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ОглавлениеCapitalismo y propaganda
(Lo que Occidente no entiende)
—Según una encuesta, el 25% de los rusos
cree que el Sol gira alrededor de la Tierra.
—¡La verdad, es sorprendente que no sea el 86%!
Cuento ruso
el palacio de invierno destella en colores dorados, plateados y turquesa bajo el cielo azul. Los turistas que deambulan en grupos por la plaza del palacio parecen ir cegados por el sol. Algunos han sido lo suficientemente precavidos y llevan sombrilla. En dirección al largo edificio amarillo de la gobernación, varios niños juegan frente a la construcción de un escenario fastuoso. Se nota claramente que allí algo está por pasar. Desde el invierno de 1999 recuerdo la plaza del palacio con su color gris y por estar prácticamente desocupada. Con el carné estudiantil entrábamos gratis al Palacio de Invierno, donde podíamos admirar la enorme colección de arte del Museo del Hermitage prácticamente sin que nadie nos molestara. Hoy en día, la fila se extiende a lo largo de la mitad de la fachada hacia el Nevá, da la vuelta a la esquina y continúa hacia una de las partes bajas del edificio. El medio litro de cerveza del café al aire libre donde me he sentado es el mismo, pero el precio ha cambiado. Hace unos años, una Nevskoe costaba 40 rublos, y ahora cuesta 200. Es cinco veces la cantidad en rublos, y tres veces más la cantidad en coronas noruegas. Cuando le pregunto al mesero si las sanciones de la Unión Europea se notan en el flujo de turistas, responde que ahora es menor la cantidad que viene de Europa del Sur, pero han aumentado los turistas chinos.
Estoy esperando a Yuri. Fui yo quien llegó temprano; Yuri no es el tipo de persona que hace esperar a los demás. Nos conocimos en la sala de llegada del aeropuerto Púlkovo, de San Petersburgo, en noviembre de 2005. Yendo en el auto del aeropuerto hasta la oficina, Yuri me causó una impresión extraña. Mientras manejaba en zigzag entre otros automóviles para salir lo más rápido posible del caos de la avenida Moskovsky, él gritaba una cantidad de improperios a quienes le hacían algún reclamo. Las frases estaban sazonadas con expresiones de una jerga que yo no identificaba completamente. En la descripción de su trabajo como jefe de distribución hablaba de «tomar el control de nuevos sectores» y «adquirir a través de la guerra los últimos suburbios». El otro gran periódico gratis en la ciudad, Metro, era constantemente señalado como «el enemigo». Todo cobró sentido al día siguiente cuando uno de los colegas mencionó que Yuri tenía un pasado en el ejército.
Yuri Shatrov tenía diecisiete años cuando en 1981 entró a la Escuela Superior de las Fuerzas de Defensa Costera de la Armada de Rusia en Petrodvoréts, muy cerca de las afueras de Leningrado. La escuela era vista como una de las mejores del país y una carrera en las fuerzas de defensa era considerada como algo estable y seguro. Después de cuatro años de estudio fue enviado primero a Mongolia («era como vivir en Marte, no teníamos ningún contacto con la población local»), luego a la República Socialista Soviética de Estonia («allí donde los estadounidenses están jugando actualmente, fuimos nosotros quienes construimos la infraestructura»). Cuando el muro cayó y las bases militares soviéticas en Europa Central y Oriental iban a clausurarse, Magdeburgo fue la siguiente parada en la vieja rda. Magdeburgo había sido el comando central para la Tercer Ejército de Choque, una de las muchas bases militares soviéticas que se establecieron en tierras alemanas después de la Segunda Guerra Mundial. Prácticamente, al mismo tiempo que la bandera soviética era quemada en el Kremlin, en diciembre de 1991 le asignaron a Yuri transportar tanques, aviones, helicópteros, artillería pesada y sistemas misilísticos a un campamento de las afueras de Moscú. Yuri, que en aquel momento todavía no había cumplido los treinta años, lo recuerda como una tarea exigente y una responsabilidad abrumadora. Las armas se encontraban en condiciones deplorables e inseguras. Quizá lo que estaba haciendo era bastante peligroso.
El tiempo de Yuri en Mongolia y en Estonia coincidió con la carrera armamentista más intensa entre Estados Unidos y la Unión Soviética, naciones que gastaban sumas astronómicas en defensa. En 1998 el ejército demandaba el rubro más grande del presupuesto nacional. Pero cuando la Unión Soviética se disolvió, se redujeron las asignaciones de fondos. Los salarios fueron retenidos, había deficiencias en el mantenimiento, la producción de grandes armas se redujo a más de la mitad. El aparato militar tocó fondo durante la crisis del rublo entre 1998 y 1999, cuando la inversión era tan solo una cuarta parte de lo que había sido en 1991. La primera guerra chechena mostró la condición miserable en que se encontraba la armada rusa. Lo que pretendía ser una operación militar corta para eliminar a Dzhojar Dudáye, el líder de los rebeldes que en 1991 había declarado a Chechenia como un Estado independiente, se convirtió en una larga guerra de guerrillas. La gran cantidad de soldados rusos no logró el control de los rebeldes locales, al mismo tiempo que las pérdidas civiles fueron gigantescas. Cuando las partes hicieron una tregua en agosto de 1996 y acordaron aplazar la discusión sobre el estatus de Chechenia durante cinco años, fue una derrota humillante para el Ejército ruso, tan poderoso en ese entonces.
Yuri evitó que lo trasladaran a Chechenia, pero es cuidadoso al elegir las palabras cuando habla acerca de su vida en el Ejército durante los difíciles años noventa. Él destaca más bien lo que aprendió y a lo que le pudo sacar provecho más adelante («la comunicación, la responsabilidad, el trabajo en equipo, la atención a aquellos que tienen más experiencia y conocimientos») y a todas las buenas amistades. Cada Año Nuevo viaja a Offenburg en Alemania para celebrar esa fecha con un excompañero de la época en que estuvo en Estonia y que ahora se ha establecido en el país germano.
Pero después de haber servido a la patria durante los veinte años obligatorios —diez para la Unión Soviética, diez para Rusia—, Yuri llegó a la conclusión de que quería hacer algo diferente. Era el año 2002 y el Ejército estaba frente a una gran reorganización. De camino desde el apartamento del centro de San Petersburgo y hasta el campamento situado a las afueras de la ciudad, Yuri había visto cómo la economía estaba mejorando. Grandes compañías internacionales habían empezado a invertir seriamente en la capital del Norte. ¿Tal vez alguien con su experiencia de oficial podría tener algunas posibilidades en el mundo empresarial? Como agradecimiento por todos los años de esfuerzo, el Ejército le dio un curso intensivo de tres meses en economía empresarial y liderazgo de pequeñas y medianas empresas («era increíblemente básico, pero provechoso, yo siempre cargaba encima un certificado del curso», decía), así que Yuri empacó su mochila de regimiento y empezó a prepararse para una vida en el mundo civil.
Sin saberlo de antemano, Yuri había hecho un cambio de carrera coincidiendo con el mayor crecimiento económico de la historia rusa. Probó diferentes trabajos pequeños antes de poner sus ojos en un anuncio del Moj rajon en el que estaban buscando distribuidores. Pasaron un par de meses antes de que la directiva entendiera que su disciplina militar, sus conocimientos geográficos detallados y una gran fuerza de negociación eran una combinación ganadora. Le dieron la responsabilidad de toda la división de distribución.
Cuando el periódico fue lanzado en Moscú, Yuri era el único de los directores de división en San Petersburgo que quería «conquistar un nuevo territorio». Arrendó un pequeño apartamento en la capital y empezó a viajar semanalmente. Yuri y yo nos convertimos en una especie de soldados hermanos, ya que el pequeño periódico experimentó conflictos con las autoridades locales, precisamente por la distribución. Antes de que Moj rajon llegara a la calle, las administraciones locales de Moscú —hay más de cien de ellas—, tenían el monopolio de las noticias en los barrios. Un par de veces repartían un folleto de cuatro a ocho páginas en los buzones de las casas, donde se explicaba todo el trabajo provechoso que hacían por los habitantes. No a todos los burócratas les pareció tan fácil aceptar que de repente apareciera una fuente de información alternativa, una que no solo estaba escrita, fotografiada y editada por profesionales e impresa a cuatro colores, sino que también hacía preguntas críticas acerca de promesas electorales sin cumplir y retrasos en el mantenimiento de las instituciones educativas del barrio. En algunos sitios los burócratas se veían tan provocados que obligaban a los centros comerciales y a las cafeterías del sector a retirar nuestro periódico de exhibición. Nosotros respondíamos con una visita. Mientras que yo —el representante de los dueños extranjeros— llegaba para dar una apariencia de solidez y estatus, Yuri trataba de hablar con los burócratas para que razonaran. Con la ayuda de su lenguaje creativo y popular, y un estilo un poco autoritario, generalmente lograba que estuvieran de acuerdo con que recibir información de más de una fuente, en realidad representaba un enriquecimiento para los moscovitas.
Diez años más tarde, son nuevamente «los burócratas sinvergüenzas que no son capaces de hacer un trabajo decente» sobre los cuales Yuri quiere hablar. Él se sentó luego de saludarme cordialmente, tirar al lado su maleta negra y traer del mostrador un capuchino con bastante azúcar. A pesar de que ha engordado un poco, sigue vistiéndose impecable y se muestra tenso en la expresión, muy bien afeitado, con un corte de cabello corto y con unas gafas de sol negras que le quedan bien. Como de costumbre, logró dejar su automóvil al lado, a pesar de que la vía y el andén están repletos de autos. Hace algunos años Yuri inició su propia compañía de distribución, que también produce diversas publicaciones. Los clientes son empresas privadas, autoridades locales y, en ocasiones, partidos políticos. El clima de negocios no se ha sido tan fácil en el tercer periodo presidencial de Putin, me cuenta Yuri. Durante el último año se ha inscrito en licitaciones públicas que no han sido reales, porque los burócratas han decidido de antemano a quién darle el contrato. Se ha vuelto común usar «espantapájaros» —condiciones que son imposibles de llenar en los contratos, para espantar a actores independientes que de otra forma hubieran podido participar —. No hace mucho tiempo, Yuri recibió una adjudicación que consistió en producir y distribuir folletos durante las elecciones para un político local conocido, algo que abiertamente no les gustó a todos. De repente, quienes le dieron el contrato empezaron a insistir en que el «espantapájaros» debía cumplirse, lo que implicaba hacer unas impresiones de prueba de gran tiraje. Como no tenía los medios económicos para hacerlo, Yuri tuvo que romper el contrato.
«Desafortunadamente, la política y la burocracia están llenas de monstruos así, que piensan solamente en sí mismos y en lo suyo. A ellos les importa una mierda y ven a la gente solo como una fuente de ingresos y nada más que eso. El político que publicitó el trabajo se ve a sí mismo como un pequeño zar local. Él tiene tanto poder que sabe que no van a haber consecuencias si rompe un acuerdo. Entendimos que él iba a envenenar todo nuestro negocio si le hacíamos resistencia», dice Yuri mientras se toma un buen sorbo de café.
Él subraya que todavía existen «burócratas completamente normales y políticos con los que es posible hacer acuerdos». Pero tiene la sensación de que los órganos de control y de seguridad de las autoridades han empezado a hacer seguimiento sobre qué es lo que sucede en el mundo empresarial. Por ende, los burócratas están ahora más pendientes de quienes sirven a las autoridades como proveedores. También, otros empresarios que él conoce, se quejan sobre las relaciones tan estrechas que existen entre los servidores públicos y la economía privada, y de que aquellos que son más hábiles para usar los sobornos con los burócratas, son también quienes se quedan con la mayoría de contratos.
Yuri considera que la corrupción tan extensa tiene que ver con la mentalidad soviética que todavía caracteriza a su generación, en el sentido de que tratan bien «a todos los que están dentro», pero se preocupan muy poco por quienes están por fuera.
«Cada cual cuida su propio apartamento y su propia dacha10, y simplemente le echa la basura al vecino. Lo que está por fuera de la cerca es tratado como una mierda. Así era en la Unión Soviética y así sigue siendo todavía. Pero, afortunadamente, nos encontramos en una época en que la forma de pensar está cambiando». Él destaca a una de sus jóvenes empleadas, quien después de haber ahorrado dinero durante dos o tres años, empacó la mochila y se mudó al Sudeste Asiático. Allá parece que se siente bien y que se va a quedar, pero todavía sigue aceptando trabajos de escritura y redacción para Yuri. Algo así era inimaginable para los de su generación. Los que crecieron en la Unión Soviética han tomado el mundo fuera de ella con pasos precavidos a través de viajes de verano a Europa Occidental y Europa del Sur. Yuri y su esposa han estado en Finlandia, Italia, España y muchas veces en Alemania. A finales de la época del Moj rajon, vino de visita un fin de semana a Oslo. Recuerdo bien cómo abrió los ojos cuando vio la mayonesa y el caviar en tubos. En la Unión Soviética todo el metal se guardaba para la industria del armamento, y era impensable que algo así se usara para productos de consumo.
Sin darnos cuenta, llegamos de nuevo a donde nos encontrábamos hace diez años: hablando de las diferencias y similitudes entre Rusia y Europa. Yuri conoce mejor Alemania debido al tiempo que pasó allí como militar y gracias al amigo al que suele visitar una vez al año. Él considera que los alemanes respetuosos de la ley («que siempre compran una licencia para pescar a pesar de que se encuentren a muchas millas de distancia de la próxima estación de policía o guardabosques») y que en general son más educados que los rusos. De todas formas, es a Occidente al que se le debe achacar la culpa por el aumento de tensión entre Rusia, por un lado, y la Unión Europea y la otan por el otro. Ucrania y Crimea son solamente una cortina de humo, considera Yuri. La Unión Europea en realidad ha impuesto sanciones contra Rusia más que todo para enfrentar sus propios problemas económicos. La gran política después de 1991 en realidad solo trata sobre el capitalismo. Esto también se aplica en Rusia. Cuando Putin envía sus aviones caza a Siria lo hace principalmente para promover su propia industria de armas. Todo el sector público ruso está sin duda impregnado de «trucos aprendidos de Occidente». El Primer Canal «muestra pura mierda», pero según la perspectiva de Yuri, solo es una reacción natural ante el hecho de que los políticos y los periodistas rusos de los últimos veinticinco años se han contagiado de los métodos capitalistas de Occidente.
«En la vieja Europa casi todo está repartido, hay poco crecimiento y la industria tiene problemas. Cuando estoy en Alemania, veo más y más productos hechos en China y en Corea. Occidente necesita países pequeños en Europa del Este, incluido Ucrania, para poder vender lo que produce. Estados Unidos y la Unión Europea generan una imagen consciente de Rusia como algo grande y amenazador para que los países pequeños hagan un trabajo en equipo más estrecho y para aprovecharse de ellos económicamente. En realidad, es totalmente ilógico que países como Estonia, Ucrania y Georgia se alíen con países de la Unión Europea, que están muy lejos, mientras Rusia está más cerca. Nosotros nos conocemos, estamos acostumbrados los unos a los otros. ¡La Unión Europea no quiere comprar el vino de Georgia, mientras que nosotros sí lo queremos!».
Cuando yo objeto que las acciones de la Unión Europea son una reacción natural ante la fuerza militar rusa en Crimea y en el Donbás, Yuri me interrumpe y lo llama «una reacción idiota», ya que «Crimea siempre ha sido rusa».
«Pero al mismo tiempo yo puedo entender que haya críticas, porque acá hay ciertos aspectos jurídicos que se han roto. Pero a un nivel popular es completamente natural que Rusia maneje Crimea. Si los alemanes se hubieran quedado en Kaliningrado después de la guerra, Kaliningrado hubiera sido nuevamente una ciudad alemana hace mucho tiempo».
Es una perspectiva sorprendente, dicho de una forma moderada. Hablar sobre los derechos de la gente como «aspectos jurídicos sencillos» es un eufemismo bastante fuerte. Frecuentemente he experimentado que los rusos señalan el desprendimiento de Kosovo por parte de Serbia como una muestra de que la adhesión de Crimea tiene un ejemplo europeo a seguir en tiempos modernos, ¿pero Kaliningrado? Llamado originalmente Königsberg, era la capital de la Prusia oriental alemana, pero terminó perteneciendo a la Unión Soviética después de la Segunda Guerra Mundial. La población alemana que estaba allí fue deportada por la fuerza. ¿Por qué saca a relucir Yuri la barbarie que hubo durante la Segunda Guerra Mundial?
¿Pero entonces qué pasa con el presidente? ¿Qué actitud tiene Yuri hacia él?
«Yo veo a Putin con ojos positivos. Él ha hecho que Rusia vaya por el camino correcto. Además, nos ha dado esperanza a los contratistas de tener la libertad de desarrollarnos en la dirección que queramos. Él apoya a la élite y reparte los recursos del presupuesto para proyectos importantes».
Es así como Yuri entra rápidamente a hablar sobre el caso de Savchenko.
Nadiya Savchenko es una piloto de helicóptero ucraniana de treinta y cinco años, que fue capturada por los rebeldes apoyados por Rusia en el oriente de Ucrania, en junio de 2014. En lugar de adquirir el estatus de prisionera de guerra, fue condenada a veinte años de cárcel por una corte civil en el sur de Rusia. De acuerdo con la Fiscalía, ella asesinó a dos periodistas en la parte rusa de la frontera, a pesar de que su defensor presentó en el juicio datos de su celular y una filmación que demuestran la imposibilidad de que ella hubiera estado en el sitio donde se cometieron los crímenes. En mayo de 2016 fue dejada en libertad e intercambiada por dos soldados rusos. Cuando llegó a su casa en Ucrania, Savchenko —quien en ausencia había sido elegida diputada en el parlamento ucraniano—, utilizó expresiones fuertes contra el presidente ruso.
«Si esto hubiera pasado bajo el dominio de Stalin, nunca hubiéramos escuchado nada más de Savchenko. Pero personas buenas la dejaron libre. Ella no debería haberse expresado de esa manera. Ella debió haberse dado por bien servida», comenta Yuri y se recuesta en su silla de plástico.
Mientras vemos un nuevo bus cargado de turistas chinos que se dirigen hasta la plaza del palacio, me quedo sentado reflexionado sobre lo que él dijo. Es un día delicioso de comienzos de verano y Yuri tiene pensado ir a una dacha en las afueras de Nóvgorod, un par de horas en automóvil con dirección hacia el Sur. Tanto Jurij, su esposa, como su hija mayor, la pasan bien allí. Tienen, además, otra dacha más cerca de la ciudad y ninguna deuda en sus casas de campo o en su apartamento del centro. Como es viernes, es preciso estar sentado frente el volante antes de que empiecen los peores atascos. Yuri me regaña por no avisarle más temprano de mi llegada. En ese caso él hubiese aplazado el paseo familiar, comprado algo para beber y prendido la calefacción de la piscina en la otra cabaña, la que está situada en las afueras de la ciudad; dicho en otras palabras, nos hubiera invitado a un par de amigos locales y a mí a pasar un verdadero fin de semana.
¿Por qué este personaje generoso y buen anfitrión —que siempre hace preguntas ingeniosas— piensa de esta forma? El tema central en el caso de Savchenko no debió haber sido cómo la hubieran tratado si estuvieran gobernados por Stalin. El tema central es por qué Rusia incumple la Convención de Ginebra y viola los derechos humanos en casos como este, y por qué la mayoría de rusos consideran que esto es correcto. Savchenko no es la única ucraniana que ha sido acusada y condenada por cortes rusas. El cineasta Oleh Sentsov, quien nació en Crimea, y que luego de la anexión dijo claramente que él todavía consideraba ese sector como ucraniano, fue condenado a veinte años de cárcel en el 2015 por planificación de ataques terroristas. Las autoridades consideran que Sentsov fue condenado exclusivamente debido a su oposición contra la adhesión; Amnistía Internacional catalogó este proceso como un espectáculo. ¿Y cómo podía Yuri «mostrarse positivo» hacia el presidente, cuando él mismo experimenta que es más y más difícil tener un negocio debido a la corrupción de los servidores públicos? ¿Hay más personas que, como él, utilizan el capitalismo como un modelo para explicar por qué los frentes entre Occidente y Rusia se han vuelto tan cortantes? Nos damos un abrazo de oso el uno al otro, y prometo avisarle con más antelación la próxima vez que venga a San Petersburgo, o a Piter, como Yuri y otros nativos prefieren llamarla.
Pedro el Grande quería una ciudad suntuosa e imponente que no se quedara atrás de Ámsterdam o París. Una red de líneas fue trazada sobre la mesa de dibujo por los mejores arquitectos y urbanistas del siglo XVIII. Bartolomeo Rastrelli, el hombre que diseñó el Palacio de Invierno y la catedral de Smolny, era italiano y provenía de una familia de arquitectos que había trabajado, entre otros, para el Rey Sol, Luis XIV, en París. El zar decidió construir una ciudad para sí y para los suyos, la nobleza. Para aquellos que viajaban en coches y caballos había carreteras anchas, cuadras de kilómetros de largo y espacios abiertos que podían resultar prácticos, pero para aquellos que viajaban a pie, se convirtió en una ciudad difícil de transitar. De los tiempos de estudiante recuerdo las caminatas sin fin en el asfalto cubierto de nieve. El metro de San Petersburgo es el más profundo del mundo debido a que la ciudad está sobre un pantano y las estaciones también se construyeron para usarse como refugios en caso de guerra. Tomaba tanto tiempo llegar hasta el fondo que muchas veces prefería no abordarlo. Y en la calle de los desfiles, la avenida Nevski, estaban los trolebuses, pero era tal el caos vehicular que estos simplemente se quedaban atascados. De ahí que tuviera que hacer grandes caminatas.
El siguiente encuentro lo acordé a cinco minutos del Palacio de Invierno, situado en la calle Millionnaya. Allí vivía el cocinero de Pedro el Grande, su tapicero, sus príncipes, almirantes y generales, en otras palabras, todos los que significaban algo en la Corte. La calle recibió ese nombre en el siglo xix, cuando se construyeron hogares ostentosos a ambos lados, entre ellos la llamada casa del conde Sheremetyevo. El opulento conde contaba con ochenta y cuatro habitaciones para disfrutar su privacidad. De todas formas, el tiempo deja su huella y no todas las fachadas están bien cuidadas. Larisa, sin embargo, parece no haber cambiado nada desde el día en que nos conocimos. Cuando ella me recibe en la puerta de entrada de la calle Millionnaya número 8, está igual de alta, delgada, con el cabello corto. Tal como la recuerdo.
Larisa Gromyko trabajó primero como asesora del Moj rajon, luego estuvo durante un corto periodo como directora administrativa. En la actualidad, es directora de mercadeo de Lenstroytrest, una de las más grandes constructoras de la ciudad. La finca raíz ha sido un sector lucrativo en las grandes ciudades de la Rusia postsoviética. A pesar de que Moscú y San Petersburgo han visto un boom en la construcción, algo natural desde el cambio de siglo, los habitantes siguen viviendo en espacios tan pequeños como de 19 m2 (Moscú) y 23 m2 (San Petersburgo) en promedio. En comparación, en Mitte, un habitante de Berlín vive en 36 m2 y un noruego en 46 m2, con espacio para estar a sus anchas. En otras palabras, podemos decir que hay espacio para crecer. Sin embargo, la crisis económica se nota bastante. En 2013 fueron vendidos cerca de seis millones de metros cuadrados de vivienda en la ciudad, este año el sector tendrá dificultades para vender tres, me cuenta Larisa mientras caminamos.
A pesar de estar situados en el centro, los edificios de más de doscientos cincuenta años son ideales para oficinas. Tenemos que subir una escalera, luego bajar otra y nuevamente subir, antes de llegar a la espaciosa oficina de Larisa. Ella dirigió Moj rajon en una época difícil para la compañía y tenía mucho que responder en las reuniones de la junta directiva. Ahora soy yo quien la visita y es su patria la que vamos a poner bajo la lupa —no el flujo de lectores ni los informes de ventas—. Cuando empiezo con la retahíla habitual de que el régimen de Putin ha cambiado las leyes para doblegar a los medios independientes, a las organizaciones civiles y a la gente que tiene opiniones divergentes, Larisa me da una respuesta rápida ante la acusación: «Cuando la gente habla de “medios independientes”, siempre me pongo muy crítica, porque esa expresión implica una serie de actitudes, una forma definida de interpretar el mundo. La idea de “medios independientes” no es menos propagandística que la idea del “patriotismo ruso”. El mundo actual se caracteriza por dos máquinas poderosas de propaganda que están enfrentadas. La primera es la de Putin, la otra la podemos llamar Euroamericana, donde Estados Unidos está detrás. Ambas máquinas van con toda su potencia. Es fácil analizar las opiniones predefinidas de ambos lados», dijo Larisa, casi gritando en el escritorio de su oficina.
Honestamente, ya me había emocionado por la charla con Yuri sobre que «la mierda del Primer Canal» se debe a la influencia occidental. Acá tengo que desquitarme. Uno no puede cortar con la misma tijera los medios rusos y los occidentales. Los programas de noticias de los grandes canales de televisión rusos son actuaciones cuidadosamente organizadas en las que la meta principal es mostrar la visión predefinida del Kremlin sobre el mundo. La administración presidencial llama a los editores de noticias a reuniones de planeación, para asegurarse de que no se tomen grandes libertades. Día a día Putin figura en las transmisiones, hablando en alguna asamblea, inaugurando un edificio nuevo, visitando un sitio en la provincia, recibiendo a un ministro o gobernador. Acto seguido se van al extranjero. Si Rusia no ha hecho nada especial en Siria o en otro lugar, se transmiten reportajes exagerados y mendaces sobre lo que pasa en Europa. El 9 de febrero de 2017, por ejemplo, el tema principal del Primer Canal era que las tiendas en Gran Bretaña, Noruega y Dinamarca se habían quedado sin verduras.
¿ARD y NRK11 en realidad no utilizan la primera media hora de Tagesschau o Dagsrevyen12 para mostrar lo que hacen Merkel y Solberg sin hacer algunas preguntas críticas? ¿No hay nadie en el Kanzleramt o en Høyblokka llamando al orden del día? Yo mismo he trabajado como periodista en grandes medios noruegos y nunca he experimentado que mis superiores me obliguen a tener puntos de vista políticos definidos. ¿Cómo se le puede llamar a eso? ¿Propaganda? ¿La mayoría de los medios de Europa Occidental no persigue ningún objetivo político?
«¡Claro que sí!», responde Larisa. «Es solo que los medios de propaganda occidentales se ven diferentes. Cuando dices que “las autoridades aprietan” y “en Rusia se puede ser penalizado por esto y lo otro”, eso es propaganda. Porque eso no es así. La diversidad es mucho más grande en los medios rusos que en los occidentales. Y nosotros tenemos más periodistas liberales que apoyan la propaganda europea que periodistas conservadores que apoyan la propaganda pro-Putin».
Parece increíble que ella pueda tener esos puntos de vista, pienso. Por otro lado: si hay alguien que pueda hablar sobre propaganda, esa es Larisa. Ella nació en una familia de académicos en la que ambos padres tenían doctorados. La mamá era médica, el papá era investigador en bioacústica de la Universidad Estatal de San Petersburgo. Él continúa siendo considerado como uno de los principales expertos rusos en comunicación entre delfines. Larisa hizo estudios de psicología de masas y organización, con especialización en cómo Lenin logró mover las masas. Varios en su familia pensaban que a Larisa, a quien le iba tan bien en los estudios, iba a hacer carrera en la universidad. Pero la Unión Soviética había desaparecido y con ella el monopolio del Partido Comunista para hacer política. Durante la perestroika, los profesores de la Facultad donde estudiaba habían estado de intercambio en los Estados Unidos y de esa forma se habían hecho una idea sobre estrategias modernas en las campañas políticas. Cuando se dieron las primeras elecciones en la nueva Rusia, sucedió que se necesitaban competencias en el sector. Muchos de los profesores y académicos iniciaron compañías de asesoría en las que empleaban a los mejores estudiantes. En lugar de tomar el doctorado, Larisa utilizó los primeros diez años de su vida laboral para entrenar políticos que quisieran entrar a los corredores del Smolny o a la Duma Estatal en Moscú. Todos los servicios posibles de mercadeo, desde enseñanza en comunicación de crisis hasta la construcción de marcas, se vendieron a partidos en todo el espectro político con excepción de los comunistas.
Cuando Putin obtuvo el poder, sin embargo, se terminó la diversión. El Kremlin asumió el control de las elecciones, ya no se podía ganar dinero como asesor político independiente. En 2002 Larisa se pasó a compañías privadas para darles asesoría sobre cómo llegar a las masas. En 2007 la llevamos a Moj rajon para averiguar por qué el porcentaje de mercado de los anuncios publicitarios era tan bajo en comparación con lo que decían las cifras de lectores.
El hecho de que Putin sea más popular que nunca —a pesar de todas las nuevas leyes—, se debe en buena parte a que la propaganda del Kremlin se ha hecho más profesional, considera Larisa. Según su punto de vista, el aumento de control de las autoridades sobre los medios de comunicación, organizaciones no gubernamentales, o dicho con otras palabras, sobre la sociedad, ha sido bueno porque de esa forma ha aparecido una segunda visión sobre el estado de las cosas, una opinión alternativa.
«Antes de que Putin estrechara el control, solo teníamos el modelo liberal de interpretación proeuropeo, y eso no era bueno tampoco». Yuri consideraba que la piloto de helicóptero Savchenko debía sentirse satisfecha por no haber vivido en la época de Stalin, porque entonces no hubiera salido nunca de la cárcel. Larisa afirma que la exclusividad de los medios de Putin no ha estrechado la diversidad de opiniones, sino que la ha ampliado.
Hay algo con la perspectiva y las comparaciones de los rusos que me parece absurdo. ¿Qué es lo que pasa con el horizonte de interpretación rusa que no logro entender? Larisa tiene una hipótesis:
«Tú sabes que debido a los horribles setenta años bajo la Unión Soviética hemos sido vacunados contra el socialismo. Hemos aprendido que la idea de que todos tienen derecho a opinar y que todos son iguales no funciona en la práctica. En esa parte de Europa, que no ha sido vacunada de la misma forma, los sistemas de gobierno empiezan a acercarse a un socialismo así. Todos deben ser iguales, los noruegos y los inmigrantes tendrán los mismos derechos. Es un desarrollo peligroso porque al final nadie se queda con su propio territorio, su propia cultura, el derecho a pelear por lo suyo».
Al igual que Yuri, Larisa opina que «la transición» de Crimea de Ucrania a Rusia no fue correcta en el sentido jurídico, pero fue «una perspectiva sensata». Rusia es, por cierto, la líder en esta parte del mundo, y como Crimea ha sido históricamente tierra rusa, es Rusia la que decide. Cada territorio debería tener sus propias reglas. En Noruega decide Noruega, en Rusia decide Rusia.
Pero la Segunda Guerra Mundial demostró que una instancia internacional y un juez independiente eran necesarios para conservar la paz, le objeto yo. Solamente un puñado de los miembros de las Naciones Unidas reconocieron la adhesión de Crimea a Rusia.
«Entonces regresamos a lo que dije hace un momento. Estamos vacunados contra el socialismo. ¡La mayoría no siempre debe decidir! ¡No todos deben tener el derecho a expresarse!», dice.
No me doy por vencido. Veinticinco años después del comunismo, los rusos merecen algo mejor, eso es lo que intento decirle.
«La diferencia entre tu país y el mío es que el tuyo ha estado estable durante varios siglos. La disolución de la Unión Soviética y, por ende, la desestabilización de la sociedad, comenzó en los años ochenta. Ahora estamos en un proceso de reconstrucción en el que el país está intentando encontrarse a sí mismo de nuevo. Se está dando a ritmo lento y la cantidad de idioteces en el conjunto de leyes y en la economía sigue siendo completamente ilimitada. Pero lo que Putin ha hecho bien es el hecho de que con él la gente ha recobrado el sentimiento de que vale algo. Se nos ha devuelto el autoestima. Nada es más importante que eso. Cuando el periodo del socialismo terminó, entendimos que habíamos vivido casi cien años siguiendo unos principios equivocados. Y entonces queríamos vivir como Europa, pero no estábamos al mismo nivel. Esto llevó a un violento autocastigo, pero uno, a la larga, no puede vivir así».
Cuando apagué la grabadora del celular, regresamos al laberinto de corredores y escaleras. Como debe ser para una compañía con doscientos cincuenta empleados, la división de mercadeo de Lenstroytrest también distribuye contenido en internet. Acepté presentarme en una video-entrevista sobre el mercado noruego de finca raíz. La entrevistadora, quien está al final de sus veinte años, me dice que en verano toma su automóvil, se va al norte de Noruega y vacaciona allí, hasta donde le alcanza el dinero. Ella presentó tantos datos sobre la región de Lofoten, Vesterålen y el resto de esa parte del país que me quedé mudo. Sus preguntas sobre el desarrollo urbano y la política de vivienda en Noruega eran tan perspicaces que fue difícil responder. Ella ha viajado por mi país con la mente abierta y un deseo sincero de estudiar lo mejor posible la naturaleza, el temperamento y la cultura noruegos. Con los ojos brillantes me contó sobre reuniones con la gente local y con otros turistas bajo la luz del sol del atardecer y las inolvidables noches que pasó bajo el cielo abierto.
Realmente, ¿cuán hábiles somos para entender a Rusia siguiendo las premisas rusas? Citando a Larisa, ¿no es tal vez parte del problema que no logremos tener «una serie de actitudes, una forma definida de interpretar al mundo»? El Gobierno noruego fue bastante efusivo a la hora de firmar las sanciones y prohibiciones dictadas en Washington y Bruselas. Pero en el norte de Noruega, donde el contacto con Rusia es mucho más estrecho, principalmente por el comercio entre Kirkenes y Múrmansk, varias comunidades han criticado al gobierno por seguir la política de los Estados Unidos y la Unión Europea sobre Rusia, sin evaluar qué es lo mejor para Noruega. El periódico Nordlys ha propuesto en su editorial que Noruega debería salirse un poco de la política de las sanciones, mientras que el alcalde de Sør-Varanger, Rune Rafaelsen, tomó la palabra para decir que la cooperación noruego-rusa debía intensificarse «como una forma de combatir la creciente tensión entre las grandes potencias». En una encuesta realizada por el diario Klassekampen13 en diciembre de 2016, tres de cada cuatro habitantes del norte de Noruega respondieron que consideraban que las autoridades deberían trabajar más para tener una mejor relación con Rusia. En comparación, el 45% del total de la población noruega opina que Rusia y Vladimir Putin son una verdadera amenaza de seguridad para Noruega.
El que haya un ambiente amigable hacia Rusia, si así se le puede llamar, tiene un anclaje regional en Noruega. El debate en el ámbito nacional se da en Alemania. En la patria de Angela Merkel, varios periodistas y académicos destacados consideran que es nuestra falta de capacidad para entender la perspectiva rusa a la que se debe culpar por el alto nivel de conflicto entre Occidente y Rusia. Una de ellas es la profesora de periodismo Gabriele Krone-Schmalz, que en los años ochenta y noventa era la corresponsal en Moscú para RDA. A ella le han otorgado tanto la Cruz Federal al Mérito en Alemania (Bundesverdienstkreuz) como la Medalla Pushkin en Rusia. En el libro Russland verstehen (Entender a Rusia) ella describe cómo Occidente —a finales de los años ochenta y en los años noventa—, desperdició la oportunidad de construir vínculos duraderos con Moscú. En lugar de tratar a Rusia como un socio, los líderes de aquellos tiempos trataron al país como una propiedad en quiebra. En una Europa geopolítica cambiada radicalmente, la otan empezó a moverse hacia el Oriente sin escuchar la opinión de Rusia. Y en medio de la alegría de ver que «el Imperio del mal», citando las palabras de Ronald Reagan, se estaba disolviendo y que pequeñas poblaciones oprimidas por Moscú se convertían en estados propios, nos olvidamos de pensar que veinticinco millones de rusos, de repente, se encontraban fuera de los límites de su propio país.
Evaluaciones erróneas similares se replicaron también en el campo económico-político. La terapia de choque que fue prescrita por los expertos occidentales tenía las condiciones para funcionar en países que tenían un ritmo de economía de mercado, como por ejemplo Polonia, donde la agricultura nunca había sido colectivizada y el derecho de la propiedad privada había sido aplicado a través de los años del dominio comunista. Pero si uno hubiera sabido más sobre la forma como estaba organizada la comunidad soviética, habría entendido por qué son tan álgidos los roces políticos. Krone-Schmalz no es la única que levanta el brazo para plantear esta crítica. En un artículo de Dagens Næringsliv14 de abril de 2017, el ganador del Premio Nobel de Economía, Joseph E. Stiglitz, discute sobre «por qué las cosas salieron tan mal en Rusia». Aquí, él concluye que «el consenso de Washington», la mezcla de liberalismo de mercado y el involucramiento limitado del Estado fueron una medicina equivocada. «La democratización de Rusia debió haberse hecho con medidas que aseguraran el bienestar, no con políticas que llevaran al crecimiento de una oligarquía», escribe Stiglitz. Precisamente al igual que Yuri, Krone-Schmalz opina que Occidente tenía grandes ventajas de que un nuevo mercado se abriera, pero al mismo tiempo tenía poca voluntad de brindar algo a cambio. ¿No fue ingenuo por parte de los líderes occidentales esperar que los rusos aceptaran perder todo lo que poseían sin que quisieran abrir una vía para políticos populistas y revanchistas?
Tal y como lo dijo Larisa, hoy en día Rusia se encuentra en una fase de reconstrucción en la que Occidente tiene que mostrar paciencia; esto mismo cree Krone-Schmalz. El país ha experimentado durante los últimos veinticinco años tres revoluciones paralelas cuyas repercusiones persisten. Una fue económica, donde la economía planificada fue remplazada por la economía de mercado; la otra fue política, donde la dictadura comunista fue reemplazada por la democracia; la tercera tuvo que ver con un aspecto espiritual, el de la identidad, donde el Imperio soviético fue reemplazado por el Estado nacional ruso. Estos procesos en sí son tan profundamente conmovedores que va a tomar más de veinticinco años llevarlos a cabo. Cuando criticamos a Rusia por la ley sobre la propaganda homosexual, por ejemplo, no debemos olvidar que la homosexualidad estaba prohibida por ley en varios países occidentales de Europa hasta los años setenta. Entre 1950 y 1994 se dieron 50.000 condenas por homosexualismo en Alemania Occidental. La razón de las actuales leyes de liberación e igualdad de oportunidades en Occidente fue empujada por la revolución sexual de los años sesenta y setenta, una revolución que tocó a la Unión Soviética de una manera muy limitada. Krone-Schmalz considera que nuestra imagen negativa de Rusia se debe también a una prensa occidental que no tiene la capacidad de mantener una perspectiva lo suficientemente amplia ante lo que está pasando. ¿Por qué escuchamos tanto sobre los cientos que fueron asesinados durante el Euromaidán, y tan poco sobre los cuarenta y dos manifestantes prorrusos que fallecieron cuando la Casa de los Sindicatos de Odessa se quemó? Aquello que no encuadra bien en la serie de argumentos occidentales se pasa por alto y se calla. Krone-Schmalz no niega que las noticias oficiales de Moscú están caracterizadas por la propaganda, pero considera que los periodistas occidentales no llevan a cabo su función social cuando no investigan el grado de veracidad de las noticias. «Tan pronto como pasa algo en Rusia que “nosotros” en Occidente no entendemos inmediatamente, porque no conocemos los contextos y los antecedentes, entonces aparece nuevamente la imagen del enemigo», escribe ella.
Krone-Schmalz ha sido criticada por cometer el mismo error: pasar por alto sucesos que no encuadran en su narrativa, como las evidentes violaciones de los derechos humanos en Rusia. Existen también periodistas y escritores en el campo más crítico del Kremlin que consideran que Occidente tiene parte de la culpa por la mala relación existente. La redacción del canal de televisión Dozjd (Tv Rain), desde su establecimiento en 2010, ha sido conocida por las críticas incontrolables hacia Vladimir Putin y su partido Rusia Unida. El jefe de varios años de redacción del canal, Mikhail Zygar, publicó en 2015 Vsja kremljovskaja rat. Kratkaja istorija sovremennoj Rossii (Todo el ejército del Kremlin. Una historia corta sobre la Rusia moderna). Allí describe el tiempo del mandato de Putin como una especie de viaje desde Occidente a Oriente. Al comienzo de su primer periodo presidencial, Putin extendió la mano a Occidente en un intento por establecer una cooperación más estrecha. Algunas de las primeras cosas que hizo en la arena internacional fueron los cierres de las viejas bases militares soviéticas en Cuba y Vietnam. El 11 de septiembre de 2001 fue el primer líder estatal en llamar a George W. Bush y prometerle todo el apoyo posible en la lucha contra el terrorismo, pero la relación con Occidente se agrió como consecuencia del mismo Occidente, según Putin, pues en varios conflictos internacionales procedieron sin escuchar a Rusia. Según Zygar, en especial la operación militar de los Estados Unidos y el Reino Unido para retirar a Saddam Hussein en 2003, basados en pruebas falsas de armas químicas, hizo que Putin dejara de creer que un trabajo en equipo constructivo podía ser posible. En lugar de esto, Putin se dio cuenta de que Estados Unidos, la Unión Europea y la otan estaban más interesados en fortalecer sus propios intereses. Esto permitió que el presidente ruso buscara un nuevo rumbo, en el que los recursos estratégicos y económicos de su país tuvieran un mayor significado. Poco antes de que Putin iniciara su tercer periodo presidencial, la otan utilizó mal —de acuerdo con el punto de vista ruso—, una resolución de las Naciones Unidas sobre protección de la población civil para retirar al coronel Gadafi del poder en Libia. También eso le enseñó a Putin que Occidente es hipócrita.
¿Cuán profundo estudia Occidente sus propios errores y malas decisiones? Noruega estuvo alejada de las operaciones en Irak, pero ¿en qué grado caracteriza su posición oficial lo que sus aliados más cercanos —Estados Unidos y el Reino Unido, hacen en todo el mundo, incluido el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que tras bambalinas publicó historias inventadas y pruebas hechas en casa?—. El devastador informe Chilcot sobre Irak, que afirmaba que los líderes de los Estados Unidos y el Reino Unido habían forzado las decisiones a sabiendas y a voluntad del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, fue publicado posteriormente en los medios noruegos después que apareció por primera vez en 2016. Pero ¿por qué esto no llevó a un debate fundamental sobre la relación con nuestros aliados de la otan? ¿No deberíamos nosotros, como miembros de la otan, haberle ofrecido disculpas sin reservas a Rusia, que fue el país que criticó de la forma más fuerte «las pruebas» que los Estados Unidos fabricaron sobre las armas de destrucción masiva de Saddam Hussein en el Consejo de Seguridad?
Después de haberme despedido de Larisa y de su amiga, la periodista que ama vacacionar en Noruega, continué por la vía angosta del canal Zimnyaya Kanavka hacia abajo, junto al río Nevá. Situando la mirada hacia la fortaleza de San Pedro y San Pablo, me quedé parado allí, reflexionando sobre lo que Yuri y Larisa me habían dicho. Todo lo que ellos afirman o hacen es tan normal, tan bien conocido, tan familiar. Yuri y Larisa están integrados a una cultura y a una vida laboral europea en muchos aspectos. Ambos han pasado vacaciones, verano tras verano, en los países del espacio Schengen. Ambos han trabajado en una compañía de propiedad noruega. Los conferencistas de Larisa se fueron a los Estados Unidos y trajeron ideas de allí. Hoy en día ella compra publicidad en el espectro televisivo, en periódicos y en la red, igual que cualquier anunciante de Noruega. Sus proyectos de vivienda constan de apartamentos de tres cuartos en edificios de cinco pisos con jardín infantil en el patio trasero, ascensores Schindler, calefacción y hermosos parques. Sus vallas publicitarias evocan de alguna forma las vallas de edificios nuevos en los sectores de Løren o Ensjø, en Oslo.
Pero, por otro lado, hay algo que provoca una intranquilidad extraña en lo que dicen, algo sobre los marcos de referencia. Yuri compara los tiempos de hoy con los tiempos de Stalin; Larisa afirma que la propaganda política en televisión es buena porque presenta varias perspectivas. Ambos consideran que Occidente debe asumir la responsabilidad de que el conflicto con Rusia haya escalado.
Las carreras profesionales de ambos tienen problemas por la crisis económica, de la que Rusia es, en buena parte, culpable. Yuri está en peligro de perder su sustento diario debido a burócratas corruptos. Larisa tuvo la experiencia en 2002 de perder su fuente de ingresos, porque el presidente y su entorno asumieron el control de las elecciones. De todas formas, ambos apoyan a Putin y se sienten orgullosos y satisfechos con él.
Los dos dicen que la adhesión de Crimea iba en contra de las leyes y reglas internacionales, pero que de todas formas la justicia prevalecía. ¿Existe aquí un truco ruso fundamental en el que uno se preocupa menos por las leyes y más por el derecho de los más fuertes? ¿Hay una diferencia fundamental entre la forma en como nosotros vemos el mundo y la forma en como ellos lo ven? Cuando Yuri compara el caso Savchenko con los procesos de Stalin en lugar de invocar la convención de Ginebra, puede indicar que una comprensión diferente de la historia cobra validez.
Larisa terminó diciendo algo que puede ser clave:
«La propaganda y las relaciones públicas pueden darle forma a la opinión pública, pero si el contenido va en contra de la simpatía de la sociedad, entonces no va a funcionar. Solo si los que ostentan el poder logran apelar a aquello que está anclado culturalmente en la gente desde tiempo atrás, la propaganda va a funcionar. La insurrección de Crimea y su subsiguiente adhesión no es algo que puedas pensar y poner en marcha… No fue una ocurrencia, como lo hubiera sido si Crimea hubiera sido anexada a Noruega, eso es lo que está arraigado culturalmente desde la Antigüedad».
¿Qué elementos culturales significativos son los que se esconden detrás de la historia rusa? ¿Qué elementos llevaron a Rusia en una dirección diferente a la de Europa Occidental en la que se ha basado la propaganda de Putin?
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10 Así se les llama a las casas de campo en Rusia (N. del T.).
11 Radio y Televisión de Noruega.
12 Noticieros en la cadena de televisión pública de noruega.
13 El nombre significa La lucha de clases (N. del T.).
14 Una importante revista económica noruega (N. del T.).