 38 . Aunque Aristóteles rechazó esta teoría y otorgó a la mujer un papel totalmente pasivo en la reproducción, por lo menos la consideró como portadora de la materia que contiene en potencia las partes del futuro embrión. Y conviene recordar que su teoría de la sangre menstrual como materia no fue puesta en entredicho hasta el s. XVII , cuando W. Harvey la refutó definitivamente 39 .
En lo que respecta a la nutrición del embrión (L. II, cap. 7), Aristóteles explica con detalles muy precisos que el feto se alimenta a través del cordón umbilical, teoría mantenida antes que él por Empédocles y Anaxágoras.
Los filósofos más citados por Aristóteles son Empédocles, Demócrito y Anaxágoras.
Aristóteles, aunque critica algunas teorías de Empédocles, está muy influenciado por su biología, especialmente en lo relativo a la teoría del pneûma . Recordemos, por otro lado, la feliz intuición de Empédocles con su metáfora de que el macho y la hembra poseen una especie de sýmbolon , «una mitad de algo», que se unen en la generación, teoría rechazada por Aristóteles (722b11).
A Demócrito le reprocha lo que considera reduccionismo, aducir sólo causas mecánicas y no tener en cuenta la causa final. Aristóteles no rechaza el mecanicismo porque sabe que la combinatoria de átomos puede en ocasiones explicar mejor la complejidad del mundo, pero la subordina a la teleología (789b3-15).
Por otro lado, es evidente la deuda aristotélica hacia su maestro Platón, sobre todo en lo que concierne a la concepción finalista de la biología, de lo que ya hemos hecho mención. Y, sin nombrarlo, el Timeo parece estar presente en algunos momentos de la obra, aunque la idea de una divinidad organizadora del mundo falta totalmente en el pensamiento aristotélico. Para Düring, el papel que desempeña el Demiurgo en el Timeo sería equivalente al de Phýsis en la filosofía de la naturaleza de las obras de Aristóteles 40 .
Por último, queremos resaltar el notable conocimiento que debía tener Aristóteles de la literatura hipocrática, debido, sin duda, a su relación familiar con la medicina. Aunque nunca se mencione a Hipócrates ni a ningún otro médico y aparezcan agrupados bajo la denominación de physikoí o physiológoi , los tratados, cuyas ideas hemos visto reflejadas de alguna manera en la obra, son los siguientes: Enfermedades de las mujeres, Sobre la generación, Sobre la naturaleza del niño, Sobre la dieta, Sobre los aires, aguas y lugares, Sobre la enfermedad sagrada, Sobre la medicina antigua, Sobre las carnes, Aforismos, Predicciones, Epidemias, Sobre la superfetación y Sobre los humores .
Por poner un ejemplo, la influencia del medio ambiente y del tipo de dieta en la mayor o menor fecundidad de las gentes (767a28-35) tiene una clara ascendencia hipocrática.
Sucesores de Aristóteles
Los estudios de zoología no gozaron durante el helenismo de investigadores de la talla de Aristóteles. Sin embargo, donde sí tuvo continuadores fue en el campo de la medicina: por ejemplo, su teoría del pneûma-spérma se puede seguir hasta la escuela médica de los Pneumáticos, pasando por Diocles de Caristo y los médicos alejandrinos del primer helenismo: Herófilo y Erasístrato. Los Pneumáticos, cuya escuela fue fundada por el médico Ateneo, bajo Claudio, fueron muy influidos por el estoicismo, y, en materia de embriogénesis, se mantienen fieles a Aristóteles. Y como último eslabón de esta cadena hay que citar a Galeno (s. II d. C.), que asume las doctrinas embriológicas de los Pneumáticos y de Aristóteles.
Ya en la Edad Media, se puede considerar a Avicena (s. XI ) y a San Alberto Magno (s. XIII ) como auténticos continuadores de la obra aristotélica. Y quizá fue W. Harvey (1578-1657), cuya investigación se halló presidida por el estudio de Aristóteles, quien aportó más a la embriología desde la época del Estagirita.
Estilo
La primera impresión que nos produce la prosa aristotélica es de sequedad y aridez, casi diríamos de falta de estilo, como si su autor se hubiera concentrado en el objeto de su trabajo sin importarle en absoluto la forma de su exposición. Parece que su interés se centra en explicar del modo más objetivo y riguroso una serie de cuestiones sin hacer ninguna concesión a la elegancia o brillantez formales. En cualquier caso, esto no significa que su obra consista en una mera colección de apuntes de clase bien ordenados pero sin ninguna voluntad estilística. La obra presenta una estructura coherente y bien organizada, aunque en determinados pasajes podamos hallar alguna contradicción con respecto incluso a otros tratados de zoología. Aristóteles opta por un estilo conciso, escueto y claro, el propio de la prosa científica, que no debe recurrir a la retórica. La aridez de estilo es buscada por su autor, que no considera adecuadas las licencias poéticas en una exposición de este tipo. Por otro lado, nadie esperaría encontrar esquisitez literaria en ningún manual de biología al uso. De todas formas, si la prosa escueta y fría de Aristóteles nos puede desagradar en un primer momento, pronto nos engancha por el rigor de sus exposiciones lógicas.
Rehúye las palabras inusuales y se sirve en todo momento de la lengua coloquial, accesible a cualquiera. En este sentido, llama la atención que, aunque se mueva dentro de la más pura argumentación abstracta, no abandona el lenguaje corriente, lo que a veces conlleva imprecisión. Si tiene que emplear un término no demasiado usual, lo acompaña de la expresión ho kaloúmenos (‘lo que se llama’). En cuaquier caso, cuando lo necesita, crea neologismos o utiliza palabras ya existentes en la lengua griega, pero otorgándoles un sentido técnico. Por ej., los términos énaimos / ánaimos (sanguíneos / no sanguíneos) no tenían un uso técnico antes de Aristóteles, y algo similar pasa con ta éntoma , ‘insectos’ (literalmente «los segmentados», «los divididos en secciones»). El término homoiomerḗs, «sustancia que se divide en partes que son de la misma naturaleza entre sí y con respecto al todo», es usado, junto a su opuesto anomoiomerḗs, por primera vez, en los tratados biológicos, para diferenciar las partes homogéneas de las heterogéneas, aunque Aristóteles lo había utilizado ya para exponer la doctrina de Anaxágoras 41 .
Para los animales sanguíneos, utiliza los nombres corrientes: zōiotokoûnta en hautoîs, nuestros mamíferos; órnithes, aves; tetrápoda ḕ ápoda zōiotokoûnta, reptiles y anfibios; ichthýes, peces. Para los no sanguíneos, crea los términos: malákia , cefalópodos; malakóstraka , crustáceos; ostrakóderma, moluscos; y éntoma , insectos.
A veces crea términos para otras agrupaciones de animales que le interesan y que también carecen de nombre en la lengua vulgar: lóphoura podría equivaler a nuestros équidos; korakṓdēs, «córvido».
Por último, queremos reseñar el único rasgo de humor o ironía que hemos encontrado a lo largo de toda la obra: su magnífica refutación de la ‘pangénesis’ termina reduciendo la teoría al absurdo, ya que si las semejanzas de los hijos con los padres se deben a que el esperma proviene de todas las partes del cuerpo, si un hijo lleva zapatos parecidos a su padre, también debería venir esperma de los zapatos (723b31-32).
Finalmente, no nos queda más que resaltar de nuevo que la obra que tenemos delante ofrece mucho más de lo que el título promete, no reduciéndose a un mero estudio de embriogénesis sino abarcando los problemas centrales de la filosofía aristotélica.
Título
Quizá merezca la pena dedicar unas breves palabras a comentar la variación del título tradicional de la obra. Pensamos que Reproducción de los animales responde más fielmente al contenido de nuestro texto que el clásico de Generación de los animales , y ofrece al lector una idea más clara del libro que tiene entre manos: básicamente un tratado de embriología.
Aunque los términos ‘generación’ y ‘reproducción’ no son sinónimos, en el caso de los seres vivos ‘generación’ significa ‘reproducción’, porque, como dice el propio Aristóteles repetidas veces, «un hombre engendra a un hombre».
Desde un punto de vista lógico, ‘generación’ sería más exacto que ‘reproducción’ al englobar todos los casos posibles, incluidos los monstruos y los animales que se generan espontáneamente del lodo y materias putrefactas, casos tratados por Aristóteles en esta obra.
Con esta explicación no intentamos justificar una posible traición, sino más bien creemos que este título refleja mejor el fenómeno que Aristóteles se propuso estudiar: el hecho de que de dos animales de la misma especie siempre nazca otro ser de la misma especie, ya que la forma de generación que se da en los animales es un nuevo ser que reproduce la forma específica de sus progenitores.
Además, se da la circunstancia de que en griego no existe una palabra que designe el tipo de generación reproductiva. Y de la misma forma que en el caso de spérma , traducimos ‘semen’ o ‘semilla’ según se trate de animales o vegetales, dado que la lengua griega no los distingue, con el mismo criterio traducimos génesis por ‘reproducción’, que es el término usual en español para hablar de la generación de los animales. Y ateniéndonos al nivel de la lengua corriente, creemos también ser fieles al espíritu de Aristóteles.