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Capítulo
Ojos que Empiezan a Ver
Para que la gente agarre una visión, primero debe abrir sus ojos. Las realidades espirituales no son fáciles de percibir, especialmente cuando uno ha invertido toda una vida usando “tapaojos” espirituales. Jesús dijo, “Yo he venido a este mundo… para que los ciegos vean” (Juan 9:39). El contexto de esta declaración indica que Él se estaba refiriendo a una ceguera espiritual.
Fue clara la intención de Jesús de exponer plenamente pero de forma gradual a sus discípulos a la naturaleza de su reino. Al enfocarnos en el segundo capítulo de Juan, observamos al Maestro en el proceso de darles a sus discípulos ideas únicas en algunas áreas de la vida que ellos aún no habían visto.
Lo Milagroso entre lo Mundano
Jesús partió para Caná de Galilea con muchos nuevos y curiosos hombres en su séquito. Con el toque de un experto discipulador, Jesús guió a sus aprendices en un mundo en el que ellos siempre habían vivido pero que nunca habían visto plenamente.
El primer paso importante en su recorrido levantó las mentes de estos hombres a una provocativa nueva dimensión. Allí, dentro del festivo y rutinario ambiente de una ceremonia de boda, un milagro tuvo lugar (Juan 2:1-11). Por qué Jesús quiso exponer a estos hombres tan pronto a lo sobrenatural? Porque la gente necesitaba estar convencida de la presencia y el poder de Dios para agarrar la visión de su reino en esta tierra.
Jesús quería estampar en estos hombres una órbita plena de realidades espirituales para que así ellos pudieran tomar una decisión inteligente acerca de seguirlo a Él. El viaje desde el desierto a Caná de Galilea proporcionó al menos un día pleno de discusiones entre Jesús y sus ingenuos novicios. Nunca subestime el valor de algunas horas en un automóvil, por ejemplo, con un joven cristiano lleno de preguntas. Como Robert Coleman dijo: “Nunca vaya a alguna parte solo; siempre lleve a alguien con usted.”
Los discípulos esperaban que la gente de Israel reconociera unánimemente a Jesús como el Mesías, así como ellos lo habían hecho. Las visiones de animados desfiles en Jerusalén llenaban sus mentes. Por lo tanto, ellos no podían comprender por qué Jesús eligió una simple boda como la siguiente estación en su itinerario, pero Él le había prometido a su madre que iría.
En Juan 2:3 vemos que lo inesperado sucedió. El vino se acabó. Sin vacilación, María le comentó el problema a Jesús. Ella confiaba en que su hijo, ejercitando su poder sobrenatural, podría manejar esta situación mundana y doméstica. La respuesta de Jesús es curiosa: “Mujer, ¿eso que tiene que ver conmigo?” En otras palabras, “¿por qué me molestas con esto?” María probablemente esperaba un milagro de alguna clase, pero tenemos la idea de que Jesús no estaba demasiado entusiasmado con la propuesta.
Él hizo entonces una declaración aparentemente fuera de proporción respecto a la situación: “Todavía no ha llegado mi hora,” es decir, “No estoy listo para revelar mi plena identidad al mundo en este momento.” Estas palabras se volverían comunes durante los próximos tres años. En varias ocasiones Jesús sintió el impulso de hacer ciertas cosas en alguna manera llamativa, pero Él comprendía que esas decisiones obstaculizarían su plan y propósito. Sin embargo, en esta ocasión Jesús demostró su flexibilidad y devoción a su madre. María fue persistente y Jesús hizo lo que ella pidió.
La flexibilidad en el ministerio es fundamental para el éxito. Los cambios y concesiones en puntos menores ayudan a desarrollar un vínculo común de mutua confianza entre colegas. Si la gente con la que trabajamos percibe que no somos sensibles a las necesidades que se levantan a nuestro alrededor, no querrán seguirnos ni dedicarse a una tarea común. Si somos un programa orientado en lugar de gente orientada, ellos se sentirán usados e innecesarios. Ellos no se verán a sí mismos como posibles ministros valiosos para el Cuerpo de Cristo, sino simplemente como otro proyecto.
Jesús procedió a hacer el milagro de convertir el agua en vino, un milagro que revelaba su poder único (Juan 2:11). Esta fue la primera de muchas señales que Jesús iba a hacer. La palabra señal en el libro de Juan está cargada de significado. Este evangelio se desarrolla en torno a las siete principales señales o milagros.1 Después de cada una de estas señales, el resultado fue la fe.
Jesús hizo estas señales para establecer una cierta porción de conocimiento y entrenamiento en la mente de los discípulos. Él no hizo milagros indiscriminadamente, sino que escogió las situaciones cuidadosamente, interpretando y enseñándoles a sus hombres el significado de cada uno. Él anduvo más entre gente enferma que sana, no porque Él no los sanara, sino porque no quería dejar una errónea impresión acerca de lo que finalmente importa. Él quiso que sus discípulos comprendieran que la liberación del corazón y del alma es más vital que la simple restauración física.
La señal del agua convertida en vino reveló la gloria de Jesús, influenciando a sus discípulos a depender de su fe en Él (Juan 2:11). Esta fue la primera exposición de ellos a lo sobrenatural, pero no hubo error en lo que sucedió y en quién fue el responsable.
Los líderes cristianos deberían tener una antena para el ministerio plenamente extendida, que utilizara situaciones ordinarias que le permitieran a Dios intervenir de manera sobrenatural, pues entonces la gente anhelaría más de lo mismo y crecerían en su compromiso. Los discípulos eventualmente deberían llegar a un punto de estar preparados para negarse a sí mismos cualquier cosa para estar involucrados en la más excitante empresa conocida por el espíritu humano.
Desafortunadamente, muchos de nosotros nos movemos a un ritmo desbocado. Vivimos en el “carril de alta velocidad,” yendo diariamente a toda prisa por las necesidades. Como dijo un crítico cáustico: “Jesús convirtió el agua en vino, en tanto que la iglesia ha convertido el vino en agua.” La gloria de Cristo ha sido seriamente diluida en nuestra experiencia y así la vida que nosotros reflejamos al mundo es espiritualmente nada atractiva.
Estos discípulos con sus bien cultivados corazones, ahora tenían semillas de lo sobrenatural germinando en sus almas, y, como muchos otros que han llegado después de ellos, nunca podrían detener las semillas, el retoño de su fe y su crecimiento. Como hojas de hierba abriéndose camino a través de las grietas a los lados de la vía, las semillas del pensamiento fueron madurando, cambiando contantemente la vida de estos hombres. Como discípulos comisionados a entrenar a otros, deberíamos exponer perpetuamente a la gente a lo sobrenatural, expandiendo así su fe y la nuestra. Necesitamos extender nuestras manos para aceptar los diarios desafíos que nos ponen en posiciones de nutrir y motivar a otros.
Identificando el Enemigo
Con frecuencia nos ayuda a comprender lo que deberíamos ser o deberíamos estar haciendo, ser expuestos primero a lo que no deberíamos estar haciendo. Cuando Jesús entró en Jerusalén en el año 27 d.C., para la primera de cuatro Pascuas consecutivas, Él demostró claramente esta enseñanza (Juan 2:13-22). Esta fue la primera de las dos principales confrontaciones que tuvieron lugar en el Templo. La segunda fue inmediatamente antes de su crucifixión, tres años después.
Algunos de los líderes religiosos de Israel habían adoptado una repugnante práctica en el Templo. Jesús se enfureció cuando caminaba por los atrios del Templo y vio a los cambistas de dinero vendiendo la parafernalia de los sacrificios a los cansados peregrinos que llegaban. Los sacerdotes pensaron que como las donaciones estaban llegando y Jerusalén incrementaba su población a casi un millón durante la Pascua, sería recomendable que los viajeros llegaran a negociar y abrirles su propio mercado en el Atrio de los Gentiles. Después de todo, a quién le preocupaban los gentiles? Ellos no eran importantes!
Y así estos hombres “religiosos” transformaron el Atrio de los Gentiles en un bazar, con establos para los animales y mesas para otros varios artículos. Sólo imaginémonos cómo lucía, olía y se oía. Qué perverso carnaval, con estos hombres en el Templo explotando las necesidades espirituales de la gente para su propio beneficio!
El Atrio de los Gentiles se suponía que debía ser usado para la oración y la meditación, y, especialmente para la evangelización de los Gentiles (Marcos 11:17). Qué feo espectáculo vio el Hijo de Dios! El alcance evangelístico del Templo había sido sacrificado en el altar del todopoderoso dinero! La codicia había consumido a muchos judíos. Ellos habían olvidado su verdadera razón de ser y se habían vuelto más interesados por sí mismos que por los perdidos.
Tal corrupción, por supuesto, no está limitada al primer siglo. Hay una propensión entre el hombre caído a estropear el diseño ordenado por Dios para su pueblo, que ha sido evidenciada a través del curso de la historia de la iglesia.
Los discípulos habían visto a Jesús reír, orar, expresar su profundo amor y hacer grandes milagros, pero aún no habían presenciado su ira santa. La perniciosa vida de la mujer en el pozo, la tímida hipocresía de Nicodemo, el adulterio de la mujer echada a sus pies, ninguno de estos pecados hizo que Jesús diera rienda suelta a su ira. El principal catalizador de su cólera fue la levadura de los fariseos. Esta levadura era su hipocresía, su explotación de la necesidad humana para el beneficio personal y su abuso de lo que era santo y sagrado. Y entonces Jesús agarró un látigo y gritó a los mercaderes de animales con una voz llena de santa tensión: “¡Saquen esto de aquí! ¿Cómo se atreven a convertir la casa de mi Padre en un mercado?” (Juan 2:16). Y luego procedió a derribar el bazar.
Muchos religiosos tramposos y abusadores han infiltrado el Cuerpo de Cristo hoy. Interpretar esto como una advertencia contra la venta de boletas para la cena por las misiones es totalmente equivocado. Más bien es como una advertencia a no vender el pan de la comunión en el santuario.
Pero lo que nos ha sucedido en el siglo XXI es mucho más sutil. Satanás es demasiado listo para caer en el jingoísmo, ocupándose en un ataque frontal. En lugar de eso, él usaría una amenaza menor pero más efectiva, en la forma de un principio. El engañador obra a través de principios porque ellos superan la cultura y el tiempo. El mismo principio puede estar camuflado de tal manera que parece diferente de un momento a otro.
El principio empleado por el enemigo en el Atrio de los Gentiles fue la transformación de las mecánicas del ministerio en el ministerio mismo. A menudo vemos esta inclinación en líderes sinceros de la iglesia que encuentran una esencial importancia en llenar formas, votación de temas y determinar la apropiada aplicación de las normas. En tales casos, la administración de la iglesia se convierte en el estándar por el que se toman todas las decisiones. Desafortunadamente, gente buena se involucra totalmente en estos asuntos, olvidando la importancia del estudio de la Biblia, la oración y el evangelismo.
Una vez un joven escultor se enamoró profundamente de la mujer de sus sueños. Ellos estaban hechos el uno para el otro, tenían intereses similares, compartían valores y estaban de acuerdo en las prioridades de la vida. Una boda tuvo lugar y el matrimonio fue tan fresco y excitante como el noviazgo. Sin embargo, la tragedia sobrevino cuando se supo que la joven tenía una enfermedad incurable. Después de la muerte de su esposa, el artista quiso dedicar una obra de arte a su memoria e hizo una magnífica escultura para adornar una nueva plaza en medio de la ciudad. La inmediata popularidad de la escultura hizo que la obra del joven artista tuviera una gran demanda.
Un año después, algunas obras de otros jóvenes artistas fueron agregadas. Él llegó a ser tan famoso que los amantes del arte viajaban a través de toda la región para ver su obra. Con el tiempo, la plaza estaba tan llena de piezas de arte que algunas de ellas tuvieron que ser removidas. Un amigo pidió que le entregaran la escultura del centro, ya que era la menos popular de todas. El joven artista estuvo de acuerdo en que lucía fuera de lugar y ordenó removerla. Lo que una vez fue la pieza principal de su obra y su fuerza impulsora, se había vuelto obsoleta y sin importancia.
Esto es lo que le había pasado a muchos de los líderes espirituales de Israel. El Atrio de los Gentiles, donde alguna vez los hombres de otras naciones pudieron venir a buscar a Dios, ahora se había vuelto un lugar para explotar las necesidades de los verdaderos adoradores. Aunque las mecánicas del ministerio están necesariamente ligadas al ministerio (sin ellas, muchos ministerios no serían efectivos), he conocido miembros fieles que conocían mucho mejor los estatutos de la iglesia que las Escrituras. Cristianos equivocados le dan una importancia poco común a quien está en control y tiene la autoridad. Ellos están más preocupados por su poder que por su responsabilidad. Esto es lo que sucede cuando las mecánicas se vuelven tan importantes como el ministerio en sí mismo. En el proceso, la verdadera esencia espiritual se pierde.
Jesús estaba enojado porque los líderes espirituales de Israel, que habían sido llamados a ser luz en un mundo oscuro y apartado, estaban preocupados por sus propias necesidades. Como resultado, ellos sacrificaron la evangelización del mundo.
Muchas iglesias a través de toda América, al igual que el liderazgo de Israel, han olvidado la razón por la que existe la iglesia. Las estadísticas sobre evangelismo indican que menos del 50% de las iglesias evangélicas de América tienen un programa de evangelismo organizado.2 Este es un hecho triste de la patología espiritual de la iglesia, la cual tenía el propósito de ser un organismo vivo de alcance para un mundo necesitado.
Si le diéramos a Jesús una oportunidad, Él tomaría una vez más el látigo en su mano y arrasaría nuestras moradas religiosas, gritando: “Saquen esto de aquí, ese espíritu frío y calculador que está más preocupado por ser recto que por satisfacer necesidades, haciendo de las mecánicas del ministerio el ministerio mismo! Quítenlo todo! Limpien las mesas y empiecen de nuevo!”
Muchas iglesias simplemente necesitan reorganizarse para que las prioridades bíblicas puedan ser cumplidas. La clave es sacar a los líderes más fuertes de sus aburridas funciones y del mantenimiento de la maquinaria de la iglesia a la libertad de ministrar directamente a la gente. Una estrategia así inevitablemente fortalece al Cuerpo de Cristo.
Jesús reconoció y confrontó al enemigo allí en el Templo. Y, qué efecto tuvo esta limpieza del Templo en los discípulos? “Sus discípulos se acordaron de que está escrito: «El celo por tu casa me consumirá.»” (Juan 2:17). Estos hombres que se habían criado en hogares judíos, donde la Escritura era reverenciada, recordaron de su infancia las palabras del salmista (Salmo 69:9). Este acto de recordación, puede parecer de poca importancia al principio, pero representa parte de la dirección espiritual que Jesús quiso inculcar en estos hombres en esta exposición introductoria, la fase de “Vengan y Vean.” La Palabra de Dios obró en el espíritu de ellos para ayudarlos a juntar las piezas del rompecabezas mesiánico. Cada pieza que fue agregada al rompecabezas, obró en ellos, profundizando su convicción.
Los líderes religiosos en el Templo le respondieron defensivamente a este disidente aparentemente presuntuoso e iletrado.
"Entonces los judíos reaccionaron, preguntándole:
—¿Qué señal puedes mostrarnos para actuar de esta manera?
—Destruyan este templo —respondió Jesús—, y lo levantaré de nuevo en tres días. —Tardaron cuarenta y seis años en construir este templo, ¿y tú vas a levantarlo en tres días? Pero el templo al que se refería era su propio cuerpo."
Juan 2:18-21
Tal vez esta fue la primera oportunidad para que los discípulos observaran a Jesús librar la batalla con los cultos líderes de Israel. Ellos no ocultaron su curiosidad acerca de cómo Jesús enfrentaría a estos gigantes intelectuales. Para los discípulos siempre es importante que su líder espiritual pueda soportar el escrutinio de los oponentes.
Los judíos cuestionaron allí en el Templo la autoridad de Jesús con la clase de evasiva lógica y típica de muchos líderes religiosos mundanos: "Con qué autoridad haces esto?" La respuesta del Maestro es tan profunda como invaluable, pero tan disparatada que los fariseos estaban preocupados: “Destruyan este templo, y lo levantaré de nuevo en tres días.” Ellos pensaron que Él estaba hablando de reconstruir el Templo de Herodes. Esto no sólo seguía pareciendo absurdo y violento, sino que Él también parecía estar algo perturbado. Pero como de costumbre, lo que Jesús tenía en mente era demasiado profundo para estas mentes estrechas.
“Pero el templo al que se refería era su propio cuerpo.” (Juan 2:18-21). Aparentemente nadie entendía lo que Jesús quería decir excepto Él mismo. Pero el rompecabezas mesiánico finalmente se armaría pieza por pieza. El Señor le dijo a sus discípulos, “Pero el Espíritu Santo,… les enseñará todas las cosas y les hará recordar todo lo que les he dicho.” (14:26). En efecto, después de que Jesús resucitó, sus discípulos recordaron lo que Él había dicho respecto a levantar el Templo en tres días (2:22).
Jesús aprovechó cada situación como una oportunidad para enseñar a sus discípulos. La clase siempre estaba en sesión en el laboratorio de la vida. A este singular Maestro no le importaba sembrar conceptos antes de tiempo, aún si estos involucraban declaraciones disyuntas o al final dejaban mayores interrogantes que los originalmente planteados. Jesús no se enfocó en llenar el “tanque de almacenamiento” en el que se enfoca la educación del mundo Occidental y que consiste en acumular grandes cantidades de información en la mente de los estudiantes en un corto período de tiempo. Jesús prefirió plantar algunos conceptos básicos y luego alimentarlos a través de la experiencia.
Consideremos la historia de un joven que deseaba convertirse en toda una autoridad sobre el jade. Él se acercó al experto local en jade y le preguntó acerca del aprendizaje. El maestro le dijo al muchacho que simplemente viniera al día siguiente a su casa y empezarían las lecciones.
El joven llegó cumplidamente a sus lecciones diarias, pero él se sentía algo impaciente y confuso cuando todo lo que el maestro le ponía a hacer era sentarse por varias horas con un pedazo de jade en sus manos. Después de algunos meses y mucha frustración, el joven decidió preguntarle a su maestro cuándo empezaría realmente a aprender sobre el jade. El maestro simplemente respondió: “Regresa mañana.”
A su llegada a la mañana siguiente, nada parecía ser diferente. El joven llegó a su lugar habitual y el maestro de jade tomó una piedra y la colocó en la mano del muchacho. Tan pronto como la piedra tocó su mano, el joven saltó, la dejó caer y gritó, “¡Esto no es jade!” Cómo lo sabía, si el maestro no le había hablado una palabra acerca del jade? El muchacho entendió lo que sólo un experto podía saber. A través de la experiencia, él había llegado a saber lo que ningún libro o texto le habría proporcionado.
Esto no descarta los libros o textos. Jesús mismo usó un texto (el Antiguo Testamento) y lo expuso en términos comunes (el Sermón del Monte y las palabras en el Aposento Alto). Pero la afirmación del conocimiento sólo viene a través de la aplicación de la verdad traída a la por la experiencia. Jesús debe haber entendido bastante bien el viejo proverbio: “Escucho y me olvido; veo y recuerdo; hago y entiendo.”
Mientras los discípulos se alejaban del Templo ese día, ellos iban aprendiendo empíricamente que había un enemigo que debía ser enfrentado y cuyo propósito era pervertir la verdad del plan redentor de Dios. Podemos ver al enemigo dondequiera que vayamos, incluso en un lugar de adoración.
Mirando el Interior
Los siguientes días en Jerusalén sirvieron como un caleidoscopio de inquietudes para los discípulos. La población que había llegado para la celebración en la ciudad santa le proporcionó a Jesús la variedad perfecta de necesidades humanas para demostrar su deseo y capacidad de ayudar a la gente. En este escenario, los discípulos podían ver claramente lo que había en el corazón de Jesús.
Para motivar y edificar a otros de manera eficiente, uno debe poseer la motivación correcta en su interior. Los discípulos estaban convencidos que Jesús tenía las credenciales apropiadas. El mismo Juan el Bautista había confirmado a Jesús y él era de la misma descendencia (la tribu de Judá, la familia de David, nacido en Belén, etc.) y es más, su autenticidad parecía estar claramente comprobada por los muchos milagros que hacía. Pero, a Él realmente le importaba a la gente?
Los discípulos tuvieron varias oportunidades de ver el carácter interno de Jesús. Ellos observaron su humildad cuando se sometió a sí mismo a ser bautizado por Juan. Ellos vieron el respeto que Él mostró hacia su madre en la fiesta de bodas. Ellos contemplaron su coraje cuando confrontó a los poderosos líderes religiosos e intelectuales de su tiempo. Pero la dimensión más impresionante de su identidad fue que Él amó – Él amó a su Padre y a su pueblo. Jesús fue un hombre cálido que deseaba pasar horas ministrando a los pobres y desposeídos, aquellos a quienes otros líderes religiosos no dedicaban tiempo. Los discípulos vieron en este hacedor de milagros un amor afectuoso y consistente que desafiaba toda descripción.
Pero, cuál fue su motivación? Estaba Él tratando de impresionar al pueblo de Israel con todos esos milagros? La Escritura da la respuesta: “En cambio Jesús no les creía porque los conocía a todos; no necesitaba que nadie le informara nada acerca de los demás, pues él conocía el interior del ser humano” (Juan 2:24-25).
Podemos aprender mucho de las tentaciones que Jesús encontró en su ministerio. Él experimentó una gran popularidad durante las primeras etapas de su ministerio. Muchos que presenciaron sus milagros fueron cautivados; ellos creyeron en Él y quisieron seguirlo (v.23). Si Él lo hubiera permitido, esta excitada multitud hubiera tomado un caballo blanco, un carruaje dorado, una faja púrpura y una corona de laureles y lo habrían montado en el animal y paseado a través de las calles de Jerusalén.
Pero Jesús resistió esta tentación firmemente durante toda su vida. Al crecer su popularidad, aún sus más cercanos discípulos le aconsejaron dejarse anunciar como el líder reconocido de su pueblo. Mucho después en el ministerio de Cristo, durante la Fiesta de los Tabernáculos, Él resistió la presión de sus propios hermanos a actuar de manera pública, diciéndoles: “el tiempo mío aún no ha llegado” (7:6).
Las multitudes de hecho intentaron tomar a Jesús por la fuerza como su rey (6:15). Incluso los fariseos admitieron que casi todos parecían ser seguidores de este disidente aparentemente blasfemo (12:19). Pero Jesús resistió resueltamente todos esos intentos de cambiar su agenda. Él mantuvo un bajo perfil, demostrándoles así a sus discípulos la importancia de la humildad. Él “no confiaba en ellos,” así que no pondría su destino y su misión en las manos de otros (2:24). El Hombre tenía que contar el costo, considerando el valor de lo que estaba construyendo. Él no estaba sólo viviendo para sí mismo o para su propia generación; Él tenía que pensar en la gente de muchas generaciones por venir.
El Mesías no permitiría que la debilidad de la carne humana controlara su destino. Jesús, sabiendo que el compromiso de las multitudes era en gran manera superficial, determinó que Él no podría construir el futuro sobre algo tan insustancial. Su razonamiento fue finalmente comprobado, pues más tarde, cuando Jesús le habló a la muchedumbre acerca del verdadero costo del discipulado (6:60-71), muchos se fueron después de escuchar los requisitos.
La forma de proceder del Mesías cuando confrontó la presión de actuar públicamente y permitir que el deseo de la gente prevaleciera, fue simplemente retirarse de la situación (v.15). Su capacidad de electrizar a las multitudes generó un serio problema para Jesús, tendiendo a causar una distracción del principal enfoque de su ministerio, poniendo así en peligro su propósito.
Satanás desea opacar el propósito de los líderes cristianos tentándolos con popularidad y fama. Él pretende sacar a los más efectivos líderes de la iglesia local, apartar la crema del ministerio distrayéndolos con el fulgor de algún ministerio cosmético y sin importancia. La consecuencia es que los edificadores de hombres más eficientes son desplazados de los escenarios locales y convertidos en “personalidades cristianas.”
Con frecuencia, los más eficientes hacedores del ministerio son relegados a las tareas de dar mensajes o hacer labores administrativas en lugar de formar discípulos en el escenario local. Ciertamente hay un lugar para todas las dimensiones del ministerio, aunque necesitamos determinar cuidadosamente nuestras prioridades de acuerdo a las prioridades de Dios. Algunas veces necesitamos mirar en nuestro interior para determinar si nuestra motivación principal es correcta o no. Jesús no fue engañado por el empuje de la popularidad. Él sabía que las masas eran como ovejas, siguiendo a alguien que satisficiera sus necesidades inmediatas. Gran parte del mundo moderno es como este rebaño de ovejas.
No es difícil en todo el mundo encontrar una persona interesada en el mensaje del evangelio; lo que es terriblemente difícil es mantener el interés. Millones de personas en nuestra cultura toman decisiones por Cristo, pero hay una espantosa tasa de agotamiento. Muchos dicen haber nacido de nuevo, pero la evidencia de un discipulado cristiano maduro es frágil. En nuestra cultura todo, incluso las noticias acerca de Dios, puede ser vendido si está recién empacado, pero cuando deja de ser una novedad, pasa a ser un montón de basura.3
La pregunta pertinente aquí es, cómo podemos nosotros, al igual que Jesús, resistir las tentaciones de ser puestos en un pedestal? Jesús sabía exactamente lo que su misión conllevaba; por lo tanto, Él no se dejaría disuadir. En este sentido, Él fue un hombre de una idea, interesado en formar algunos hombres selectos que a su vez perpetuaran la iglesia.
Jesús creía en la multiplicación espiritual. Él tenía una gran visión de lo que era necesario para un fuerte movimiento. El paciente entrenamiento de los discípulos es el único medio confirmado por la Escritura para edificar la Iglesia. En contraste, vemos en el siglo XX el método abreviado, el acercamiento pragmático. Cuando las iglesias tratan de implantar un programa tras otro sin consolidar el cuerpo de discípulos, cantidades de tiempo y energía se desperdician. Si nuestros ministerios no se dirigen a hacer creyentes obedientes y fructíferos, entonces simplemente hemos “engordado” la iglesia.
Quienes tienen un carácter cristiano sólido, deberían estar alcanzando a otros en ministerios evangelísticos y de formación, ayudándolos a desarrollar su carácter. Pero los discípulos siempre deben tener cuidado de los desvíos del orgullo. La presión de ser exitoso es tan fuerte que muchos líderes encuentran terriblemente difícil continuar con el coraje de sus convicciones. Esta continua batalla espiritual trae un nuevo significado a las palabras de Pablo: “cada día muero” (1 Corintios 15:31). Todos los que desean seguir a Jesús deben ser discípulos incondicionales, fuertemente afirmados contra todas las diversiones, dispuestos a morir a la auto-indulgencia. Los verdaderos discípulos aprenden una y otra vez del ejemplo de Jesús que hacer la voluntad del Padre y permanecer en su presencia es más productivo que la más atractiva de las alternativas. Esta es una lección vital de humildad.
Los ojos de los discípulos de Jesús fueron abiertos a toda una nueva percepción de la vida. Mientras los discípulos observaban los milagros hechos por Jesús, ellos crecían en su fe. Mientras observaban al enemigo espiritual tratar de socavar el alcance del ministerio, ellos crecían en discernimiento. Y mientras venían a ver la importancia de la integridad de carácter para la efectividad espiritual, ellos crecían en humildad. Al principio del discipulado, las semillas simplemente están empezando a germinar de manera natural. Pero el proceso de la multiplicación espiritual empieza por lo pequeño y luego se expande exponencialmente de manera acelerada mientras cada parte del cuerpo de creyentes trabaja para aumentar la cosecha.
notas
1. Tenney, John, 312. Tenney lista siete señales principales: el agua convertida en vino (2:1-11), la curación del hijo del funcionario real (4:46-54), la sanación en el pozo (5:1-8), la alimentación de los cinco mil (6:1-14), la caminata sobre el agua (6:16-21), la sanación del hombre ciego (9:1-41), y, la resucitación de Lázaro (11:1-44).
2. Christianity Today, artículo sobre la encuesta de Gallup.
3. Eugene Peterson, Una Gran Obediencia en la Misma Dirección (Downers Grove, Ill.: InterVarsity, 1980), 12.