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2. Las fuentes del crecimiento económico

Vicent Soler

Universitat de València

2.1 Introducción

El crecimiento –y el cambio estructural, también– de una economía, estudiado en el capítulo 1, puede explicarse de varias maneras. La más sencilla es la que entiende que el crecimiento económico (Y) puede deberse a un incremento de la población ocupada (L) y/o a un aumento de la productividad del trabajo (). O bien, por ambas cosas a la vez.

Para averiguar la contribución de cada uno de estos componentes al crecimiento económico se utiliza la llamada contabilidad del crecimiento, que aplica técnicas cuantitativas para medir la contribución de cada uno de estos componentes.

Partimos de la evidencia de que . Consiguientemente, en términos incrementales, podemos escribir que . Es decir, como acabamos de señalar, podemos cuantificar el crecimiento económico () como la suma del crecimiento del empleo () y el de la productividad ().

2.2 La contribución del empleo y/o de la productividad

Evidentemente, el crecimiento económico muestra diferentes contribuciones relativas del empleo y la productividad, según economías y períodos. Si comparamos, por ejemplo, el caso americano, el europeo y el español, encontramos que, para el período de 1961 al 2002, Estados Unidos (EE. UU.), para un crecimiento económico () de un 2,2% de media anual acumulativa, un 73% era atribuible al incremento de la productividad () y el 27% restante, al aumento del empleo (). En contraste con el caso europeo, porque aquí, para un crecimiento del 2,5% anual acumulativo, un 96% se atribuía al incremento de la productividad y tan sólo el 4% restante al aumento del empleo, según European Economy, una revista oficial de la Comisión Europea.

El caso español seguía las pautas europeas porque se atribuía el crecimiento económico anual medio (que fue de un 3,3%) en un 94% al crecimiento de la productividad y sólo en un 6% al aumento del empleo. Es decir, el crecimiento económico español se producía, según esta publicación, mediante el aumento de la productividad del trabajo y no tanto por el incremento del uso del factor trabajo, medido en términos de aumento de la población ocupada.

Ahora bien, para el período más corto (y reciente) de 1975 a 2002, la tasa de crecimiento medio anual acumulativo para la economía de EE. UU. era del 3,2% –mayor que para el período de 1961 al 2002–, y se atribuía a partes iguales (50%) al incremento de la productividad y al del empleo. Para la economía de la Unión Europea, el crecimiento calculado era menor, del 2,4%, del cual se atribuía un 75% al crecimiento de la productividad y el 25% restante al del empleo. Para España, el crecimiento económico calculado era mayor, del 2,8%, del cual se atribuía un 65% al crecimiento de la productividad y un 35% al del empleo.

Como se puede ver, en los tres casos el papel del crecimiento de la productividad ha disminuido en tiempos más recientes a la vez que ha aumentado el papel del crecimiento del empleo, aunque sigue habiendo diferencias significativas porque la contribución de este último era mayor en el caso de EE. UU. y siempre menor en los casos europeo y español.

Es importante destacar que este cambio se ha agudizado significativamente en los últimos años. Desde finales de los noventa, la principal contribución al crecimiento económico español la ha aportado el aumento de puestos de trabajo. Incluso, en la segunda parte de esa década, la contribución del crecimiento de la productividad fue negativa, como se puede comprobar en la tabla 2.1.

TABLA 2.1

Tasas de variación del VAB real, empleo (horas trabajadas) y productividad en la economía española (%)


Fuente: INE y elaboración FBBVA.

Como vemos, en los últimos años, el crecimiento económico se ha sostenido sobre la base del aumento del empleo, en contraste con los períodos anteriores, donde la fuente de crecimiento principal era el crecimiento de la productividad (en un 94%, para el período de 1961 al 2002, como señalaba más arriba European Economy). Además, sin crear el deseable círculo virtuoso entre crecimiento del empleo y crecimiento de la productividad.1 Al contrario, se ha denotado una pérdida de aliento en el crecimiento de la productividad.

2.2.1 El empleo

Si nos centramos en el crecimiento de la población ocupada (), observaremos que depende del incremento de la población y de la parte de ésta que participa activamente en el mercado de trabajo (ocupados con relación a habitantes). Ahora bien, dada cierta población, depende de la tasa de empleo (ocupados con relación a la población potencialmente activa, la que está en edad de trabajar) y de la pirámide de edades (la cantidad de gente en edad de trabajar con relación al total de la población). A efectos de la contabilidad del crecimiento, estudiaremos sólo la tasa de empleo porque la pirámide de edades no es una variable estrictamente económica.

En cuanto a la tasa de empleo, también encontramos que los tres casos estudiados por European Economy son muy diferentes porque es mayor en el caso americano, una economía que acaba creciendo más, y menor en el caso europeo y, más aún, en el español (véase la tabla 2.2).

TABLA 2.2

Empleo

Tasa de empleo (2002) Número de horas efectivamente trabajadas*
EE. UU. 73,5 1.821
UE 64,5 1.490
España 59,0 1.816

* Al año, por trabajador.

Fuente: Eurostat.

Estos cálculos se refieren al número de personas ocupadas. Si precisamos los cálculos con el número de horas de trabajo realmente realizadas por trabajador, las cifras del trabajo realmente empleado en la actividad productiva cambian un poco, según matiza la columna de la derecha.

La razón de estas diferencias radica en lógicas cruzadas. En Europa (y en España) hay más vacaciones y días de fiesta y más presión sindical que en EE. UU. para limitar las horas de trabajo, hecho que reduce la cifra de horas efectivamente trabajadas al año. Sin embargo, en España, a diferencia de lo que ocurre en la UE y EE. UU., el porcentaje de trabajadores a tiempo parcial es muy bajo (7,9%) en comparación con Europa (13,8%) y EE. UU. (13%), hecho que hace aumentar las horas efectivamente trabajadas por trabajador.

En todo caso, hay que constatar una paradoja en cuanto a que la gran creación de puestos de trabajo en España en los últimos años se haya dado con un lento crecimiento de la productividad, lo cual quiere decir que se creaban muchos puestos de trabajo pero que eran de baja cualificación. La paradoja radica en que una buena parte del empleo ha sido para personas cualificadas. De hecho, de los 7 millones de puestos de trabajo creados entre 1997 y el 2007, 3,2 millones han sido de nuevos trabajadores con formación profesional II o universitarios.

En el País Valenciano, como en toda fase expansiva, la capacidad de creación de puestos de trabajo ha sido superior entre 1994 y el 2007, porque su estructura productiva está especializada aún más que la española en actividades productivas intensivas en factor trabajo, como se ha reiterado más arriba.

Por la misma razón, la crisis económica posterior destruye más puestos de trabajo que la media española, habida cuenta de que los sectores más afectados por la crisis (ciertos servicios y construcción) son, efectivamente, muy intensivos en trabajo.

2.2.2 La productividad

Como fuente de crecimiento, sin embargo, la pieza clave es el crecimiento de la productividad (), sobre el que descansa en última instancia no sólo la competitividad de una economía, sino también su capacidad productiva y, por lo tanto, el número de trabajadores (L) a medio y largo plazo.

Pues bien, el crecimiento de la productividad () se atribuye al progreso técnico (λ)2 y a la intensificación de la capitalización (el aumento del capital por trabajador, , ponderado en α.3 Es decir, en términos de ecuaciones, .

Dicho esto, hay que recordar lo que ya se ha señalado más arriba en cuanto a las trayectorias diferentes de la productividad en las diversas partes del mundo y, concretamente, en EE. UU. y Europa. Por ejemplo, en Europa, el intenso crecimiento de la productividad anterior se desacelera a partir de los años setenta: del 3,4% anual entre 1966 y 1975 al 0,9% entre 1996 y el 2004. En España, peor: del 5,4 al 0,7%. Aunque las cifras son mejores si se realizan por hora efectivamente trabajada, debido a la reducción de la jornada laboral (Reig, 2007: 59).

Asimismo, hay que tener en cuenta que esta desaceleración europea no ocurre en Estados Unidos, donde la desaceleración de la productividad deja ya de operar en los años ochenta y se invierte posteriormente. Hay, por lo tanto, en los últimos años un cese de la convergencia de la productividad del trabajo entre Europa y EE. UU.

Además, los factores de crecimiento de la productividad desempeñan un papel diferente a cada lado del Atlántico. En EE. UU. el principal factor es el incremento de la productividad total de los factores (PTF), por el gran desarrollo de las TIC, la mejora de costes por el proceso de desregulación y por las economías de escala en el sector de la distribución comercial, principalmente. En la mayoría de las economías con mayor crecimiento de la productividad, efectivamente, ha sido importante la presencia de un sector productor de bienes TIC potente. Es el caso de Finlandia, Suecia, Estados Unidos y el Reino Unido. En contraste, en Europa en general, lo que ha contado más es la elevación de la ratio capital/trabajo (), la intensificación de la capitalización, .

Las diferencias son más acusadas en el caso español. De hecho, la tasa española de inversión de capital sobre el PIB continúa aún siendo más de un 20%, superior a la media europea. Las razones son la necesidad de introducir el progreso técnico incorporado a los nuevos bienes de capital, el encarecimiento relativo del factor trabajo y el mayor peso, en el PIB, de las industrias y servicios intensivos en capital. La dotación de capital de la economía española ha conseguido así ir convergiendo con la de los otros países de la OCDE, donde, por otro lado, se ha hecho patente la lógica de los rendimientos decrecientes en la acumulación de capital.

En el 2003, la dotación de capital de la economía española era del 90% sobre el 100% de la media europea o el 107% de EE. UU. (De la Dehesa, 2003). De hecho, según Myro (2007: 58), la desaceleración en el ritmo de crecimiento de la productividad desde finales de los años setenta se atribuye más al estancamiento del progreso técnico que a la caída de la intensificación de la capitalización. Realmente, lo que se da es prácticamente un estancamiento en el crecimiento, cuando no un crecimiento negativo, de la PTF.4

Ahora bien, algunas de las causas del lento crecimiento de la productividad tienen naturaleza estructural, tienen que ver con la especialización productiva, la composición de la inversión y la organizatión de las actividades productivas. Sin embargo, hay que insistir en que las transformaciones estructurales tienen su origen en el progreso científico y tecnológico, el cual es relevante para su continuidad. Además, su efecto sobre la competitividad depende de la velocidad relativa de este progreso respecto al de los países competidores.5

Al menos, en el gráfico 2.1 se sintetiza la importancia relativa de las fuentes de crecimiento de la productividad del trabajo (en el sector privado, que es el más representativo en este orden de cosas) para economías de referencia: País Valenciano, España, UE-15, Japón y EE. UU. Las fuentes del crecimiento que se destacan en él son la intensificación de la capitalización (se distingue entre capital de las TIC y capital no-TIC), la mejora de la cualificación y composición del trabajo (capital humano) y la PTF.6

GRÁFICO 2.1

Las fuentes del crecimiento. Productividad del trabajo del sector privado. 1995-2000 frente a 2000-2005 (%)


* No incluye a Portugal, Grecia, Irlanda, Luxemburgo y Suecia.

Fuente: INE, EU KLEMS Database, marzo (en línea <http://euklems.net>) y elaboración de Matilde Mas.

Como se puede comprobar ahora gráficamente, es el lento crecimiento de la PTF el factor que explica la diferencia en los avances de productividad observados entre EE. UU. y la UE. En el caso valenciano y español, el tema se agrava porque la PTF acaba teniendo una contributión negativa en el crecimiento de la productividad.

En contraste, las dotaciones de capital TIC por trabajador han contribuido de forma positiva, y tres veces más que su peso en la economía, al crecimiento de la productividad del trabajo en el País Valenciano. En el último período, 2000-2005, se observa una fuerte aceleración en la contribución del capital no-TIC al crecimiento de la productividad de la economía valenciana.

El comportamiento agregado, sin embargo, puede ofrecer una visión distorsionada de la realidad porque los comportamientos de los sectores pueden ser muy distintos. E, incluso, dentro de cada sector, la eficiencia de las empresas puede ser también muy diferente.

2.3 La geografía de la productividad

La intensidad del crecimiento de la productividad y los componentes que explican esta intensidad cambian en el tiempo pero también en el espacio, como se ha señalado antes. De hecho, un tema siempre sobre la mesa es el de la convergencia real a escala territorial; a todos los niveles. Desde el mundial –con el gran agujero negro del África subsahariana– al valenciano –con el desequilibrio entre las comarcas de la costa y las del interior–, pasando por el europeo –donde tantos esfuerzos se han puesto para incentivar la convergencia mediante los fondos estructurales y los de cohesión.

En España, concretamente, tenemos estudios que, utilizando conceptos como el de σ y ß convergencia (que se estudiarán más profundamente en el capítulo 3), permiten concluir que hay una ligera convergencia en productividad de trabajo entre las diversas comunidades autónomas; también que las diferencias más pequeñas se encuentran en las dotaciones de capital TIC y en la cualificación de la fuerza del trabajo y que ambos tienen un perfil convergente. Por el contrario, las dotaciones en infraestructuras mostraron un perfil ligeramente divergente.

Dicho esto, vale la pena comparar los casos español y valenciano al respecto. Históricamente podemos hacer algunos apuntes interesantes a partir del trabajo de Picazo y Reig (2001), que corresponden al período 1964-1993, tal y como indica la tabla 2.3.

TABLA 2.3

Fuentes del crecimiento económico (1964-1993)

() A% anual acumulativo Componentes, en porcentajes
() ∆ productividad () ∆ empleo
España 3,7 114 –14
País Valenciano 4,3 98 2

Fuente: Picazo y Reig (2001).

Según estos autores, el crecimiento de la economía valenciana fue superior al de la española en este período: de un 4,3% de media anual acumulativa frente a un 3,7%. Estos crecimientos son atribuibles, en el caso valenciano, en un 98% al incremento de la productividad del trabajo y en el 2% restante al aumento del empleo, y en el caso español, en un 114% al incremento de la productividad y en un –14% a la variatión del empleo.

Como la tasa de incremento de la productividad del trabajo es prácticamente similar (la valenciana era tan sólo seis centésimas mayor que la española), en ambos casos, el diferencial de mayor crecimiento económico valenciano (que era de seis décimas) estaba asociado a la mayor tasa de empleo. Hecho que se explica porque el modelo de crecimiento valenciano se basaba, como hemos reiterado ya antes, en un uso relativamente más intensivo de factor trabajo no cualificado.

Este uso intenso de trabajo no cualificado explica en buena medida que las actividades económicas valencianas tuvieran un nivel de productividad del trabajo inferior al español, excepto en el sector de la constructión (Reig y Picazo, 1997: 137), aunque este sector tiene, en general, una capacidad muy exigua de aumentar el nivel de productividad.

Ahora bien, como también sabemos, estos diferenciales negativos de productividad del trabajo (y) no significaban unos mayores costes del factor trabajo –en términos del coste laboral unitario– porque iban acompañados de unos diferenciales negativos aún mayores de los salarios (w). He aquí, como ya se ha señalado en el capítulo 1, que la economía valenciana sostenía unas ventajas competitivas en muchas de sus actividades productivas, principalmente en las de trabajo intensivo.

En cuanto a la descomposición del incremento de la productividad del trabajo, la tabla 2.4 muestra cómo se atribuía, en el caso valenciano, en un 33% a la intensificatión de la capitalizatión y en el otro 67% al aumento de la PTF. Mientras que, en el caso español, la atribución a la intensificatión de la capitalizatión era del 31% y el otro 69% era atribuible al aumento de la PTF (recordemos que estamos utilizando datos de referencia diferentes de los de Eurostat). Es decir, una ligera mayor contributión de la intensificatión de capitalizatión que de la PTF en el caso valenciano respecto al español (Picazo y Reig, 2001: 34).

TABLA 2.4

Productividad (1964-1993)

() Á% anual acumulativo Componentes, en porcentajes
() Intensificación de capital* ∆ PTF
España 4,18 31 69
País Valenciano 4,24 33 67

* ∆ de capital por trabajador.

Fuente: Reig y Picazo (1997: 135), referida sólo al sector privado de la economía.

Hay que añadir que, pese al esfuerzo inversor realizado por el sector privado valenciano (que había quintuplicado las dotaciones de capital entre 1964 y 1993, y que en términos por trabajador había crecido más que el español), había aún una situación de infracapitalización respecto a la media española en cuanto al capital productivo (Picazo y Reig, 2001: 36). Si bien deberíamos matizar que una buena parte del capital acumulado era capital residencial (viviendas de todo tipo) y no capital productivo.

Más recientemente, los datos sobre la economía valenciana confirman que el crecimiento se ha basado únicamente en el aumento del empleo. Estos mismos datos informan de que la productividad ha llegado a tener una contribución negativa al crecimiento de la economía durante varios años, tal y como señala la tabla 2.5:

TABLA 2.5

Variación interanual Comunidad Valenciana, en porcentaje (2001-2007)


Fuente: Contabilidad Regional de España. Base 2000 (INE).

Un panorama aún más gris que el de la economía española. Y eso viene de hace tiempo. En el gráfico 2.2, observamos cómo el crecimiento medio de la productividad en el País Valenciano es inferior al español desde que entramos en la Unión Europea, en 1986.

GRÁFICO 2.2

Productividad del trabajo, tasas de variación (1985-2007), en porcentaje


Fuente: INE y elaboratión de la FBBVA.

El resultado de todo esto es que el nivel de productividad de la economía valenciana continúa siendo más bajo que el de la española, como se ha visto en el epígrafe sobre la estrategia competitiva del capítulo 1 y, concretamente, en el gráfico 1.7, el gráfico sobre los niveles relativos de CLU valencianos sobre la media española. Asimismo, hemos comprobado en el gráfico 2.1 de este capítulo 2, el que compara las fuentes de crecimiento de la productividad de las diversas economías, que el componente que resta dinamismo a la productividad de la economía valenciana es la productividad total de los factores, similar al caso español y en contraste con el caso europeo, el japonés o el americano.

2.4 La productividad total de los factores (PTF)

2.4.1 Territorio, infraestructuras, capital humano, capital tecnológico y cambio estructural

Como acabamos de ver, la mejora de la eficiencia de la economía –aproximada por la variable PTF– tiene un papel muy importante en la lógica del crecimiento económico. Antes de seguir, sin embargo, vale la pena que recordemos que la llamada PTF, en principio, era una caja negra, en términos de Robert Solow, que incluía todo aquello del crecimiento económico no explicado por el mayor uso de los factores de producción, capital y trabajo, y que estaba asociada fundamentalmente al progreso técnico (λ). Pero economistas posteriores a Solow registraron dentro de la caja y pudieron extraer otras evidencias.

En primer lugar, encontraron que el territorio también cuenta, que las características del territorio afectan evidentemente al grado de eficiencia de la economía: tanto como productor de recursos y receptor de los residuos –de los outputs no deseables– de la actividad económica, como también en la conformación de economías o deseconomías externas para las empresas. De hecho, ninguna actividad económica se localiza aleatoriamente en el territorio. Todo el mundo busca la mejor localización en la búsqueda de las mejores condiciones para la actividad económica que quiere emprender. Por ello, es trascendental organizar el territorio de la mejor manera posible, tal y como se estudia en el capítulo 4.

En relación directa con la importancia de una buena organización del territorio, hicieron patente que las infraestructuras –principalmente, capital físico público– tenían también un papel importante en la consecución de estas mejores condiciones para la actividad económica porque podían favorecer la accesibilidad –un túnel, un puerto, un aeropuerto o una carretera– o mejorar el medio natural –una depuradora de aguas, por ejemplo–. En definitiva, las infraestructuras crean economías externas en los entornos en los que se localizan, tal y como se hace patente analíticamente en el capítulo 6.

Del mismo modo, contar con gente preparada, con trabajadores formados, incide igualmente, y de manera sensible, en la mejora de las condiciones para el crecimiento económico. Por ello el capital humano –los recursos humanos cualificados– también se debe tener en cuenta cuando se valora lo que puede explicar el aumento de la eficiencia de una economía (capítulo 5). Y relacionado con el capital humano, hay que añadir el capital tecnológico (capítulo 6), la dotación de conocimientos –que permite el progreso tecnológico– con la que cuentan la economía y la sociedad.

Pues bien, la contabilidad del crecimiento también entra en la consideración de los componentes que hacen aumentar la PTF, la eficiencia de la economía. Por ejemplo, Reig y Picazo (1997) consideran dos de los factores que hemos mencionado antes a la hora de precisar las razones del crecimiento de la PTF: el capital público o infraestructuras y el capital humano. Pero también consideran un residuo conjunto para el resto de componentes, si bien enfatizan que lo que puede sintetizarlos es el cambio de la estructura productiva de la economía. Lo hacen, sin embargo, para el período 1964-1991.

Según estos autores, la PTF había crecido tanto en el caso español como en el valenciano: la tasa media de crecimiento en el período mencionado había sido del 3,03% en la economía española y del 3,11% en la valenciana, tal y como muestra la tabla 2.6.

Pero si analizamos la descomposición de la PTF (si la eficiencia ha crecido por aumentos del capital público, y/o del capital humano y/o por cambios de la estructura productiva), ponemos de manifiesto que son, efectivamente, los cambios en la estructura productiva, es decir, la reasignación de recursos, los que principalmente explican la alta tasa de crecimiento, tanto en un caso como en otro, pero más aún en el valenciano.

TABLA 2.6

PTF (1964-1991)


Fuente: Reig y Picazo (1997: 152).

Así pues, el profundo cambio de la estructura productiva española y valenciana, que había implicado un importante transvase de recursos entre sectores –un poco más intenso en el caso valenciano, como mostraban las tablas 1.1 y 1.2 del capítulo 1–, había reforzado el proceso de crecimiento y de modernización productiva porque había tenido lugar desde actividades menos productivas, como la agricultura, a otras que lo son más (industria y servicios).

Evidentemente, el comportamiento negativo de la PTF posterior –recordamos el gráfico 2.1 de este capítulo 2– viene explicado, en buena parte, porque, agotada la etapa de cambios estructurales en profundidad, el progreso técnico no ha implementado suficientemente las mejoras de la eficiencia de la economía que la PTF debe poner de manifiesto.

2.4.2 El capital social

Finalmente, en la lógica del crecimiento económico, en el lado del importante papel que tenían los factores económicos que hemos mencionado hasta ahora, también operaba de manera significativa lo que se acordó en llamar capital social (Putnam et al., 1993; Putnam, 2000), porque había evidencia de que una determinada organización social, con valores idiosincrásicos que facilitan la confianza para la coordinación y la cooperación para beneficio mutuo, contaba también en la lógica del crecimiento económico, ya que se reducían los costes de transacción, particularmente en entornos de incertidumbre.

Hay que tener en cuenta que, cuanto más avanzada y compleja es una economía, mayor es su eficiencia potencial, pero también son más frecuentes las transacciones en las que existe una cierta dosis de incertidumbre. De todos modos, hay que reconocer que es difícil de cuantificar, y más difícil aún de precisar, si el capital social es aditivo o multiplicativo respecto a los otros factores de crecimiento.

Putnam (1993) puso el ejemplo italiano donde, en un marco estatal único y a raíz de una regionalización uniformista, las tasas de crecimiento del norte y de la Terza Italia (hasta Roma por el sur) eran muy superiores a las del Mezzogiorno (de Nápoles a Sicilia) por razones derivadas de la diferente dotación de capital social. Un capital social que comprende las instituciones formales y, sobre todo, las informales. Es, en realidad, una atmósfera.

En cuanto a las instituciones formales, cuenta el marco jurídico y jurisdiccional, y las formas asociativas y cooperativas de todo tipo. Sin embargo, en primer lugar, cuenta el modelo de estado y los procesos de integración política supraestatal. En el caso español y valenciano cuentan los profundos procesos de descentralización política mediante las administraciones autonómicas y locales, por una parte, y, por otra, el avanzado proceso de integración continental en el seno de la unión económica y monetaria europea.

Todos estos factores pueden incrementar la eficiencia económica y el bienestar colectivo si permiten mejorar la responsiveness, es decir, la capacidad del sector público para responder bien a los problemas concretos de la población. Ahora bien, para que todo eso sea eficaz, las competencias políticas se deben ejercer bajo los principios de subsidiariedad y de colaboración y coordinación interinstitucional e interterritorial, incluida, naturalmente, la transfronteriza.

Ahora bien, las instituciones informales son tan importantes o más que las formales. Destaca, en primer lugar, la existencia de cultura empresarial, un activo intangible determinante como factor de crecimiento. Esta cultura empresarial se refiere principalmente al papel del empresario (como artífice principal del complejo proceso de la actividad de la empresa) ante los retos permanentes del mercado que exigen una actitud muy activa, inductora de la innovación continua, de la calidad de los procesos y de los productos, y de la búsqueda permanente de nuevos nichos.

Pero esa actitud empresarial depende mucho de la estructura de la propiedad. En España, por ejemplo, hay una estructura de la propiedad muy concentrada (el accionista principal suele controlar la mayoría de las acciones, al contrario de lo que ocurre en el modelo anglosajón), sobre todo en las empresas pequeñas, que son, además, de carácter familiar. Pues bien, la empresa familiar sacrifica a menudo potencial de crecimiento al mantenimiento del control interno. Por lo tanto, se puede convenir que la estructura del accionariado no debería ser un obstáculo para el crecimiento si se abandonaran ciertas actitudes conservadoras (Costa, 2003: 165). Estamos hablando de problemas de agencia.

Finalmente, también cuenta el entorno empresarial, particularmente en el mundo de las pequeñas y medianas empresas –que constituyen la dimensión característica del tejido empresarial español y valenciano–, donde es muy difícil obtener economías internas a la empresa y son muy altos los costes de transactión, los costes de relación con el resto de agentes económicos y sociales. En este sentido, conviene cultivar las economías externas más convenientes, como, por ejemplo, las que potencialmente se dan en las aglomeraciones territoriales de actividades económicas del mismo tipo, el efecto distrito industrial7 (Becattini, 1979: 1.1; 2002).

2.5 El nivel de bienestar

2.5.1 Renta per cápita: productividad y tasa de empleo

El nivel de bienestar de una sociedad depende en buena medida de la capacidad de conseguir un crecimiento sostenible económica, social y medioambientalmente. La productividad del trabajo no sirve, por lo tanto, sólo para explicar el crecimiento sostenible y la competitividad de una economía, sino también para explicar el nivel de vida de la población.

Y eso también es tarea de la contabilidad del crecimiento. Porque, si convenimos que el indicador sintético más conveniente para evaluar el nivel de vida es la renta per cápita, es obvio que este indicador está claramente relacionado con el de productividad del trabajo. Aunque deberíamos añadir que la diferente tasa de utilización del trabajo potencial (de la población en edad de trabajar), es decir, la diferente tasa de empleo, pero también la diferente cantidad de horas trabajadas por trabajador, puede hacer divergir los niveles relativos de la productividad y los de la renta per cápita entre países, como muestra la tabla 2.7.

TABLA 2.7

Niveles de PIB per cápita y de productividad* (2002)

PIB per cápita Productividad
Por ocupado Por hora trabajada
EE. UU. 139 132 115
UE 100 100 100
España 85 91 81

* EU = 100, en paridad de poder adquisitivo (PPA)

Fuente: Eurostat.

Es decir, la renta por habitante y la productividad por hora pueden comportarse de manera diferente porque entre estas dos variables se interponen dos factores: las horas trabajadas por ocupado y la tasa de empleo (asociada a la relación entre la cantidad de gente que trabaja y el conjunto de la población).

Efectivamente, como se puede ver, las diferencias entre España y EE. UU. y la UE, en términos de PIB por habitante (una buena aproximación a la magnitud de renta per cápita), eran más pronunciadas en el 2002 que las de productividad por trabajador, debido a que las tasas de empleo americana y europea eran más altas que la española.

Ahora bien, estas diferencias cambian cuando hacemos la comparación con la productividad por hora trabajada, ya que las horas efectivamente trabajadas por trabajador en EE. UU. y en España eran más que en el caso de la media de la UE. Por ello, las diferencias aún eran más grandes en el caso americano, pero se acortaban en el caso europeo, ya que la cantidad de horas trabajadas por trabajador en el caso español era superior a la media europea.

En todo caso, el comportamiento de la renta per cápita en los últimos años ha sido positivo, como señala el gráfico 2.3.

Ahora bien, la convergencia relativa en renta per cápita valenciana y española con la UE (aparte del efecto estadístico de las sucesivas ampliaciones con países de menor nivel de renta que hacen bajar la media) en los últimos años se ha basado en que se trabaja más horas que en Europa y, sobre todo, en que ha aumentado la tasa de empleo.

Desgraciadamente, no se ha basado en una mejora relativa en términos de productividad, sino al contrario, como muestra fehacientemente el gráfico 2.4.

GRÁFICO 2.3

Renta per cápita (1995-2007) (dólares EKS PPP de 2007)


Fuente: INE, GGDC Total Economy Database, enero 2008 (en línea <hhttp://www.ggdc.net>), EU KLEMS Database, marzo 2008 (en línea <http://euklems.net>) y elaboración de Matilde Mas.

GRÁFICO 2.4

Renta, empleo y productividad (1985-2007) (1985 = 100)


Fuente: INE, GGDC Total Economy Database, enero (en línea 2008 <hhttp://www.ggdc.net>), EU KLEMS Database, marzo 2008 (en línea <http://euklems.net>) y elaboración de Matilde Mas.

2.5.2 Distribución de la renta

En España, también ha mejorado la equidad en la distribución espacial, tal y como se estudiará más detenidamente en el capítulo 3. Ahora bien, hay que recordar que todo crecimiento económico, desde esta perspectiva espacial, comporta normalmente (cuando hay movilidades de factores y el mismo entorno institucional) dos procesos diferentes: uno de convergencia en términos de renta per cápita y otro de divergencia en términos de producción, que acentúan los fenómenos de polarización espacial.

El primero de estos procesos se basa en el supuesto de rendimientos decrecientes del capital y, por lo tanto, las funciones de producción de las zonas retrasadas tenderán a sustituir trabajo por capital (modelo neoclásico). El otro proceso cuestiona el marco analítico neoclásico y se explicaría por lo que Krugman valora como importante: los factores geográficos que van desde las características del medio físico hasta las sociales, entre las que hay que destacar la cultura emprendedora que haya (Parellada, 2007: 336).

En este sentido, se forman claramente dos períodos en cuanto a la intensidad en estos dos procesos, con un punto de inflexión en 1979: antes, de mucha intensidad y, después, de mucha menos. Además, mientras en el primer período las diferencias en términos de renta per cápita se explicaban básicamente por los diferenciales en los niveles de productividad (excepto en los casos de Valencia y Aragón); en el segundo período, cada vez más por las diferencias en la tasa de empleo (también con la excepción valenciana).

Después de cuanto se ha dicho, hay que hacerse una pregunta clave: qué grado de igualdad tiene la distribución personal de la renta. En una primera aproximación podemos decir que, en el País Valenciano, este grado es superior al español. De todos modos, todo eso se contestará con cálculos rigurosos en el capítulo 3.

2.5.3 El Estado del Bienestar

En cualquier caso, todos los cálculos que se hacen, o se pueden hacer, se realizan sobre la base de referencias monetarias explícitas. Detrás de todo están, básicamente, los ingresos de los trabajadores vía nómina, los salarios monetarios. Pero evidentemente, la calidad de vida no depende sólo de este tipo de ingresos. Depende también de la posibilidad de acceder de manera adecuada a servicios esenciales como la sanidad, la educación, la seguridad o los servicios sociales en general.8

Por ello, el llamado Estado del Bienestar plantea que la producción equitativa y de calidad de este tipo de servicios por parte del sector público es una pieza clave en la consecución de una mejor redistribución de la renta. Es la mejor manera conocida de corregir la eficiente pero a menudo no equitativa asignación de recursos, y concretamente de la renta, por parte de las leyes del mercado. Significa, además, el salario social de los trabajadores.

Pese a la dificultad de cuantificar los aspectos que hacen referencia al bienestar de una colectividad, el Anuario Social de La Caixa del 2004 fijaba una posición intermedia de la sociedad valenciana respecto a la española. De los doce indicadores de bienestar, sólo en uno hay un nivel significativamente más alto (accesibilidad económica y seguridad vial); en cinco, la superioridad es muy ligera (servicios sanitarios, nivel de empleo, condiciones de trabajo, vivienda y equipamiento del hogar, y entorno y clima); en tres, el nivel es el mismo que la media española (renta, nivel de educación y convivencia y participación social), y, finalmente, hay tres en los que el nivel es, incluso, inferior a la media (salud, oferta de cultura y ocio, y seguridad ciudadana).

2.6 Resumen y conclusiones

2.6.1 Fuentes del crecimiento económico

La contabilidad del crecimiento puede explicar de manera sencilla las fuentes del crecimiento económico. Por ejemplo, estimando la tasa de crecimiento económico como la suma de la tasa de variación de la población ocupada y de la tasa de variación de la productividad.

Ahora bien, el papel de cada una de estas dos fuentes de crecimiento (el incremento de la población ocupada y el incremento de la productividad) varía en el tiempo y el espacio. Desde la perspectiva temporal, tanto en el caso español como en el valenciano, el incremento de la productividad desempeñó un papel fundamental en las décadas posteriores al Plan de Estabilización de 1959, mientras que, a partir de la segunda mitad de los noventa, su papel ha sido escaso, cuando no negativo. Dicho de otra manera: el crecimiento económico de estos últimos años se ha basado fundamentalmente en el aumento de la población ocupada.

Este patrón de crecimiento ha sido aún más exagerado en el caso valenciano que en el español. La razón estriba en que el modelo de crecimiento valenciano se ha basado, como quedó claro en el capítulo 1, en un uso relativamente más intensivo del factor trabajo no cualificado. De hecho, se puede constatar que la economía valenciana creaba relativamente más puestos de trabajo que la española, pero con unos niveles medios de productividad inferiores.

Ahora bien, como también sabemos, estos diferenciales negativos de productividad del trabajo (y) no significaban unos mayores costes del factor trabajo –en términos del coste laboral unitario (CLU)– porque iban acompañados de unos diferenciales negativos aún mayores de los salarios (w).

Así, pues, la economía valenciana sostenía unas ventajas competitivas porque su especialización productiva se daba, efectivamente, en actividades más intensivas en el uso de mano de obra. Pero esas ventajas se han ido desvaneciendo porque los CLU valencianos, en los últimos años, ya son superiores a los españoles, al haber aumentado más rápidamente los salarios que la productividad.

En todo caso, la intensidad del crecimiento de la productividad y los componentes que explican esta intensidad –la intensificatión de la capitalizatión (dotatión de capital por trabajador) y la eficiencia económica aproximada mediante la PTF– también cambian en el tiempo y en el espacio.

Con todo, un tema siempre sobre la mesa es el de la convergencia real, en términos de productividad del trabajo, desde el punto de vista territorial. En España, utilizando conceptos como el de σ y ß convergencia, se ve que hay una ligera convergencia entre las diversas comunidades autónomas. Un hecho que se explica por unas dotaciones de capital TIC y de capital humano con un perfil convergente. Por el contrario, las dotaciones en capital público (infraestructuras) muestran un perfil ligeramente divergente.

Asimismo, se comprueba que, actualmente y a diferencia de épocas anteriores, el componente que resta dinamismo tanto a la productividad de la economía valenciana como a la de la española es la PTF, al contrario que en el caso del conjunto de la UE, en el japonés o en el americano. Este comportamiento negativo de la PTF viene explicado, en buena parte, porque, agotada la etapa de cambios estructurales en profundidad, el progreso técnico no ha implementado suficientemente las mejoras de la eficiencia de la economía que la PTF pone de manifiesto.

2.6.2 Fuentes de bienestar social

El nivel de bienestar de una sociedad depende en buena medida de la capacidad de conseguir un crecimiento sostenible económica, medioambiental y socialmente. En una economía globalizada como la actual, tal y como se profundizará en el capítulo 15, un crecimiento económicamente sostenible se interpreta en términos de mantenimiento de la competitividad internacional. Una competitividad que se asienta básicamente en el incremento de la productividad del trabajo, cuyos componentes acabamos de estudiar.

Por su parte, la consecución de un crecimiento medioambientalmente sostenible exige tener en cuenta, además de la productividad, otros factores de índole territorial, como se hace en el capítulo 4. Preservar el medio ambiente significa fundamentalmente crecer sobre un medio físico con limitaciones, pensando en las condiciones de vida de las próximas generaciones.

Finalmente, el crecimiento socialmente sostenible focaliza su atención en las condiciones de vida de las generaciones actuales sin comprometer las de las próximas. Para medirlas disponemos de algunos indicadores sintéticos muy sólidos. El primero de los cuales es el PIB per cápita o renta per cápita o por habitante. En todo caso, este indicador también está relacionado con el de productividad del trabajo. Aunque no solamente con él, obviamente. Pensemos que el PIB de un país es el resultado del esfuerzo del conjunto de trabajadores. Dicho en términos contables, es el resultado de multiplicar la productividad media por el número de trabajadores.

Por lo tanto, si queremos saber el PIB por habitante convendremos que éste dependerá de la productividad, pero también de la tasa de utilizatión del trabajo potencial, es decir, de la cantidad de trabajadores ocupados con relación al conjunto de los habitantes del país. Naturalmente, esta tasa puede aproximarse sencillamente en términos de personas, mediante la tasa de empleo, o, de manera más precisa, teniendo en cuenta además la diferente cantidad de horas trabajadas al año por trabajador.

En este sentido, la convergencia relativa en renta per cápita valenciana y española con la UE (aparte del efecto estadístico de las sucesivas ampliaciones con países de menor nivel de renta que hacen bajar la media) puede explicarse más porque ha aumentado la tasa de empleo –y las horas efectivamente trabajadas– que no por una mejora relativa de la productividad.

Por su parte, desde 1959, se constata una convergencia relativa de la renta per cápita entre las comunidades autónomas españolas, pero simultáneamente se ha dado un proceso de divergencia en términos de producción que acentúa los fenómenos de polarizatión espacial. Esto se explica por la movilidad espacial de factores de la producción que acarrean desplazamientos de la población. Así, en algunos casos el aumento de la renta per cápita, que recordemos es un cociente, no se debe tanto al crecimiento del numerador, la renta, como a la caída del denominador, la población.

Hay que destacar que esta convergencia fue más intensa hasta 1979 y, además, explicada entonces fundamentalmente por los diferenciales en los niveles de productividad (excepto en los casos de Valencia y Aragón). Posteriormente, las diferencias se han debido más a las diferencias en la tasa de empleo (también con la excepción valenciana, donde se da un diferencial negativo mayor en productividad).

Finalmente, debemos poner de manifiesto que el nivel de bienestar también depende de otros factores, la mayoría asociados a la cohesión social. Uno de ellos es la mejor distribución personal de la renta en la lógica de la equidad, como se estudiará en el capítulo 3. Pero también a la posibilidad de acceder de manera adecuada a servicios esenciales como la sanidad, la educación, la seguridad o los servicios sociales en general.

Estos bienes públicos conforman el llamado Estado del Bienestar y, de acuerdo con el modelo europeo de provisión de éstos, son las administraciones públicas las que deben plantear una producción equitativa y de calidad de éstos para tratar de mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos y ciudadanas.

PRÁCTICAS

Práctica 2.1 Cambios estructurales y crecimiento económico

Con la informatión contenida en las tablas 1.1 (p. 39) y P. 2.1:

a) Analícese la cronología de los principales cambios que han tenido lugar en la estructura de la producción y el empleo en el País Valenciano y en España para averiguar si se corresponde con la de una economía second comer o de industrialización retrasada.

b) ¿Hay correspondencia entre los períodos de mayor crecimiento y los períodos de cambios estructurales más intensos? Razónese la respuesta.

c) Averígüense las semejanzas y las diferencias entre el caso valenciano y el caso español tanto en cuanto al crecimiento económico como al cambio estructural.

TABLA P.2.1

VAB, al coste de factores (tasas de crecimiento medias anuales) (1960-2007)

País Valenciano España
1960-73 7,0 7,0
1974-85 2,5 1,8
1986-89 5,4 4,8
1990-94 1,6 1,6
1995-02 3,8 3,4
2003-07 3,1 3,2

Fuente: FUNCAS.

Práctica 2.2 Determinantes del crecimiento de la producción y de la productividad

Con la información contenida en la tabla P.2.2:

a) Calcúlese el crecimiento de la productividad del trabajo en la Comunidad Valenciana y España en las tres etapas históricas y analícese la importancia relativa de la evolución del empleo y de la productividad en el avance del VAB real, teniendo en cuenta que el VAB real de una economía puede descomponerse como el producto de la productividad del trabajo (relación entre VAB y número de trabajadores) y el empleo:


y que, si tomamos logaritmos y diferenciamos respecto al tiempo, la tasa de variatión del VAB puede obtenerse como la suma de la tasa de variatión de la productividad y del empleo.

b) Obténganse la tasa de progreso técnico y la contribución relativa de ésta y del avance de la dotación de capital por trabajador al crecimiento de la productividad, teniendo en cuenta que,


es decir, que la tasa de variación de y (productividad) depende de λ (el incremento de eficiencia, ligado al progreso técnico) y de la tasa de variación de k (la intensificación de capital, por trabajador), y que suponemos un valor de a = 0,27.

TABLA P.2.2

VAB, empleo y dotación de capital por trabajador en el País Valenciano y España (tasas de variación media anual acumulativa) (1964-2007)


Fuente: Fundación BBVA y actualización de Matilde Masía.

Práctica 2.3 Determinantes del PIB per cápita y el empleo per cápita

Con la información contenida en la tabla P.2.3:

a) Analícese el origen de las diferencias del PIB por habitante entre las comunidades autónomas –tomando como referencia los datos de España–, para averiguar si las diferencias se deben a diferencias en la productividad aparente del factor trabajo o a diferencias en el empleo por habitante. Hay que tener en cuenta que el PIB por habitante de una economía es el resultado conjunto del rendimiento por trabajador (relación entre el PIB y el número de trabajadores) y el porcentaje de población que realiza actividades productivas (ocupados per cápita). Es decir:


b) Examínese si las diferencias en el empleo por habitante surgen a causa de diferencias en los activos por habitante o a causa de las distintas tasas de empleo.

Hay que tener en cuenta que el empleo por habitante depende de la parte de la población que participa activamente en el mercado de trabajo (activos por habitante) y de la relación entre los trabajadores y la población activa (tasa de empleo). Es decir:


TABLA P.2.3

Macromagnitudes básicas (2007*)


* Población activa y trabajadores, 1.° T 2008.

Fuente: INE.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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LLUCH, E. (1976): La via valenciana, Valencia, Eliseu Climent ed. Hay una tercera edición (ed. Afers, 2003), con introducción y epílogo de Vicent Soler.

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* Agradezco las sugerencias del profesor Ernest Reig y de la profesora Matilde Mas.

1. Los determinantes de la productividad del trabajo son principalmente del propio país. Las mejoras de productividad de otras economías no dañan en absoluto la de una concreta (Reig, 2007: 21-22).

2. Hay que saber que el progreso técnico (λ) está asociado a la llamada productividad total de los factores (PTF) o residuo de Solow. Este concepto viene a hacer patente el crecimiento económico no explicado por un mayor uso de los factores de producción, de trabajo o de capital, sino por la utilización más eficiente de estos factores, aquello que refleja el parámetro A de la función de producción agregada de Cobb Douglas, Y = AKα Lβ.

3. Alfa (α) es, como se ve en la nota anterior, el exponente de K de la función de producción de Cobb Douglas, que pondera la intensidad del uso del capital en la actividad productiva correspondiente.

4. Aunque «las comparaciones deben matizarse por las diferencias entre la vida económica a una parte y otra del Atlántico: en Europa se ha reducido más significativamente la jornada de trabajo. Esto tiene dos lecturas: mayor preferencia del ocio a mayor nivel de ingresos o la dificultad de acceso a trabajos mejor retribuidos» (Reig, 2007: 65).

5. Hay autores que entienden que el lento avance de la productividad y la pérdida de competitividad exterior se deben a que el avance es débil en algunas de las direcciones del cambio estructural actual, o al menos no opera a la velocidad que requiere la intensidad con la que se mueve el mundo que nos rodea (Pérez, 2007: 85).

6. Actualmente, se considera ventajosa la desintegración de actividades, la subcontratación y la externalización, recorriendo los mercados para incorporar a los procesos de producción muchos bienes y servicios que antes se desarrollaban internamente: complejización e internacionalización de las cadenas de suministro, facilitados por el capital humano, las TIC y la confianza en los mercados (Pérez, 2007: 96).

7. Se considera distrito industrial una entidad socioeconómico-territorial caracterizada por la ubicación en un mismo territorio de un gran número de empresas especializadas (en una o en pocas fases del proceso económico-productivo de una industria o sector) y de una comunidad de personas que han interiorizado un sistema de valores y de reglas de comportamiento que favorecen la competencia y la cooperación entre las empresas locales (Bellandi y Dei Ottati, 2001).

8. El economista americano Robert Gordon (2002) va más allá y recorta incluso las diferencias entre la renta per cápita americana y europea como indicadores de nivel de vida. La razón es que, además de constatar que los europeos disfrutan de más tiempo libre, al PIB americano se le incorpora una mayor producción de bienes y servicios que sólo consiguen responder a problemas que los europeos tienen en menor medida, como por ejemplo el clima extremado, la delincuencia, la urbanización incontrolada, la falta de transportes públicos, etc.

Economía española y del País Valenciano

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