El préstamo de la difunta
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Blasco Ibáñez Vicente. El préstamo de la difunta
EL PRÉSTAMO DE LA DIFUNTA
I
II
III
IV
EL MONSTRUO
I
II
EL REY DE LAS PRADERAS
I
II
III
IV
NOCHE SERVIA
I
II
III
LAS PLUMAS DEL CABURÉ
I
II
III
LAS VÍRGENES LOCAS
I
II
III
IV
LA VIEJA DEL CINEMA
I
II
III
IV
EL AUTOMÓVIL DEL GENERAL
I
II
III
IV
V
UN BESO
LA LOCA DE LA CASA
I
II
III
IV
LA SUBLEVACIÓN DE MARTÍNEZ
I
II
III
EL EMPLEADO DEL COCHE-CAMA
I
II
III
LOS CUATRO HIJOS DE EVA
I
II
III
LA CIGARRA Y LA HORMIGA
Отрывок из книги
Cuando los vecinos del pequeño valle enclavado entre dos estribaciones de los Andes se enteraron de que Rosalindo Ovejero pensaba bajar á la ciudad de Salta para asistir á la procesión del célebre Cristo llamado «el Señor del Milagro», fueron muchos los que le buscaron para hacerle encomiendas piadosas.
Años antes, cuando los negocios marchaban bien y era activo el comercio entre Salta, las salitreras de Chile y el Sur de Bolivia, siempre había arrieros ricos que por entusiasmo patriótico costeaban el viaje á todos sus convecinos, bajando en masa del empinado valle para intervenir en dicha fiesta religiosa. No iban solos. El escuadrón de hombres y mujeres á caballo escoltaba á una mula brillantemente enjaezada llevando sobre sus lomos una urna con la imagen del Niño Jesús, patrón del pueblecillo.
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Juzgaba peligrosa, después de esto, la ruta más corta que conduce á la provincia de Copiapó en la vecina República de Chile. Era camino muy frecuentado por los arrieros, y la policía podía darle alcance. Ya que no tenía montura, lo acertado era tomar el camino más duro y abundante en peligros, pero que sólo frecuentan los de á pie. Como su ausencia iba á ser larga y le era preciso ganarse el pan, resultaba preferible esta ruta, pues al término de ella encontraría las famosas salitreras chilenas, donde siempre hay falta de hombres para el trabajo, y á veces se pagan jornales inauditos.
Rosalindo conocía de fama este camino, llamado del Despoblado. Detrás del tal Despoblado se encontraba algo peor: la terrible Puna de Atacama, un desierto de inmensa desolación, donde morían los hombres y las bestias, unas veces de sed, otras de frío, y en algunas ocasiones caían abrumadas por el viento.
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