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Introducción a la EDICIÓN HISPANA

Ahora estamos profundamente convencidos de que el restablecimiento de lo obvio es el primer deber de los hombres inteligentes.

George Orwell

Yo soy el maestro de lo obvio, diría yo de nuevo 20 años más tarde. Jesús no ha cambiado su pensamiento y yo tampoco; Él nos pide que hagamos discípulos y continúa siendo nuestro mejor modelo.

Por qué nuestro discipulado se desarrolla sólo al “interior de la casa” y no es reproductivo? Esta es la pregunta que me ha ocupado por casi 20 años, después de la publicación de Jesucristo, Hacedor de Discípulos. En 1984, cuando Orwell dijo que el Gran Hermano tomaría nuestras vidas, mi primera obra sobre la labor primordial de la iglesia fue lanzada al público lector. Desde entonces, cerca de 100.000 personas la han leído y me siento agradecido de que este libro siga cambiando vidas. Digo la “labor primordial de la iglesia,” porque yo aún no he cambiado mi creencia que hacer discípulos es de hecho la primordial y exclusiva labor de la iglesia. Que la iglesia esté hoy más débil que nunca y se esté reduciendo, es la evidencia de que nosotros aún no lo hemos entendido. Las soluciones rápidas y abreviadas ocupan toda nuestra energía y mucho de los recursos renovables de la iglesia.

Tenemos nuestras áreas fuertes y mucho para celebrar y yo me he beneficiado de ello. Incluso, nos consumimos en ello cuando es el momento de penetrar nuestra cultura y aún nuestras mejores iglesias no están aprovechando al máximo su discipulado. George Barna escribe, “un poco más del 60% de adultos nacidos de nuevo no tienen metas para su crecimiento espiritual y han fallado en desarrollar estándares contra los cuales medir su desarrollo o en establecer procedimientos para ser considerados responsables de sí mismos.”1 Falta visión, intencionalidad, un plan y una relación de responsabilidad; estas son el verdadero centro del discipulado.

Yo pienso que el problema radica en que hemos aceptado una cristiandad sin discipulado que conduce a un sinnúmero de cambios, actividades y conferencias, pero no a transformaciones duraderas. Por transformación quiero decir un cambio consistente a largo plazo en la semejanza de Jesús, de manera que nos posicionemos para romper los antiguos estándares y hábitos que retardan nuestro crecimiento. En los últimos 20 años he escrito otros nueve libros, he sido pastor de dos iglesias y he fundado una red internacional de entrenamiento. Yo puedo decirle con certeza que hay una búsqueda desesperada entre los líderes de la iglesia de algo más importante que lo que se está ofreciendo normalmente. Hemos encontrado que el crecimiento de la iglesia no satisface al alma; tampoco el respaldo a nuestros sermones o los proyectos terminados. Hay un movimiento en nuestra tierra guiado por el hambre de intimidad con Dios. Hay un creciente consenso de que la Gran Comisión tiene que ver tanto con profundidad como con estrategia.

Yo me he preguntado, he orado y hablado con muchos líderes acerca de cómo mejorar la situación. Con un gran acuerdo de que algo necesita hacerse, miles de organizaciones y consultores de iglesias están comprometidos a renovar las 350.000 iglesias en América. Hay muchas opiniones. Algunos insisten en que todo está perdido sin un reavivamiento; la iglesia sólo debería orar. No pienso que la palabra “sólo” debiera estar junto a la palabra “orar.” También creo que sólo orar es tan pecado como sólo trabajar sin orar. Hay quienes “oran y esperan,” y los que “planean y hacen,” pero el balance que se necesita está en “orar, planear y luego ir y hacer” discípulos. Otros proclaman que deberíamos abandonar la pasividad y comenzar nuevas iglesias, dejando que las malas iglesias se extingan por sí mismas. Se estima que 50.000 iglesias cerrarán antes del final de la década. Bravo! Divise el paisaje con miles de nuevas iglesias que promueven los valores del reino. Aún así, ellas también se calcificarán sin el compromiso primario de una transformación personal.

Desde 1994, el porcentaje de evangélicos en Estados Unidos ha decaído del 17% al 12%. Solía decirse que más del 80% de las iglesias locales estaban decayendo; eso no ha cambiado. La razón es que hemos insistido en ir demasiado rápido y estar demasiado programados. Nuestra necesidad de éxito es tan fuerte que hemos tomado una serie de atajos que han generado un crecimiento numérico a corto plazo en lugar de creyentes maduros. Hemos aceptado la adición en lugar de la multiplicación. De esa manera crecemos y luego caemos. Es como palear arena contra la marea.

Yo he hecho una carrera aparte de ser el maestro de lo obvio, por lo tanto déjeme decírselo una vez más. Seguir a Jesús es ser un hacedor de discípulos. Hacer lo que Jesús hizo es la respuesta a nuestras preguntas y la solución a nuestros problemas. Debo repetir lo que dije en 1984: Seguir y escuchar a Jesús, son elementos esenciales para un ministerio efectivo.

Haciendo lo que Jesús Hizo

Hay tres dimensiones para hacer lo que Jesús hizo. Yo las menciono aquí no en orden de importancia sino de acuerdo a lo que me propongo en esta discusión. Lo primero es hacer lo que Jesús hizo en su ministerio de poder. En el Aposento Alto, Jesús prometió a sus seguidores que ellos harían las mismas cosas que Él había hecho e incluso las harían mayores (Juan 14:12-14).2 La segunda dimensión es hacer lo que Él hizo en la práctica de una transformación personal, su práctica de oración, silencio y soledad, ayuno, frugalidad, castidad, servicio y mayordomía. La tercera dimensión es hacer lo que Él hizo mientras estuvo con aquellos que lo siguieron.

Hace 20 años, yo introduje en este libro cuatro fases a través de las cuales Jesús guió a sus seguidores: Vengan y Vean, Vengan y Síganme, Vengan y Quédense Conmigo, y, Permanezcan en Mí. Las lecciones de liderazgo que yo descubrí a partir de estas fases son acerca de la técnica y el tiempo requeridos para entrenar a otros. Ellas nos proporcionan un proceso segmentado y secuencial. Es segmentado porque cada una tiene sus propias características; es secuencial porque una persona puede pasar a través de ellas, siendo al principio un nuevo creyente y convirtiéndose eventualmente en un líder.

Ignorar a Jesús en cualquiera de los cuatro niveles es desastroso y nuestra ignorancia de las lecciones de entrenamiento explica por qué no estamos avanzando en la Gran Comisión como se debe. Aún se necesita una iglesia de cien miembros, un pastor, y, USD$100.000 al año para convertir a alguien. Entre los evangélicos, este porcentaje es un poco mejor: 1,7 conversiones al año por cada 100 asistentes al culto. Esta es una horrible evidencia que debería dolernos a todos.3 Cualquier negocio en condiciones similares se habría declarado en bancarrota hace tiempo. Permanecemos en el “negocio” sólo a causa del compromiso de Jesús de sostener la iglesia.

Al revisar los principios de este libro, sabrá cómo tratar a la gente con la que trabaja en cada nivel de madurez. Anteriormente afirmé que en los últimos 20 años el discipulado evangélico ha sido demasiado rápido y programado. Esto ha conducido a un discipulado “hacia dentro” y no reproductivo y esa es la razón por la cual domésticamente estamos perdiendo terreno en la Gran Comisión. La iglesia alrededor del mundo está floreciendo, pero en los Estados Unidos aún estamos dándole vueltas al cubo de Rubik en nuestras manos, tratando de encontrar la fórmula. Sugiero volver a la posición original para encontrar la respuesta.

Retrocediendo en el Futuro

Qué oyeron Pedro, Santiago, Juan y Felipe, cuando Jesús dijo, “Hagan Discípulos”? Apuesto que no fue “Vayan durante dieciséis semanas y llenen los espacios en blanco del estudio bíblico.” Para entender lo que fue el discipulado en el primer siglo, debemos retroceder lo suficiente para restaurar el contexto. Juan el Bautista tenía discípulos y también los fariseos. Era común que los jóvenes fueran orientados por alguien y que siguieran a quienes los inspiraban. Cada joven judío de trece años había estudiado y memorizado gran parte del Pentateuco y los Profetas. Si estaba entre los mejores y más brillantes, sería aceptado en una escuela rabínica, donde estaría bajo la autoridad de su maestro. Si no estaba entre los mejores de su clase, podía volver a la vocación de pastor, pescador, carpintero o granjero.

Había cinco características de la escuela rabínica:

1. El discípulo decide someterse a su maestro.

2. El discípulo memorizaría las palabras de su maestro.

3. El discípulo aprendería la manera de ejercer el ministerio de su maestro.

4. El discípulo imitaría la vida de su maestro.

5. El discípulo debería encontrar a sus propios discípulos.

La tradición rabínica era muy estricta. Los estudiantes tenían muy poca libertad y cuando se graduaban debían seguir una carrera como maestros. Muchos empezaban sus propias academias o grupos de discípulos. Estos quedaban unidos de por vida a la interpretación de las Escrituras de su maestro y se esperaba que multiplicaran las tradiciones.

Jesús no era un producto del sistema y escogió a sus seguidores fuera del sistema. Los discípulos de Jesús supieron que Él era diferente al estar alrededor de Él y escuchar sus enseñanzas. En una ocasión, Él incluso les enseñó por qué y cómo ellos debían ser una raza diferente de discípulos.

Un Puente desde el Siglo I al XXI

Jesús usó a los fariseos como un ejemplo de cómo no discipular a otros. Él explicó por qué su entrenamiento era abusivo, egoísta e hipócrita (Mateo 23:1-7). Ellos representaban la manera tradicional de influenciar a otros, pero Jesús ofreció una alternativa. Él construyó entonces el puente para nosotros.

“Pero no permitan que a ustedes se les llame “Rabí”, porque tienen un solo Maestro y todos ustedes son hermanos. Y no llamen “padre” a nadie en la tierra, porque ustedes tienen un solo Padre, y él está en el cielo. Ni permitan que los llamen “maestro”, porque tienen un solo Maestro, el Cristo. El más importante entre ustedes será siervo de los demás. Porque el que a sí mismo se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.”

Mateo 23:8-12

Ellos eran hermanos y estaban para servir a otros, no eran señores ni estaban por encima de otros. Ellos tenían sólo un maestro y ese era Cristo. Ellos no fueron llamados para abrir la Escuela de Juan, de Pedro o de Santiago. El propósito de sus enseñanzas era producir más seguidores de Cristo. Jesús enseñó el poder de la humildad de espíritu y la sumisión en la comunidad. Esta es la manera de conseguir la fuerza transformadora: practicar una fe que transforma. Adoptar las cinco características de un discípulo del primer siglo, como alguien transformado por Jesús, es el secreto de la transformación personal que conducirá a la transformación de la iglesia, la cual a su vez traerá como consecuencia la transformación cultural.

1. Un discípulo se somete a un líder que le enseña a seguir a Jesús.

Esto es lo que rescata al discipulado de ser un proceso sin resultados. Lo he dicho muchas veces: usted no puede hacer discípulos sin responsabilidad y no puede tener responsabilidad sin estructura. La instrucción de Jesús fue: “enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes” (Mateo 28:20).

Uno de los hallazgos de George Barna es que la mayoría de la gente en grupos pequeños está satisfecha con el proceso sin importar el progreso.4 Cuando digo que nuestro discipulado es demasiado rápido y programado, hablo de una falta de sumisión en los grupos, grandes o pequeños. Sin humildad no hay sumisión y sin sumisión, otros no pueden hablarle a mi vida. Así la gente puede ir a través de programas y estudios bíblicos, pero sin hacerse responsables por su transformación personal. Muchas personas y pastores han navegado a través del mejor entrenamiento financiero que se puede recibir, pero mantienen intocables sus más profundos secretos. Estoy en una comunidad donde puedo compartirlo todo. Sé que soy amado y aceptado y que todas mis confesiones se mantendrán de manera confidencial. Dentro de ese pequeño círculo yo puedo caminar en la luz y ese es el lugar más seguro donde puedo estar. No hay superficialidad, sólo un diálogo abierto y honesto. Los Quákeros tienen lo que ellos llaman una misión clara: gente que puede ayudarnos a encontrar claridad en la dirección de Dios. El círculo de creyentes al que pertenezco es como eso. Sólo cuando hablo acerca de las barreras en mi obediencia, de los pecados que me mantienen en derrota, es que yo remuevo las barreras para mi transformación.

2. Un discípulo aprende las palabras de Jesús.

Somos buenos en esto. Hay maravillosas enseñanzas bíblicas disponibles para cualquiera que esté interesado. El promedio de los hogares americanos tiene cuatro ejemplares de la Biblia; los hogares evangélicos tienen más, además de radio y televisión cristianas, videos y otros recursos similares. Nuestro conocimiento está creciendo, pero es menos significativo. Los estudios sobre la conducta cristiana muestran poca diferencia entre el comportamiento de los cristianos y el de la población en general.5 Pienso que esto se debe a nuestra deficiente comprensión de lo que un maestro hace y lo que un estudiante aprende.

Desde un principio, los maestros espirituales se han acostumbrado a hacer la pregunta incorrecta: “Cómo quiere que le enseñe?” Con este criterio y un ego frágil, los maestros y predicadores cristianos entran en el mundo religioso. El que escucha está atento a lo que el maestro dice y el maestro espera elogios de quienes lo escuchan. El logro del objetivo para el que escucha es medido por las expectativas hacia las que ha sido estimulado o cuánto placer experimenta al ser tocado emocionalmente. El maestro se siente exitoso cuando es colmado de elogios que satisfacen su necesidad de afirmación. Esto es algo bueno que causará polémica.

Cualquier persona conectada a la realidad preferiría mucho más escuchar un mensaje estimulante y motivante que cualquier otra cosa. Es algo maravilloso para quien escucha y es bendecido, elogiar el duro trabajo del maestro. Pero todo esto pasa por alto la importancia de aprender las palabras de Jesús. La pregunta correcta que tanto el maestro como el alumno debieran hacer es, “Estoy aprendiendo?” Y aprender significa aplicar; el aprendizaje es transformación, es crear una nueva actitud y comportamiento en el interior de la persona. Jesús definió el aprendizaje de esta manera: “Mi enseñanza no es mía sino del que me envió. El que esté dispuesto a hacer la voluntad de Dios reconocerá si mi enseñanza proviene de Dios o si yo hablo por mi propia cuenta” (Juan 7:16-17). Aprender las palabras de Jesús es vivirlas. Veamos por ejemplo cómo definió Jesús la fe: “Si alguien quiere ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, lleve su cruz cada día y me siga” (Lucas 9:23).

La fe es definida por la acción; se refleja en el comportamiento. La fe es la acción sostenida por la creencia. Debemos remover el velo de nuestros sistemas teológicos y permitir que sea Jesús quien nos enseñe. Hemos hecho del llamado a la salvación algo doctrinal, una aceptación simplemente intelectual de una serie de enseñanzas. Cuando Jesús dijo, “niégate a ti mismo y sígueme,” Él impactó nuestro sistema teológico. Sí, creo que la salvación es por la fe y es un acto de la gracia de Dios pero lo que hace evidente la salvación es el comportamiento. Cuando Jesús le hablaba a las multitudes, explicaba el significado de sus palabras a sus discípulos más tarde. Luego los ayudaba a vivirlas y creaba experiencias para que fueran probados. Aprender el poder y la verdad de las enseñanzas de Jesús es de lo que trata Jesucristo, el Hacedor de Discípulos.

3. Un discípulo de Jesús aprende la manera en que Jesús ejerce su ministerio.

Anteriormente mencioné las tres dimensiones de hacer lo que Jesús hizo: ejercer un ministerio de poder, perseguir hábitos de su vida para una transformación personal, y, entrenar a otros para ser discípulos de Jesús. El discipulado en el siglo XXI está basado en los mismos principios. La civilización ha hecho progresos en las comunicaciones y la ciencia, pero la base moral desde la cual cada ser opera es tal cual le fue dada a Adán y a Eva en el Edén. Jesús vivió su vida delante de sus seguidores y ellos la adoptaron; Jesús fue contagioso.

La gente de mi raigambre teológica, evangélicos moderados, han hecho un buen trabajo de comprensión de las técnicas de entrenamiento de Jesús. Luego hay un segmento que llamaremos carismáticos, que han capturado la dimensión de poder. Y muchas iglesias influyentes, entre ellas la católica, han sido pioneras en desarrollar las disciplinas espirituales.

Un movimiento muy excitante se está tramando, que me da mucha esperanza. Algunos lo llaman formación espiritual, otros un nuevo orden o metodismo; yo lo llamo discipulado global. Es un movimiento que combina las tres dimensiones de lo que Jesús hizo: ejercer su poder, desarrollar su carácter y usar sus técnicas de discipulado. Esto, creo, es una muestra de poder que debería preocupar al maligno. La enfermedad del Cristianismo Occidental es la necesidad patológica de dirigir y controlar nuestro entorno, pero cada vez más gente está empezando a dejar el control y seguir a Jesús y sus métodos. Alrededor del globo, hombres y mujeres están empezando a seguir a Cristo por primera vez.

Personalmente, he renunciado a estar en control de mi propia vida; esta es mi mejor manera de negarme a mí mismo. Ahora estoy comprometido a seguir a Jesús, pidiéndole que cree un ministerio delante de mí del que yo pueda hacer parte. Aprender sus métodos como un discípulo es una nueva pero gratificante manera de vivir. Es un especial estilo de vida que debe ser elegido y que está lleno de frustración porque siempre estoy buscando tener el control.

4. Un discípulo imita la vida y el carácter de Jesús.

Los discípulos quisieron vivir la vida que Jesús les mostró. Ya he mencionado cómo ellos fueron atraídos a su vida de oración y poder. Ellos no se sentían, por supuesto, tan atraídos a su sufrimiento, sus largos períodos de soledad y sus confrontaciones con poderosos miembros del establecimiento. El misterioso proceso que continuó en ellos y continúa en nosotros, llamado formación espiritual, es descrito por Pablo: “Queridos hijos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto hasta que Cristo sea formado en ustedes” (Gálatas 4:19). Cuando intencionalmente tomamos parte en las mismas disciplinas que Cristo practicó durante su vida en la tierra, el carácter de Cristo, conocido también como el fruto del Espíritu, se desarrolla gradualmente en nosotros. Estos quince a veinte hábitos sirven para transformar nuestro interior. Es posible para nosotros aceptar los pensamientos de Jesús y sus sentimientos. Aún cuando siempre habremos de contender con la carne, Dios puede cambiar nuestros deseos y su vida en nosotros puede eliminar los impulsos más oscuros.

Piénselo de esta manera: El domingo del Super Tazón, una hora antes del juego los jugadores llegan al campo a calentar y entrenar. Pero millones de espectadores no están dispuestos a ver flexiones, levantamiento de piernas y saltos. Algunas personas pueden tener interés en cómo los atletas se preparan para la competencia, pero muchos sólo quieren ver el juego.

Las disciplinas espirituales son para la transformación, lo que la calistenia es para el deporte. El propósito del fútbol no es la calistenia, pero los ejercicios especiales preparan a los jugadores para mejorar su competencia. Es lo mismo para quienes somos discípulos de Jesús. Esto se llama la ley de la preparación indirecta y no es opcional si planeamos crecer a la semejanza de nuestro Señor. Los jugadores se preparan de tal manera que puedan hacer lo que necesitan hacer, cuando necesiten hacerlo en la manera en que deba ser hecho. Es el último tiempo, el juego está empatado y los jugadores están pasando despacio. Ciertos jugadores llegan a la cima y hacen los grandes juegos porque tienen la habilidad, la resistencia y la disciplina mental para hacer un mejor juego que el oponente.

Ahora, en la iglesia tenemos a muchos que no pueden hacer lo que necesita ser hecho (servir en la obra de la Gran Comisión), cuando necesite ser hecho (ahora), de la manera en que necesita ser hecho (con pasión, tocando a la gente donde ellos viven). Hemos encontrado demasiadas formas de ser cristianos sin ser semejantes a Cristo. El cambio debe empezar con los líderes de la iglesia que están deseosos de arriesgar y profundizar en lugar de intentar un nuevo programa. Recuerde, cuando llegue a discipular, que somos demasiado ligeros y programados.

La oración no es el propósito de la vida cristiana, no lo son cualquiera de las disciplinas que Jesús nos dejó como ejemplo. Sin embargo, las disciplinas ponen en movimiento una misteriosa transformación mientras profundizamos en nuestra intimidad con Dios. La transformación, por lo tanto, es poner en movimiento el deseo de seguir a Jesús en nuestro corazón y someternos humildemente a la práctica de las disciplinas en la comunidad. Le permitimos a otros ayudarnos a mantener nuestro compromiso con Dios. Un discípulo unirá a su nuevo estilo de vida, una vida de disciplina y responsabilidad para ser transformado a la imagen de Cristo.

Hay una nueva manera de decir esto que considero de gran ayuda. Deberíamos entrenarnos para ser piadosos, en lugar de intentar ser piadosos. El evangelio es opuesto a la realización de esfuerzos para obtener los favores de Dios, pero nos exhorta a hacerlos en el servicio a Cristo (ver 1 Corintios 9:24-27; Colosenses 1:28-29). Entrenarnos en estas disciplinas nos transformará con el paso del tiempo. Piense en ello como un programa condicionado al largo plazo. Sea paciente y persevere y los resultados serán notables.

5. Un discípulo encuentra y enseña a otros discípulos a seguir a Jesús.

La razón del discipulado contemporáneo no es la reproducción. Eso es lo que hemos perdido de este quinto principio. Empecé esta introducción haciendo la pregunta: “Por qué nuestro discipulado se desarrolla sólo al “interior de la casa” y no es reproductivo?” La respuesta es porque no hemos enseñado o esperado que la gente que entrenamos se reproduzca. Al cortar ambos finales del proceso, hemos asegurado que no funcionará. Hemos removido la humildad, la sumisión y la responsabilidad del primer principio y el alcance y la reproducción del quinto. Sin el primer principio, no podemos tener la fuerza de transformación, y, sin el quinto principio, sólo nos entrenaremos unos a otros para entrenarnos unos a otros. La endogamia nunca es buena.

No quiero decir que no deberíamos entrenar nunca a un creyente. Un principio básico del discipulado es entrenar a otros fieles y debemos empezar “en casa” (2 Timoteo 2:2). El problema es que después de hacerlo nos quedemos sin gente para entrenar, pues nuestra membresía no está creciendo. Una de las poderosas verdades del Evangelismo Explosivo es que si usted no tiene buenos contactos, eventualmente su crecimiento tendrá un límite. Al final, usted tendrá cuarenta entrenadores sin alumnos ni a quién visitar. Generalmente, eso significa el fin del programa. Cuando el enfoque está en visitar a quienes visitan la iglesia, rápidamente se quedará sin gente a quién visitar. Puede funcionar si se tiene un líder muy dinámico o un gran plan de “mercadeo” para traer a mucha gente a la iglesia, pero muchas iglesias no lo tienen.

Creo firmemente que el plan de Dios para la iglesia debe estar al alcance de cada congregación, sin importar cuán modestas sean las habilidades de sus líderes. Esta es la razón por la que deberíamos velar porque el discipulado funcione, porque es la manera en que ganaremos al mundo. Hay otras filosofías y métodos que traen grandes grupos de visitantes a eventos atractivos. Esto no es del todo malo, pero al final la gente no se une porque nunca conectaron de una manera relacional. Muchas iglesias son muy buenas en traer gente, pero no tienen un compromiso de entrenar a su gente para entrenar a otros. La adición espiritual es mejor que la no adición, pero es absolutamente inferior al plan de Cristo para reproducirse a través de entrenar a otros a obedecer todo lo que Él enseñó.

Considere esto: hacer discípulos es algo que comienza con el evangelismo, trayendo gente a Cristo. Esa es la razón por la que Jesús dijo, “Bautizándolos.” En lugar de hacer planes para encontrarse con un creyente, escoja a un no creyente en su círculo personal. Empiece a construir una relación en base a un interés común, luego pregúntele si tiene algunas creencias espirituales. Haga esto con algunas personas hasta que encuentre a una que desee reunirse regularmente con usted para hablar de cosas espirituales. Dios premiará sus esfuerzos y la gente sabrá cómo volverse no a usted y ser parte de su comunidad, sino a Cristo y ser parte de su Iglesia. Esto es radical para muchos, pero es exactamente lo que deberíamos hacer y así funcionará. Requerirá tiempo y perseverancia, pero abrirá la puerta a la reproducción y la multiplicación. El hecho que usted ahora se asombra de cómo esto pueda funcionar y no sabe de algunos ejemplos, hace que este tipo de alcance sea raro en la iglesia de nuestro tiempo.

Veinte años es mucho tiempo y uno ve programas, superestrellas y fórmulas que vienen y van. Los pastores son un poco adictivos; encontramos irresistible el éxito numérico. Usted habrá escuchado que “Nada tan pasajero como el éxito.” Desde 1984 esta ha sido la historia de la iglesia. Nuestros “éxitos” no han servido al propósito para el cual fueron pensados. Y nos conformamos tanto con los éxitos del pasado que hemos hecho muy poco para asegurarnos de seguir teniéndolos. Necesitamos un plan que ayude a salir del fuerte aislamiento que rodea a la cultura religiosa y a establecer contacto con quienes están afuera en necesidad. Jesús dijo que es el enfermo el que necesita al médico y no el sano. Si intentamos ganar a quienes nos rodean, debemos seguir su ejemplo. Él entrenó líderes que entrenaran líderes. También los entrenó en el trabajo, les mostró lo que debían hacer y luego los dejó hacerlo. Cómo desplazar nuestra base de operación y establecer puestos de avanzada donde vivimos, trabajamos y jugamos? Así podríamos invitar a quienes nos rodean a “venir y ver; venir y seguirlo.” Luego podríamos poner un énfasis especial en los líderes, invitándolos a “venir y ser como Él.” Y vendría entonces el momento de enviarlos a establecer su propio puesto de avanzada para “permanecer en Él.”

De esta manera, el avivamiento espiritual tendrá lugar cuando retrocedamos en el futuro y restauremos el discipulado a su carácter del primer siglo, desplazando nuestra base de operación fuera de los muros de la iglesia siguiendo el ejemplo de Jesús presentado en este libro. Hace mucho tiempo leí un libro titulado, Cuando Todo lo Demás Falla, Lea las Señales. Ese tiempo ha llegado.

notas

1. George Barna, Growing True Disciples (Colorado Springs: Waterbrook, 2001), 36.

2. Mi libro Straight Talk on Spiritual Power (Grand Rapids: Baker, 2002) es un estudio de cómo podíamos cumplir esta promesa, considerando nuestras limitaciones y condiciones presentes.

3. Las estadísticas son de un estudio realizado por Bob William (Estudio para el Desarrollo de la Iglesia) en quinientas iglesias de cuarenta denominaciones durante un período de diez años.

4 . Barna, Growing True Disciples, 54-55.

5. George Barna, Church Report 2002 (Ventura, Calif.: Issachar Resources, 2002).

Jesucristo, el Hacedor de Discípulos

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