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La Iglesia Hacedora de Discípulos, Una Fuerza a Tener en Cuenta
Hacer Discípulos es para Todos?
Este es el título de la introducción de la edición de 1990 de este libro. La pregunta asumía que las iglesias estaban involucradas en tantas actividades que no podían ser clasificadas como hacedoras de discípulos. Yo aún creo que esto sea verdad. Muchas iglesias han decidido hacer algo más. De hecho, creo que una de las más curiosas preguntas es, “por qué la iglesia insiste en tratar de evangelizar el mundo sin hacer discípulos?” Recuerde que mencioné la importancia del evangelismo en la hechura de discípulos, porque Jesús mismo lo hizo cuando dijo, “vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mateo 28:19). No hay necesidad de bautizar a alguien a menos que se haya vuelto un seguidor de Jesús.
Jesús también incluyó la enseñanza en la Gran Comisión: “enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes” (v.20). La palabra discipulado se diferencia de hacer discípulos en que describe todas las acciones que implican seguir a Jesús. Es una palabra útil pero no tiene el mismo sentido bíblico que hacer discípulos (el mandamiento) o hacedor de discípulos (la descripción).
Un pastor me dijo una vez: “Me gusta su énfasis en el discipulado, pero eso no es para todos”. Él lo hizo sonar como si Jesús fuera un relativista; Él nos dijo que hiciéramos discípulos, pero no todos querrán hacerlo. Simplemente no va a ser adecuado para algunos. Entonces, qué hacemos con aquellos que están en las iglesias que no quieren seguir a Jesús? Primero que todo, usted no puede hacer nada y no debería intentar. Forzar el comportamiento a través de cualquier medio es contraproducente y generará rebeldía. La respuesta es evidente en lo que vemos en la iglesia contemporánea. Las personas pueden ser acólitos, usar una sotana y cargar una cruz en una procesión. Ellas pueden enseñar un estudio bíblico o ser ujieres. Podrían incluso pastorear una iglesia si lo quisieran o creer en Jesús en la manera que pensamos de la fe ahora, asintiendo mentalmente a sus enseñanzas y a la doctrina de la iglesia. Ellas pueden hacer todo esto y decidir no seguir a Jesús. El evangelio contemporáneo le ha dado permiso a la mayoría de la iglesia para simplemente firmar sobre los hechos básicos del evangelio, lograr el perdón de sus pecados, tener la seguridad de su entrada al cielo y luego, cumplir con algunos deberes religiosos hasta que Jesucristo regrese.
La iglesia contemporánea ha reducido el evangelio y vaciado la respuesta natural de un nuevo discípulo a su llamado, la cual es seguir a Jesús y edificar su vida alrededor de sus prácticas. Recibir a Cristo es la línea de partida, no el final. Eso significa que “está en juego”. Qué le costó a Jesús la salvación? Su vida! Qué me cuesta a mí? Mi vida! Mi vida, entonces, es una respuesta, es una ofrenda, un sacrificio vivo. Como dijo Bonhoeffer de manera tan elocuente: “No debemos abaratar lo que a Dios le costó todo”.1
Toda la actividad de hacer discípulos está basada en lo que el evangelio es y exige de nosotros. Dar una pequeña fórmula de oración que no exija arrepentimiento y desear una nueva vida es una burla al evangelio. La visión más común de la salvación no exige ni incluye la transformación. Eso genera una inquietante pregunta para las congregaciones, “quién es salvo y quién no?”, o más preocupante aún, “quién no es salvo y a quiénes se les ha enseñado falsamente que lo son?”
Entonces, qué es esto de hacer discípulos que tantos han evitado y por qué lo han hecho así? Hacer discípulos es en esencia, dos cosas. La primera parte, “vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos”, implica un esfuerzo intencional por parte de los discípulos para hablarles a otros de Jesús, o lo que llamamos dar testimonio o predicar el evangelio. Dar testimonio significa contar su propia historia de la obra de Dios en su vida. Predicar el evangelio quiere decir contar la historia de Cristo, de su encarnación, su vida, su muerte, su resurrección y su regreso, y de la otra vida con o sin Dios.
La segunda parte de hacer discípulos es “enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes”. Enseñarle a la gente a obedecer es lo que se llama discipulado o aprendizaje. Eso requiere determinación, paciencia e inversión en la vida de otros. La iglesia no posee el carácter para ser lo suficientemente paciente para esperar los métodos de Dios para obrar.
El carácter de la nación y por lo tanto de la iglesia ha sido debilitado por la impaciencia. Los líderes de la iglesia son adictos a la comida rápida de la gratificación inmediata; queremos importancia y crecimiento ya! Esto habla de las almas insatisfechas de nuestros líderes. Sería un cambio importante para los pastores y líderes de la iglesia trasladar sus compromisos de programas individuales. Esto no significa que no haya programas; eso se refiere al cuidadoso aprendizaje a largo plazo de hombres y mujeres en comprender y vivir la vida de discipulado de Cristo. Esto requiere seguimiento, sumisión, vulnerabilidad y una gran cantidad de confianza y afecto. En las siguientes páginas usted encontrará mucho más sobre este tema.
Pero, qué es todo este alboroto? Hay muchas clases y tipos de iglesias que están siendo usadas grandemente por Dios, así que por qué necesitamos prestarle atención a un modelo particular de iglesia, la iglesia hacedora de discípulos? Cuando pensamos en iglesias que son tremendamente usadas por Dios, casi siempre pensamos en números, tamaño y publicidad.
Hay días en los que todo se desbarata en mi mente y no pienso completamente en la iglesia. Veo acontecimientos maravillosos por todo el mundo y doy gracias por la creciente iglesia en Asia y África. En Uganda, China y Nigeria, la iglesia hacedora de discípulos es, de hecho, una fuerza a tener en cuenta. Pero debo decir que en los Estados Unidos, nuestra pereza en el discipulado nos ha dado un nuevo campo de misión. La iglesia hacedora de discípulos no es un modelo o un programa, sino la historia de los hombres y mujeres que siguieron a Jesús y formaron la iglesia al principio. Las iglesias evangélicas, en especial en los Estados Unidos, están declinando, principalmente por su superficialidad en la predicación del evangelio, como lo mencioné antes. Esto ha llevado a una generación de cristianos a creer que seguir a Jesús en el discipulado es una opción y que no es necesario para la salvación sino una ayuda si usted realmente quiere estar más comprometido. Y siendo las lujuriosas criaturas que somos, a menudo hemos optado por un evangelio barato, uno que es fácil de vivir porque no confronta el carácter y los asuntos de la comunidad en el cuerpo de Cristo. Esto ha llevado, por tanto, a una falta de diferenciación en la vida y la práctica entre cristianos y no cristianos. Y cuando la diferenciación desaparece, las dos se vuelven una sola cosa.
Podemos cambiar el acuerdo?
Quién puede decir que no estamos obligados a enseñarle a la gente a obedecer lo que Cristo nos ha mandado? Hay un concepto muy difundido de que debemos hacerlo, pero muchos creen que realmente no podemos, y que no estamos preparados para hacerlo. Lo que eso involucra es aprendizaje y sumisión.
Nuestros sistemas de Iglesias están levantados sobre la profesión de creencias, pero con frecuencia no creemos lo que profesamos. Los sistemas de iglesias que hemos establecido proteger a quienes profesan la intromisión del discipulado. Decimos que está bien ser parte de nuestras iglesias sin la exigencia de seguir a Jesús, una vez más porque nuestro evangelio no exige nada de quienes lo reciben. El evangelio más frecuentemente predicado en América anima a la pasividad más que a un activo seguimiento de Cristo.
Qué puede hacerse respecto a las últimas tres generaciones de cristianos que han sido entrenados para evaluar su vida espiritual por cómo ellos disfrutan el servicio de adoración? Cuando perdemos el discipulado, perdemos la autoridad para enseñar profundamente a la gente a obedecer lo que Cristo ordenó. Y cuando perdemos eso, como sucede en nuestras iglesias, el resultado es la iglesia que tenemos en América.
Entonces, qué hacemos? Les recomiendo el simple plan del filósofo Dallas Willard:
“Les recomiendo que no anuncien que estamos cambiando cosas. Sólo empecemos a hacerlas diferente, incluyendo por supuesto, enseñarle a la gente a hacer lo que Jesús dijo. Enseñen lo que es el discipulado y establezcan una teología del discipulado sobre una base bíblica. Empecemos a asumir actividades de discipulado en la iglesia. Empecemos a enseñar con profundidad las cosas centrales de la enseñanza del Nuevo Testamento: Dios (su existencia y naturaleza), su reino, a Jesús en ese contexto, el discipulado como un estilo de vida y cómo uno se convierte en la clase de persona que quiere ser, siendo transformados desde nuestro interior en la manera de pensar, la voluntad, el cuerpo, el alma y las relaciones sociales, para hacer lo que Él dijo. Este es el verdadero método de crecimiento de la iglesia, probado a través de los años: mejores cristianos. Y esto es precisamente lo que Jesús nos dijo que hiciéramos.2
notas
1. Dietrich Bonhoeffer, The Cost of Discipleship (New York: Macmillan, 1963), 48.
2. Dallas Willard, discurso, Marzo 24 de 2009.