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INTRODUCCIÓN

Este libro consta de tres partes íntimamente relacionadas: espiritualidad, mística y pueblo, aunque no siempre estas relaciones estén explicitadas. El autor prefiere dejar esta tarea en manos de los lectores.

Esta introducción es una afirmación y presentación de convicciones. En la conclusión, una comparación sirve para resaltar lo ya afirmado. El cuerpo de la obra demuestra la veracidad y los límites de las afirmaciones, y muestra también el proceso que conduce a ellas.

Es fácil darse cuenta de que el título aúna positivamente las tres partes de nuestra reflexión, es decir: existe una espiritualidad popular que, bajo ciertas condiciones, se convierte en experiencia mística del Misterio en el seno de la Iglesia católica, Pueblo de Dios.

Esto implica que la espiritualidad popular es:

 trinitaria (por Cristo, en el Espíritu y hacia el Padre),

 cristológica (Dios y hombre, muerto y resucitado por nuestra salvación),

 pneumatológica (el Espíritu como agente de la vida espiritual),

 mariana (María es Madre que acompaña y acoge),

 teologal (fe, esperanza, caridad),

 eucarística (culmen de la liturgia y vida cristiana),

 eclesial (unidos en la comunión de los santos y en el pueblo de Dios) y

 solidaria (al servicio del prójimo).

Y esto mismo lo encontramos, aunque de una forma peculiar, en la espiritualidad popular tal como existe en Latinoamérica. Se podrían señalar también otras características; una espiritualidad:

 devocional (múltiples medios expresivos y de entrega de sí mismo a Dios),

 laical (la mayoría de los bautizados son los protagonistas),

 trans-social (participan en ella diferentes estratos sociales, aunque se densifica en los estratos más pobres),

 evangelizadora (comenzando al interior de esta)

 y alimentada por la Palabra de Dios (que le llega por diferentes medios).

Todo esto, concretamente vivido, se puede sintetizar así: Dios crucificado por amor a los pecadores, dando a su misma Madre como Madre nuestra; respondiendo nosotros con fe, esperanza y amor a fin de que obre el Espíritu Santo; siendo solidarios en el bien, rechazando el mal y celebrando la vida.

El adjetivo “popular” puede despistar: ¿a qué se refiere concretamente? Se trata del “pueblo”: este es el sujeto de esta espiritualidad. Y en este pueblo, los sencillos, humildes y pobres ocupan un lugar central y privilegiado. Pero esta espiritualidad abarca todos los sectores sociales y hasta es vínculo que reúne a hombres y mujeres de pueblos y naciones políticamente diferentes. Quizá este “pueblo” no conozca conceptualmente las normas eclesiásticas ni los dogmas. Quizá tenga una escasa formación catequética, pero tiene cultura cristiana y católica, basada en tradiciones recibidas y comunicadas y, en momentos de persecución, él ha sido capaz de derramar su sangre en defensa de su fe.

La historia de nuestra “Patria Grande” nos muestra una gran variedad ya en los mismos orígenes, y su pluralidad se vio aumentada con las diferentes olas migratorias. Se suscita entonces una pregunta: ¿podemos hablar hoy día de unidad cultural en América Latina? El Documento de Aparecida nos da un inicio de respuesta afirmativa en este sentido:

En la nueva situación cultural afirmamos que el proyecto del Reino está presente y es posible, y por ello aspiramos a una América Latina y Caribeña unida, reconciliada e integrada. Esta casa común está habitada por un complejo mestizaje y una pluralidad étnica y cultural, en el que el Evangelio se ha transformado (...) en el elemento clave de una síntesis dinámica que, con matices diversos según las naciones, expresa de todas formas la identidad de los pueblos latinoamericanos (520).

No somos un mero continente, apenas un hecho geográfico con un mosaico ininteligible de contenidos. Tampoco somos una suma de pueblos y de etnias que se yuxtaponen. Una y plural, América Latina es la casa común, la gran patria de hermanos de unos pueblos a quienes la misma geografía, la fe cristiana, la lengua y la cultura han unido definitivamente en el camino de la historia (525).

La existencia de esta “casa común” tiene importancia capital; por esto se puede hablar de “pueblo latinoamericano” y, en consecuencia, de un “sujeto colectivo” de la espiritualidad popular, pese a las diferencias regionales. De todos modos, este tema da para mucho más ya que las culturas son dinámicas y cambiables, y la historia suele traer sorpresas.

Desde hace ya tiempo muchos se han peguntado qué sucederá con la espiritualidad popular ante los embates del secularismo ideológico o ateísmo antropocéntrico, con su séquito de hedonismo, consumismo, voluntad de poder y dominio. ¿Acaso no estaba anunciada la muerte de la religión y la sola pervivencia de la fe interior?

El secularismo y la espiritualidad popular consideran al mundo en forma divergente: todo se explica por sí mismo o todo depende de la Providencia divina; pura inmanencia o trascendencia operante.

Hasta el momento presente, el secularismo no ha arrasado con la espiritualidad popular, pero la ha erosionado con la ayuda de los medios de comunicación social. No es exagerado decir que estamos en situación de riesgo. Pero, si la religión es el corazón de la cultura, y si esta cultura está sellada en Latinoamérica por el cristianismo de tradición católica, creemos entonces que difícilmente la ideología secularista podrá acabar con la espiritualidad popular sin antes arrasar con nuestra cultura. Una cultura popular evangelizada tiene más recursos frente a los embates del secularismo que una mera suma de creyentes; posee, además, valores que pueden provocar el desarrollo de una sociedad más justa y creyente. (5)

Y, si la catequesis está al servicio de: personalizar la fe mediante el encuentro con Jesucristo; promover la dimensión contemplativa; alimentar la gratitud y favorecer un encuentro poético y sapiencial con la creación; podemos pensar que, quizás, en el futuro, la espiritualidad popular podría redimir a la ideología secularista y a su cortejo.

Por la ley de la polaridad, el racionalismo secularista científico-técnico dio lugar a un irracionalismo fundamentalista mágico-supersticioso. Solamente la vida teologal es capaz de renovar la fe frente a la in-creencia, la religión ante la i-rreligiosidad y la razón frente a la i-rracionalidad.

Por otro lado, el avance de las sectas y algunas formas de religiosidad sin compromiso carcomen la espiritualidad de nuestro pueblo. Se puede constatar fácilmente que ha disminuido el número de católicos y, entre los que lo siguen siendo, disminuyen los bautismos y matrimonios. Por eso, la evangelización sigue siendo un imperativo a fin de que todos tengamos más vida en Cristo.

Sea como sea, es claro que el cristianismo latinoamericano, mayoritariamente católico y minoritariamente evangelista, está pasando hoy día por un cambio profundo. La urbanización, la democratización y el racionalismo secularista son las principales causas de esta transformación.

Se dice que entre el 70 y el 80 % de los latinoamericanos viven en ciudades: esto implica un cambio enorme en relación con un pasado no tan lejano. En las causas de este fenómeno se encuentran las migraciones del mundo rural, de otras regiones y de otros países que convierten a las grandes ciudades en laboratorios de cultura tan plural cuanto compleja. Allí conviven pobres y ricos, profesionales y artesanos y, lo que es peor, mucha gente sin trabajo estable o justamente remunerado. Obviamente esto influye en la espiritualidad popular y reclama seguimiento y cuidado pastoral a fin de que la “ciudad terrena” se convierta en la “Ciudad Santa” que desciende del cielo. Nuestra fe cristiana nos enseña que Dios vive en la ciudad (6), lo que no significa que esté ausente en los campos y desiertos.

Mientras esto tiene lugar, el pueblo se auto-evangeliza siendo fiel y expresando su fe de manera tal que la comunica a nuevas generaciones. Y, con frecuencia, en muchos fieles la espiritualidad popular se convierte en mística popular o entrada experiencial en el Misterio de Dios en Cristo. Porque Dios vive también en la ciudad, pues vive en el corazón de cada bautizado.

5. Francisco, Evangelii gaudium 68.

6. Documento de Aparecida 509-514.

Espiritualidad y Mística Popular

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