Читать книгу Hacia la Gran Universidad Chilena - Arnoldo Hax - Страница 7

Оглавление

CAPÍTULO 2

¿Qué es una Gran Universidad y cuáles son sus propósitos?

Conviene iniciar este capítulo explicando lo que entendemos por una “Gran Universidad”, a la luz de las principales características que la componen. Para ello utilizaremos como primera fuente el influyente libro de Jonathan Cole, “The Great American University”1, que reúne la experiencia de un conjunto muy relevante de universidades de los Estados Unidos. Cole enuncia allí trece categorías que son centrales para definir una Gran Universidad. Para complementar esta reflexión, presentamos los cuatro elementos centrales en una Gran Universidad, de acuerdo al hermoso documento escrito por Philip Altbach y Jamil Salmi, titulado “Atreverse a Volar Alto”2. Estos dos paradigmas nos permiten hacer un comentario sobre las implicancias que ellos tienen para la universidad chilena. Finalmente proponemos nuestra visión sobre los atributos de una Gran Universidad, los que constituyen el fundamento de este libro. Estos principios serán el sustento del análisis que haremos de la universidad chilena, preguntándonos si existe una Gran Universidad y cuáles serían sus desafíos.

Sin perjuicio de que en el próximo capítulo nos refiramos al camino que las Universidades en Estados Unidos han seguido para alcanzar su nivel de desarrollo, quisiéramos resaltar el momento en que emerge el concepto de la Gran Universidad de Estados Unidos. Esto ocurre durante la Segunda Guerra Mundial, cuando Vannevar Bush es nombrado asesor científico del Presidente Roosevelt y coordinador del trabajo científico en las universidades, desde cuya posición ayudó a alcanzar la victoria en este desgarrador conflicto bélico. En esa condición, V. Bush hace ver al Presidente Roosevelt que la guerra ya no es más un enfrentamiento entre tropas, sino que su resultante depende en gran medida de las capacidades tecnológicas de cada país. Para que la nación pudiera realizar y sostener de manera victoriosa un esfuerzo bélico significativo, señalaba, se necesitará del apoyo intelectual de los grandes científicos y centros existentes, y ellos están fundamentalmente radicados en la universidad3. Por consiguiente, se necesitará que el gobierno participe activamente en su promoción y desarrollo. Por decirlo de manera extrema, si aspiraban a salir victoriosos de esta y de las demás guerras, la contribución de la universidad pasaba a ser fundamental.

Roosevelt encomienda entonces a V. Bush la preparación de un Reporte sobre lo que Estados Unidos debería hacer una vez terminada la guerra, para seguir desarrollando al máximo su ciencia y tecnología4. V. Bush le responde con un documento extraordinario, titulado “Science: The Endless Frontier”5, donde fija los principios para una efectiva política nacional de ciencias y tecnología, la que ha perdurado hasta nuestros días. De allí se crean dos grandes instituciones de los Estados Unidos, la “National Science Foundation” (NSF), que será la entidad que va a hacer las mayores contribuciones económicas hacia las universidades, y el “National Institute of Health” (NIH), que está separada y orientada estrictamente al mundo de la salud.

En ese momento se produce algo que es muy impactante. Se crea The Research University en Estados Unidos, que implica concebir una universidad cuyo propósito no es solamente la transferencia de conocimiento, sino que su creación. Asentada en este hito histórico, la universidad pasa a tener unas características muy singulares. Se transforma en una entidad que crea el conocimiento y participa de forma trascendente en la economía del país, aportando con enormes capacidades para hacer más prósperos a los ciudadanos. Es entonces cuando nacen estas universidades, las que en ese momento eran pocas y que en términos relativos aún siguen siéndolo, ya que de entre las 3.000 existentes en Estados Unidos, solo son alrededor de 60 las catalogadas como tales.

La universidad amplía desde entonces su ámbito de acción y lo extiende desde la docencia hacia la investigación, cuestión que nos parece fundamental de adquirir en Chile, para no quedarnos anclados en el pasado, con una definición irrelevante y anacrónica de lo que es la universidad. Debemos tomar conciencia de que la universidad es el elemento fundamental de la respuesta de innovación del país y que, por consiguiente, es la fuente de creación de las grandes oportunidades para el desarrollo económico y social de Chile.

¿Qué implica esto y cómo establecerlo en forma amplia?

En una conversación que sostuvimos hace algunos años con Eliodoro Matte, un hombre encantador y extremadamente inteligente, le preguntamos qué opinaba sobre las capacidades tecnológicas del país, y nos dijo algo muy sensato: no es que Chile no tenga capacidades tecnológicas; las tiene de sobra, en áreas en que el país cuenta con una capacidad competitiva mundial, que es minería, forestal, la madera, la agricultura en ciertas áreas, la pesca, y aunque él no lo dijo, pero probablemente lo hubiera agregado, la astronomía. Sin embargo, lo preocupante, señaló, es cómo Chile puede extender sus capacidades tecnológicas en otras áreas que no sean convencionales. Y ahí está en juego toda la capacidad de investigación de la universidad.

¿Por qué aspirar a tener una Gran Universidad en Chile?

Por varias relevantes razones. Primero, porque sin la capacidad de generación y activación del nuevo conocimiento, el país tendrá necesariamente una deficiencia fundamental en la forma en que está abordando su futuro, particularmente en el contexto de esta “sociedad y economía del conocimiento y la información”, como se ha bautizado el comienzo de este siglo.

Segundo, porque las necesidades de innovación, las capacidades de entender el manejo económico en toda su amplitud, de responder a una aspiración que es inexcusable, como es proveer prosperidad a los ciudadanos del país, constituye sin duda un deber indelegable del gobierno. Esto exige una capacidad tecnológica, y en ese aspecto no hay otra institución que pueda reemplazar a la universidad, en la comprensión de esta mecánica, en sus capacidades para ajustarla a la realidad nacional.

Tercero, por la oportunidad que significa la creación de paradigmas educacionales de excelencia, y así avanzar en las grandes tareas del país. Solo así lograremos tener el gran país al que aspiramos, y no uno que quede a medio camino, sin capacidad de desarrollar sus talentos. No querríamos vivir en un país mediocre, sin posibilidad de desarrollar plenamente sus capacidades. Es seguro que no queremos condenar a esa realidad a nuestra juventud; no es así el Chile de hoy ni menos el gran país que soñamos para el mañana. Conviene traer aquí a colación algunos contenidos del “Proyecto Chile” (1992), donde se abogaba por la realización de un esfuerzo nacional para alcanzar estas aspiraciones:

“A nivel universitario hay que lograr la excelencia, debemos tener en Chile a lo menos una gran universidad a cabalidad (…) no debiéramos temerle a las élites, se trata de tener gente del mejor nivel posible en nuestras universidades (…) no hay posibilidad de educar si no hay una élite, si no hay paradigmas. Una élite de científicos, profesionales y profesores que enseñen dando testimonio de valores, de ciencia de categoría. La educación se guía por la excelencia.

”Hay que crear un núcleo de gente que junto a las universidades piense a Chile, y al amparo de esto construir una educación de gran contenido valórico. Así, tendremos paradigmas, tendremos a los hombres y mujeres a quienes admirar, son los maestros, los que dan ideas. La educación es para generar la capacidad de creación, para dar autonomía de pensamiento.

”Todos los cambios de la humanidad que estamos observando son producto de la revolución científica tecnológica, y además tienen una velocidad cada vez más acentuada. La división entre los países que viven bien y los que viven mal la da la posesión del conocimiento. Los que viven bien son los que han sido capaces de generar los conocimientos nuevos con eficiencia y aplicarlos; los que viven mal somos aquellos que hemos vivido prestados, sin capacidad de generar conocimientos, ni aplicarlos eficientemente (…) Antes, estábamos separados y protegidos por la distancia, hoy en día las distancias no existen” 6 .

Chile ha tenido una evolución hermosa y significativa de su sistema universitario. Si miramos el sistema como era hace cincuenta o más años, cuando se iniciaba en Estados Unidos la labor de las universidades de investigación, la realidad del país era muy diferente a la que podemos observar hoy. Desde entonces, hemos sido capaces de generar una base muy sólida de los fundamentos básicos de las profesiones y disciplinas, de manera comparable con cualquier buena universidad de Estados Unidos. Son muchos los que han podido salir al extranjero y que, al regresar, han ido transformando y modernizando la enseñanza universitaria en Chile. Se establecieron convenios importantes, como aquellos con la Universidad de Chicago (1955) y con el Sistema de la Universidad de California (UC-Berkeley y UC-Davis, 1963-1965), y con ellos el país empieza realmente a transfigurarse. Entonces en Chile no había un referente contemporáneo de excelencia que ofreciera un futuro estimulante a su juventud. Un chico talentoso tenía el derecho a preguntarse si verdaderamente había algún futuro deseable para él. Pero a través de este proceso aquello comenzó a cambiar, jugando la universidad, al visualizar el desarrollo del país en su totalidad, un rol fundamental. En la medida en que la universidad se enriquecía de talento e innovación, el país evolucionaba en forma consecuente.

Ahora es oportuno que nos refiramos al texto de Cole, para enunciar a continuación las trece dimensiones clave que él propone, y que reflejan o anticipan las características de una Gran Universidad. Cole llega a estas conclusiones luego de una reconocida trayectoria, primero como académico en el campo de la sociología, y luego como administrador universitario, ocupando los cargos de Decano y Prorrector en la Universidad de Columbia (1989-2003). Desde allí pudo conocer el acontecer de las más importantes instituciones de Estados Unidos, a través del frecuente contacto y trabajo con autoridades de otras grandes universidades. A partir de esta experiencia y su constante labor de reflexión, Cole dedica muchos años a intentar responder la pregunta sobre, ¿qué es necesario para que una universidad de investigación (Research University) —condición necesaria pero no suficiente para aquello— llegue a ser una Gran Universidad?

Para encontrar la respuesta a esta interrogante, estudia el grupo de instituciones que, dentro de Estados Unidos, se destacan en el campo de la investigación, contrastando sus primeras hipótesis con una base muy amplia y fidedigna de información que fue reuniendo para la elaboración de su libro7.

Características de una Gran Universidad8

Cole propone trece dimensiones para describir las características de la Gran Universidad. A continuación enunciaremos cada una de ellas, haciendo una reflexión sobre sus implicaciones en relación con la realidad que exhiben las mejores universidades chilenas.

Primero: la productividad de la investigación de los académicos. ¿Cuán prolíferos son los académicos en su contribución al desarrollo del conocimiento? ¿Cuántos de ellos contribuyen a las publicaciones científicas más prestigiosas u otros medios según su campo de especialidad? ¿Están bien representados sus académicos en aquellos libros, escritos y trabajos originales que han tenido un demostrable impacto en la manera que entendemos una determinada área o disciplina? La Gran Universidad, casi por definición, requiere de una alta productividad de sus académicos.

A pesar de que este tipo de indicadores puede llegar a ser muy reductivo, su examen nos permite reflexionar sobre la participación de nuestros académicos en la producción de nuevo conocimiento, mirando qué están generando. Productividad es insumo (input) sobre resultados (output). ¿Cuál es esa tasa hoy en Chile? ¿Cómo marcha la universidad chilena en cuanto a su productividad? Sus académicos, en el conteo individual y colectivo, ¿cuán productivos son?

Esta pregunta en la universidad chilena puede enfrentarse de dos maneras. La primera, tomando como contexto Latinoamérica: en este caso, Chile tiene un nivel de productividad relativa que lo coloca en una posición que lidera en el subcontinente. Los 17 millones de habitantes de Chile —comparados con los 47 de Argentina o los 195 de Brasil—, con cinco mil investigadores como el total activo en el país, hacen que su tasa de publicaciones por académico, dividido por el número de habitantes o por el monto de los recursos invertidos, se ubique a la cabeza de Latinoamérica. En este contexto, la respuesta a la pregunta sobre productividad sería positiva. Pero está la segunda dimensión: ¿qué pasa si comparamos estos números con el contexto mundial? Toda Latinoamérica produce solo el 2% de la ciencia mundial; la abrumadora diferencia restante, en otras latitudes. Entonces, cuando se mide solo en la región, el “benchmark” está referido solamente al 2% de los competidores; cuando la comparación se hace a nivel mundial, el “benchmark” es el 100% de los competidores. ¿Cómo definir entonces la productividad académica de la Gran Universidad Chilena? Si la medimos en relación al 2% de nuestra región, Chile exhibe un alto nivel de productividad; en cambio si la comparación se hace a nivel mundial, la productividad chilena es extremadamente modesta.

Segundo: el impacto y la calidad de la investigación. La calidad es más importante que la cantidad como predictor de distinción, pero al mismo tiempo la correlación entre calidad y cantidad es muy alta. Sin los talentos y la masa crítica necesaria, por definición una universidad de investigación no puede alcanzar su grandeza. El número de citaciones hechas por sus pares es la mejor manera de medir la calidad y el impacto de la investigación.

Siguiendo con el punto anterior, dentro de la región latinoamericana Chile exhibe el mayor número de citaciones en publicaciones científicas. De nuevo, ¿hablamos del 2% o del 100%? En lo primero hay una posición de liderazgo clara; en lo segundo, no.

Tercero: el apoyo del financiamiento de la investigación. El monto total de recursos anuales, provenientes de diversas fuentes, tanto de fondos públicos como de contratos de investigación, es un buen indicador de la intensidad y el nivel de investigación en una determinada universidad, especialmente en las áreas de ciencias e ingeniería. Dependiendo de la disciplina, los fondos obtenidos de agencias específicas pueden ser buenos predictores de la actividad de investigación y el éxito alcanzado en los proceso de revisión de pares.

En materia de fondos de apoyo a proyectos científicos individuales, en Chile se financian hoy todos aquellos que obtienen una calificación de buenos o muy buenos, con una tasa de aprobación cercana al 50% de los proyectos postulados. Financiar más podría poner en riesgo la calidad, por lo que estamos en una situación adecuada en este aspecto. Pero prevalecen dos problemas. El primero se debe al escaso número de científicos que tiene el país, lo que le impide alcanzar una masa crítica suficiente en muchas áreas. El segundo es la falta de un financiamiento adecuado para los proyectos de gran escala. Aquellos proyectos de mediana y gran escala, calificados por comités científicos internacionales como muy buenos (los que serían financiados en sus países de origen), se financian solamente uno de cada tres. Una situación similar podemos indicar en relación con el financiamiento que viene desde el mundo de la empresa, el que en Chile es aún muy precario. Entonces, en lo que toca al financiamiento de la investigación, hay tres realidades en cuanto a su cumplimiento: amplio financiamiento para proyectos individuales de baja escala (pero con baja masa crítica de científicos participando); el financiamiento declina significativamente cuando los proyectos aumentan los montos de inversión; finalmente, los proyectos relacionados con el mundo empresarial son extremadamente escasos.

Cuarto: los premios honoríficos. El reconocimiento a los académicos, entregados por sus pares, es también una clara demostración de la calidad del trabajo que se desarrolla dentro de una institución. Los Premios Nobel, así como otros honoríficos de la más alta categoría, como aquellos reconocimientos entregados por Academias, Fundaciones y Sociedades Profesionales, constituyen una buena demostración del prestigio alcanzado por estos.

En esta dimensión observamos una enorme brecha entre la realidad de excelencia académica de Estados Unidos y aquella comparable en Chile. Las distinciones que se otorgan a los grandes investigadores en Estados Unidos —como por ejemplo el otorgamiento del Premio Nobel— son aún inimaginables en el país. Aunque contamos con académicos muy distinguidos, algunos de ellos con valiosos reconocimientos a su trayectoria, estamos muy lejos de calificar en esta categoría. Volvemos a lo mismo: on the small or in the large? Si te comparas con el 2%, el país está muy bien; si lo haces con el 100%, muy mal.

Quinto: la atracción de alumnos altamente calificados. Los estudiantes contribuyen poderosamente a la calidad de una institución. A nivel de posgrado, muchos de ellos llevan adelante una importante labor en el ámbito de la investigación, muy cercana a la línea de su tutor. Grandes profesores atraen gente joven brillante, y ese estudiante aventajado trabaja como aprendiz con su profesor, hasta que pueda conducir su propia investigación por sí mismo. Uno no puede subestimar la importancia de la estrecha relación entre docencia e investigación a nivel de cursos avanzados en las universidades norteamericanas de investigación.

Las mejores universidades chilenas atraen a un alumno con excelentes calificaciones a nivel local. Pero si uno mira la Gran Universidad, la alta componente internacional de su alumnado, particularmente en sus programas de posgrado, constituye una evidencia significativa de la calidad de la institución. Vemos que en Chile la atracción de alumnos internacionales, en una medida que estimásemos deseable, aún no está presente.

Una de las grandes ventajas del sistema universitario de los Estados Unidos es que atrae a los mejores alumnos del mundo. Si un joven talentoso de fuera de los Estados Unidos aspira a una formación de graduado, y estima que tiene que buscar otros patrones de excelencia, la gran mayoría, si pueden, van a los Estados Unidos. Esta aspiración nunca pudo concretarla el mundo comunista, que, a pesar de haber creado la Universidad Lumumba, en la práctica no atrajo a nadie. Hay quienes afirman que esta fue la gran diferencia entre el sistema capitalista auspiciado por Estados Unidos y el colectivismo favorecido por los países comunistas. El colapso de este último sistema, en gran medida, se debió a su incapacidad para atraer talentos internacionales al sistema educacional ruso, a diferencia de lo que ha ocurrido en Estados Unidos.

No es de extrañar, por ejemplo, que un porcentaje muy alto de ministros de Hacienda en el mundo hayan sido formados en los Estados Unidos. Como un ejemplo de la relevancia de este tema, durante una visita de Hax a Alemania, el ministro de Educación de ese país lo llamó para preguntarle por qué él, hijo de inmigrantes alemanes, no fue atraído por la universidad alemana, con su reconocida calidad internacional. Estaban muy preocupados por esa falta de atracción internacional.

Sexto: la excelencia en la docencia. Contrario a los mitos o medias verdades que se levantan sobre este tema, la excelencia en la docencia y la excelencia en la investigación son compatibles y se retroalimentan mutuamente. En las Grandes Universidades es muy común ver que el mejor investigador está también entre los docentes más reconocidos, ya sea como profesor o tutor de estudiantes.

En esto estamos sumamente atrasados. Sigue primando una clase convencional, pasiva, en la que no se usa de manera predominante la modalidad de clase seminario, con lecturas previas, ni tampoco la clase como el espacio privilegiado de participación y debate. Según nos señalaba el ex Rector de Harvard Derek Bok, “tenemos que cambiar tanto lo que estamos enseñando como la forma en que lo hacemos, de manera que efectivamente alcancemos nuestros objetivos educacionales. La calidad en la enseñanza es un proceso lento, pero es posible avanzar desde la modalidad prevaleciente de cursos ‘pasivos’, hacia formatos que llamamos ‘formas activas de aprendizaje’, los que han demostrado ser mucho más efectivos. Si fallamos en nuestros procesos de enseñanza y aprendizaje, al final será el país el que sufra las consecuencias”9.

Séptimo: los activos físicos y las capacidades de informática avanzada. El talento académico requiere de facilidades en orden a poder alcanzar todo su potencial de investigación. En las ciencias e ingeniería, estas se refieren a lugares físicos, como laboratorios y equipamiento. En las humanidades, en tanto, dicen relación con el acceso a la información, la que forma parte de las grandes colecciones de bibliotecas que estas instituciones poseen. Una Gran Universidad debe estar siempre haciendo inversiones en estas materias, ya que su grandeza dependerá tanto de su capacidad de expandir su entorno físico como de la obtención de su financiamiento.

Aquí hay algunas áreas en las que estamos bien. Con las inversiones facilitadas por el financiamiento público (Programa de Mejoramiento de la Calidad y Equidad en la Educación Superior, conocido por su sigla MECESUP) y la masiva incorporación del sector privado a la oferta universitaria, durante los últimos quince años hemos tenido un importante desarrollo de la infraestructura. El sistema de bibliotecas universitarias, por ejemplo, podríamos decir que se acerca a instituciones de clase mundial, con instalaciones renovadas y el acceso libre a las más importantes colecciones científicas electrónicas online. Pero estas no cuentan aún con la nueva generación de profesionales que permitan optimizar el acceso a las colecciones; no existen bibliotecarios especializados en colecciones de investigación, prevaleciendo aún en ellos un perfil más bien técnico. En general podemos decir que tenemos una buena infraestructura, pero que falta desarrollar considerablemente sus recursos humanos.

En relación con los laboratorios y equipamiento científico mayor, la distancia es abismal. Quizás con la excepción de astronomía, la que gracias a la calidad de nuestros cielos cuenta con un nivel de equipamiento de clase mundial, las otras áreas del conocimiento no cuentan actualmente con aquel nivel. Algunas instituciones realizan convenios con laboratorios avanzados en el extranjero, pero aquello no alcanza a impactar positivamente a la escala esperada, tanto en el desarrollo de la investigación de punta como en la generación de capacidades que permitan atraer alumnos altamente calificados a los programas de Doctorado. Lo más preocupante es que no parece claro que en el futuro próximo esto vaya a cambiar.

Octavo: la magnitud de los recursos financieros y donaciones. Aquí también resulta valedero el conocido dicho: “el dinero habla”. Aquellas universidades con amplios recursos financieros tienen grandes ventajas que luego se reflejan en variados aspectos institucionales. La magnitud de recursos que manejan está fuertemente correlacionada con la percepción de su calidad.

En este aspecto estamos muy mal. En Chile la base de financiamiento de las universidades proviene principalmente de los aranceles que pagan los estudiantes de pregrado, financiados en mayor proporción por las familias. Los recursos públicos son todavía escasos y las donaciones prácticamente inexistentes. Pero tal vez lo más preocupante es la nula conciencia por parte de la comunidad general sobre este aspecto. Se espera que el Estado sea el gran solucionador del tema financiero, pero sabemos que ello nunca será así, ni tampoco correspondería, dada la mecánica de rentabilidad social que debería regir el plan de gasto de los recursos públicos. Resulta por tanto fundamental encontrar y dar solución a las razones más profundas para la bajísima participación del mundo empresarial en el financiamiento de la universidad, así como para la nula conciencia sobre la retribución de los graduados hacia las universidades que los formaron o admiran por su contribución a la sociedad. Sin duda que la propia universidad es en parte responsable de esta desafección por parte de la comunidad que debiera sostenerla.

Noveno: las capacidades académicas de los grandes departamentos. El número total de académicos en un programa tiene una alta correlación con la reputación del mismo. Por supuesto, existen numerosos programas pequeños que son también muy reconocidos, pero los programas mayores son generalmente más visibles y altamente valorados.

Aquí estamos hablando de masa crítica y no solamente de las capacidades y productividad de individuos. El gran desafío es la existencia de ciertas áreas o departamentos poseedores de un conjunto de científicos e investigadores de calidad mundial. En total, Chile cuenta con alrededor de cinco mil investigadores activos. Si comparamos esta cifra con la dotación que tienen las grandes universidades, se hace manifiesta la inmensa necesidad que tenemos como país de incrementar la formación y atracción de investigadores calificados.

Para el tema calidad vale lo dicho antes, en relación con la comparación con el 2% de las universidades latinoamericanas o con el 100% del universo total. Existen departamentos de investigación calificados, pero que no alcanzan la masa crítica suficiente como para tener un impacto mundial.

Décimo: la libertad académica y la libertad de expresión. Una universidad de investigación no puede avanzar sin una cultura de libertad de investigación y cátedra muy enraizada. Sin esta cultura y tradición, acompañada por un efectivo apoyo de quienes la administran, sus aspiraciones de grandeza no podrán ser alcanzadas.

Aquí el país se destaca. En la época de Pinochet se llegó efectivamente a despedir profesores por su corriente de pensamiento, pero ello se hizo en un régimen autoritario, en contra de la naturaleza y del espíritu imperante en sus instituciones, las que han podido rescatar sus antiguas tradiciones. Los riesgos que amenazan en general al sistema universitario en el mundo, como por ejemplo la masividad de las instituciones y una docencia “comoditizada”, o el control por parte de grupos de interés de la producción científica o la innovación, sin duda están también de manera incipiente presentes en el sistema chileno.

Undécimo: la ubicación geográfica. El antiguo axioma del mundo inmobiliario: “ubicación, ubicación y ubicación” también opera para el caso de las universidades de investigación. Lugares con gran interés cultural, bellos paisajes, sumados a la calidad de la vivienda y de las escuelas para sus niños, son considerados cuando un académico evalúa el lugar a donde quiere ir.

Este es un tema particularmente interesante. ¿Es Chile el último rincón del planeta? Y, por consiguiente, ¿es su ubicación geográfica una minusvalía, algo peyorativo? ¿O tiene lugares preciosos, una naturaleza maravillosa, etc.? Todo esto ¿es una contribución positiva o negativa para la universidad chilena?

Claramente la “insularidad” de Chile en cuanto a su ubicación geográfica y su baja densidad regional podrían leerse como negativos. Las distancias equivalentes o alternativas de destino frente a otros sistemas universitarios son grandes, pero ¿cómo darle vuelta a esta condición permanente? Por ejemplo: Chile tiene la ventaja de estar en el mismo horario que la costa este de los Estados Unidos, la misma hora que Nueva York. Esto, por ejemplo para el trabajo online, el estar en el mismo tiempo horario, puede representar una ventaja. Lo segundo: la apertura de Chile hacia el Pacífico. Chile tiene 5.000 km de costa, algo así como el 15% de todo el territorio de borde del océano Pacífico, donde se ubican las más grandes economías del mundo. Y tercero: Chile como laboratorio natural, con los cielos predilectos de los más grandes observatorios del hemisferio sur, vale también para la Antártica, Patagonia o su desierto extremo y cordillera10.

Duodécimo: la contribución a la sociedad. Las universidades de investigación, que contribuyen a un mayor bienestar nacional e internacional, que enseñan a los futuros profesionales que luego alcanzan un alto grado de prestigio en sus trabajos, y que tienen un alto nivel de impacto social y económico en las comunidades locales donde se insertan, sin duda pueden aspirar a gozar de un amplio reconocimiento social.

¿Cómo están las universidades chilenas y qué hacen en este aspecto? Como hemos señalado, nos parece que cumplen adecuadamente con su tarea de formación de profesionales, pero la contribución que hacen al bienestar nacional e internacional es más bien modesta, en todo caso no al nivel de la Gran Universidad. Igual cosa con el impacto social y económico en las comunidades en que se insertan, pues no nos parece obvio que este reconocimiento exista. Está mucho más arraigada la noción de la universidad como “productora de profesionales competentes” que como una institución que acoja y ayude a resolver problemas críticos que afectan a estas comunidades.

Trigésimo: la excelencia de liderazgo. Un liderazgo claro, pero también infatigable y emprendedor, es un ingrediente esencial para una universidad que se destaca. La ausencia de este tipo de conducción puede ser tolerable por un corto tiempo; algunas instituciones pueden seguir por un tiempo corto siendo conducidas en “piloto automático”, pero ellas inevitablemente se deslizan luego por una pendiente de pérdida de calidad. Estos líderes deben aspirar a llevar a la universidad hacia lo mejor, conocer lo que la excelencia realmente es, y en su búsqueda de la calidad deben ser resilientes ante la adversidad y muy hábiles en su manejo político.

Sin desconocer la relevancia de lo que aquí Cole destaca como la relevancia de la figura unipersonal del líder, conviene resaltar lo señalado en relación a la particular modalidad del gobierno de la universidad de Estados Unidos, ya que esto constituye un elemento clave de su diseño institucional. A este respecto, en entrevista sostenida con el ex Decano Henry Rosovsky, este nos señalaba: “Creo que lo que distingue a la universidad en Estados Unidos de otros sistemas y explica su éxito relativo, es la forma en que esta se gobierna. Ello es una de las mayores diferencias que observo con otros países”11. Como podemos leer en el capítulo dedicado a la educación superior en los Estados Unidos, muchas de las grandes transformaciones que las importantes instituciones universitarias han llevado adelante solo han sido posibles gracias al soporte de gobierno institucional que poseen.

En este tema, diversos análisis realizados al sistema universitario chileno12, e incluso mundial13, consideran que sus actuales formas de gobierno constituyen un freno para el desarrollo institucional. Rectores y decanos mayoritariamente elegidos por sus pares, consejos directivos dominados por la comunidad académica interna, autogobierno sin contraparte externa y una pobre rendición de cuentas públicas no generan el ambiente adecuado para la innovación y el cambio que el sistema universitario requiere para su evolución a la par con los tiempos.

Podríamos también interpretar esta dimensión como la capacidad de aportar a los grandes temas del país y convertirse en un interlocutor relevante. Cuando existen debates sobre los hechos transformadores de la sociedad, es preciso que la universidad asuma una posición de liderazgo. Una voz importante que se levanta y escucha. Nos parece que eso no pasa, ya que localmente se la percibe como un participante más en la lucha por beneficios financieros, y no como una voz pública que oriente el pensamiento. No aparecen temas disruptivos, ni un sentido de urgencia o la necesidad de un cambio mayor. Se escucha un discurso continuista o, en el mejor de los casos, de mejoras incrementales.

Otros autores

Altbach & Salmi14 han realizado también importantes contribuciones en este campo, concluyendo que serían cuatro las características fundamentales dentro de las cuales pueden surgir centros universitarios de clase mundial:

•Concentración de talento.

•Acceso a abundantes recursos.

•Adecuado gobierno universitario.

•Desarrollo de un “eco-sistema”.

La primera de ellas, a la que nombran como “concentración de talento”, se refiere a la capacidad de una universidad para atraer, retener y desarrollar los talentos a escala internacional, tanto al interior de su cuerpo académico como entre sus estudiantes. La segunda característica tiene que ver con el “acceso sostenido a abundantes recursos” tanto para la investigación como para el aprendizaje, lo que se ve reflejado en el nivel de su infraestructura, laboratorios y colecciones de bibliotecas. La tercera dimensión se relaciona con la existencia de una apropiada modalidad de “gobierno universitario”, flexible e innovadora, con capacidad de tomar y sostener decisiones difíciles tanto en lo académico como en lo económico y administrativo. La cuarta característica que debe darse es que los tres factores anteriores —talentos, recursos y gobierno— estén perfectamente alineados, creando un “eco-sistema” que favorezca la existencia de tal tipo de instituciones.

Salmi también ha realizado otras contribuciones en Chile, participando en la edición de un libro sobre Clasificación de Universidades, que contiene un capítulo en que este autor analiza las posibilidades que tendría Chile para contar con una Universidad de Rango Mundial15. Allí Salmi concluye: “el hecho que las mejores universidades chilenas, especialmente la Universidad de Chile y la Católica de Chile, tengan resultados relativamente buenos a nivel de América Latina, no debería ser un pretexto de complacencia. Tanto las autoridades nacionales como los líderes universitarios deben adecuarse a la misión de cumplir con el papel cada vez más importante de la educación superior en el desarrollo económico de Chile (…) enfrentar de manera exitosa este desafío que requiere elaborar una visión de largo plazo clara, definir el conjunto de acciones necesarias para alcanzar esos objetivos y asignar los recursos necesarios que deben acompañar estos pasos en el largo plazo”. A propósito de ello, más adelante veremos los caminos de acción concretos que proponemos para avanzar en esta dirección.

John Buchan16, citado por Rosovsky en su libro The University. An Owner’s Manual, es otro autor que nos ha parecido muy relevante recoger. En un Boletín de los ex alumnos Harvard, Buchan publica su famoso principio de las “Tres Haches”. En él plantea que en una Gran Universidad debe manifestarse la “Humildad”, ya que una comunidad educada, con todos los tesoros de la humanidad tras ellos, no puede sobrevalorarse ni reclamar demasiada atención al trabajo realizado por ella misma. “Humanidad”, porque necesitamos de un profundo respeto a la naturaleza humana, poniendo al hombre en el centro, sin rebajarlo a ser un engranaje de una monstruosa maquinaria de producción. Y finalmente “Humor”, ya que en un tiempo en que se levantan falsos ídolos que transmiten sus mensajes como verdades reveladas, la única respuesta para tanta tontera es la risa. Humildad, humanidad y humor, tres recomendaciones que debieran imperar y ayudar a describir el tipo de comunidad universitaria que se aspira a construir y que pueda luego ser reconocida internacionalmente. Las recogemos plenamente como rasgos distintivos del espíritu y del clima que es deseable desarrollar.

Marco de referencia alternativo

Los comentarios que hemos hecho, basados tanto en la caracterización de Cole sobre la Gran Universidad como en los importantes aportes de Altbach & Salmi y Buchan, nos podrían parecer suficientes para realizar un análisis comprehensivo y exigente sobre la universidad chilena; sin embargo, creemos relevante proponer otro “marco de referencia” para ayudarnos en este propósito. Esperamos que nuestra contribución no contradiga la propuesta de estos autores, sino más bien nos permita analizar la universidad chilena con un propósito centrado en su efectiva gestión administrativa. Nuestro esquema consiste en las siguientes ocho dimensiones:

1.El proceso de admisión y selección de carreras.

2.La estructura docente: el pregrado y el posgrado.

3.La investigación y el doctorado.

4.La carrera académica en la universidad.

5.El financiamiento de la universidad.

6.El gobierno de la universidad.

7.El impacto en la sociedad.

8.La universidad como vehículo fundamental de movilidad social.

En lugar de comentar aquí cada uno de estos atributos, hemos optado por usar estas dimensiones para reflexionar sobre los desafíos y preocupaciones de la universidad chilena, a las que dedicamos un capítulo completo, cubriendo la totalidad de estos temas.

¿Existe en Chile una Gran Universidad?

Chile exhibe un nivel de logros sorprendente en cuanto a los niveles de cobertura de su sistema de educación superior, la diversidad que muestran sus instituciones y la productividad local que estas alcanzan, lo que las ubica a la cabeza del subcontinente latinoamericano. Esto es sin duda muy meritorio y ha requerido de mucho esfuerzo llegar a este nivel. Pero si queremos de verdad medirnos en relación con lo que internacionalmente se considera una Gran Universidad, y lo hacemos a la luz de las categorías enunciadas por Cole, no podemos sino concluir que con los antecedentes objetivos que disponemos para describir las universidades chilenas, Chile no cuenta aún con una universidad de tales características. Ello no debiera sorprendernos, ya que igual cosa concluyen los estudios citados, realizados por reconocidos expertos independientes, que analizan y comparan a las mejores universidades chilenas con sus pares internacionales que alcanzarían esta definición17.

Si repasamos las trece dimensiones planteadas por Cole, podremos concluir que cumplimos a lo más con tres de ellas, quedándonos por tanto un demandante camino que recorrer. El volumen e impacto de nuestra producción científica no alcanza estos estándares y por lo mismo sus académicos no gozan aún de un amplio reconocimiento internacional. El volumen de recursos disponibles para financiar la investigación, la masa crítica de personal calificado para realizarla y el nivel de atracción de alumnos internacionales son también, en términos comparativos, muy bajos. Su autonomía financiera es extremadamente débil, lo que le impide realizar inversiones ambiciosas para alcanzar el nuevo estándar. La docencia que allí se realiza no incorpora aún las innovaciones pedagógicas más relevantes.

Gracias a su madurez institucional, las universidades chilenas exhiben un alto grado de libertad académica y contribuyen eficazmente con la formación de profesionales altamente capacitados. La constante de su emplazamiento geográfico ha sido bien aprovechada en el campo de la astronomía, y se espera que su diversidad de climas, territorios, materias primas y medios físicos lo conviertan en un “laboratorio natural” de interés internacional.

En cuanto al liderazgo, persiste un problema anterior, que tiene que ver con las formas de gobierno universitario, en el que solo podemos coincidir con los analistas internacionales, que consideran que esto constituye una seria deficiencia estructural del sistema.

¿Es posible y deseable que exista una Gran Universidad en Chile?

El hecho de que sea posible, creemos que es más un asunto de visión que de voluntades o recursos. Y cuando decimos visión, hablamos de alcanzar una capacidad de mirar en conjunto dónde estamos y de proyectar dónde quisiéramos estar. Deberíamos establecer un proceso que incluya a todos los constituyentes relevantes de este gran emprendimiento académico, para fijarnos una misión, construir una agenda, definir prioridades, responsabilidades, recursos y metas verificables para ponernos en acción, monitoreando sistemáticamente su desempeño. Para ello proponemos una metodología de planificación estratégica que nos conduzca a ese consenso que permita que Chile cuente verdaderamente con Grandes Universidades que aporten de manera significativa a la calidad de vida y bienestar de su población.

¿Cuán difícil es cerrar esta brecha?

Las tres de las trece dimensiones planteadas por Cole ya cumplidas marcan un primer inicio en materias fundamentales. La cultura de respeto y promoción de la libertad académica imperante, el haber sabido aprovechar positivamente un factor inamovible como es la ubicación geográfica y los logros que se exhiben en la formación de profesionales reconocidos por el medio hablan de un primer nivel de objetivos alcanzados sobre los cuales seguir edificando en el futuro. Los recursos, que pudiera suponerse un obstáculo insalvable, ya que un esfuerzo de este tipo requeriría un gran presupuesto, creemos que sí están disponibles en Chile.

Contamos con industrias exportadoras de clase mundial, que se ubican en varios rubros entre las más destacadas en el ámbito internacional, como son la minería, el sector forestal, la pesca y alimentos18, entre otros. En este último rubro, por ejemplo, Chile pasó a ubicarse el año 2011 como el primer exportador mundial de uvas, tercero en salmón y quinto en vino y manzanas19. El volumen de exportaciones no mineras, en tanto, pasó de 7.500 millones de dólares en 1990, a cerca de 25 mil millones de dólares el 201020, alcanzando el cobre ese año a exportar poco más del 50% de los bienes producidos en el país, con lo que más que se duplican las cifras de exportación de bienes chilenos. Como decíamos, este es más un tema de visión compartida que de recursos. Al empresario chileno no le resulta evidente invertir en el desarrollo de sus universidades y a estas no les resulta fácil establecer un diálogo fluido con ellas.

Tenemos también una gran fortaleza en cuanto al nivel de confianza que los chilenos ponen en sus instituciones públicas, exhibiendo niveles más bajos de corrupción incluso que países desarrollados. Colabora a ello la existencia de poderes balanceados (Congreso y Banco Central autónomos), lo que repercute en una efectiva rendición de cuentas públicas de los recursos administrados por el Estado. Pero junto con un necesario incremento de los recursos que se invierten en el ámbito de la educación superior, entregados de manera competitiva y contra resultados verificables, falta una adecuada modernización del sistema público de administración de la educación superior, avanzar en su profesionalización y alcanzar una mayor sofisticación de las agencias e instrumentos públicos que fomentan la investigación e innovación.

Contamos, por lo tanto, con dos de las tres aspas de la hélice que nos permitirá levantar el vuelo. La tercera pendiente es la propia universidad y, en ese tránsito, aunar estos factores en torno a una ambiciosa visión de futuro compartida.

¿Cómo podemos promover la Gran Universidad?

Podríamos decir que Chile ya ha iniciado este camino. Iniciativas como el Programa Becas Chile21, que busca formar a nivel de posgrado a diez mil jóvenes chilenos en los mejores centros de referencia mundial, puede llegar a ser un paso muy significativo en esa dirección. Pero la tarea no termina con su formación; más bien comienza. El retorno de estos graduados, las condiciones en que se insertarán, el equipamiento del que dispondrán, las redes que podrán o no cuidar y desarrollar serán factores críticos para dimensionar sus posibilidades de éxito. Lo que hoy sí sabemos es que estas condiciones no están garantizadas en el sistema chileno, y con ello se corre el serio riesgo de frustrar los resultados esperados de esta relevante inversión de recursos públicos.

No basta con iniciativas particulares. Lo que se requiere es que el sistema impulse esta tarea, y para ello queremos aportar una modesta contribución en este libro, ya que no podemos sino concluir que sin un esfuerzo serio y estratégico de planificación, no podremos alcanzar este nivel institucional, poniendo en riesgo con ello la capacidad de nuestro país para alcanzar el pleno desarrollo. Sin pretender ser prepotentes, creemos que las universidades chilenas no saben cómo hacer planificación estratégica en una forma comprehensiva y relevante. Nuestro propósito es proponer una metodología rigurosa para lograr este objetivo.

1The Great American University. Jonathan R. Cole. Public Affairs, 2009.

2Capítulo: “Atreverse a volar alto: una estrategia para desarrollar universidades de rango mundial en Chile”, en el libro “Clasificación de Instituciones de Educación Superior”, de María Verónica Santelices, Juan José Ugarte y Jamil Salmi. Ministerio de Educación de Chile, 2013. Philip Altbach es director del Center for International Higher Education del Boston College y Jamil Salmi es Consultor Internacional, ex Director de Educación Superior del Banco Mundial. Este último es autor también del libro “The Challenge of Establishing World-Class Universities”, World Bank, 2009.

3En ese momento estaba a punto de desarrollarse la bomba atómica, proceso que ocurre con el respaldo universitario. En Harvard, en tanto, en su Radio Research Lab., sedesarrolla la tecnología para interferir las señales de radio enemigas; al mismo tiempo en el Draper Research Lab. del MIT, se produce la invención del radar. Estas innovaciones tuvieron un enorme impacto en el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial.

4Vannevar Bush reseña en su carta introductoria al informe: “En carta fechada noviembre 17 de 1944, el Presidente Roosevelt solicita mis recomendaciones en los siguientes puntos: (1) ¿Qué debe hacerse, consistente con la seguridad militar y con la aprobación previa de sus autoridades, para hacer de público conocimiento, tan pronto como sea posible, las contribuciones que se han realizado durante nuestro esfuerzo bélico, en relación al avance del conocimiento científico? (2) Referido en particular a la Guerra científica contra las enfermedades, ¿qué debe hacerse ahora para organizar un programa que continúe en el futuro con el trabajo que se ha hecho en medicina y las ciencias de la salud relacionadas? (3) ¿Qué debe hacer el gobierno, ahora y en el futuro, para apoyar las actividades de investigación en organizaciones públicas y privadas? (4) ¿Puede proponerse un programa eficiente para el descubrimiento y desarrollo del talento científico de la juventud Americana, de manera que se asegure la continuidad futura de la investigación científica en nuestro país, de nivel comparable a aquel que se ha alcanzado durante la Guerra?”.

5Science: The Endless Frontier. Vannevar Bush. (1945). http://www.nsf.gov/od/lpa/nsf50/vbush1945.htm

6Seminario Taller “Proyecto Chile”, 1992.

7En el sitio web, https://university-discoveries.com, el autor comparte la data que soporta y suplementa sus conclusiones.

8Op. cit. 1 (pp. 109-115).

9Entrevista con Derek Bok, en Cambridge, el 22 de octubre del 2013.

10Ver a este respecto el Anexo “Laboratorios naturales para una ciencia de clase mundial” en: “Surfeando hacia el futuro. Chile en el horizonte 2025”, del Consejo Nacional de Innovación para la Competitividad, 2013.

11Entrevista con Henry Rosovsky, Cambridge, 13 de octubre 2013.

12La Educación Superior en Chile. OECD y Banco Mundial, 2009.

13Higher Education in Developing Countries: Peril and Promise. World Bank and UNESCO, 2000.

14Op. cit. 2.

15Op. cit 2.

16John Buchan, en Harvard Alumni Bulletin, 1938.

17J. Salmi; op. cit. 2: “Visto en el contexto internacional y en comparación con los demás países de la OCDE a la cual pertenece Chile, se requiere de un salto cualitativo para que las universidades chilenas puedan entrar en el grupo exclusivo de las universidades de rango mundial”.

18Como referencia, el año 1990 el volumen de exportaciones de la industria del vino apenas llegaba a los US$100 millones, y la del salmón prácticamente no existía. Al año 2013, el vino exportó US$2 mil millones y el salmón US$3.500 millones.

19Escenario económico 2013-2014. Rodrigo Vergara, Presidente del Banco Central de Chile, julio 2013. www.bancocentral.cl

20Descifrando el crecimiento exportador chileno. Sebastián Claro, Consejero del Banco Central de Chile, junio 2013. www.bancocentral.cl

21Becas Chile es un programa que tiene como finalidad insertar a Chile en la sociedad del conocimiento, dándole así un impulso definitivo para alcanzar su desarrollo económico, social y cultural. Con ese objetivo el programa promueve una política de largo plazo de formación de capital humano avanzado en el extranjero. Entre el 2008 y 2013 ha entregado 2.441 becas de Doctorado y 3.139 becas de Magíster. El 23,2% de ellas hacia Estados Unidos, el 18,1% a España, un 17,3% al Reino Unido, y el 14,6% en Australia. Le siguen luego Alemania, Francia y Canadá, con cerca del 5% cada uno. Fuentes: www.becaschile.cl

Hacia la Gran Universidad Chilena

Подняться наверх