Читать книгу La necesidad de proteger los datos de prueba de medicamentos biológicos en Ecuador - Beatriz Meythaler Galarza - Страница 10

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I. La Industria Biotecnológica

En el presente capítulo se analizarán las necesidades de la industria biofarmacéutica; sus criterios de valoración para establecer qué productos merecen ser desarrollados y cuáles no; y, la incidencia de sus decisiones en el área de salud pública.

A. La importancia de la Industria Biofarmacéutica en el área de salud

Andrés Oppenheimer, en su obra “Crear o morir”, realiza un interesante y acertado análisis sobre la importancia de la innovación en la economía global de conocimiento. Dentro de su análisis, el autor establece:

No es casualidad que una empresa como Apple valga 20% más que todo el producto bruto de Argentina, y más del doble que Venezuela. Y no es casualidad que muchos de los países más ricos del mundo en ingreso per cápita sean naciones como Luxemburgo o Singapur, que no tienen recursos naturales (...) mientras que en países petroleros y ricos en recursos naturales como Venezuela o Nigeria prevalecen niveles de pobreza obscenos.[1]

No cabe duda que la innovación constituye un elemento esencial de desarrollo de un país y, por tal motivo, resulta contraproducente que esta sea entorpecida por “un mal clima de negocios, burocracias infernales y por la corrupción”.[2] El mundo del futuro así lo requiere. Según lo que coinciden la mayoría de científicos,

en las próximas décadas veremos inventos tecnológicos más revolucionarios que todos los que ha producido la humanidad desde la invención de la rueda alrededor del año 3500 a.C. El motivo es que la ciencia y la tecnología están creciendo de manera exponencial: cada vez más rápido;[3]

y, para no obstaculizar este proceso de innovación se requiere, al menos en términos jurídicos, de un ambiente propicio.

Situándonos concretamente en el área de la industria biofarmacéutica, el uso de la ciencia y de la tecnología han permitido a los innovadores descubrir y desarrollar nuevas medicinas para pacientes cuyas necesidades aún no han sido atendidas. Por ejemplo, en el año 2014, la Food and Drug Administration (FDA) de Estados Unidos, aprobó 51 nuevos medicamentos capaces de ofrecer a las personas tratamientos para el melanoma, la hepatitis C, cáncer de ovario, diabetes y otras enfermedades extrañas como el síndrome de morquio, la enfermedad de castleman multicéntrica y la fibrosis pulmonar idiopática.[4] Además, los nuevos medicamentos biológicos han sido capaces de extender la vida de las personas que padecen sida y cáncer, y de mejorar la calidad de vida de aquellas personas que sufren de esclerosis múltiple y artritis reumatoide.

Por ejemplo, un total de 667 nuevas sustancias activas (NAS) se han lanzado en los EE.UU. en el período de 20 años (1996 a 2015). De todos los NAS lanzados durante este periodo, la proporción más alta ha sido para el tratamiento del cáncer. Alrededor de una cuarta parte de los medicamentos son moléculas grandes (biológicos). Así, el número de medicamentos contra el cáncer aumentó un 28% en los últimos cinco años (periodo 2011-2015). Los medicamentos prescritos principalmente por especialistas aumentaron del 52% (1996-2000) al 67% en el periodo 2011-2015, y los productos biológicos aumentaron de 15% a 27% en forma similar durante ese tiempo.[5]

Los países desarrollados no son los únicos en invertir en biotecnología. Por ejemplo, Investigadores Mexicanos, en conjunto con la firma Opko Health, desarrollan un tratamiento tópico para tratar afectaciones en la retina; entre ellas, el edema macular diabético (la principal causa de pérdida moderada de visión a nivel mundial). Esta solución nanotecnológica, utilizados en biología molecular, emplea liposomas de última generación que funcionan como vectores que encapsulan y facilitan la introducción del fármaco en la retina. Este tratamiento, a diferencia de los tratamientos médicos convencionales, reduce los riesgos de infección, además del dolor producido por la inyección aplicada directamente al ojo.[6]

Consecuentemente, debe considerarse a la innovación de la industria biofarmacéutica como el progreso de la humanidad por superar las enfermedades que hoy nos acontecen, pero, ¿cómo funciona la innovación biofarmacéutica? Para comprender el proceso de innovación de la industria biofarmacéutica es menester entender qué es un medicamento biológico y las razones por las que su régimen jurídico debe ser necesariamente distinto al de los medicamentos de síntesis química.

B. Características únicas de los biofármacos

Ronald A. Rader, presidente de su propia compañía de consultoría y publicaciones, “The Biotechnology Information Institute” (Instituto de Información Biotecnológica),[7] establece que el uso de la terminología “biofarmacéutico” es de suma importancia para la industria ya que “transmite y proporciona un marco para la comunicación, entendimiento y percepción, tanto a nivel individual como social”.[8] Sin embargo, la terminología “biofarmacéutica” ha sido utilizado indistintamente para referirse a todo lo relacionado con la investigación y desarrollo (I+D) o para abarcar toda la industria farmacéutica. Si bien no ha sido fácil definir el término “biofarmacéutico” debido a la relación que tiene con el uso de la biotecnología, se ha establecido oficialmente en Estados Unidos y en la Unión Europea que todo fármaco que ha sido creado con el uso de la biotecnología es un biofármaco.

Para ser más preciso, Ronal A. Rader establece que la distinción básica entre biofármaco y fármaco radica en que “el biofármaco es un productos biológico creado con fuentes y procesos biológicos, mientras que los otros fármacos (no biológicos) puede ser fabricados [simplemente] con fuentes y procesos químicos”.[9] Esto significa que ambos productos tienen “diferentes fuentes de agentes activos, estructura, composición, método de fabricación y equipos, formulación, manipulación, dosificación, regulación y comercialización”.[10]

Por un lado, los medicamentos de síntesis química o fármacos están compuestos por una estructura conformada por pocos átomos, susceptibles de ser fácilmente representados con diagramas. Estos medicamentos,

pueden ser fabricados con procesos químicos estandarizados y de alta consistencia […] La pureza y el contenido de los agentes activos de estas drogas y los productos terminados pueden ser analizados y demostrados fácilmente. Las drogas y las sustancias químicas con alta pureza, incluyendo aquellos productos naturales complejos, son generalmente similares o incluso idénticos para todos los fines prácticos (incluyendo la sustitución por genéricos).[11]

Por otro lado, los biofármacos tiene una estructura mucho más grande y compleja que los fármacos.

Los productos químicos de molécula pequeña tienen un peso molecular definido entre 100 y 1000 Da.[12] Por el contrario, los productos biofarmacéuticos son proteínas grandes, complejas y heterogéneas con pesos moleculares más variables que comúnmente van desde 18.000 a 145.000 Da.[13]

Por lo expuesto, “los biofármacos se componen de átomos con masas moleculares dos o tres órdenes de magnitud mayor e involucran muchos otros niveles de complejidad estructural”.[14] A continuación, se muestran una imagen de las diferencias estructurales entre fármacos y biofármacos. De izquierda a derecha: una molécula de un medicamento de síntesis química (aspirina), una molécula biológica pequeña (hormona de crecimiento humana) y una molécula biológica grande (anticuerpo monoclonal):

Ilustración 1

Diferencia estructural de Fármacos y Biofármacos[15]


La complejidad estructural de los biofármacos hace que sea muy probable que, en el proceso de tratamiento, ocurran variaciones estructurales de los mismo. Esto se debe a que

[…]la fabricación de productos biofarmacéuticos requiere un mayor número de registros de lotes (> 250 frente a <10); más pruebas de calidad del producto (> 2000 frente a <100); pasos más críticos del proceso

(> 5000 frente a <100) y más entradas de datos de proceso (> 60 000 frente a <4,000).[16]

Es decir, por la complejidad y tamaño de su estructura molecular, el proceso de fabricación de biofármacos es varios órdenes de magnitud mayor a la de los fármacos. La complejidad del proceso de fabricación hace que los productos biológicos sean enormemente sensibles a los cambios de las condiciones de producción. Un ligero cambio en la temperatura o alguna alteración de las condiciones de cultivo (incluso en los casos en los que se trate de reproducir el mismo biofármaco a partir de la misma construcción genética, utilizando la misma técnica, formulación y envasado, como sucedió con el producto original) no garantiza que el producto final será idéntico al producto de referencia.[17] Por ende, resulta imposible reproducir de manera idéntica el ingrediente activo de un biofármaco como sucede con los fármacos, dado que de estos últimos pueden reproducirse copias exactas del medicamento de referencia.

La imposibilidad de reproducir copias exactas de biofármacos hace que, ante los vencimientos de patentes de biomedicamentos, se dé cabida a nuevas versiones alternativas del medicamento de referencia: los biosimilares. Estos son productos biofarmacéuticos que, como su nombre lo indica, son “similares” (en adelante “biosimilares”) pero no idénticos al producto biofarmacéutico de referencia.[18] Esto se debe a que, como se explicó en párrafos anteriores, las características del producto biofarmacéutico están estrechamente relacionados con el proceso de fabricación, que no puede ser duplicado.[19] Por tanto, no puede asemejarse su proceso de fabricación con el proceso de obtención de medicamentos genéricos porque los biosimilares son moléculas únicas y no son versiones genéricas del producto biofarmacéutico innovador.

Para ilustrarlo de mejor manera, tratándose de medicamentos genéricos

[…] lo único que se requiere es la demostración de que el producto genérico contiene la composición química idéntica del producto innovador y un estudio de biodisponibilidad que demuestre que las propiedades farmacocinéticas[20] de los productos genéricos y el de referencia son similares.[21]

Este método, habitualmente utilizado para autorizar la comercialización de medicamentos genéricos, no resulta científicamente apropiado para la autorización de productos biosimilares,[22] porque no se establece la bioequivalencia farmacéutica. En efecto, la única forma de determinar la seguridad y eficacia de un biosimilar es mediante la ejecución de pruebas preclínicas, ensayos clínicos y mediante la farmacovigilancia.[23]

Razonablemente, en atención a las diferencias entre los fármacos y biofármacos, la Organización Mundial de la Salud (OMS), en sus “Recomendaciones para la Evaluación de Productos Bioterapéuticos Similares”, establece que con el fin de proporcionar parámetros normativos y estándares internacionalmente aceptados para regular la inscripción en el Registro Sanitario de las moléculas copia de biomedicamentos, se exige la presentación de estudios similares a los que presentan los descubridores de los biomedicamentos.[24] Es decir, un biosimilar no puede valerse de la documentación de soporte y estudios correspondientes del biomedicamento original ya que en estos casos, no existen copias o genéricos. En el caso de biomedicamentos cada producto es único e independiente, a pesar de contener el mismo principio activo.

C. Consideraciones importantes a tomarse en cuenta en relación a los biosimilares

Las características propias de los biofármacos ha impulsado a la Biotechnology Industry Organization[25] o BIO[26] (una asociación comercial sin fines de lucro que representa a más de 1.100 empresas, universidades, instituciones de investigación, inversionistas y otras entidades del campo de la biotecnología en los Estados Unidos y en más de 32 países, incluidos los participantes del Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación Económica como Australia, Canadá, Japón, Nueva Zelanda, Singapur, México y Malasia) a realizar un estudio sobre cómo debe reglamentarse los parámetros de aprobación de medicamentos biosimilares desde el punto de vista de las empresas innovadoras. En primer lugar, se ha establecido que la regulación de biomedicamentos debe ser necesariamente diferente a la regulación de medicamentos convencionales obtenidos por síntesis química.[27] En segundo lugar, como consecuencia de que las técnicas científicas existentes son insuficientes para probar que dos productos biológicos son idénticos, debe existir otro tipo de reglamentación para autorizar la comercialización de medicamentos biológicos.

[E]n concreto, el fabricante del biosimilar se enfrentará sustancialmente a mayores costos y complejidades para lograr la aprobación de un biosimilar. Por ejemplo, un fabricante de biosimilares tendrá que llevar a cabo una cierta cantidad de investigaciones clínicas del producto para establecer que el producto biosimilar es seguro y eficaz […].[28]

Es decir, los productores que pretendan sacar al mercado un producto biosimilar deberán presentar datos de pruebas propios que demuestren que el biosimilar cumple con su fin terapéutico, con base en criterios de calidad y, sobre todo, con base en criterios de seguridad (estudios de toxicidad y establecimiento del índice terapéutico del fármaco, eficacia, relación eficacia-toxicidad, valoración de la seguridad del biosimilar en las condiciones habituales de uso, entre otros). Por ende, los productores deberán invertir en un alto grado en tecnología e investigación ya que los estudios pre-clínicos y clínicos, tardan un promedio de 8 a 10 años,[29] a un precio promedio de 100 a 200 millones de dólares.[30] En cambio, los medicamentos genéricos requieren mucho menos tiempo y dinero para poder ser comercializados en el mercado, “necesitando aproximadamente de tres a cinco años para desarrollarse, a un costo que varía entre $1 a $5 millones de dólares”.[31]

El complejo panorama que se ha expuesto también debe tomar en consideración que el desarrollo de un nuevo biomedicamento tarda un promedio de 10 años[32] y requiere aproximadamente de 1,2 millardos de dólares.[33] Otro estudio más reciente, del año 2014, calculó que en promedio se requiere de 2,5 millardos de dólares.[34] Esto se debe a que el proceso de aprobación de comercialización de un biomedicamento es de suma dificultad. A manera de ejemplo, la terapia biológica de Roche “Avastin” fue descubierta en el año 1989 pero no fue aprobada sino hasta el año 2004, luego de pasar el proceso de aprobación previsto en la FDA.[35]

En suma, es importante tomar en consideración que la llegada repentina de un biomedicamento competidor o biosimilar puede entorpecer fatalmente el proceso de recuperación de la inversión realizada por la empresa innovadora. El alto riesgo implícito de que la inversión no sea fructífera implica serias repercusiones económicas, las mismas que deben ser asumidas por las compañías que están considerando sacar al mercado medicamentos biológicos. Consiguientemente, la debida protección de la propiedad intelectual,[36] sobretodo de datos de prueba, resulta de vital importancia.

No obstante, las compañías farmacéuticas pueden utilizar esta protección, en la vía litigiosa, como una estrategia deliberada para retrasar de manera efectiva la entrada de genéricos en el mercado.[37] Al mismo tiempo, dado a que los recursos financieros necesarios para los ensayos clínicos crean una barrera demasiado alta para la mayoría de las compañías de genéricos,[38] la exclusividad de datos retrasa la competencia de precios,[39] afectando de sobremanera a la industria de genéricos y generando un gran impacto económico. Por lo expuesto, la protección directa de datos de prueba puede resultar contraproducente para el interés público de salud, al dificultar la salida de productos biológicos seguros, eficaces y a menor costo –biosimilares– al mercado.

De acuerdo con un informe de expertos para el Comité Mundial, el efecto neto de la exclusividad de datos, independientemente de si la patente de un medicamento se ha registrado o ha caducado

es la creación de una red de restricciones e incertidumbres que tendrá un poderoso efecto negativo sobre la introducción de terceros medicamentos (genéricos) que no están bajo patente (...) En cuestión se trata de precios mucho más bajos y más accesibles para los países de medianos y bajos ingresos (…).[40]

Sobre el asunto, la Comisión Europea ha establecido lo siguiente:

El promedio del ingreso per cápita en los países de Europa central y oriental es considerablemente inferior a la media en los Estados miembros actuales y por lo tanto se plantea la cuestión de cómo los pacientes deben tener acceso a los productos farmacéuticos asequibles a precios que son realistas en el contexto del mercado único.[41]

La misma preocupación se plantea para los países en desarrollo de Latinoamérica. Por este motivo, la protección de datos de prueba puede constituir una forma de aumentar significativamente la inseguridad jurídica en perjuicio de la entrada de genéricos que pueden ser costeados por los presupuestos de salud pública y en última instancia, por los propios consumidores. Empero, ¿qué es más importante, incentivar a la industria biofarmacéutica, aunque implique una alzada de precios de fármacos u obviar las necesidades de la industria para acceder a medicamentos más baratos, pero entorpeciendo la innovación y el desarrollo de nuevas terapias médicas?

Con el fin de responder la pregunta planteada, resulta esencial conocer cómo funciona la industria biofarmacéutica y su proceso de innovación. La siguiente sección atenderá este requerimiento.

D. Los desafíos de la Industria Biofarmacéutica

Ha quedado de manifiestos que la entrada de medicamentos biológicos al mercado se traduce a una nueva gama de opciones terapéuticas para tratar o sanar una serie de enfermedades, sobre todo aquellas que generan las peores condiciones de vida y las que generan el mayor debilitamiento de las personas; superando a los tratamientos convencionales que muchas veces son temidos por sus efectos secundarios o por generar resistencias en el organismo. Así, “esta industria ha sido capaz de desarrollar y comercializar más de 300 terapias biotecnológicas, curas, vacunas y diagnósticos que están ayudando a más de 325 millones de personas en todo el mundo”.[42]

Entre los “productos” que la empresa biofarmacéutica se dedica a desarrollar, encontramos: (i) los conocimientos necesarios para entender las entidades moleculares, (ii) sus estructuras celulares y (iii) los procesos en organismos vivos, mediante un mejor conocimiento clínico de la enfermedad. Todo esto con la finalidad de interrumpir o bloquear enfermedades cuyas entidades moleculares investigadas podrían ser patentadas. En este sentido, la industria biofarmacéutica se dedica a la transformación de una entidad molecular a un producto de uso terapéutico (con licencia para venderlo) y a la difusión de esta innovación para beneficio de los pacientes, con el fin de lograr el retorno de la inversión efectuada; permitiendo así solventar los excesivos costos para crear nuevos medicamentos en el futuro.

A pesar que la innovación biofarmacéutica se encuentra fuertemente presionada por las necesidades actuales, el sistema de innovación de salud, conocido como “el proceso mediante el cual nuevas medicinas, vacunas y diagnósticos son producidos”,[43] sufre un declive de su productividad y una escalada de costos. Esto se debe a que la investigación biomédica se genera dentro de un ambiente muy diverso ya que esta requiere de vastos conocimientos e información que la tecnología de hoy no ha podido solventar del todo y que son difíciles de financiar; es decir, la tan valiosa innovación de salud resulta cada vez más costosa de mantener.

Sólo en el año 2008, las empresas de biotecnología gastaron más de $30 millones de dólares en I+D. Entre el año 2004 y 2008, la industria de la biotecnología recaudó más de $100 mil millones en inversión privada. Entre el 2009 y 2012, la industria promedió más de 15.2 mil millones dólares / año de la inversión privada o aproximadamente $60 mil millones.[44]

Al respecto, BIO establece que las compañías biofarmacéuticas que enfrentan este complejo panorama son en realidad pequeñas o medianas compañías, con el único fin de desarrollar productos biológicos, pero bajo un muy alto riesgo.

La mayoría de estas compañías no comercializa ningún producto, lo que realmente hacen es enfocarse en identificar y desarrollar nueva tecnología. Se dedican a la I+D de productos biotecnológicos, particularmente nuevos productos biológicos, los mismo que requieren de una inversión substancial de tiempo, recursos y capital.[45]

Esto se debe a que, como se analizará en el segundo capítulo, para poder desarrollar una terapia médica específica, primero se debe descubrir alguna entidad celular o molecular a través de una búsqueda científica básica.[46] El siguiente paso consiste en diseñar una molécula biológica que interactúe con el objetivo de la enfermedad.[47] Una vez que se ha descubierto la mejor molécula candidata, se la manipula para maximizar su potencial.[48] Luego, se prueba dicha molécula “in vitro” para determinar si cumple con el propósito para el cual se la destinó. Seguidamente, se prueba en animales vivos para determinar si el biofármaco es seguro y tiene un efecto biológico en organismo no humanos.[49] Una vez finalizadas las pruebas pre-clínicas, se continúa con las pruebas clínicas para determinar la dosis ideal y la población de pacientes.[50]

Como se puede apreciar, este proceso de descubrimiento es largo (tarda un promedio de 10 años en Estados Unidos) y costoso, pero sobretodo propenso al fracaso[51] (falla más del 95% del tiempo).[52] Estos procesos, en vez de traducirse a terapias médicas, languidecen sin poder desarrollarse más, sin poder innovar. Por esta razón, muchas empresas biofarmacéuticas optan por no invertir en procesos pre-clínicos,

generando un abismo entre el desarrollo preclínico y clínico, impidiendo avanzar hacia el desarrollo terapéutico. Este abismo se conoce como el “Valle de la Muerte.” Concomitante con (y tal vez debido a) la aparición del Valle de la Muerte, la eficiencia global de la investigación biomédica (…) ha ido disminuyendo en una escala logarítmica. Este problema sistémico ha tenido consecuencias negativas para los campos de la medicina y la salud humana: de los cerca de 4.500 enfermedades que tienen una causa fisiológica conocida, a sólo 250 tienen un tratamiento aprobado por la FDA.[53]

Por el riesgo evidente, resulta razonable que estas empresas “dependan altamente de capitales de riesgo para financiarse”.[54]

Al respecto, un estudio de destacados académicos de la Universidad de Harvard y Boston, encargados por el National Venture Capital Association, determinó que el costo de capital de riesgo era al menos del 20% y que la pérdida parcial o total de las inversiones de capital se produce en el 44% de las inversiones en biotecnología.[55] Dicho estudio determinó que la complejidad de la composición del biomedicamento y de la investigación y tecnología que se requiere para su creación es un obstáculo para obtener financiamiento. Como consecuencia, las compañías no pueden competir efectivamente contra los manufactureros de genéricos o contra otras compañías que representan un menor riesgo de inversión; su negocio depende de la habilidad para bloquear la entrada de genéricos para recuperar al menos la inversión realizada.

En este contexto, los desafíos que deben enfrentar estas empresas son muy onerosos. Las instituciones de investigación biomédica están en busca de nuevas formas de trabajo que les permitan innovar la industria biofarmacéutica de manera rentable. Muchas incluso han considerado la necesidad de intercambiar conocimientos, tecnología, información, bases de datos, con el único fin de acceder a múltiples fuentes de datos para hacer que estos se vuelvan interoperables.[56] Asimismo, la industria biofarmacéutica está dando lugar a una serie de fusiones, adquisiciones y alianzas capaces de crear algún flujo estructural. Lastimosamente, estas estrategias de negocios son susceptibles de cambio cuando existe, por ejemplo, un declive en la productividad de I+D, la entrada de un nuevo competidor al mercado, incertidumbre de cómo funcionará el biomedicamento, la salida de biosimilar al mercado o la diferencia entre la demanda y resultado. Frente a la situación descrita,

la experiencia ha demostrado que, con el fin de atraer fondos, las compañías de biotecnología deben ser capaces de aprovechar su única activo –su propiedad intelectual– para triunfar en el mercado con sus productos y sus servicios, siempre y cuando sus productos lleguen al mercado.[57]

E. Proceso de innovación y política de financiamiento

Las empresas que desarrollan procesos de I+D intensamente, como las empresas de biotecnología y las compañías farmacéuticas, siguen políticas financieras corporativas muy distintas de las empresas que invierten menos en I+D.[58] Estas políticas establecen los lineamientos necesarios para establecer si se invierte en el desarrollo de un producto y en la salida de este al mercado.[59] Jim Attridge,[60] un reconocido experto y conocedor del tema, establece que estos lineamientos dependen de las siguientes tres áreas: “ i) la economía del ciclo de vida del producto individual; ii) el mercado de I+D; y, iii) los modelos de inversión empresarial sostenible”.[61]

En primer lugar, la economía del ciclo de vida del producto considera al “proceso de adaptación entre el impulso tecnológico, basado en la creación de nuevos conocimientos científicos, y la demanda del mercado, con base en una necesidad social”.[62] El impulso tecnológico debe entenderse como el eje rector de la innovación farmacéutica que “implica mejoras en la fisiología, medicina, técnicas de diagnóstico, terapias con drogas, avances en la biología, química y otros ciencias básicas”.[63] Por otro lado, la demanda de innovación farmacéutica consiste en tres procesos:

i. la “carrera de investigación” para traducir el conocimiento original a posibles aplicaciones útiles y patentables;

ii. la “carrera de desarrollo” para convertir las moléculas patentadas o las bioentidades en productos técnicamente aprobados; y,

iii. la “carrera comercial” para lograr la rápida aceptación internacional del producto en beneficio de los pacientes y para premiar al innovador.[64]

El liderazgo en la carrera para comercializar una nueva clase de medicamento puede cambiar de manos varias veces. A diferencia de otros sectores económicos, en los que el primer innovador se posiciona con ventaja competitiva, menor riesgo y menor costo de desarrollo; en el sector biofarmacéutico no existe correlación entre el orden de entrada en el mercado y los beneficios que los productos individuales puedan ofrecer. En el sector biofarmacéutico, “en el despliegue de una nueva clase terapéutica de los productos, puede ser el tercero, cuarto, o quinto participante quien ofrezca el mejor tratamiento para un paciente”.[65]

En segundo lugar, la creación de un portafolio de I+D es de suma importancia para mantener una rutina de innovación.[66] La existencia de estos portafolios se traduce a la posibilidad de determinar sobre qué proyecto se debe realizar o no una futura inversión. Estos portafolios permiten a las empresas revisar aspectos científicos, médicos, económicos y de viabilidad comercial. Muchos de los proyectos se evitarán porque significarán un alto riesgo, mientras que otros productos se escogerán porque significan un regreso de la inversión realizada. Además, se analizará la línea de tiempo que se requiere desde las primeras investigaciones hasta la salida del producto al mercado; si conviene o no la espera se escogerá uno u otro producto.

En efecto, las empresas determinarán la cantidad de información a revelar, la cantidad de capital a invertir en I+D y la estructura de capital a utilizar. Por lo antedicho, Jim Attridge manifiesta que esta estrategia requiere de muchos años y de un equipo de trabajo compuesto por una serie de científicos de diversas áreas y de relaciones externas, que son difíciles de encontrar y de mantener.[67]

Realizando una generalización muy amplia, hay una correlación directa entre el riesgo de fracaso (en la traducción de un proyecto a un producto clínicamente aprobado y susceptible de venta) y su capacidad de innovación. Es decir, mientras más original sea el potencial producto, mayor es el riesgo de fracaso.[68]

Por otro lado, la divulgación de información significa un arma de doble filo.

Si bien la revelación de información puede ayudar a obtener financiamiento externo y ayuda a decidir sobre qué proyecto invertir, al mismo tiempo revela información a su competencia, quien puede aprovecharse de este conocimiento (free-riding) para introducir productos al mercado que deprimen las ganancias de la empresa.[69]

Bajo esta línea de ideas, la empresa debe decidir qué conviene más: revelar información para obtener financiamiento o cuidarse de la competencia; por tanto, ¿cómo una empresa toma decisiones sobre la inversión, la estructura de capital, divulgación de información y cómo estas decisiones afectan su entorno competitivo?

La existencia de un modelo de negocio sostenible permite a las empresas biofarmacéuticas establecer dentro de qué marco deben actuar y cómo deben actuar para cumplir sus finalidades: responder a la demanda de medicamentos y terapias y generar el retorno de capital a sus inversores. Lamentablemente, los modelos de negocio empleados por estas empresas pueden ser severamente entorpecidos ante la salida prematura al mercado de productos biosimilares ya que estos pueden reducir considerablemente el ciclo de vida de los productos originales, afectando directamente el incentivo de innovación. Es por esta razón que se afirma que las biofarmacéuticas, usualmente privadas, operan dentro de un ambiente altamente competitivo y riesgoso.

La difusión de genéricos baratos en todos los mercados del mundo reduce en gran medida el ciclo de vida de los productos. Una combinación de la mejora de eficiencia de costes a través de fusiones y adquisiciones ha estabilizado el modelo de negocio de las empresas biofarmacéuticas. Sin embargo, en la actualidad los ingresos se encuentran bajo presión ante la existencia de productos más baratos. Las proyecciones para los próximos cinco años[70] sugieren que si esta tendencia continúa, tomando en consideración los vencimientos de patentes, se requerirá que las empresas reconsideren de manera radical sus modelos de negocio, lo que reducirá aún más los rendimientos que se consideran aceptables para los inversores.[71]

Al respecto, un interesante análisis realizado por Richard T. Thakor y Andrew W. Lo[72] (que estudia los datos recopilados sobre empresas biofarmacéuticas que cotizan en bolsa desde 1950 hasta el año 2012)[73] establece que una mayor competencia del mercado de productos induce a la empresa a recortar las inversiones en los activos de la empresa (assets-in-place) y pone mayor presión sobre la empresa para desarrollar nuevos productos patentables que sean más rentables. Los citados autores establecen:

Un resultado clave de nuestro análisis es que la competencia aumenta la importancia de la I+D en relación con las inversiones en propiedades de la empresa, en sus plantas y en sus equipos existentes (PP &E), haciendo que la empresa realice una mayor inversión en I+D e invierta menos en sus productos existentes y en PP &E. Dado a que los productos existentes significan un riesgo sistemático (al menos en las primeras etapas de investigación y desarrollo), la I+D suponen un riesgo principalmente idiosincrático. Esta reasignación de inversiones hace que el riesgo sistemático de la empresa decrezca. Por otra parte, la competencia hace que el riesgo idiosincrático de la I+D aumente con el tiempo, por lo que el cambio en el rendimiento de las acciones desde el riesgo sistemático hacia el riesgo idiosincrático está acompañado por un incremento de la volatilidad del stock total de retorno.[74]

De manera semejante, una empresa biofarmacéutica tiene la opción de escoger proyectos que se encuentren en una etapa más avanzada de I+D, realizada por otras empresas, a través de fusiones, adquisiciones o colaboraciones. Por ejemplo, se han dado casos en los que una empresa farmacéutica adquiere una compañía de biotecnología para poder acceder a su portafolio. Es decir, los proyectos de I+D pueden invertir en proyectos “in-house” o adquirir el portafolio de otras empresas de biotecnología con proyectos (out-house) que hayan tenido éxito.

Lo manifestado deja en evidencia que la situación de las empresas privadas de biotecnología es complicada y no sólo afecta la esfera privada de éstas sino a la población mundial en general. Los productos bioterapéuticos han probado ser eficaces para el tratamiento de muchas enfermedades crónicas y potencialmente mortales, tales como el cáncer o el sida. Por este motivo, el desarrollo de productos biotecnológicos es esencial para prevenir, tratar o incluso curar una serie de enfermedades que hoy día acontecen a millones de personas en todo el mundo. Por este motivo, la situación y el riesgo económico de las farmacéuticas productoras de biomedicamentos afecta la salud pública y por ello es de vital importancia encontrar la manera de incentivar a las farmacéuticas a sacar al mercado medicamentos biológicos y esto es posible si se garantiza al menos la recuperación de la inversión realizada. En consecuencia, permitir a las empresas productoras de biomedicamentos recuperar su inversión no sólo responde al interés privado de éstas sino al interés público de la sociedad, pero, ¿cómo garantizar la recuperación de la inversión realizada y los esfuerzos considerables realizados por estas empresas?

Según Henry Grabowski,[75] quien realizó un estudió direccionado a establecer el punto de equilibrio (recuperación de la inversión realizada) de un biomedicamento frente la entrada de un biosimilar al mercado, la protección directa de datos de prueba por 12 años es esencial para incentivar a la innovación biofarmacéutica.[76]

Este estudio toma en observación dos escenarios: uno en el que la patente puede ser burlada por el biosimilar y, otro en el que el período de protección restante de una patente es menor que el período de exclusividad, al tiempo de otorgamiento del registro sanitario del biomedicamento de referencia. El primero acaece ante la imposibilidad de probar que dos productos biológicos son idénticos.[77] En concreto, la patente del medicamento de referencia cubrirá cualquier versión genérica ya que el ingrediente activo es el mismo. Pero, tratándose de productos biológicos, las patentes podrían no cubrir el producto biosimilar, que invariablemente será diferente al original.[78] Por tanto, las patentes biotecnológicas no podrían asegurar a los innovadores cubrir todas las variaciones posibles de un producto biológico original, permitiendo la salida al mercado de un biosimilar mediante un procedimiento abreviado y a menor costo.

Según el estudio, en los casos en los que existe un período de protección de patente de 7 años promedio, existe solamente un 14% de probabilidad de alcanzar el punto de equilibrio (dentro de los 25 años contados desde el otorgamiento de la licencia de comercialización). Pero, si se añade protección a los datos de prueba por 12 años, existe un 62% de probabilidad de alcanzar el punto de equilibrio.[79] Por tanto, en la medida en que las patentes biológicas son relativamente menos seguras y más vulnerables a ser burladas, un período de exclusividad de datos genera en gran medida incentivos a la inversión biofarmacéutica.[80]

Tanto Estados Unidos como la Unión Europea consideraron dicho estudio para reconocer protección directa a los datos de prueba por un período de 12 y 10 años, respectivamente. No obstante, existe mucho debate en torno al período de tiempo que debe otorgarse a los datos de prueba (tema que se analizará en el capítulo tercero), ya que su protección se traduce a un alza de precios de los biomedicamentos, afectando el presupuesto estatal y a los consumidores en última instancia. Empero, antes de prejuzgar la situación, es importante analizar los aspectos clínicos y de desarrollo que se requieren para que un biomedicamento pueda ser comercializado y, de esta forma, entender las razones por las que “algunos investigadores han establecido que estos costos pueden ser 150% más altos que los costes asociados a la fabricación de productos farmacéuticos tradicionales”.[81]

La necesidad de proteger los datos de prueba de medicamentos biológicos en Ecuador

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