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CAPÍTULO SEIS

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Avery no estaba segura de qué sentiría al volver a entrar en la comisaría por primera vez en más de tres meses. Tal vez unas mariposas en el estómago o una oleada de nostalgia. Tal vez incluso una sensación de seguridad que haría que se preguntara por qué había renunciado.

Lo menos que esperaba era que no sentiría nada. Sin embargo, eso es exactamente lo que pasó. Cuando volvió a entrar en la A1 la mañana siguiente, no sintió nada especial. Se sentía casi como si no se hubiera perdido ni un solo día.

Sin embargo, por lo visto era la única en el edificio que no sentía nada. Mientras hizo su camino por el edificio y de regreso a su antigua oficina, se dio cuenta de que todo estaba demasiado tranquilo. Era casi como si una ola de silencio la estuviera siguiendo. Las recepcionistas en el teléfono guardaron silencio, las conversaciones se acallaron. Todos la miraron como si una gran celebridad hubiera entrado en el edificio; sus ojos estaban muy abiertos del asombro, y sus rostros tristes. Avery se preguntó por un momento si Connelly siquiera se había molestado en informarles que iba a regresar.

Después de abrirse paso por la parte central del edificio y llegar a la parte trasera donde se encontraban las oficinas y salas de conferencia, todo se sintió un poco más natural. Miller, un chico que trabajaba en registros, la saludó con la mano. Denson, una policía mayor que estaba a punto de jubilarse, le sonrió, la saludó con la mano y le dijo: —¡Es bueno tenerte de regreso!

Avery le devolvió la sonrisa y pensó: «No estoy de regreso… Da igual. Puedes decirte a sí misma esa mentira cuantas veces quieras. Pero esto se siente natural para ti. Se siente bien.»

Vio a Connelly saliendo de su oficina al final del pasillo. El hombre le había ocasionado bastantes molestias y dolores de cabeza a lo largo de los años, pero estaba feliz de verlo. La sonrisa en su rostro le hizo saber que el sentimiento era mutuo. Se encontró con ella en el pasillo y se percató de que el capitán de la A1, quien era un hombre muy serio, se estaba conteniendo para no darle un abrazo.

—¿Cómo se sintió volver a pisar la A1 —preguntó.

—Extraño —respondió Avery—. Todos me miraron como si fuera una celebridad o algo. No sé si querían desviar la mirada o aplaudir.

—A decir verdad, me preocupaba que estallaran en un aplauso cerrado cuando entraras. Todos te han extrañado, Avery. A ti… Bueno, y también a Ramírez.

—Te lo agradezco.

—Me alegra. Porque estoy a punto de mostrarte algo que podría hacerte enojar. En el fondo, tenía la esperanza de que volverías algún día. Pero no podíamos permitir que la A1 se detuviera hasta que llegara ese día… así que ya no tienes una oficina.

Le explicó esto mientras la conducía por el pasillo en dirección a su antigua oficina.

—No es gran cosa —dijo Avery—. ¿A quién le quedó ese cuchitril de todos modos?

Connelly no respondió. En cambio, dio los últimos pasos hacia su oficina y asintió con la cabeza hacia ella. Avery se acercó a la puerta y asomó la cabeza. Su corazón se calentó un poco ante lo que vio.

Finley estaba sentado en su escritorio, bebiendo de una taza de café y leyendo algo en un portátil. Cuando vio a Avery, su rostro registró una variedad de emociones: sorpresa, felicidad y finalmente vergüenza.

No se contuvo como Connelly. Se levantó del escritorio al instante y se fue a la puerta para darle un abrazo. Había subestimado lo mucho que lo había extrañado. Aunque realmente nunca habían trabajado juntos, había disfrutado de ver a Finley avanzar por la escalera corporativa. Él era cómico, leal y de buen corazón. Se sentía como su hermano laboral lejano.

—Es bueno tenerte de regreso —dijo Finley—. Te hemos extrañado mucho.

—Ya hablé de todo eso con ella —dijo Connelly—. No la atormentemos su primer día de vuelta.

«Maldita sea, no estoy de vuelta», pensó. Pero eso se sentía cada vez menos creíble.

—¿Quieres que la lleve a la escena? —preguntó Finley.

—Sí, y pronto. O'Malley querrá hablar con ella más tarde y quisiera que esté al día para cuando llegue. Llévala y cuéntale todo lo que sabemos. Traten de salir en los próximos diez minutos.

Finley asintió, visiblemente feliz de haber sido asignado a la tarea. Mientras corría de vuelta a su portátil, Connelly le hizo un gesto a Avery para que volviera al pasillo y le dijo: —Ven conmigo.

Ella lo siguió por el pasillo hasta la gran oficina que se encontraba en el fondo. La oficina de Connelly no había cambiado nada. Aún medio desordenada, de su forma particular. Había tres tazas de café en su escritorio y supuso que al menos dos de ellas eran de esta mañana.

—Y una cosa más —dijo Connelly, caminando detrás de su escritorio. Abrió el primer cajón del escritorio y sacó dos cosas que Avery probablemente había extrañado más que a cualquiera de las personas en este edificio.

Su arma y su placa. Ella sonrió mientras se acercó a ellas.

—Te hice el favor de llenarte el papeleo —dijo Connelly—. Son tuyos. También me encargaré del papeleo de tu remuneración y duración de estancia.

Avery honestamente no le importaba la paga ni cuánto tiempo se esperaba que se quedara manejando el caso. Cuando sus dedos se posaron en la placa y luego tomó la Glock, sintió algo inexplicable en su corazón.

Aunque pareciera triste, su placa y pistola se sentían familiares.

Se sentían como estar en casa.

***

La escena del crimen era de hace seis días y, por lo tanto, estaba vacía cuando ella y Finley llegaron. Se agacharon por debajo de la cinta amarilla y ella se quedó mirando mientras Finley abrió la puerta del apartamento de Alfred Lawnbrook con una llave que sacó de un sobre pequeño que tenía guardado en el bolsillo de su camisa.

—¿Le tienes miedo a las arañas? —preguntó Finley a lo que entraron.

—Un poco —dijo Avery—. Pero no se lo digas a nadie.

Finley asintió con una sonrisa sombría y le dijo: —Solo pregunto porque, aunque los aracnólogos y exterminadores vinieron a encargarse de ellas, estoy seguro de que se les escaparon varias. Sin embargo, solo las más comunes. Ninguna exótica.

La guio por el apartamento básico. La disposición y los aparatos le dijeron que Lawnbrook había estado divorciado o era un soltero.

—Pero sí encontraron arañas que no tenían por qué estar aquí, ¿cierto? —preguntó.

—Absolutamente —dijo Finley—. Al menos tres especies. Una de ellas era nativa de India, creo. Tengo las notas detalladas guardadas en mi celular, si quieres verlas. La experta en arañas que examinó el lugar dijo que, cuando el cuerpo fue encontrado, hubo por lo menos dos especies en la escena del crimen que tuvieron que haber sido encargadas a un distribuidor. Y que probablemente fueron difíciles de conseguir.

—¿Encontraron algunas arañas enormes? —preguntó Avery.

—Creo que dijo que la más grande fue aproximadamente del tamaño de una pelota de golf. Y en mi opinión, eso es lo suficientemente grande.

Entraron en el dormitorio y Avery hizo todo lo posible por no empezar a mirar las paredes y el suelo por si había arañas sueltas. Luego de echarle un vistazo a la habitación, se dio cuenta de que todo estaba bastante limpio. La puerta del clóset estaba abierta, lo que le permitió a Finley alcanzar adentro y encender la luz. Lo hizo muy rápidamente antes de retroceder.

—Lawnbrook fue encontrado en la esquina trasera izquierda —dijo Finley—. Las fotos están en la A1. Estoy seguro de que a O'Malley le encantaría mostrártelas. Ese idiota está fascinado con este caso.

Avery entró en el clóset. Aparte de unos cuantos filamentos sueltos de tela de araña en la esquina, no había nada que ver.

Luego salió de la habitación y empezó a registrar el lugar en busca de algún indicio de allanamiento. Finley se quedó atrás, manteniendo su distancia y dejándola trabajar. Buscó cualquier cosa que estuviera fuera de lugar, incluso algo tan pequeño como una foto enmarcada en la sala de estar, pero no encontró nada. Le echó un vistazo a los libros en la pequeña estantería al lado del centro de entretenimiento para ver si veía algo referente a arañas, pero no encontró nada.

—¿Lawnbrook estaba interesado en arañas? —preguntó Avery.

—No, no hemos encontrado nada que lo indique.

—¿Alguien ya fue a hablar con su familia?

—Sí. Y creo que O'Malley fue uno de los oficiales que se comunicó con la familia. Por lo que entiendo, lo describieron como un miedoso. Odiaba las montañas rusas, las películas de terror, cosas por el estilo. Así que es bastante improbable que le gustaran las arañas.

«Así que si las arañas no estaban aquí por Lawnbrook, ¿por qué estaban aquí? —se preguntó Avery—. ¿Y qué tipo de persona las traería aquí? ¿Y por qué?»

Una Razón Para Aterrarse

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