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Guillermo Arriaga
Escritor y guionista
Letras de un espíritu cazador
ОглавлениеEscritor, guionista, periodista, has trabajado en México, en Estados Unidos, con los artistas más importantes. ¿Dónde nació Guillermo Arriaga y cómo fue su infancia?
Crecí en una familia en la que mis padres tenían dos obsesiones: la cultura y la naturaleza. De chicos, para nosotros los sábados eran eventos culturales, y los domingos eventos de naturaleza, de montañismo o de pesca, siempre había un equilibrio entre las dos cosas y eso me marcó. Mis padres, que aún viven, son gente muy culta, que ha viajado mucho, que está al tanto de lo que sucede en el mundo. Te pueden hablar del concepto de Roger Waters o de Katy Perry, luego te hablan de personajes como Kant, o de Le Hussard o de un restaurante en Nueva Zelanda. Son personas que tienen un gusto natural por la cultura, y parte de mi amor por la naturaleza viene de ellos. Mis padres siempre nos empujaron a leer, a ir a museos, galerías, conciertos. Y la naturaleza es fundamental en mi vida, yo sin salir a la naturaleza realmente me siento muerto.
¿A qué se dedicaba tu padre?
Mi papá trabajaba como comerciante, y mi mamá tenía una empresa que importaba máquinas de tejer. Cuando mi papá se retiró se dedicó a ser director de un centro de cultura en un pueblito en el Estado de México, el Centro Cultural Sor Juana Inés de la Cruz, donde nació Sor Juana.
La primaria, ¿dónde la hiciste?
En la Escuela Moderna Americana.
¿Cómo un niño con déficit de atención entra a la Moderna Americana?
Por eso me reprobaban en todas las materias. La Moderna Americana para mí fue una muy mala experiencia, realmente no es una escuela que a me haya gustado. Me expulsaron y de ahí me pasé a la Mexicana Americana y esa sí fue una gran escuela para mí.
Tú que eres maestro sabes que hay escuelas para todo tipo de niños. Me decías que en tu casa había muchísima cultura, a tus papás les encantaba leer, pero tu amor a la lectura empieza en la universidad.
Mira, a mí de chico, como tenía déficit de atención, me costaba muchísimo trabajo leer libros completos, pensaban que necesitaba una escuela de educación especial, porque no entendía nada, nada, nada; reprobaba todas las materias. Lo que sí me fascinaba desde chiquitito era leer como loco enciclopedias y compendios.
Porque eran fragmentos cortos y muy concisos.
Yo aprendí a jugar ajedrez a los ocho años, nada más viendo cómo se movían las piezas en la enciclopedia, a mí no me enseñaron. Entonces la enciclopedia se convirtió en una fuente importante para mi conocimiento, pero no fui de esos niños que dicen que leían muchos libros y que eran muy nerds, yo realmente era bastante desmadroso.
Te puedo decir que de las mejores clases que tuve en la Ibero fue tu clase, que era una clase de literatura, donde aprendías a leer, aprendías a devorarte los libros, y nunca voy a olvidar que nos decías: “lean ahora, si dicen ahora que no tienen tiempo, después menos tiempo van a tener, porque van a iniciar una vida laboral, una vida personal, mucho más complicada”. ¡Qué gran consejo!
La carrera es un momento para absorber, para absorber puntos de vista de tus compañeros; la universidad, más que lo que ofrecen los profesores, es un espacio de reflexión con los libros que te dan a leer o que te recomiendan los mismos compañeros y los diálogos que tengas. Un momento importante para leer, es cuando estás en la preparatoria y en la universidad. Luego viene esta vorágine de cosas y ya no tienes el tiempo para sentarte a leer con calma. Yo sí lo busco, por lo menos busco media hora al día para leer.
Y ahí leíamos una de tus primeras novelas: Un dulce olor a muerte.Nos las dabas de tarea y luego ya uno estaba feliz leyendo la novela de su maestro.
No, no la dejaba de tarea, nunca les iba a dejar de tarea un libro mío, se la daba a gente de la que yo quería saber su opinión, como tú. Estaba todavía en manuscrito, ¿no?
Pero era espectacular. Y aparte de todo nos llevabas escritores, ese fue mi primer acercamiento con la literatura y los escritores, porque llegaban grandes escritores a dar la clase contigo.
Sí, me gustaba invitar escritores, porque creo que era muy importante para los alumnos vincularse con un escritor, y para un escritor vincularse con los lectores. Ellos también ganaban, no solamente los alumnos.
Es precisamente lo que escuchas de niño lo que te acaba formando. Pero también platicas que vivías en un barrio rudo, donde incluso tuviste peleas callejeras que te dejaron sin olfato. Platícame esa historia.
Crecí en un barrio que se llama la Unidad Modelo, que quiero muchísimo, me la pasé muy divertido en esa colonia, yo no sé si el barrio era complicado o el complicado era yo, porque tenía déficit de atención y me gustaba meterme a las partes más oscuras, todo barrio tiene partes oscuras. Pero también tenía sus partes luminosas, no puedo decir que todo era malo, porque la verdad me peleaba mucho, sí, había que pelearse, no me quedaba de otra, y bueno, perdí el olfato después de muchas peleas.
¿Cómo pierdes el olfato?, ¿cómo percibes que ya no hueles?
Pues, tuve muchas, muchas, muchas broncas. Me pegaban mucho en la nariz y me la rompieron. A los 13 años me operaron para arreglármela y ahí ya el olfato desapareció por completo. Lo poco que me quedaba ahí desapareció. Puedo oler un poco con la lengua. Puedo oler un perfume con la lengua. Puedo oler comida con la lengua.
Has declarado que todas las vivencias que has tenido, incluso un problema cardiaco que te hizo aferrarte a la vida y a vivir el aquí y el ahora, te han formado y te han hecho ser el escritor que eres.
Yo siempre he creído que hay dos tipos de influencias en un escritor, una puede ser la vida misma o pueden ser otras obras. Por ejemplo, Borges es alguien que está inspirado en los libros, yo estoy más vinculado a lo que me ha pasado en la vida, he tratado de narrar experiencias que, si bien no son exactas, sí recogen pedazos de una cosa u otra. Escribí una novela que se llama El salvaje. Está basada en el barrio en que crecí, en la colonia en que crecí, en la calle donde crecí, en Retorno 201. Y digo que está basada en hechos reales que nunca sucedieron. El salvaje es quizá mi obra más personal. Estoy muy satisfecho, la verdad, son 700 páginas.
Y tardaste cinco años en hacerla.
Cinco años y medio. Tiene que ver con muchas vivencias que acontecieron cuando yo era adolescente en la colonia Unidad Modelo. Cuenta la historia de un muchacho que se queda huérfano, asesinan a su hermano cuando tiene 14, y a partir de ahí la depresión de su abuela y demás. Toda su familia muere, él se queda solo a los 17 y entra en el proceso de poder sobrevivir, tras perder todo lo que tiene, ¡hasta el perro se muere! Y también hay una historia de un cazador inuit, mestizo, en el Yukón en Canadá, que se obsesiona con perseguir un lobo determinado. Su abuelo, cuando él era joven, le dice: “de todos los lobos que vas a cazar uno va a ser tu dios, y si no lo cazas vas a estar todas tus vidas sucesivas tratando de cazarlo”. Entonces, tiene que ir a cazarlo, y se obsesiona.
¿Tú tienes un lobo? Tú eres cazador.
Soy cazador, y eso es quizá lo que define quién soy. Veo el mundo a través de la cacería, desde niño, y si me preguntas por qué soy cazador, la verdad no sé. La palabra pasión viene de padecimiento, entonces, pues, es una pasión y algo que me rebasa y algo que necesito fisiológicamente.
¿No te duele matar a un animal?
Me da una tristeza y una pena enorme matar a un animal, pero todos matamos animales, hasta los veganos, lo que pasa es que ellos no ven cómo los matan. Para poder sembrar hay que quemar o destruir bosques, las aves no se dan entre los bosques, hay que destruir para crear campos de cultivo.
A ti te gusta llegar siempre al límite de las cosas.
Creo que es importante llegar al límite, que tenemos un espacio muy corto de vida como para no llevar las cosas a los extremos.
Tienes un matrimonio muy bonito con Maru.
Llevo 30 años casado. Tengo dos hijos maravillosos.
Que han seguido tus pasos, los dos son cineastas.
Mariana ya dirigió un cortometraje. Fue seleccionado en Venecia. Me dio mucho orgullo, porque no me utilizó para meterla al festival, ella sola hizo su inscripción y en algún momento me preguntó Alberto Barbera, el director al que asistía mi hijo: “¿Mariana Arriaga es tu hija o es algo tuyo?” Me dio mucho orgullo que llegara sin que yo le ayudara, entre mil 400 cortometrajes, seleccionaron 14 y ella fue un milagro y, pues, llegó a Venecia con su primer trabajo.
¿Y Santiago?
Santiago está por filmar su primer cortometraje. En ambos casos yo escribí. El primero está basado en un cuento mío que escribí a los 26 años y el de Santiago es una historia suya que yo le ayudé a desarrollar.
¿Sabías que iba a ser un gran éxito Amores perros?
Yo jugaba basquetbol y tú sabes desde que tiras la pelota desde media cancha que va a entrar, ya desde que la sueltas, y eso sentí yo con Amores perros. Trabajé con un gran escritor español, Rafael Azcona, quien es así como el “papá de los pollitos”. Le di Amores perros, él era un tipo con mucha trayectoria y había ganado Cannes, había ganado Berlín, Venecia, el Óscar. Cuando lo fui a ver, Azcona debe de haber tenido 78 años, yo tendría unos 39, y trabajamos, y un día le di el manuscrito de Amores perros y se molestó muchísimo: “por qué me haces perder mi tiempo, me obligas a darte un comentario, no me gusta esto, esto es abusar de la amistad”. Entonces se lo dejé en su casa y como a las cuatro horas nada más me dijo: “¿puedes venir?”. Voy. Me dice: “siéntate, ¿tú escribiste eso?” Le dije: “sí”. “¿Sabes lo que va a pasar con tu vida?, prepárate porque esto va a cambiar tu vida”; “¿De verdad?”; “De verdad. Nunca he leído nada como esto”. Eso me animó mucho.
¿Cómo cambió tu vida?
Cambió. Yo habá sido siempre un papá muy presente. A la fecha sigo jugando, desayunando, comiendo y cenando con ellos, pero de repente empecé a viajar cantidades, mi vida se convirtió en estar arriba de un avión. No me puedo quejar de llevar mi obra por todo el mundo, he podido trabajar en muchos países, he filmado y dirigido en Brasil, en Estados Unidos, en México. He dado charlas en universidades de todo el mundo.
Has dirigido a grandes artistas como Charlize Theron, Kim Basinger, ¿quién te ha impactado más?
Jennifer Lawrence. Tenía 17 años cuando trabajó conmigo y yo le escribí una carta y le dije: “prepárate porque vas a ser la actriz más importante de tu generación, vas a ganar muchos Óscares, tantos como Meryl Streep”. Me llamó un día y me preguntó que cómo sabía. Era obvio.
Igual que te dijeron a ti.
Igual. Pero Jennifer es muy impactante, es el talento natural más impresionante que he visto en mi vida. Sean Penn también, es muy impresionante trabajar con él.
¿Hablaste con Sean Penn después de su visita a El Chapo Guzmán aquí en México?
No, no he visto a Sean desde hace muchos años, de vez en cuando me ha echado una llamada, pero realmente no lo veo. Charlize es muy impresionante también, es una mujer muy inteligente. Y de los que no son actores, hay gente muy importante, como Robert Elswit, John Toll, Janusz Kaminski, que ha ganado tres Óscares, fotógrafos con los que he trabajado.
Eres piscis. Dicen que los de ese signo soñamos mucho y concretamos poco, pero has concretado muchas cosas, me imagino que te ha costado trabajo tener tantas ideas, llevarlas al papel y de ahí al cine y más.
Este es un trabajo de concreción, un trabajo donde tienes que poner toda tu disciplina y todo tu rigor, porque si no, no se acaba. Y tienes que tener la certeza de que vas en esa dirección.
¿Trabajas aquí en tu casa? Me imagino que tienes que haber encontrado una estructura para tener horarios.
No tengo horarios. Ahora que estuve escribiendo El salvaje, podrían ser hasta 21 horas seguidas de escribir. Cuando sientes que tienes la energía no puedes parar, y yo no me levanto de mi mesa de trabajo si no tengo determinado número de líneas. Luego se empieza a hacer adictivo.
Pero con déficit de atención debe ser complicadísimo.
Por eso me tardo cinco años en escribir una novela, si no me tardaría un año, me distraigo muy fácilmente. Voy mucho a la cocina, como el cerebro gasta mucha energía, me la paso comiendo. A veces me salgo a pasear con el perro a las dos de la mañana.
¿Cuál es el día más triste de tu vida?
El día que murió mi abuela paterna.
¿El más feliz?
La verdad es que casi todos mis días son felices, pero tengo que reconocer que los días que nacieron Mariana y Santiago fueron extremadamente felices.
Completa esta frase, Guillermo Arriaga es…
Cazador.