Читать книгу Una Razón Para Aterrarse - Блейк Пирс - Страница 11

CAPÍTULO CINCO

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Dejó de beber excesivamente, aunque este era uno de los peores momentos de su proceso de duelo, y reemplazó lentamente el alcohol por la cafeína. Sus sesiones de lectura a menudo consistían en dos tazas de café y una Coca-Cola light. Debido a esto, había comenzado a desarrollar dolores de cabeza leves si pasaba más de un día sin tomar café. No era la forma más sana de vivir, pero sin duda era mejor que beber como una borracha.

Es por eso que se encontró en una cafetería después del almuerzo el día siguiente. Había salido a comprar comida principalmente porque se le había acabado el café y, ya que solo se había tomado una taza esa mañana, necesitaba su dosis de cafeína antes de volver a la cabaña y terminar el día. Estaba terminando de leer un libro, pero también supuso que podría aventurarse en el bosque para volver a tratar de cazar ciervos.

La cafetería era moderna y popular, y vio cuatro personas trabajando en sus MacBook. La cola en el mostrador era larga, incluso para la hora. Todo el mundo estaba conversando, y se oía el zumbido de las máquinas detrás del mostrador, así como también el televisor que se encontraba en la barra.

Avery por fin llegó a la caja, ordenó su té chai con expreso y se sentó en la sala de espera. Pasó su tiempo mirando la cartelera llena de volantes de próximos eventos locales: conciertos, obras de teatro, recaudaciones de fondos…

Y entonces empezó a escuchar la conversación a su lado. Hizo todo lo posible para no parecer obvio que estaba escuchando a escondidas, manteniendo la mirada fijada en la cartelera.

Había dos mujeres detrás de ella. Una era veinteañera, y llevaba un portabebés. Su bebé dormía tranquilamente en su pecho. La otra mujer era un poco mayor, con bebida en mano pero no dispuesta a irse aún.

Estaban mirando el televisor detrás del mostrador. No estaban hablando tan fuerte, pero igual podía escucharlas.

—Dios mío… ¿Has oído hablar de esta historia? —estaba diciendo la madre.

—Sí —dijo la segunda mujer—. Es como si la gente estuviera buscando nuevas formas de hacer daño a otros. ¿Qué clase de mente enferma tendrías que tener para que siquiera se te ocurriera algo así?

—Parece que todavía no han encontrado al asqueroso —dijo la madre.

—Probablemente no lo harán —dijo la otra mujer—. Ya tendrían alguna pista. Por Dios… ¿Te imaginas a la familia del pobre hombre, teniendo que ver esto en las noticias?

En ese momento, la barista llamó a Avery por su nombre y le entregó su bebida en el mostrador. Avery la tomó y, ahora que estaba frente a la televisión, se permitió ver las noticias por primera vez en casi tres meses.

Había habido un asesinato a las afueras de la ciudad hace una semana, en un complejo de apartamentos deteriorado. La víctima había sido encontrada en su clóset, cubierto de muchas arañas de distintas variedades. La policía estaba trabajando bajo la premisa que el acto había sido intencional, ya que la mitad de las arañas no eran nativas de la región. A pesar de la abundancia de arañas en la escena, se encontraron solo dos mordeduras en el cuerpo, y ninguna había sido venenosa. Según las noticias, hasta ahora la policía estaba trabajando bajo la premisa que el hombre había sido estrangulado o había muerto por un ataque al corazón.

«Esas dos causas de muerte son muy distintas», pensó Avery mientras comenzó a alejarse.

No pudo evitar preguntarse si Connelly la había llamado hace tres días precisamente por este caso. Un caso muy singular y, hasta el momento, sin ningún tipo de respuesta.

«Sí, estoy bastante segura que es este el caso por el que me llamó», pensó.

Con su té en mano, Avery se dirigió hacia la puerta. Tenía el resto de la tarde libre, pero estaba segura de que sabía qué haría el resto de las horas. Le gustara o no, probablemente estaría mirando un montón de arañas.

***

Avery pasó el resto de la tarde familiarizándose con el caso. La historia en sí era tan mórbida que no le costó encontrar diversas fuentes. Encontró once diferentes fuentes confiables que contaban la historia de lo que le había pasado a un hombre llamado Alfred Lawnbrook.

El arrendador de Lawnbrook había entrado en su apartamento ya que se había atrasado en la renta por enésima vez y supo que algo estaba fuera de lugar de inmediato. Mientras leía la noticia, Avery no pudo evitar comparar su reciente experiencia con Rose y su arrendatario y, francamente, le puso los pelos de punta. Alfred Lawnbrook fue encontrado en el clóset de su habitación. Había estado cubierto parcialmente con al menos tres diferentes telas de araña y dos mordeduras diferentes, mordeduras que, como había oído en las noticias, no fueron venenosas.

Aunque no se podía determinar con exactitud, se estimaba que entre quinientas y seiscientas arañas habían sido encontradas en la escena. Algunas de ellas eran exóticas y no tenían por qué estar en un apartamento en Boston. Habían contactado a una aracnóloga y ella había señalado que había visto al menos tres especies que no eran nativas de Norteamérica, y mucho menos de Massachusetts.

«Así que fue intencional —pensó Avery—. Eso indica que es probable que este tipo ataque de nuevo. Y si va a atacar de nuevo de la misma forma, debería ser posible localizarlo y meterlo en la cárcel.»

El informe del forense indicó que Lawnbrook había muerto de un ataque al corazón, probablemente por el temor de la situación. Pero como nadie más había estado en el lugar durante el asesinato, había numerosos otros escenarios posibles. Nadie podía saberlo con seguridad.

Era un caso interesante… y también un poco mórbido. Avery no le tenía miedo a muchas cosas, pero las arañas encabezaban su lista de las cosas de las que podía prescindir. Y aunque las fotos de la escena no se habían hecho públicas (gracias a Dios), Avery se lo imaginó todo en su mente.

Cuando terminó de leer todo referente al caso, se quedó mirando por la ventana trasera durante bastante tiempo. Luego se dirigió a la cocina y se movió con cautela, como si tuviera miedo de que pudiera ser atrapada. Sacó la botella de whisky americano por primera vez en meses y se sirvió un trago. Se lo tomó rápidamente y luego agarró su teléfono. Buscó el número de Connelly y presionó LLAMAR.

Connelly respondió casi de inmediato, y eso no era propio de él. Avery supuso que eso decía mucho, considerando las circunstancias.

—Black —dijo Connelly—. No esperaba tener noticias de ti hoy.

Ella ignoró esta formalidad y le dijo: —¿El caso por el cual me llamaste ¿era el de Alfred Lawnbrook y las arañas?

—Sí —le respondió—. La escena fue examinada varias veces y el cuerpo fue escudriñado, pero no tenemos nada.

—Los ayudaré —dijo Avery—. Pero solo en este caso. Y quiero ser capaz de hacerlo a mi manera. Que nadie me ponga la mano en el hombro solo porque estoy pasando por un mal momento. ¿Puedes garantizarme eso?

—Haré todo lo posible.

Avery suspiró, resignada a lo bien que se sentía ser necesitada y saber que su vida pronto se sentirá como suya otra vez.

—Listo —dijo—. Nos vemos mañana en la A1.

Una Razón Para Aterrarse

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