Читать книгу Cataluña bajo vigilancia - Arnau Gonzàlez i Vilalta - Страница 6

Оглавление

INTRODUCCIÓN

EL PORQUÉ DE LA INVESTIGACIÓN

En 1986, el historiador Ismael Saz publicaba una obra básica para el conocimiento de las relaciones entre la II República Española y la Italia de Mussolini. Después de analizar la documentación de la Embajada italiana en Madrid, Saz hacía la siguiente reflexión:

Poco sabemos de las actividades que en el mencionado sentido pudo acometer el Consulado italiano de Barcelona. Pero parece fuera de duda que las instituciones italianas que en la ciudad condal se establecieron (escuelas, Fascio, Casa de Italia) fueron, en comparación con las del resto de España, las de mejor funcionamiento y mayor prestigio. (...) Una investigación más en profundidad sobre las actividades italianas en Barcelona sería tanto más necesaria cuanto todo parece indicar que éstas fueron todo menos inexistentes o irrelevantes.[1]

Años después, otro historiador tan conocido como Stanley G. Payne reclamaba lo mismo al preguntarse por la existencia o no de un fascismo catalán.[2]También de manera insistente ha reclamado tal investigación, después de intentarlo años antes, Enric Ucelay-Da Cal, en un esfuerzo que se encuentra repartido por sus innumerables artículos.

Por lo tanto, esta investigación que presento ahora al lector surge de una demanda insistente de diferentes historiadores que durante los últimos veinte años han creído necesario saber qué hacían, cómo observaban y qué contactos establecieron los fascistas italianos en Barcelona y Cataluña. Y lo creen porque si es cierto que ya abundan las obras referentes a las relaciones entre España e Italia desde mediados de los años veinte del siglo pasado hasta la II Guerra Mundial, también lo es el abandono sistemático al que ha sido sometido el papel del Consulado italiano en Barcelona.[3]Hasta el momento, todos los estudios han circunscrito sus investigaciones a escarbar entre la documentación de la Embajada italiana en Madrid, situando en la capital española, «con buena lógica estatalista», todo aquello que de importante se pudiera cocer en las relaciones políticas, en las intrigas subversivas o en las observaciones sobre la realidad hispánica que tejerían los diplomáticos y observadores italianos destacados en ella.[4]

Sin ninguna duda, es cierto que la capitalidad estatal sitúa en Madrid el mayor peso, por lo menos en la vida oficial e institucional, de las relaciones entre estados. Al mismo tiempo, no es menos cierto que los principales partidos políticos, intelectuales y movimientos de mayor difusión del conjunto del territorio español estaban en la capital. Pero mirando a la realidad presente y pasada de la historia de España, el historiador sagaz e interesado por conocer

y contrastar no puede minusvalorar la existencia de Cataluña y de su centro vital, Barcelona. Y no puede hacerlo en un ámbito como el de las relaciones internacionales, de los contactos políticos no siempre con luz y taquígrafos o de la propaganda política. Porque es evidente que, para España, Cataluña ha sido a lo largo del siglo xx un elemento esencial de los principales acontecimientos que han moldeado la historia de aquella centuria. No se puede entender la historia de la España contemporánea sin el nacimiento del catalanismo, sin la fuerza del proletariado catalán o sin la efervescencia económica de aquel territorio. Las principales revoluciones intelectuales, ideológicas o artísticas europeas y a la par occidentales, llegarán a España a través de Cataluña.[5]Así lo creía el Embajador italiano en Madrid, cuando después de realizar un viaje a Cataluña en 1933 escribía un informe alabando la modernidad catalana en comparación con el atraso cultural de la capital del Estado. Para Raffaele Guariglia, como veremos más adelante, Barcelona era el lugar ideal para difundir el fascismo, y lo era por su aparente cosmopolitismo, por la existencia de contactos internacionales, de un ir y venir de gentes e ideas que aportaban a la capital catalana una situación de desarrollo y modernidad ideológica no existente en el centro de la Meseta.

Por ese motivo para el verdadero conocimiento de la visión que de España tenían los italianos, y de las relaciones, contactos y alianzas que pudieran establecer éstos en ella, es imprescindible el estudio de su acción en Cataluña. Y aún más en el período 1931-1939, cuando Cataluña gozará de la autonomía instaurada tras el 14 de abril de 1931. Así, es tan necesario como lo es para cualquier otro estudio que no quiera quedarse en un simple análisis de la realidad madrileña. Y es que para conocer España y su historia, demasiado a menudo se ha dejado de lado el papel trascendental de Cataluña limitando el conocimiento de los lectores a la alta política madrileña, o a los conflictos sociales en el campo extremeño o andaluz, como si el proletariado catalán no tuviera importancia o las demandas catalanistas no fueran un elemento de constante desestabilización.[6]Resulta éste un elemento que creo demasiado repetido en diversas obras referentes al período de la II República y la Guerra Civil, tanto por historiadores españoles como extranjeros. Y es que si el separatismo catalán político no ha conseguido su objetivo de independizar Cataluña o los Países Catalanes, no será la historiografía quien lo haga.

LA DOCUMENTACIÓN

En diversas conversaciones mantenidas a partir del año 2006 en relación con esta investigación, el infatigable historiador, y amigo, Enric Ucelay-Da Calme explicaba sus luchas con los funcionarios italianos para poder acceder a la documentación del Consulado italiano en Barcelona hace un par de décadas. Ciertamente, como decía Ucelay-Da Cal, con su habitual ironía ya tan catalana, aunque al mismo tiempo de tan diversa procedencia, la batalla fue larga y a la postre finalizó en una derrota total. Si un funcionario de archivo de cualquier lugar es siempre un hueso duro de roer, el funcionario italiano es un maestro en el arte del despiste. El investigador con poca paciencia rápidamente sucumbirá a sus negativas y abandonará el objetivo de su viaje –por otra parte siempre agradable– a la ciudad eterna. Así, ya hace más de veinte años Ucelay-Da Cal hacía una intentona –así, con vocabulario golpista– de acceder a los documentos, los que fueran, del Consulado italiano de Barcelona en el palacio de la Farnesina y en el Archivio dello Stato. No lo conseguía.

En enero del 2006 (al iniciar una estancia de tres meses en Roma) y animado por los profesores Borja de Riquer y Ucelay-Da Cal, pretendía conseguir lo que, años ha, se había calificado de imposible. Y de la misma manera que la del historiador catalano-gallego-vasco-americano, mi toma de contacto con el Archivio Storico del Ministero degli Affari Esteri de Roma, más conocido por el Palazzo della Farnesina, se iniciaba con la misma respuesta: aquí no existen o no están ordenados los documentos del Consulado de Barcelona. Y ciertamente no lo están, pero al mismo tiempo sí que lo están. quiero decir que en realidad no existe la documentación del Consulado propiamente dicha, sino la totalidad de los informes que la legación de Barcelona envió a Roma a lo largo de su existencia. Es decir, para el caso que nos ocupa, todos los informes que desde 1929 a 1943 enviaría el Consulado a Roma, en su mayoría vía Embajada en Madrid. Se trata, por lo tanto, de una documentación de un gran interés, pero que deberá completarse con otra de no menor importancia: la interna del mismo Consulado. Una documentación (los informes) que está mezclada entre el grueso de los informes de la Embajada de Madrid, sin orden y sin ninguna referencia concreta. Es decir, en el conjunto de documentación diplomática englobada dentro de la sección «Affari Politici» de la subsección «Spagna» y, respectivamente, dividida en los períodos 1919-1930 y 1931-1945 (también he encontrado documentos en otros fondos).

Pero volviendo a los informes o rapporti, en italiano, debe reseñarse que se trata de su totalidad, en ocasiones con documentación adjunta. Unos informes que casi siempre serán la base de los fragmentos referidos a Cataluña de los textos de la Embajada italiana en Madrid. No obstante, en otras ocasiones los informes de Madrid nos aportaran nuevos puntos de vista del Embajador divergente del Cónsul en Barcelona. Por lo tanto, en el presente estudio he utilizado las dos fuentes: Barcelona y Madrid.

Por otro lado, como decía anteriormente, esta documentación debe completarse y conjugarse con otros fondos que nos permiten meternos de lleno en las entrañas del mismo Consulado para llegar a una visión completa. Esta otra documentación, nos permitirá analizar la realidad de la colonia italiana de Barcelona y Cataluña en su conjunto, del Fascio Luigi Avversi de la capital catalana y de los materiales utilizados para redactar los informes. Esta no menos extraordinaria documentación se localiza en el International Institut of Social History (IISH) de Ámsterdam. Se trata de los fondos existentes en el mismo Consulado que fueron requisados por el sindicato anarquista, Federación Anarquista Ibérica (fai), después de la evacuación a finales del verano de 1936 de la legación durante la Guerra Civil y que, a su fin, los anarquistas se llevaron consigo al exilio (lo mismo hicieron con documentación del Consulado alemán). Una vez fuera de España siguieron la suerte de la documentación de la CNT-FAI pasando por Londres y llegando en último lugar a la ciudad holandesa, donde está actualmente conservada.[7]

Aunque los originales siguen en Ámsterdam, la CNT-FAI legalizada y posfranquista obtuvo en 1984 una copia microfilmada propiedad del archivo de la fai existente en Castelló de la Plana. La inexistencia de medios de reproducción y consulta en dicho archivo ha hecho que tuviera que consultarlos en la Fundación Anselmo Lorenzo de Madrid, no sin dificultades técnicas inacabables que me han hecho pensar en la placidez de los canales y, por qué no, de los coffeeshops de Ámsterdam. Este esfuerzo e insistencia es algo necesario e imprescindible –un año enviando e-mails y diversos viajes en vano a Madrid– para poder realizar un estudio completo y no parcial, como podría haber sucedido sin una de las dos fuentes documentales. Porque aunque por separado (visión de Cataluña y vida interior del Consulado) ya hubieran tenido suficiente entidad, es evidente que el conjunto aumenta su valor historiográfico.

En un segundo grado de importancia, cabe situar los fondos localizados en el Archivio dello Stato en Roma. Dicho archivo conserva la gran mayoría de la documentación del régimen fascista, entre la que he podido localizar parte de los documentos referentes a las tareas propagandísticas italianas en Barcelona.

En último lugar, he completado el conjunto de la documentación con la consulta de diferentes archivos relacionados de manera más o menos directa con la diplomacia italiana. En primer lugar, he encontrado interesante documentación en el siempre rico archivo personal del intelectual y político mallorquín y catalanista Joan Estelrich i Artigues. Debo agradecer al profesor Manuel Jorba el acceso a este archivo, depositado actualmente en el Arxiu Nacional de Catalunya.

Por otro lado, he creído interesante, ya que hablamos en parte de la transmisión de la imagen que de Cataluña y de sus procesos histórico-políticos se tenía, contrastar en algunos casos la documentación italiana con la francesa y la británica. Por ese motivo, he hecho sendas investigaciones acerca del Consulado francés en Barcelona y la Embajada en Madrid en los Archives Nationales de Nantes y en los National Archives en el barrio de Kew de Londres respecto al caso británico. Materiales que, sin lugar a dudas, derivarán próximamente en otras investigaciones. Del mismo modo que a través de la comparación con Francia y Gran Bretaña, enemigas de la Italia de Mussolini (en diferentes etapas y maneras), he querido acceder a alguna documentación de un país menos relevante en la escena internacional. Por eso, el presente volumen también cuenta con documentación portuguesa, después de acceder a los documentos del Consulado portugués en Barcelona, no sin dificultades, y con el agradecimiento al Consulado y especialmente al Vicecónsul, Álvaro Martins, por sus gestiones en Lisboa. Esta última consulta en el Arquivo Histórico-Diplomático del Ministério dos Negócios Estrangeiros ha enriquecido con múltiples informaciones referentes al Consulado italiano y al conjunto del Cuerpo Consular destacado en Barcelona de un gran interés e imposible de localizar en otros archivos.

Por otro lado, no puedo dejar de agradecer la ayuda en forma de beca de investigación del Arxiu Nacional d’Andorra, dirigido por Susanna Vela, y del Gobierno de Andorra, por parte de la Ministra de la Vivienda, Educación Superior e Investigación (actualmente de Asuntos Exteriores), Meritxell Mateu, y de Maria Martí de la Fundació Reig. Gracias a esta investigación en curso sobre archivos diplomáticos europeos referente a Andorra, paralela a la que ahora presento al lector, he podido ampliar el contenido del libro con fuentes francesas, británicas y portuguesas.

En último lugar, no puedo dejar de agradecer a los profesores ya mencionados Borja de Riquer, Enric Ucelay-Da Cal, Ismael Saz y Xosé Manoel Núñez Seixas la lectura previa del libro y sus comentarios y críticas extremadamente útiles.

Antes de iniciar el libro propiamente dicho, solamente cabe añadir una aclaración terminológica. La documentación utilizada en el presente libro, fuese cual fuese su idioma original (excepto el apéndice documental en italiano) ha sido traducida al castellano. En los casos en que se señala la procedencia italiana, británica, francesa o portuguesa de los documentos, no he remarcado el idioma original por ser evidente. Sí lo he hecho en los documentos diplomáticos o generados por los Consulados en los que se utiliza un idioma diferente del país originario. Del mismo modo que lo he señalado en todos los documentos, referencias de prensa y otros materiales escritos originalmente en catalán. También debe señalarse que he intercalado algunos términos y nombres italianos con su traducción al castellano para dinamizar la lectura del texto.

Por otro lado, también debo señalar que en el texto aparecen los términos referentes a los cargos diplomáticos (Embajador, Cónsul o Vicecónsul), como también los nombres de Embajada y Consulado en mayúsculas.

EL CATASTROFISMO ITALIANO

Vayamos pues a la introducción propiamente dicha. A lo largo de los trece años que se prolongan entre 1930 y 1943, es decir, el período analizado en el presente libro, el Consulado italiano en Barcelona construyó diferentes ejes de una visión más o menos coherente de Cataluña que transmitiría en sus informes enviados a Madrid y Roma.[8]Las autoridades del régimen fascista de Benito Mussolini instaurado después de la Marcha sobre Roma de 1922 interpretarían Cataluña, pero sobre todo Barcelona, a través de unos textos siempre proclives a anunciar la revolución social, la revuelta separatista o al caos más absoluto. En este sentido, a finales de 1930, en los últimos meses de la monarquía de Alfonso XIII, el Cónsul italiano en Barcelona, Guido Romanelli, afirmaba en un informe sobre la actividad de la oposición catalanista, republicana y sindicalista, que Cataluña oscilaba irremediablemente entre el separatismo y el socialismo. No obstante, si en los meses previos a la proclamación de la II República Española los observadores italianos podían hablar de un Cambó o de los políticos catalanes con cierto conocimiento, a partir de abril de 1931 sus informes perderían rigurosidad para entrar en una siempre existente falta de información sobre los nuevos actores políticos que, desde ese momento, comandarían la vida política catalana.

Así, la tentación de «situar la realidad catalana constantemente al borde del precipicio», será una de las características más particulares de los retratos que de esta realidad sociopolítica harán los respectivos Cónsules a partir de las informaciones de que dispondrán y del análisis y punto de vista que verterán sobre el papel de sus rapporti. Como podremos ir viendo a lo largo de los siguientes capítulos, Cataluña vivirá aquellos años, entre el final de la Dictadura del general Miguel Primo de Rivera, pasando por la II República y la Guerra Civil hasta llegar al primer franquismo, con el peligro del extremismo de diversa índole pisándole los talones. Para los diplomáticos italianos, algunos fascistas y otros hombres de carrera y destacados monárquicos, acostumbrados a un país sin problemáticas sociales o nacionalistas, por lo menos oficialmente como era la Italia de Mussolini, Cataluña y su constante y tensa relación con España, de la misma manera que sus insistentes luchas obreras, suponían un reto. Y lo suponía, entiendo yo, desde el punto de vista de la justa medida de los hechos y de las percepciones de los mismos observadores. Como iremos viendo, los Embajadores, los Cónsules o los Vicecónsules mantendrán un difícil equilibrio en su mirada hacia la evolución política catalana y española. Ciertamente, el período 1930-1943 se caracterizaría en Cataluña y España en general por una extraordinaria sucesión de cambios de régimen, golpes, contragolpes, revoluciones y sublevaciones. Pero si nos ceñimos a lo escrito en los informes, veremos como será en los años que se alargan entre 1931 y 1934, quizá preveyendo o anunciando lo que vendría después, cuando la percepción italiana será más catastrofista.

No será hasta después del 6 de octubre de 1934 y de la derrota de la proclama del Estado Catalán dentro de la República Federal Española del Presidente de la Generalitat, Lluís Companys, cuando todo parecerá calmarse a ojos italianos. De este modo, a partir de finales de 1934 y principios de 1935, los observadores italianos lo verán todo con más nitidez. Situarán ya, de hecho ya lo hacían desde 1931, el golpe de Estado del 18 de julio de 1936 liderado por parte del Ejército español y la revolución social acaecida en Cataluña como las únicas opciones de futuro. Y sólo volverán a mostrar una cierta alteración con los constantes rumores de una posible proclamación de independencia de Cataluña durante la Guerra Civil.

Por otro lado, el otro tema de preocupación italiana, como ya anunciaba anteriormente, no será otro que la constante conflictividad social y obrera existente en las fábricas catalanas. Y lo hará, en primer lugar, por la existencia de destacadas factorías de grandes empresas italianas en territorio catalán. Pero también por el peligro constante de una revolución anarquista o socialista que atemorizaba a los diplomáticos italianos.

Estos elementos, junto al privilegiado lugar que Cataluña tenía en el mapa del Mediterráneo occidental, clave para el dominio de este sector del Mare Nostrum, despertarían el interés italiano en potenciar la expansión y llegada del fascismo en el país. Con este objetivo, siempre contrariado y contrarrestado por la posición antiseparatista italiana, el Consulado italiano en Barcelona iniciaría ciertos contactos con elementos destacados del nacionalismo y separatismo catalán. Y aunque es cierto que lo haría en los años previos al estallido de la Guerra Civil, también lo es que los mantendría ya iniciada la contienda para romperlos definitivamente a partir de 1939.

[1] I. Saz, Mussolini contra la II República, Edicions Alfons el Magnànim, Valencia, 1986, p. 53. Otro ejemplo de libro que nos permite conocer la visión diplomática italiana de España es el del Embajador R. Guariglia, Primi passi in diplomazia e rapporti dall’ambasciata di Madrid 1932-1934, Edizioni Scientifiche Italiane, Nápoles, 1972. Acerca de la diplomacia de otros países extranjeros sobre la España republicana es interesante, aunque solamente es un compendio de informes, J. E. Vargas et al., España a través de los informes diplomáticos chilenos, cis-Ministerio Relaciones Exteriores Chile-Universidad Pontificia Santiago de Chile-Editorial Antártica, Madrid, 1994. También contamos con el libro del embajador de Estados Unidos en el período 1933-1939, C. G. Bowers, Misión en España: en el umbral de la Segunda Guerra Mundial, 1933-1939, Grijalbo, Barcelona, 1977.

[2] S. G. Payne, «¿Existió un fascismo catalán?», Barcelona, La Vanguardia, 2-X-1998, «Libros», pp. 6-7.

[3] Al margen del Consulado italiano, tampoco contamos con estudios sobre otras legaciones diplomáticas importantes en Barcelona como la de Francia, Alemania o Gran Bretaña (en este último caso, debe señalarse que la documentación del Consulado está desaparecida o destruida, según informan los National Archives británicos de Kew en Londres. Sólo se conservan los informes hasta 1910 y la selección de informes diplomáticos –del conjunto de las legaciones en España– realizada en su momento y que se centra en cuestiones económicas y comerciales). Es precisamente con este material con el que se han publicado en diversas ediciones los resúmenes de informes diplomáticos británicos, los cuales uso y cito para el período 1931-1936. Por lo que se refiere a Estados Unidos, contamos con el valioso libro de James W. Cortada (ed.), A city in War: American Views On Barcelona and the Spanish Civil War, Scholarly Resources, Wilmington, 1985, que reproduce gran parte de los informes consulares norteamericanos durante la Guerra Civil y, para un período posterior, el libro de memorias del que fuera Cónsul norteamericano en Barcelona entre 1946-1966, A. Moss, Quatre barres i estrelles, Símbol Editors, Barcelona, 2006. Para un período anterior a 1931 ver J. W. Cortada, «Catalan Politics and Economics, 1906-1911: The View From the American Consulate at Barcelona», Cuadernos de Historia Económica, 13, mayo 1975, pp. 129-181.

[4] Las diversas ediciones de I documenti diplomatici italiani, publicados por la Commissione per la Pubblicazione dei Documenti Diplomatici del Ministero degli Affari Esteri (Roma, Libreria dello Stato, 1952-2008), no nos sirven para un mínimo seguimiento de los informes del Consulado en Barcelona. Tampoco es útil para este cometido la revisión de la revista Corriere diplomatico e consolare publicada en Roma desde los años veinte del siglo xx.

[5] Para esta cuestión, ver por ejemplo, V. Cacho Viu, El nacionalismo catalán como factor de modernización, quaderns Crema-Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, Barcelona, 1998.

[6] Esta crítica puede extenderse en el caso catalán a la centralidad y hasta el centralismo de la ciudad de Barcelona respecto al resto de Cataluña. Por otro lado, también se produce el mismo olvido de la historiografia española o hispanófila sobre la realidad histórica gallega o vasca.

[7] Dicha documentación no contiene un orden cronológico ni temático en su totalidad. Así, aunque algunos microfilms mantienen una cierta coherencia con lo que debiera ser el orden del archivo del Consulado, una gran parte permanecen desordenados. Por otro lado, debe señalarse que en las referencias a esta documentación he utilizado la numeración de los microfilms facilitados por el archivo de la fai.

[8] Para la diplomacia italiana destacada en España existían cinco zonas controladas por cinco legaciones distintas al margen de la Embajada en Madrid. En el caso del Consulado de Barcelona, éste era responsable del conjunto de Cataluña, de las islas Baleares y de Aragón. A su vez, dentro de Cataluña existían seis agencias consulares italianas directamente bajo las órdenes de Barcelona: Girona, Cadaqués, Palamós, Roses, Sant Feliu de Guíxols y Tarragona. Fuera de Cataluña existía la agencia consular de zaragoza y en las islas Baleares, las de Maó en Menorca, Eivissa y Palma de Mallorca. De algunas de estas agencias conocemos el nombre de sus respectivos responsables. En 1923, justo unos meses después de la llegada al poder de Mussolini se hacía un informe sobre la idoneidad de los agentes consulares. En éste se señalaba a los responsables de las agencias. En Tarragona, el Marqués de Orovio, Manuel de Orovio (1881-1935), Caballero Oficial Comendador de la Real Orden de la Corona de Italia, que ocuparía el cargo hasta poco antes de su muerte y que también sería Cónsul de Uruguay y de Portugal (desde 1903) y Decano del Cuerpo Consular en aquella ciudad, «antiguo y respetable agente», fue concejal, alcalde de la ciudad y presidente de la Diputación de Tarragona entre 1927 y 1930, que lo cedería a Emilio Carandini en febrero de 1935; en Palamós, Andreu Ribera i Llorens (por lo menos lo fue hasta 1931) «banquero rico y estimado» que no debía sustituirse y que también era Vicecónsul de Portugal en aquella localidad (por lo menos entre 1930 y 1934); en Sant Feliu de Guíxols, Joan Fortó Galcerán, hijo del anterior agente consular, Joan Fortó Jordà, y que debía ser sustituido por residir en Barcelona, mientras que en 1933 lo era el caballero de la Corona de Italia, Pere Albertí i Miró («L’Autonomista», 11-I-1933 [diario de Girona]); en Roses, Josep Rahola (en 1929 lo era Andreu Ferrer); en Palma de Mallorca, Bartolomeo Cabrer; en Maó, Pere Taltavull y en Eivissa, Ignacio Wallis (IISH, Fondo CNT-FAI, p. 29, B1-B3, informe fechado el 5-III-1923). En dicho informe no aparece la agencia consular de Girona, que en 1927 estaba dirigida por Giuseppe di Giovanni Magaldi (que por lo menos la dirigiría hasta 1936). En el momento de publicar este libro (2009) y según la página web de la legación, el Consulado es responsable de las siguientes representaciones: Viceconsulado honorario de Girona, Consulado honorario de València, Consulado honorario de Palma de Mallorca, Viceconsulado honorario de Alacant, Viceconsulado honorario de Eivissa, Viceconsulado honorario de Castelló de la Plana, Viceconsulado honorario de Cartagena y Corresponsal Consular en Andorra.

Cataluña bajo vigilancia

Подняться наверх