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INTRODUCCIÓN

El viaje es un espacio emblemático del encuentro, del diálogo y de la apertura de horizontes. Si nos preguntamos por lo específico de las experiencias hechas por viajeros de habla alemana en España (y en menor medida, de habla española en Alemania), nos encontramos con un proceso paulatino de conocimiento y de acercamiento de dos culturas, separadas en un principio no sólo por una considerable distancia geográfica, sino también por un abismo cultural e histórico, que al profundizar en la investigación sobre él, a veces se revela como más aparente que real. Se trata del encuentro entre el norte y el sur, un sur que no es el suelo clásico que entusiasmó a Goethe, sino un espacio todavía por descubrir que se fue revelando poco a poco, desde la Edad Media tardía hasta el siglo XX.

También es indudable que la literatura de viajes tiene un carácter híbrido de ficción y realidad. Por un lado, puede tener un indudable valor documental para el estudio de la historia de la cultura. Por otro, hay relatos de viaje cuyo valor literario y estético no tiene nada que envidiar al de las mejores obras de ficción. Pero además, hay un tercer aspecto que entra aquí también en consideración: el viaje como tema o motivo literario, hasta el punto de que, empezando por la Odisea, que relata el viaje de Ulises a su patria, grandes y pequeños autores de la literatura universal se han servido y se sirven de este tema, tanto en sentido material como metafórico: el viaje de la vida, el viaje iniciático, el viaje onírico.

La diversidad y amplitud de la literatura de viajes surgida de los contactos culturales hispano-alemanes, los dispares contextos y formas en que se desarrolla, así como la interpenetración de la ficción y de la realidad que ahí se refleja, se irán mostrando en los siguientes artículos, que son las versiones reelaboradas de las ponencias y comunicaciones presentadas en el Congreso «Alemania-España. Viajes y viajeros entre ficción y realidad», celebrado en el MuVIM del 5 al 7 de marzo del 2007, a cuyo director y colaboradores agradecemos calurosamente su generoso apoyo en la organización de este importante evento.

Al comienzo, Miguel Ángel Vega se plantea una reflexión teórica sobre el fenómeno del viaje, cuya esencia cultural ve en la activación de la capacidad admirativa del individuo. Pero, por otro lado, también muestra ciertas deficiencias estructurales que dan lugar a tópicos, clichés y estereotipos que se hacen muy visibles en el caso hispano-alemán.

A partir de aquí, los artículos siguen un orden cronológico. A finales de la Edad Media y principios de la Edad Moderna, la Península Ibérica deja de ser un espacio nebuloso y desdibujado para Centroeuropa gracias a los numerosos relatos de viajes que Albrecht Classen revisa e interpreta en su artículo desde el punto de vista de la historia de las mentalidades.

Si el paso del siglo XV al XVI supuso la entrada de España en el marco de percepción consciente de los países de habla alemana, el final del XVIII y principio del XIX marcan otro hito en el camino del conocimiento de este país fuera de sus fronteras. Los viajeros ilustrados se esfuerzan por captar una nueva imagen del país, objetiva y libre de prejuicios. Christian August Fischer, de quien Berta Raposo y Eckhard Weber trazan una breve semblanza biográfica, puede considerarse como representante típico de esa nueva visión, aderezada con impresiones personales llenas de amenidad y viveza. Como expone Hang Ferrer en su artículo, Fischer dedicó especial atención a Valencia, trazando de ella una imagen idílica, sólo ocasionalmente relativizada por ciertas observaciones críticas. La fuente principal de Fischer fue la obra del botánico valenciano Antonio J. Cavanilles, quien como científico de gran prestigio internacional mantuvo una estrecha re lación personal y epistolar con Alexander von Humboldt, como lo muestra Ro sario Martí, al resaltar además los puntos en común existentes entre ambos, tanto en sus métodos como en sus objetivos científicos. Por su parte, Wilhelm von Humboldt, aunque también viajó por toda España, centró su atención en el País Vasco, de manera comparable a lo que hizo Fischer con Valencia, marcando así el camino a posteriores viajeros e investigadores, como puede verse en el artículo de Garbiñe Iztueta. También Alexander von Humboldt desempeñó un papel pionero, analizado por Sandra Rebok, que parte de él para luego presentar a otros viajeros alemanes que visitaron España en el siglo XIX con objetivos científicos, que evolucionan desde una mirada holística a principios de siglo hacia una especialización cada vez mayor.

Pero no son sólo científicos alemanes los que viajaron a España. También desde España salieron rumbo al norte. Los hermanos Delhuyar y J. Ezquerra son un ejemplo de ello. M.ª José Gómez Perales nos presenta su viaje y estancia en la Academia de Minas de Freiberg entre 1778 y 1781, la repercusión que tuvo este viaje en su formación, tanto personal como profesional, y la importancia que tuvo para posteriores avances científicos.

Es evidente aquí la diferencia con los viajeros que podríamos llamar «románticos», y que están representados en este volumen por Victor Aimé Huber, a quien Dietrich Briesemeister dedica un extenso y profundo estudio, destacando su condición de hispanista y profesor universitario en una época en la que despuntaban las filologías nacionales como disciplinas universitarias; las experiencias españolas de Huber fueron decisivas para la configuración del hispanismo académico en Alemania.

Sabine Geck, por su parte, nos presenta a un viajero hoy prácticamente olvidado pero muy leído en su época, Friedrich Wilhelm Hackländer. En su relato de viaje Winter in Spanien nos describe sus experiencias y aventuras durante el viaje que realizó en el invierno de 1853/1854 por diferentes ciudades de España. No sólo su visión del país, sino también su concepto de viaje, son representativos para toda una época. Destacan en su relato unas descripciones que ahondan en el detalle, intentando asemejarse a una plasmación fotográfica.

A medio camino entre los viajeros científicos y los románticos puede situarse el archiduque Luis Salvador de Austria, afincado en Mallorca después de extensos viajes por tres continentes; en el artículo de Ferran Robles sobre él se muestra cómo su ansia de conocimiento se desarrolla en dos vertientes: la antropogeográfica y sociológico-descriptiva, por un lado, y en el sentimiento del paisaje y la recreación literaria, por otro.

Los viajeros alemanes llegaron también a la España más alejada de la Península, a las Islas Canarias, pero poco se ha escrito sobre ellos. De estos viajeros, todavía del siglo XIX, nos hablan Encarnación Tabares, Marcos Sarmiento y José Juan Batista. Dos son los aspectos que tratan para cada uno de los autores-viajeros que presentan: por un lado, el viaje real al archipiélago y, por otro, el registro de lo que encuentran en el viaje, que puede ser en forma de ensayo –de carácter científico, político-económico o etnográfico– o, como es el caso sobre todo de las mujeres, en una forma que se acerca mucho a la tradicional guía de viajes.

Llegado el siglo XX, la Guerra Civil Española se convierte en un poderoso foco de atracción para jóvenes luchadores de numerosos países, entre ellos también los procedentes del ámbito cultural alemán. Werner Garstenauer nos presenta al brigadista suizo Hans Hutter, cuyas memorias no sólo se revelan como documento de viaje, sino también como una reflexión sobre el yo y lo ajeno, y como una iniciación. Reinhold Münster analiza la obra de Erich Arendt, igualmente combatiente en la Guerra Civil, y posteriormente uno de los poetas más interesantes de la RDA, que traza una imagen de España como símbolo de la posibilidad de rebelión contra un orden social prefigurado en los horrores de la guerra de Goya, pero también como una estación en el camino de la humanidad.

Sin embargo, ya antes de Guerra Civil los escritores alemanes se interesaron por España. Es el caso de Kurt Tucholsky, de quien nos habla M.ª Ángeles López Orellana. En Un libro sobre los Pirineos (1927), parodia del «relato de viaje» de Wilhelm von Humboldt al País Vasco, Tucholsky rompe con la idea a priori de la literatura tradicional de viajes y desarrolla nuevas formas de describir la realidad, al tiempo que aprovecha el viaje literario para hacer una crítica de la sociedad de los años veinte.

También a través del viaje literario, Anna Montané nos acercará a la última década del siglo XX con Versuch über die Jukebox de Peter Handke. Según la autora, esta obra tiene un carácter inaugural e insólito en la historia de la ficcionalización del viaje en Handke: desde un primer momento el viaje que se relata está unido a un proyecto literario, aunque en última instancia, la escritura es objeto en sí misma.

En el siglo XX encontramos también ejemplos de la mirada contraria, de cómo los españoles vieron Alemania. Éste es el caso, por ejemplo, del periodista y escritor Julio Camba, de cuyas crónicas desde y sobre Alemania trata la contribución de Ingrid García Wistädt. Las crónicas se presentan aquí como un juego de perspectivas en las que el autor se enfrenta de forma irónica a las diferentes culturas y deja en evidencia a la literatura de viajes convencional, que perpetúa falsos mitos y promueve los estereotipos nacionales. Bernd Springer, desde el punto de vista de la hermenéutica de lo propio y lo ajeno, analiza cómo se puede comparar la mirada de los españoles sobre Alemania con la percepción que los alemanes tuvieron o tienen de sí mismos.

Por último, con el fin de poder generalizar y abstraer un fenómeno que no está circunscrito a las relaciones hispano-alemanas, José Antonio Calañas pasa revista a algunas novelas de Sten Nadolny en las que el viaje aparece como eje estructurador del relato.

BERTA RAPOSO FERNÁNDEZ

INGRID GARCÍA WISTÄDT

Viajes y viajeros, entre ficción y realidad

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