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Pati Chapoy
Periodista y conductora de tv
Un espíritu indescifrable

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Platícame sobre tus primeros años. Tus papás vivían en Cuernavaca, ¿tú naciste en la Ciudad de México?

Vivían en Cuernavaca, mi mamá vino a que yo naciera aquí y luego regresamos a Cuernavaca. Ahí vivimos seis años, de ahí nos fuimos cuatro años a Torreón, Coahuila; pasamos uno en Apaxco, Estado de México, y el resto de mi vida en la Ciudad de México.

¿Cómo fueron esos años con tus papás, con tus hermanos?

De mucha aventura, porque mi papá trabajó en Cuernavaca como obrero en una fábrica de cemento y en Torreón, Coahuila, como campesino. Vivíamos a las afueras de Torreón y era algo realmente fascinante. Recuerdo mucho cómo salíamos mi hermana y yo a caminar al campo, que más que campo eran terregales en esa época y era divertido, entretenido, sin tener el exceso de juguetes o el exceso de distracciones que hoy puede tener la mayoría de los niños. Yo me divertía en los árboles, me divertía en el pajar, me divertía en el gallinero, subiéndome a una trilladora o a un tractor. La primera vez que fui al cine en Torreón mi hermana y yo tuvimos que juntar dinero y salimos a buscar fierro viejo, literalmente, a la calle; en un costal íbamos metiendo lo que encontrábamos, luego fuimos a venderlo, nos ganamos una cantidad de dinero y pudimos pagar las entradas del cine.

En algún lugar leí que en esa época en Torreón también tú y tu hermana iban a recolectar huevos.

Claro, mi papá tenía un corralón que rentaba atrás de la casa donde había gallinas y gallos y todas las mañanas íbamos a recolectar los huevos para el desayuno de la casa.

Y de estar acostumbrada a esa vida, tan libre, en el campo, llegar a la Ciudad de México, debe haber sido un cambio grande.

No lo sentí de esa forma. Vengo de una familia muy grande, somos siete hermanos y en la medida en que vives con la familia se te facilita todo, porque de la misma forma que en Torreón caminaba de la casa a la escuela, en la Ciudad de México caminaba de mi casa a la escuela y estamos hablando que en esa época era muy diferente la ciudad: no eran tantos habitantes, supongo que eran la mitad. Vivíamos en la colonia Clavería y estudiábamos en la calle de Azcapotzalco, después fue la secundaria y después nos mudamos a la colonia Juárez, donde empecé a tomar camiones.

Estudiaste periodismo en la Carlos Septién, que es una escuela a la fecha muy reconocida.

Tenía interés en conocer muchas cosas y la única carrera que me lo permitía era ésa, si yo me hubiera dedicado a estudiar Nutrición, iba a ser desde mi punto de vista muy limitado. La carrera de periodismo me ayudó a conocer lo que es la vida, que había pintores, que existía la antropología, que existía la medicina, la moda, un mundo increíble. ¿Y cómo me dedico al mundo del espectáculo? A partir de una entrevista que le hago a Raúl Velasco trabajando como directora del “Pliego de México” de la revista Vanidades, que en ese entonces la dirigía una colombiana. No sé cómo me localizó, seguramente por lo que yo había escrito en la revista Contenido y en el periódico Novedades, y empecé a trabajar ahí.

Ahí conoces a Cristina Saralegui.

Así es. Cristina Saralegui en ese momento era la reportera de Vanidades en Miami y yo hacía el “Pliego de México” y en una ocasión, Elvira Mendoza, que era la directora, me envió a Miami para reestructurar el “Pliego de México” y llegué a vivir a la casa de Cristina Saralegui.

Si bien el día de hoy, el centro, la capital de América Latina para el espectáculo puede ser Miami, México siempre ha sido importantísimo, y en ese momento a quien triunfaba en México le iba bien en toda América Latina.

Así es, sobre todo en cuestión de música, porque el liderazgo en cuanto a espectáculos siempre lo ha tenido México. Primero fueron las películas lo que conquistó a toda América Latina y España y a algunas otras partes del mundo y después la música, la plataforma era México para que se pudiera triunfar.

Pati, entre tus primeras entrevistas importantes está la que hiciste al ex presidente Echeverría y a su esposa, ¿cómo fue ese día?, estabas muy joven.

Sí, tan joven que nadie creía que estaba yo pidiendo esa entrevista y fue muy interesante, la señora Echeverría me trató con mucha delicadeza, con mucho cuidado. Yo le hice preguntas muy simples: cómo se habían conocido ellos, cómo lograban mantener esa relación, qué le gustaba al presidente que le cocinara, y me dijo que le gustaba la sopita de fideos, por ejemplo, y fue algo muy sencillo, pero tuvo una buena repercusión.

Tan buena que acabaste entrevistando a todos los grandes pintores, a Tamayo, a Siqueiros, a O”Gorman. ¿Tienes esas entrevistas todavía?

No. No soy afecta a guardar las cosas que he hecho. Me pasó una cosa muy curiosa: uno de mis hijos quería comprar una casa en la colonia Roma, fuimos a verla y entrando estaban algunas pertenencias de la antigua dueña y entre ellas había una pila de revistas enorme. Dije: “yo escribí ahí”, tomé esa revista la hojeé y pensé, “¡¿cómo!?, sí, aquí está lo que yo escribí”; les solicité que me las vendieran, no se pudo, no tuve yo el valor de quedarme con ellas, mi hijo tampoco quiso finalmente comprar esa casa. Ahí me di cuenta de que no soy afecta a guardar lo que he hecho.

Hay entrevistas que pueden tener un valor histórico, las de María Félix, Dolores del Río ya son patrimonio de México.

Pues sí, nada más que en esa época en algunas ocasiones se usaba grabadora. Hoy es demasiado fácil lograr una entrevista, entonces no, cuando llegué yo a entrevistar a Dolores del Río y prendí mi grabadora lo primero que me dijo fue: “no quiero que me grabes”, y yo me fui de espaldas. Le dije: “¿entonces?”. Me dice: “no te preocupes”. Se levantó, sacó un cuaderno y me lo dio. Yo sí tenía una pluma, porque lo primero que te dicen en la escuela es que debes tener siempre un bolígrafo o un lápiz, por cualquier cosa, y me dijo: “No te preocupes, voy a hablar muy despacito para que tú puedas anotar todo”, y así fue. “Primera pregunta”, y ella me hablaba todo el tiempo despacito y me preguntaba: “¿En qué vas?”, “¿En qué te quedaste?”, “¿Quieres que regrese?”, todo el tiempo. Fue muy generosa conmigo, Dolores.

Y empiezas a co-conducir con Raúl Velasco, que era el más grande en ese momento en Siempre en Domingo.

De pura chiripada Te voy a contar una cosa: Raúl Velasco empezaba a trabajar a la una de la tarde. Originalmente el programa de Siempre en Domingo se iniciaba a las 12 del día y terminaba a las 10 de la noche, conforme fue pasando el tiempo fue achicándose ese horario, pero Raúl era el único conductor, no había reporteros, no había nadie, y yo era simplemente su asistente, lo alimentaba de información, de qué era lo que estaba ocurriendo con el artista o el invitado, pero de repente le daban ganas de ir al baño y no llegaban los comerciales, entonces me soltaba el micrófono y me decía: “Tú síguele”.

Dicen que la suerte es de quien la trabaja.

Por supuesto, pero también había muchos que estaban trabajando ahí y sin embargo, como yo era el pegote permanente de Raúl, en cuanto a la información, pues me soltaba el micrófono y yo estaba en ese momento sin peinar, sin maquillar, sin estar presentable para la televisión. Así aprendí.

¿Cómo te corren de Televisa? Debe de haber sido durísimo para ti.

No, no fue duro. Fue decepcionante, que es muy diferente, y siempre que sucede una cosa así simplemente te das cuenta de que ya terminó algo y que vas a continuar con otra cosa.

Tú que eres budista, que te encanta lo espiritual, decía el Dalai Lama que cuando se te cierra una puerta puede significar un golpe de suerte maravilloso.

Siempre.

Regresas un día del súper y te encuentras a tu vecino, el señor Ricardo Salinas Pliego, y te dice: “acabo de comprar una televisora, vente conmigo”.

Pues sí, exactamente así fue.

Aparte de todo, hace 25 años eras, yo creo que de las pocas, si no es que la única persona que sabía hacer televisión en esta empresa.

Que entonces era Imevisión. Sí, así fue, exactamente. Te voy a platicar una anécdota de lo más encantadora, porque no hay otra palabra para definirlo. Cuando Ricardo gana la concesión de Televisión Azteca, nosotros teníamos ya muchos años de conocernos, de llevar en la mañana yo a sus hijos a la escuela, y su esposa de recoger a los nuestros y a los suyos al mediodía. Entonces, cuando le hablé para felicitarlo me dice: “vente, vamos a platicar”, llegué a su casa y me preguntó, porque le dije que lo primero que tenía que tomar en cuenta era el costo de la producción, “¿qué es la producción?”. Entonces prendí la tele y le dije: “todo lo que ves ahí es producción y todo cuesta, la luz, los muebles, las personas, las ideas, todo cuesta, pero también es muy fácil que te cobren de más”. Eso fue todo. Y velo, hoy día da clases.

A la fecha eres la única mujer en esta empresa que se sigue moviendo en un mundo de hombres en todos los consejos editoriales, en todas las grandes juntas…

También está Elisa Salinas, ya hay muchas mujeres jóvenes… y he sido terca, también.

¿Muy terca?

Sí, como no, por supuesto. En el momento en que necesitas organizar, necesitas algo para un programa de televisión y no lo puedes conseguir y no eres terca, no tienes nada qué hacer ahí.

Bueno, decía un político, Ruiz Massieu, que él como amigo era el mejor amigo, pero que como enemigo, igual, ¿te queda esta frase?

No, para nada. Yo no sé si tengo enemigos, yo no soy enemiga, no me dejo llevar ni por la venganza, ni por el odio, ni por el rencor, son emociones que no me gustan y que no me ayudan en nada.

Pero cuando alguien deja de ser leal contigo sé que se te cierra el corazón y ya no hay forma de llegarte.

Eso sí, porque cuando se acaba algo, se acaba, pero eso no tiene que ver con lo otro.

Sé que te encanta el budismo. Tengo amigas que han viajado contigo y que me dicen: “estamos en las peores condiciones, desierto, sin dormir 48 horas, sin bañarnos, y ves a Pati y sigue con una paz y una tranquilidad, y con una felicidad que no sé cómo lo logra”. ¿Es verdad esto?

Pues sí, porque se tiene que trabajar para lograr estar en el aquí y en el ahora, para lograr esa estabilidad o esa paz o esa ecuanimidad.

¿Y cómo se trabaja?

Bueno, de muchas formas. Una: jamás he pensado que soy mejor o peor que cualquier persona; otra, cualquier cosa que suceda no tiene nada que ver con lo personal y me refiero a cuestiones de trabajo. ¡Ojo!, muchas veces cuando sucede algún terremoto emocional en tu familia, sí tiene que ver con algo personal, pero en el trabajo las cosas no son personales, son cosas que tienes que solucionar. A lo mejor yo hago una propuesta y en ese momento a la otra persona no le interesa, y pues si no le interesó ahí quedó.

No está peleado tener una parte muy profunda, muy espiritual, con estar en un programa de chismes, porque el otro día también me comentaban: “es que es un programa de chismes, pero si tú te fijas, Pati jamás va a insultar”.

Tienes que tener cierta línea de respeto hacia la gente.

¿Y cómo lo has podido lograr?

Es obligatorio. Tú puedes ser de lo más crítico sin insultar a una persona y eso es parte de ser humano, a lo mejor puedes no estar de acuerdo con la crítica, pero a veces la crítica es muy buena. Cuando inició Ventaneando, la crítica tenía mucho que ver con la forma en que hacían televisión muchas empresas, incluyendo obviamente Televisión Azteca, y criticábamos mucho la escenografía, y la ropa, etcétera, etcétera, y un día platicando con varios compañeros de Televisa, productores, me decían: “¡qué bueno que te diste cuenta de esto, Pati, en la escena fulana de tal, porque lo pude corregir!”

Pero se necesita madurez para poder aceptar la crítica.

Pues sí, pero hay personas a las que no les gusta y, pues ni modo. Estamos en un medio público y en el momento en que es público como periodista puedo tener la habilidad de hacer una crítica o no.

Eres una mujer de trabajo, trabajas tu parte personal para poder estar en paz, trabajas tu parte profesional aquí en Televisión Azteca y trabajas para tener una familia estable. Eso no se da gratis.

No, por supuesto que no. Desde que nos casamos mi marido y yo teníamos clarísimo que queríamos tener una buena vida y una buena vida en pareja, una buena vida en familia y nos permitimos lograrlo. En su momento Álvaro se psicoanalizó, en su momento yo me psicoanalicé, después vinieron las prácticas de meditación, después vino nuestro interés por el budismo, que seguimos fomentando, y es válido que cada quien quiera tener una buena vida. No tiene que ver con el dinero, no tiene que ver con la posición, ni con el reconocimiento, tiene que ver con que tú quieras tener una buena vida y eso implica ser una persona saludable, tener buenos pensamientos.

Y también tener una buena comunicación, porque si bien no trabajan en lo mismo, sí tienen muchos puntos en los que coinciden.

Sí, pero aun cuando tenemos trabajos muy diferentes mi marido y yo, sí tenemos mucha comunicación. La comunicación en una pareja o en un trabajo o en una amistad es fundamental.

¿En la educación de tus hijos, ustedes siempre estuvieron de acuerdo? Ahora ya son dos jóvenes.

Rodrigo desde secundaria se interesaba por la música, todo el tiempo, entonces cuando iba a estudiar preparatoria lo mandamos a un lugar en Estados Unidos para que estudiara música, quiso ir a Berklee y se fue a Berklee; en Idyllwild estudió varios años, si era lo que él quería, por qué no apoyarlo. En el caso de Pablo, quiso estudiar cine, también es un artista plástico, y pues qué maravilla.

Y que sean lo mejor en lo que quieran ser.

No importa si son lo mejor o no, lo importante es que estén haciendo lo que realmente quieren. Mira, yo no creo en una meta, yo creo en el camino que te lleva a donde tú quieres. Tú no quieres ser periodista o no quisiste ser periodista para estar dentro de quince años haciendo no sé qué cosa. Tú quisiste ser periodista por el camino que te estaba llevando a donde querías.

Pero tú eres de metas, ¿ahorita dónde te ves?, ¿quieres seguir trabajando muchos años más?, ¿piensas retirarte algún día?

No sé, trato de no abrumarme con un futuro que puede ser incierto porque igual mañana ya no estoy aquí, ¿qué tal que hoy en la noche me muera?, ¿o al ratito? Soy muy práctica en eso, procuro resolver lo que me pasa en este instante y en este momento y así es la televisión, la televisión tiene que ver con disciplina, con tiempos muy específicos, y en eso estoy.

Te doy la razón, muchas veces estás crucificado viendo qué hiciste en el pasado o viendo hacia el futuro y dejas de vivir tu presente.

No existe el pasado ni el futuro, lo que existe es lo que estamos platicando en este momento, es lo único valioso. Si no lo hiciste ahorita, ya no lo hiciste.

¿Cuál ha sido el día más feliz de tu vida?

Éste.

Yo pensé que me ibas a decir que había sido el día que nació Martina, tu nieta.

Ese es uno de muchos. Yo creo que el día más feliz fue cuando Manne y Rodrigo me dijeron: “te trajimos unas fotos, ma”, y era la fotografía del ultrasonido de Martina, ahí pegué un grito, me puse realmente muy feliz y recuerdo que Álvaro comentó: “pero, ¿por qué gritas tanto?, ¿qué tienen las fotos?”, y le dije: “mira lo que tienen las fotos, a tu nieta”.

¿Y cuál es el día más triste?

Definitivamente cuando se murieron mis papás.

Completa esta frase, Pati Chapoy es

¡Ay! ¿Qué te puedo decir? Pues, una mujer, nada más.


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